El pasado martes la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) anunció la intención de realizar una misión lunar el 2025 con el propósito de explotar los recursos naturales que la Luna tiene su superficie.
La idea es utilizar el regolito –capa de cuatro a cinco metros de profundidad e incluso, hasta 15 metros– del que se podría extraer agua y oxígeno para utilizarlo como energía en futuras bases espaciales.
Los encargados del proyecto establecieron el plazo de un año para estudiar la factibilidad de la misión, la forma en que el regolito puede ser explotado y almacenado, además de analizar cuál sería la tecnología necesaria para llevar la operación a cabo.
Sin embargo, ESA se enfrentan a un complejo escenario en cuanto a los recursos económicos y a las posibilidades tecnológicas que permitan establecer una estación lunar.
El 1969, en medio de la Guerra Fría, Estados Unidos pisó suelo lunar, tras una frenética carrera con la Unión Soviética por quien lo hacía primero. No obstante, tras la llegada del ser humano a la Luna no ha sido mucho lo que se ha avanzado en nuevos conocimientos científicos sobre el satélite natural.
Tras la llegada del hombre a la Luna no ha sido mucho lo que se ha avanzado en nuevos conocimientos científicos sobre el satélite natural.
En los últimos 12 años no han sido poco los anuncios de países como Rusia, India, China y Estados Unidos, proclamando intenciones de establecer bases lunares o explotar Helio-3. Actualmente, esos mismos estados, junto a Japón y a la ESA –que agrupa a 22 Estados– mantienen proyectos para viajar a la Luna.
La exploración y posible explotación del espacio exterior se encuentra regulada. En 1967, 67 naciones, entre ellas Estados Unidos, Rusia, Japón y los países miembros de ESA, firmaron el Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los estados de las Naciones Unidas en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre.
Según este tratado ningún país puede apropiarse de la superficie lunar, pero existe un vacío legal en donde no se especifica la propiedad que puedan adquirir los individuos y las compañías que realicen exploraciones y hayan encontrado la forma de explotar algún recurso.
El chileno que la inscribió como suya
Jenaro Gajardo fue un chileno que se hizo famoso en 1954, tras inscribir en el Conservador de Bienes Raíces como suya el satélite natural de la Tierra. Para ello, este abogado, pintor y poeta, creó la Sociedad Telescópica Interplanetaria en la ciudad de Talca, que tenía como finalidad formar un comité de bienvenida para los primeros visitantes extraterrestre.
Gajardo realizó este trámite debido a que la ley de la época permitía solicitar un título sobre una propiedad no reclamada, cualquiera fuera esta y no existía ninguna consideración de derecho internacional al respecto, por lo que causó cierta controversia en esos círculos,
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