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Miércoles, 17 de Abril de 2024
Activista falleció este viernes

Ana González: su esposo, dos hijos y una nuera

Manuel Salazar Salvo

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Fotografía: Luis Hidalgo/Interferencia
Fotografía: Luis Hidalgo/Interferencia

Una de las grandes luchadoras por los derechos humanos murió en un hospital de Santiago a los 93 años. En este capítulo de su libro Operación Exterminio (LOM Ediciones), el periodista Manuel Salazar relata las circunstancias en que los familiares de González fueron detenidos y hechos desaparecer por la dictadura en 1976. Ana González nunca conoció su destino final.

Admision UDEC

Los Recabarren González eran una familia comunista de esfuerzos permanentes, como si ese apellido con varias erres fuera no sólo un emblema sino una forma de vida. El padre, Manuel Segundo Recabarren Rojas, había nacido, además, un 18 de septiembre en 1925. Frisaba los 50 años, estaba casado con Ana González y tenía seis hijos. Era comunista, obrero gráfico jubilado y encargado de pobladores del Comité Regional San Miguel. También se enorgullecía de haber sido presidente de los sindicatos de la Editorial Universitaria y de la Editorial Nascimento. Su mujer lo recuerda:

“Como toda la gente de su clase, fue una persona esforzada y sacrificada. A los siete años andaba afanado por Las Condes, cuando ahí no había ni caminos. Su viejo trabajaba en la construcción y él le ayudaba a sacar arena o a enderezar clavos, porque era víspera de la Segunda Guerra Mundial y todo se aprovechaba. Entró a los talleres del diario El Siglo muy joven, llevado por su madre. Era el mayor de ocho hermanos y la familia pasaba apuros. Estuvo sólo dos años en la escuela. Les decía a los niños ‘Llegué hasta El Pato y me eché’. Trabajó en el diario La Nación. De ahí pasó a Nascimento y jubiló en la Editorial Universitaria. Como dirigente sindical, lo eligieron apenas tuvo edad suficiente para presentarse. Era un hombre tranquilo, pero de mucha entereza. Como gráfico sentía el orgullo de haber participado en la edición clandestina de dos obras de Pablo Neruda en tiempos de González Videla: primero, el Canto General, que fue haciéndose por pliegos que se escondían en los pliegos de otra obras y, luego, el Cuándo de Chile, donde el poeta exiliado recuerda a su patria. De Manuel no sé otra cosa que desapareció aquella mañana del 30 de abril en la vía pública, en San Miguel, luego de haber salido a las 7.10 de la mañana en busca de dos de sus hijos y de una nuera. ¿Lo detuvieron en la calle, en el micro? No lo sé”.

La noche anterior, alrededor de las 22 horas, agentes de la DINA habían capturado a Luis Emilio y Manuel Guillermo Recabarren González, de 29 y 22 años, junto a Nalvia Rosa Mena Alvarado, esposa del primero, cuando volvían a casa desde el lugar de trabajo de ambos jóvenes, en calle Nataniel 47, en la Plaza Bulnes, frente al palacio de La Moneda, en pleno centro de la ciudad.

"La Anita participaba en cuanta acción había destinada a ubicar y esclarecer la suerte de los detenidos desaparecidos. Se encadenaba en el Congreso, hacía marcha frente a La Moneda, mil y una actividades tratando de llamar la atención de la gente" (Manuel Salazar).

Luis Emilio era técnico gráfico, montajista, y dirigente de la Asociación de Funcionarios de la UTE. Con Nalvia Rosa tenían un hijo de 2 años. Manuel Guillermo era gasfíter y también estaba casado.

Lautaro Cotal, hoy en Suecia, fue la última persona amiga que vio a Luis Emilio y Nalvia. Recordó aquel episodio:

"La última vez que le vi, estaba eufórico. El proyecto de las tarjetas iba a concretarse, además iba a saber si era cierto que su esposa esperaba un nuevo hijo. Estaba en la oficina y pronto llegó Nalvia con su hijo. Ella le confirmó que esperaban un nuevo retoño. Era tarde y me llamaron para que compartiera con ellos, pero la cercanía del toque de queda no me permitía quedarme. Les recordé la hora, pero al parecer iban a ir donde un pariente cerca de Estación Central. Al día siguiente o al subsiguiente, no recuerdo con exactitud, al llegar a la oficina había temor e inquietud entre quienes estaban ahí. Un amigo de Lucho de apellido Bustos nos decía que ni Lucho ni su familia habían llegado a casa y que por el contrario su niño había aparecido llorando cerca de la casa de su abuela. Luego apareció la madre de Lucho y preguntaba qué sabíamos y si había algo que pudiera ayudarla a saber de lo que sucedía. Nalvia y Luis eran jóvenes llenos de vida y de sueños. Cuando nos sentíamos con temor o la desesperanza afloraba en alguno de nosotros, ellos nos impulsaban a no decaer, a tener fuerzas. Nos decían que éramos jóvenes y que con esfuerzo y tenacidad saldríamos adelante".

Otro de sus amigos, Jorge Bustos, también recordó a Luis Emilio:

"Fue vicepresidente del Centro de Alumnos del Convenio CUT-UTE; Secretario de las JJ.CC en la Cuarta Comuna; y, delegado de los trabajadores del taller gráfico en el Sindicato de Funcionarios de la UTE. Si se lo hubiera propuesto, Luis Emilio habría tenido una gran proyección como dirigente político, sindical o social. Como persona, tenía un toque de humor medio negro, fuerte, transgresor.  De buena pinta, tenía mucho éxito con las mujeres. No temía agarrarse a combos si las circunstancias así lo ameritaban. En su trabajo como montajista fotolitógrafo había llegado a un nivel técnico muy desarrollado, en un campo con muy pocos expertos en Chile".

"Todos los que trabajábamos en temas de derechos humanos, la conocimos. Tenía un carácter y una personalidad muy fuertes, entonces de alguna manera llamaba la atención de todos" (Manuel Salazar).

Nalvia Rosa tenía 20 años al ser detenida. También era comunista, como casi toda la familia. Su padre, Segundo Mena Salinas, era dirigente del Partido, casado con Ernestina Alvarado Rivas, y en total tenían 11 hijos, Nalvia era la séptima. La familia era pobre, pero todos los hijos fueron a la escuela y recibieron la enseñanza básica. Los mayores al momento del golpe, estaban en la universidad. “Esa familia tenía una pobreza muy digna” cuenta Ana González, y agrega: 

"Nalvia era alta, esbelta de grandes ojos café claros, pelo castaño liso, de mirada muy dulce igual que su carácter, callada y tímida, pero muy expresiva, de pocas palabras. Se destacaba por sus habilidades; por su afán de superarse”.

La muchacha llegó a la enseñanza media sin dificultades. De hermosa voz, fue seleccionada para el coro de su población. Poco a poco empezó a interesarse por los problemas sociales y participó en diversos trabajos voluntarios. En su adolescencia empezó a militar en las Juventudes Comunistas. Durante el Congreso del año 1972 conoció a Luis Emilio, militante al igual que ella.

Luego del golpe ambos intentaron asilarse, pues el hermano mayor de Nalvia había sido detenido y ambas familias estaban amenazadas por la represión; sin embargo, fueron rechazados por la embajada de Holanda porque Nalvia se encontraba embarazada. Durante meses debieron vivir de allegados en la casa de los padres de Luis Emilio. Más tarde, Luis Emilio y su hermano Manuel lograron trabajar en una pequeña oficina de comercialización de impresos en Nataniel 47. Por primera vez tuvieron una ligera tranquilidad económica. Nalvia acostumbraba a ir con su pequeño hijo, todas las tardes a buscar a su esposo y a su cuñado Manuel. Así sucedió el día en que todos fueron secuestrados. La madre de la joven Rosa relata aquel episodio:

"El 29 de abril de 1976, Nalvia Rosa junto a su hijo me visitó. A las 19:30 salió con sus dos hermanas que la acompañaron al lugar de trabajo de Luís Emilio y de su hermano. A las 21:30 los cuatro se dirigieron a su hogar. Antes de llegar a su casa fueron interceptados por seis individuos de civil que portaban metralletas, los que bajaron de un auto Chevy de Investigaciones, un taxi y una furgoneta, agrediéndolos ferozmente. Nalvia fue golpeada en el vientre con una metralleta y cayó desmayada. Fue entonces introducida a uno de los vehículos junto con su hijo, su esposo y su cuñado. Los vehículos partieron con rumbo desconocido. Alrededor de la medianoche, a media cuadra de la casa de la familia Recabarren Mena, fue arrojado desde un taxi el hijo de Nalvia, por un hombre alto y corpulento. El niño se encontraba muy nervioso e impresionado por los hechos de la detención. Fue encontrado llorando por Ana su abuela paterna".

"Dedicó su vida a tratar de encontrar a sus hijos, su compañero y su nuera. Y la de muchos otros detenidos desaparecidos. Esa constancia se echa de menos hoy en día, es poca la gente que esté dispuesta a dedicar toda la vida a un ideal" (Manuel Salazar).

A Manuel Segundo Recabarren, el padre lo llevaron a la Villa Grimaldi y luego al cuartel Simón Bolívar, según afirmó el agente de la DINA Juan Morales Salgado en una de sus declaraciones ante los tribunales de Justicia. De los tres jóvenes no se sabe nada.

Militantes comunistas sobrevivientes que han seguido de cerca las investigaciones de los jueces y de las policías y que han recabado datos en su partido para ayudar a esclarecer lo ocurrido, afirman que Elisa Escobar Cepeda, la enlace de Mario Zamorano que se transformó en colaboradora de la DINA, fue vista varias veces en el lugar de trabajo de los Recabarren González, días antes de que éstos fueran detenidos. La mujer habría estado confirmando la presencia de varios militantes comunistas en diversos lugares del centro de Santiago, los que poco más tarde fueron capturados por los agentes de la DINA. 

ENTREVISTA A MANUEL SALAZAR

¿Cómo recuerda a Ana González?

De Anita hay muchos recuerdos. Del año 75 en adelante cuando ella comenzó a participar en la Vicaría. Ella junto a un grupo no muy grande de mujeres y algunos hombres, fundó la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos. En ese tiempo, comprenderás, había que ser muy valiente para poder hacer el trabajo que ellos hicieron. La Anita participaba en cuanta acción destinada a ubicar y esclarecer la suerte de los detenidos desaparecidos, había. Se encadenaba en el Congreso, hacían marchas frente a La Moneda, mil y una actividades tratando de llamar la atención de la gente que en ese tiempo, o era muy reticente o muchos en verdad no conocían bien lo que había pasado con los detenidos desaparecidos, no había información. En esa tarea, Anita era una de las banderas, un estandarte de la lucha por lo derechos humanos y por saber de los detenidos desaparecidos, por encontrar sus cuerpos y más tarde, desde fines de los 80, no solo establecer la verdad sino también justicia. Justicia, verdad, castigo y reparación. 

Conversó con ella muchas veces, la conoció. ¿Cómo era?

Todos los que trabajábamos en temas de derechos humanos, la conocimos. En la calle ella siempre estaba en todas las marchas, después con una mayor participación política. Tenía un carácter y una personalidad muy fuertes, entonces de alguna manera llamaba la atención de todos. Tenía un vozarrón y generalmente imponía su prestancia en las reuniones, actos públicos, etcétera. Lo que te diga de la Anita es poco. Era muy fuerte además anímicamente, era una persona que iba para adelante, que quería conseguir justicia, saber qué había pasado con sus familiares y los de sus amigas y amigos. No recuerdo haberla visto decaída ni nada de eso. Siempre con mucha entereza, mucho ánimo, prestancia y dignidad. No solo era un apoyo enorme sino que también era una bandera, era emblemática. 

¿Cuál ,cree, es el legado que ella deja?

La entereza, el simbolismo y la dignidad. El hecho de no decaer nunca para conseguir lo que se persigue. Eso creo que es una muestra de lo que necesita aprender la juventud de hoy en día. El conseguir fines y el trabajar y luchar para eso. Ella como muchas otras personas, dedicó su vida. Dedicó su vida a tratar de encontrar a sus hijos, su compañero y su nuera. Y la de muchos otros detenidos desaparecidos. Esa constancia se echa de menos hoy en día, es poca la gente que esté dispuesta a dedicar toda la vida por un ideal, por conseguir un fin. Anita es un ejemplo, un ejemplo a tener siempre presente. 

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Muy buen artículo sobre una gran mujer chilena como Anita González y su familia, ejecutados por la dictadura cívico militar en el marco de las políticas sistemáticas de violaciones a los Derechos Humanos y exterminio de opositores al régimen de facto.

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