Desde el comienzo del estallido social en Chile a mediados de octubre, una de las cifras más preocupantes es la cantidad de heridos por trauma ocular grave, situación que alcanza números insólitos a nivel mundial, incluso si se compara con revueltas de mayor data y violencia que el chileno, como es el caso del conflicto palestino-israelí (ver artículo Represión cobra 9 lesiones oculares graves por día, lejos la peor cifra mundial de INTERFERENCIA).
Uno de los puntos neurálgicos a los que acuden los heridos por estas lesiones es el Hospital del Salvador, ubicado en la comuna de Providencia, a unas diez cuadras de Plaza Italia. En este centro asistencial se ubica la Unidad de Trauma Ocular (UTO) -que ha maximizado su rendimiento con turnos extras por la excesiva demanda tras cada manifestación-, organismo que ha tratado a más del 70% de los casos registrados en todo el país durante estas semanas.
Pero fue en esos primeros días tras el viernes 18 de octubre, cuando se declaró el Estado de Emergencia y posteriormente el toque de queda, que se produjo una situación que no pasó desapercibida ni por el Colegio Médico ni por las organizaciones de derechos humanos que llegaban a solicitar información al recinto.
En un principio, la orden del director Enrique Mullins Lagos habría sido la de negar la información de heridos oculares de gravedad por las fuerzas policiales, caracterizando los hechos con descripciones como “accidentes en trayecto”.
La situación fue denunciada internamente por varios médicos y se le cuestionó al director que los datos no estaban siendo entregados como corresponde. Mullins habría sido recomendado al puesto por la ex directora del Hospital, María Elena Sepúlveda, quien actualmente es directora del Servicio de Salud Oriente. Casada con Christian Schalper Schwencke -quien ocupa el cargo de director de División de Administración y Finanzas de la Secretaría General de Gobierno (Segegob), siendo uno de los asesores gubernamentales mejor pagados según publicó La Segunda en mayo del año pasado- es también la madre de Diego Schalper, diputado de RN, que hace unos días anunció la presentación de un proyecto para una defensoría que vele por los derechos humanos de los Carabineros.
Una fuente dentro del hospital expresó a INTERFERENCIA que la decisión inicial del director de bajar el perfil a los antecedentes de los heridos oculares tenía que ver con presiones políticas para minimizar el impacto que estos hechos podrían tener ante la opinión pública.
Tras las quejas de los médicos, la situación inicial fue subsanada, y tanto el Colegio Médico como los organismos de Derechos Humanos pudieron acceder a información fidedigna y de esa manera informar de manera más certera a la opinión pública.
Otra lesión bilateral
Indignación generalizada causó hace unos días el estado en el que se encuentra el estudiante Gustavo Gatica, quien tras asistir a la marcha del pasado viernes 8 de noviembre, recibió por parte de Carabineros balines en ambos ojos, produciéndole un trauma ocular que lo tiene al borde de la ceguera.
Pero según pudo conocer INTERFERENCIA, este no sería el primer caso de lesión ocular en ambos ojos que se ha producido en medio de las protestas.
Consultado acerca de esta información, el Doctor Pablo Vera, presidente del Capítulo Médico del Hospital del Salvador y subjefe de la unidad de emergencia, indicó que “es correcto. Hay pacientes que han perdido visión o que están bastante complicados, y tienen la posibilidad de perder ambos ojos, si es que ya no los han perdido. Han llegado traumas oculares bilaterales, antes de la lesión de Gustavo, que todos conocimos. Vale decir, hay gente que va a quedar ciega completamente, no sólo de un ojo, después de estas manifestaciones”.
Ante la pregunta de si, más allá de la evaluación del traumatismo inicial, puede haber secuelas en el futuro que comprometan la visión de los pacientes, el Dr. Vera indicó a nuestro medio que “puede haber complicaciones a mediano y largo plazo. Vamos a tener, van a existir. Si pensamos que esta cantidad de lesiones de este tipo es la más alta en la historia de la humanidad en un breve período, tenemos que estar preparados como equipo de oftalmología para poder manejar esta situación”.
En relación a la pérdida de visión, comparada con lesiones que además incluyen la pérdida del ojo, el médico dijo sobre la posibilidad de salvar ojos que “es una dura pregunta, pero generalmente estamos recibiendo impactos por proyectil o contusiones oculares con trauma ocular abierto. Por su gravedad, diría que esos ojos están prácticamente perdidos”. Y, a continuación, agregó: “Necesitan manejo agudo muy rápido. Los oftalmólogos han logrado recuperar algunos ojos, pero cuando existe un estallido ocular es prácticamente imposible la recuperación en un 100% de visión. Siempre se trata de preservar el beneficio del paciente. Aunque sea poco estético, a veces es mejor sacar un ojo que tiene alto riesgo de infección, y eso no sólo tiene consecuencias funcionales graves, sino que también estéticas”.
Sobre la naturaleza de los proyectiles, el profesional describió que “hay balines de goma y hay otros con centro metálico. El de goma eventualmente hace menos daño que un balín con centro metálico, pero el daño finalmente es el mismo. Los dos perforan el ojo, los dos hacen un daño grave y en ese sentido es bastante complejo manejar ambos. La mayoría de los pacientes que han llegado con trauma ocular grave tiene una gran probabilidad de perder el ojo”.
Por la fuerte demanda que ha tenido el hospital dado el número de heridos en las últimas semanas -que incluso tiene a 18 funcionarios con atención psicológica, producto de la intensa actividad-, el médico aprovechó de destacar la labor que han cumplido los estudiantes de las carreras de la salud, que en las manifestaciones se han organizado en pequeños piquetes para poder hacer una atención primaria. “Ellos han manejado muy bien a la población con lesiones, porque la primera atención es la más importante”.
También destacó a los becados o residentes de especialidad, que son médicos titulados que están formándose en oftalmología y están cooperando de forma ininterrumpida en la UTO, supervisados por oftalmólogos y aprendiendo sobre la marcha -como si estuvieran en guerra- con esta gran cantidad de traumas oculares.
A juicio de Vera, “[de este período de movilizaciones] la gran cicatriz que nos va a quedar como sociedad son la enorme cantidad de secuelas oculares de estos pacientes”.
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