En diciembre, el Partido Comunista Chino celebrará el 40 aniversario de las políticas de "reforma y apertura" que transformaron a China en la potencia mundial que todos conocemos.
La propaganda ya ha comenzado, con el presidente Xi Jinping poniéndose al frente y a la altura de Mao Zedong, en medio de un escenario optimista que tiene a la nación expectante de los beneficios que puede seguir trayendo la innovación y la manufactura que ha sacado a 800 millones chinos de la pobreza.
Junto a las políticas reformistas, la República Popular de China a finales de septiembre marcó otro hito, cuando superó a la Unión Soviética en longevidad y festejó 69 años de gobierno comunista. Un dato no menor, pensando en que China ha hecho todo lo contrario a la ex potencia socialista, abriendo su economía y cerrando el partido.
A fines de septiembre, China marcó un nuevo hito: superó a la Unión Soviética en longevidad y festejó 69 años de gobierno comunista.
Dentro de este marco, del otro lado del pacífico los analistas estadounidenses intentan explicarse las claves del milagro chino mientras su gobierno, dirigido por Donald Trump, ha comenzado una agresiva guerra comercial entre ambas potencias. Recientemente, Philip P. Pan, editor para Asia de The New York Times, elaboró un completo especial sobre la potencia comunista. Acá las principales conclusiones:
Apertura económica y control político
El señor Lin nació y se crió en Taiwán, la isla autónoma donde huyeron los que perdieron la guerra civil china después de la Revolución Comunista y desde pequeño le enseñaron que la China continental era su enemigo.
Más adelante, a fines de la década de los 80, la fábrica de zapatillas de su familia comenzó a tener problemas para encontrar mano de obra y su principal cliente -la multinacional Nike- le sugirió abrir una planta en China.
Superando sus temores y expectativas, el señor Lin se encontró con un estado ansioso por recibir a la inversión extranjera, junto a su conocimiento logístico y tecnológico, Incluso le ofrecieron el uso gratuito de una fábrica estatal y una rebaja de impuestos por cinco años.
Finalmente, el señor Lin construyó y dirigió cinco fábricas de zapatillas, convirtiéndose en el mayor proveedor chino de Nike.
De esta manera y bajo este esquema, China aprovechó la ola de globalización que cambió las relaciones comerciales del mundo y emergió como su principal fábrica.
Las claves de su éxito han pasado por la apertura de la economía a la inversión extranjera, junto a la transferencia de conocimientos en innovación y tecnología, que acarreó este fenómeno, aprovechando las ventajas comparativas que tiene el país que cuenta con la mano de obra más cuantiosa del mundo, cada día más calificada y una creciente clase media dispuesta a mover el consumo local.
Lo curioso del caso chino, es que contra todos los pronósticos entregados por los analistas políticos y económicos de las potencias occidentales, la apertura económica no trajo de la mano una política y si bien, el gobierno ha relajado ciertas normas sociales en función de aumentar el consumo, el Partido Comunista ha comenzado un nuevo ciclo en el que no pretende soltar el control. Para ello, han aumentado la censura y achicaron su estructura, restringiendo las barreras de ingreso a la organización, apostando a los jóvenes talentos universitarios.
China aprovechó la ola de globalización que cambió las relaciones comerciales del mundo y emergió como su principal fábrica.
En concreto, el partido ha gobernado de forma exitosa si se miran las cifras económicas y sociales, presidiendo más de 40 años de crecimiento ininterrumpido, a menudo con políticas ortodoxas que los economistas neoliberales vaticinaban en fracaso. Después de una visita a China en 1988, Milton Friedman calificó la estrategia de los comunistas chinos como "una invitación abierta a la corrupción y la ineficiencia".
Lejos de los malos augurios, desde el inicio de la revolución 800 millones de personas han salido de la pobreza en China. Eso es dos veces y media la población de los Estados Unidos. La esperanza de vida también se ha disparado y se espera que los hombres chinos nacidos en 2013 vivan siete años más que los nacidos en 1990 y que las mujeres vivan casi 10 años más.
China ahora lidera el mundo en el número de propietarios de viviendas, usuarios de internet, graduados universitarios y multimillonarios. La pobreza extrema ha caído a menos del 1 por ciento, cuando en 1984 alcanzaba a tres cuartas partes de la población.
Hoy en día, la producción económica per cápita en China es de US$ 12.000 y hace una década era de US$ 3500. El número sigue siendo mucho mayor en los Estados Unidos, con un PIB per cápita de $ 53,000. De todas formas, la desigualdad es bastante parecida en ambos países, aunque en China los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
Aun así, los números indican que, si tuviésemos que escoger hoy entre dos jóvenes de 18 años, uno de China y otro de Estados Unidos, ambos pobres y con pocas perspectivas, pensando en cual podría tener mayores posibilidades de movilidad, la pulseada la ganaría el chino.
Un remanso aislado y empobrecido se ha convertido en el rival más importante de los Estados Unidos desde la caída de la Unión Soviética.
El inicio de la transformación: 1984
Tras la muerte de Mao, luego de décadas de agitación política y económica, el Partido Comunista Chino vivía en la incertidumbre y bajo la presión de sacar a tres cuartas partes de su población de la pobreza extrema.
Durante el otoño de 1984, con Reagan en la Casa Blanca, los chinos se preguntaban cómo podrían alcanzar a occidente. En los bosques de bambú de Moganshan, los jóvenes cuadros del partido, estudiantes e investigadores asistieron al Simposio Académico de Economistas de Mediana Edad.
La premisa para ellos era desatar las fuerzas del mercado sin estrellar la economía y alarmar a los funcionarios más ortodoxos que controlaban el partido, pero lograron llegar a un consenso: las fábricas deberían cumplir con las cuotas estatales, pero podrían vender todo el excedente al precio que eligieran.
Fue una propuesta inteligente que mantuvo el control de la economía planificada en áreas estratégicas. A partir de subsidios estatales permitieron que familias modestas pudiesen producir la tierra de forma privada, aunque está continuó en manos del estado y sus hijos fueron educados en la escuela y la universidad.
Junto a lo anterior abrieron la inversión, bajaron las barreras de entrada, pusieron fábricas estatales a disposición del capital extranjero y comenzaron un aprendizaje que terminó superando a sus competidores en términos de innovación y tecnología.
En 1984, los encargados de la política económica china llegaron a un consenso: las fábricas deberían cumplir con las cuotas estatales, pero podrían vender todo el excedente al precio que eligieran.
Por otro lado, la cúpula del partido se obsesionó con la caída de la Unión Soviética y se propuso no caer en los mismos errores. Aprovechando la brutal represión que ejerció sobre el movimiento estudiantil en 1989, recordada mundialmente por la masacre de Tiananmén, tras la exigencia de los jóvenes chinos por mayor libertad política, el partido comenzó una nueva depuración al interior del estado.
Para evitar la burocratización y la descomposición de la orgánica estatal, el partido fomentó la salida de los funcionarios que no estaban alineados con las políticas oficialistas y los ayudó a convertirse en empresarios que movieran la economía local, junto al ingreso de un estricto control interno entre los funcionarios estatales a partir de la evaluación de criterios y metas que fomentaron la competencia interna con especial énfasis en el cumplimiento de logros económicos.
Bajo esta política, la naciente clase media china comenzó a empoderarse económicamente, al igual que la elite del partido y los funcionarios estatales que se han esforzado durante cuatro décadas en atraer la inversión extranjera.
Junto a estas decisiones, el Partido Comunista decidió elevar sus criterios de ingreso y ha decidido concentrarse en los talentos universitarios, con el fin de mantener a los mejores investigadores en sus universidades y a los funcionarios estatales más destacados al interior de China, evitando su fuga, alineándolos con sus políticas.
Finalmente, la élite comunista china decidió no abrirse políticamente con un estricto control de los medios de comunicación, las escuelas, la cultura y la seguridad pública. Junto a ello, ha logrado crear su propio internet, controlando el contenido a partir de miles de funcionarios dedicados a censurar y aminorar las discusiones en las redes sociales que pueden golpear al gobierno.
De todas formas, junto a la censura han impulsado un plan para aumentar creativamente los contenidos, acercando a su población al consumo y la conexión moderna, convirtiendo a sus propias redes y aplicaciones en las más cotizadas en el mundo tras Amazon, Google y Facebook.
Muchos en Washington predijeron que el comercio traería un cambio político. Lo hizo, pero no en China. La "apertura" terminó fortaleciendo el poder del partido en lugar de debilitarlo.
El choque del ascenso de China como un coloso de exportación, sin embargo, se sintió en las ciudades industriales de todo el mundo. En los Estados Unidos, los economistas dicen que, como resultado, desaparecieron al menos dos millones de empleos, muchos de ellos en los distritos que terminaron votando por el presidente Trump, quien ha comenzado a terminar décadas de colaboración, abriendo el camino hacia una suerte de nueva “guerra fría” moderna.
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