En octubre de 2019 Chile cambió. Esta frase es insumo para que varios estudiosos realicen profundos análisis explicando qué tenía hastiados a los chilenos y cuál es el país que quieren en adelante.
Pero a veces los ejemplos son más expresivos, bastando con recorrer las calles y simplemente mirar y conversar. En este caso, es suficiente con caminar por Concepción.
Los penquistas tienen un ejemplo concreto que grafica el antes y el después del octubre chileno: en el marco del estallido social, un grupo de jóvenes convirtió el espacio que ocupaba un local de Telepizza -destruido en las protestas- en un centro cultural autogestionado y abierto, el cual hoy es una de las principales muestras de organización popular en la capital de la Región del Bío Bío.
Su nombre es ResisteArte y se ubica en la intersección de las calles Paicaví con Los Carrera, uno de los puntos neurálgicos de la ciudad, al conectar con las comunas de Talcahuano y San Pedro de la Paz. Desde el 19 de octubre este cruce -bautizado como Paicarrera- ha sido uno de los principales lugares de concentración ciudadana y enfrentamiento con Carabineros.
La artista circense y licenciada en sociología, Javiera Briones (25 años), es una de las 15 personas que participan activamente de la coordinación del espacio. Ella es vecina del sector y por tanto fue testigo del incendio que consumió el local de Telepizza durante los primeros días de protestas. También fue protagonista de la deliberación acerca de cómo ese espacio de comida chatarra podía ser reutilizado.
“A todes nos pasó que comenzamos a afinar las energías sobre cómo, dónde y con quién queríamos organizarnos. Sucedió un día que un cabro había hecho unos murales y otro hizo un video de esto, el que decía algo así como ‘galería de arte Telepizza’. Así empezamos a notar este lugar y nos dimos cuenta que la estructura era bastante buena. El techo es bastante alto para montar las telas, las lyras, los trapecios y las cuerdas. Entonces se nos ocurrió sacar los escombros y empezar a ordenar", relata Briones a INTERFERENCIA.
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Así el martes 10 de diciembre llegaron cerca de 30 personas con palas, escobas, rastrillos, trapos, cloro y todo lo necesario para limpiar, tardando cerca de dos días en asear el lugar por completo. A la semana siguiente, ResisteArte ya estaba funcionando para la comunidad.
A la fecha ya llevan más de 15 talleres, en los cuales se puede participar entregando un aporte voluntario, el cual puede ser monetario o en útiles de aseo que sirvan para mantener el espacio en condiciones óptimas. Además, a diario realizan espectáculos abiertos para el público, tanto de artes circenses, poesía, música, o la disciplina que cualquier persona quiera compartir. Incluso, ha funcionado como centro de acopio estos días para ir en ayuda de los damnificados en los incendios de Valparaíso.
Es común ver que quienes participan del espacio están encapuchados, puesto que reivindican ese símbolo, el cual es una especie de homenaje a la primera línea de las protestas, y también un repudio al proyecto de ley llamado “anticapucha” que impulsó el gobierno de Sebastián Piñera.
“Esto nace de la necesidad de tener un espacio para generar este circo social en Concepción, el cual no existía. También, por otro lado, queremos que se mantenga la organización, esta vez desde el arte que está al servicio de la comunidad ¡Qué más político que hacerlo en un espacio que es zona cero!", dice Briones.
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Hoy ResisteArte tienen 3 mil seguidores en su cuenta de Instagram, pero la buena recepción de parte de los penquistas no sólo es medible en redes sociales.
"La gente se acerca a aportar también con manos. Los primeros días, cuando se veían muchos escombros, llegaba la gente y ayudaba a limpiar. Preguntaban qué estábamos haciendo y como ellos no estaban haciendo nada, se ponían a limpiar, de la nada", cuenta a INTERFERENCIA el artista circense y miembro de ResisteArte, Martín Millar, de 26 años.
Para Javiera Briones está claro que lo que hacen es una ocupación, por más que sea artística, pero cree que esta misma mezcla es lo que ha llamado la atención de las personas. Lo que antes tenía una pizza en vitrina, hoy es una vitrina de arte y protesta.
"La gente se acerca y pregunta quiénes somos y qué hacemos. Nosotros llegamos una hora antes de cualquier actividad para limpiar el espacio, porque como está todo abierto en la noche llegan, mean y nos hemos encontrado con heces y varias otras cosas. La gente ve eso, que nos pasamos mucho rato limpiando y la gente valora el trabajo", agrega Millar.
Lo que relatan ambos jóvenes les ha significado tener una buena relación con el dueño del espacio, quien no es el dueño de la franquicia de Telepizza. Con él conversan habitualmente cuando llega a ver su local. Briones y Millar afirman que él les ha dicho que no está en contra de lo que hacen, puesto que en la práctica incluso le ha servido para cuidar el lugar, pero que debido a que las protestas no paran, aún no tiene certeza de cuál será el destino del terreno, el cual es su fuente de ingresos.
En tanto, Telepizza dejó de operar en Paicaví con Carrera y sus operarios sólo volvieron unos días después del 19 de octubre para llevarse los letreros.
Los protocolos y la proyección
Para el colectivo de ResisteArte esta ha sido una experiencia que saben no olvidarán, pero no sólo por la satisfacción de poder desarrollar sus disciplinas y practicar la organización comunitaria, sino que también por el lado amargo de la historia.
Algo que es difícil de calificar como positivo o negativo es que no han recibido la visita de ninguna autoridad de gobierno. Pero de manera indirecta, sí han sido víctimas de los malos tratos de Carabineros, en el contexto de que a un par de metros del centro cultural se prenden barricadas habitualmente.
“El miércoles 18 de diciembre estábamos haciendo un taller de lyra y llegaron los pacos a reprimir las barricadas que estaban en la calle. Ellos, sin criterio, empezaron a tirarnos agua y vinieron a preguntar qué estábamos haciendo. Más tarde, durante la noche volvieron a tirarnos agua y tuvimos que escondernos detrás de una barra, tapando los parlantes y todo lo que se pudiera perder con el agua”, contó Javiera Briones.
Pero lo peor vino días después, el lunes recién pasado, según relató Martín Millar:
“Había una clase de dancehall y en la calle había gente haciendo barricadas. Llegó el guanaco, empezó a tirar agua y acá se empezaron a ocultar algunos vendedores con sus carritos. Ahí el guanaco empezó a tirar agua hacia acá, donde habían compañeras bailando, algo que era evidente. A los treinta minutos volvieron los pacos y se llevaron un balde con útiles de aseo, un arnés con una cuerda y un cajón de feria. Les fuimos a preguntar al bus por qué se llevaban nuestras cosas, pero no nos dieron explicaciones y se fueron”, cuenta.
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Por estos hechos el colectivo puso una denuncia en el Ministerio Público, pero más allá de esto, dicen que ante la falta de protocolos de Carabineros, empezaron a tomar sus propios protocolos, como comprar un nylon para tapar los equipos que puedan ser dañados con el agua, además de desarrollar estrategias sobre qué debe hacer cada uno cuando llega la represión.
Pero además de esto, una de las preocupaciones principales del colectivo y también del público es qué pasará con ResisteArte.
"Como esto salió de una convocatoria espontánea, ha sido todo sobre la marcha. Estamos evolucionando todo el rato para saber qué vamos a hacer. Ahora como se consolidó más el colectivo, estamos analizando qué queremos lograr, cuánto tiempo nos proyectamos. Tenemos varias ideas pero está en veremos, porque no sabemos qué pasará con el terreno", dice Millar.
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El tema del espacio es vital para la continuidad del centro cultural. En este sentido, Javiera Briones tiene una visión clara:
"La idea de nosotros es apoyar al dueño del lugar y ojalá llegar a algún tipo de acuerdo para arrendar, algo que sabemos no es fácil por el precio. Pero sabíamos desde un principio que esto era un acto de amor desde el desapego. Puede ser que en algún momento la estructura no esté, que cerquen todo, que nos lleven detenidos. Sabemos que esto puede desaperecer, pero a partir de esto hemos conversado la posibilidad de tener un centro cultural que venga desde el circo social y que esté al servicio de la comunidad", dice.
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Más que un grupo de artistas,
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