En estos días de vísperas de Pascua, las góndolas de los supermercados se llenan de huevitos de chocolate, figuras de chocolate, conejitos de chocolate, que constituyen lo que se denomina en inglés energy-dense, nutrient-poor food (“comidas llenas de energía y faltas de nutrientes”, EDNP). A tanto llega la fanaticada por consumir este derivado del cacao, que una investigación del sitio británico This is Money establece que, la oferta de estos productos para estas fiestas, alcanza el 28% de todas las ventas anuales de los mismos.
De acuerdo con Nathan Grills, en una publicación de 2011 para The Medical Journal of Australia, el conejo pascual ha jugado un papel similar en esta época del año que la que desempeña el Viejito Pascuero para la Navidad: incitar al consumo de alimentos chatarra.
Una fiesta de primavera
Aunque por milenios se ha asociado a los conejos a la fertilidad de la primavera en el hemisferio norte y en especial a esa fiesta equinoccial que es la Pascua cristiana, solo en el siglo XX se empezó a vincular, en especial por los manufacturadores de golosinas, a los conejitos con la celebración como una forma de conmemorar dulcemente las fechas.
Esa movida de marketing orientada al público infantil no es nada de exótica. Habitualmente la venta de ENDP se ha asociado a personajes tiernos y simpáticos como Ronald McDonalds o los monitos que hasta hace un tiempo adornaban las cajas de cereales, como los tigres, los elefantes o los monstruos.
De hecho, una campaña de hace algunos años eliminó a esos promotores de la obesidad de aquellas cajas y hoy los pasillos de las tiendas solo llevan los nombres de los cereales sin que los acompañe ninguna figura antropomórfica o zoomórfica, con la sola excepción del caballero cuáquero de la avena Quaker, que quizá se salvó de esta razzia por ser considerado no infantil.
Los huevitos han permanecido incólumes y todavía se encuentran a raudales en las tiendas, aunque la Ley de Etiquetado de Alimentos que entró en vigencia en Chile en junio de 2016 descaricaturizó al conejito.
Las regulaciones de este tipo, que se expandieron por el mundo hace cerca de una década, protegían a los infantes de ser tentados a ingerir estos productos por vías como la eliminación de las promociones con juguetes, imágenes u otras ofertas, pero los huevitos han permanecido incólumes y todavía se encuentran a raudales en las tiendas, aunque la Ley de Etiquetado de Alimentos que entró en vigencia en Chile en junio de 2016 descaricaturizó al conejito, particularmente atendiendo a que Chile es el país con más alto consumo per cápita de chocolate, alcanzando 1,8 kilos anuales.
La cacería de los huevos no ayuda en nada
Grills (2011) asegura que la práctica aparentemente sana y quemadora de calorías de la “búsqueda de los huevos” que se suele realizar durante la mañana del domingo de Pascua en realidad no ayuda en mucho. El autor calcula que en aquellas correrías un niño o niña en promedio logra encontrar unos catorce huevitos de chocolate de unos diez gramos cada uno, así como el premio mayor de un huevo de chocolate más grande de unos 125 gramos.
Esto totaliza casi 6.000 kilojulios de energía que se consumen prácticamente esa misma mañana y de una sentada. Para quemar las calorías que estos huevitos significan se requeriría de un ejercicio de 5,6 horas, bastante más que lo que tarda la búsqueda.
El cambio de giro del conejo
En el artículo para The Medical Journal of Australia, Nathan Grills propone que el conejo pascual tiene que reinventarse, para convertirse en un promotor de la vida y la alimentación saludables.
“Dado el potencial para el bien del Conejo de Pascua, este podría convertirse en un conejito de salud pública, apoyando campañas que alienten a los niños a comer las cinco porciones diarias recomendadas de verduras y dos porciones de frutas. ¡La caza del huevo de chocolate podría convertirse en caza de brotes de bruselas! Después de todo, el propio conejo abogaría por este cambio, dado que los conejitos no digieren el chocolate particularmente bien”.
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