El viernes 3 de enero Uber actualizó su documento de registro con la Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos, donde indica que proyectaba una valoración de entre US$ 80.000 y 91.000 millones en su oferta pública de venta (OPV). La salida a bolsa de la aplicación para compartir viajes más popular del planeta es la más reciente e importante de una ola de “unicornios” -denominación a empresas tecnológicas valoradas en más de US$ 1.000 millones- que se harán públicas este año, entre las que se cuentan Lyft, Pinterest, Airbnb y Slack.
Sin embargo, las expectativas se vieron derrumbadas en su debut, generando escepticismo entre los inversores sobre la capacidad de la compañía para volverse rentable en el corto plazo, situación a la que se suma el pesimismo y la incertidumbre a raíz de las tensiones por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, incrementadas en los últimos días por una fuerte subida de aranceles del 10% al 25% sobre una lista de productos chinos valorados en US$ 200.000 millones, con el riesgo de imponer un 25% sobre los restantes productos de ese país, los que son valorados en US$ 325.000 millones. Ante esto, el país asiático podría tomar represalias e intensificar las tensiones.
Flexibilidad laboral y uberización del trabajo
En plena discusión pública sobre la reforma laboral en Chile y el controvertido proyecto que impulsa el gobierno sobre flexibilidad laboral, realidades como las de los conductores de Uber aparecen como el ejemplo perfecto de la tendencia de miles de trabajadores alrededor del planeta que optan por un segundo empleo en la compañía para sobrevivir, en un escenario de bajos sueldos que perciben en sus primeros empleos y las alzas en los costos de vida en la ciudad.
La uberización del trabajo se percibe como una realidad compleja que juega en el límite con los marcos normativos laborales. En el debate sobre el desarrollo de los servicios, este fenómeno es, para algunos, una revolución en la forma en la que estos son ofrecidos, de una manera que también se podría entender como economía colaborativa, mientras que para sus detractores la uberización se trata de la precarización laboral, con contratos de facto que implican muchas horas de trabajo por un sueldo escaso, sin seguridad social, además de una fuga de impuestos hacia paraísos fiscales.
En Chile, la situación de precarización laboral en los trabajadores de esta app pareciera replicar lo que ha sucedido en distintas partes del mundo. Muestra de ello fue el apagón masivo de la aplicación que realizaron durante la mañana del pasado miércoles ocho de mayo los conductores de Uber, el que en lugares como Punta Arenas alcanzó incluso un 90% de adhesión, habiendo sumado adherentes en La Serena, Concepción, Temuco y Valparaíso. La idea del apagón fue en protesta, entre otros puntos, por bloquear de manera arbitraria cuentas de los socios conductores, junto con lo que llaman una excesiva comisión para la aplicación, que en algunos casos alcanza el 45% por viaje. La acción también fue replicada en Inglaterra, Costa Rica, Panamá, Uruguay y Estados Unidos.
Habrá que ver si el modelo de negocios de Uber, cuya estrategia se ha basado en no contratar a quien acaba prestando el servicio ni poseer el activo principal para realizarlo (el auto), logra levantar cabeza en la bolsa este lunes, y así cumplir con las altas expectativas que se propuso cuando decidió abrirse al mercado bursátil.
Comentarios
Añadir nuevo comentario