En 1856, el cientista político, historiador y diplomático francés, Alexis de Tocqueville escribió, recordando la revolución francesa de 1789: “A medida que se desarrolla en Francia la prosperidad, los espíritus parecen, sin embargo, más intranquilos, más inquietos; el descontento público se va agriando cada vez más; el odio a las antiguas instituciones va en aumento. La nación marcha visiblemente hacia una revolución”.
Casi 200 años después, esa afirmación podría aplicarse a lo que está sucediendo en Chile. Eso, al menos, piensa Carlos Huneeus, profesor titular de la Universidad de Chile y autor de varios libros y escritos sobre la truncada transición chilena post dictadura. De hecho, Huneeus, autor de “La democracia soberana: Chile después de Pinochet” (Debate, 2014), incluyó esta cita en una reciente columna en El Mostrador.
El domingo en la noche, este politólogo conversó largamente con INTERFERENCIA acerca de los acontecimientos actuales en el país. A continuación, se presenta un extracto editado de esa entrevista.
Hace unos días publicó una columna en El Mostrador donde habla del contubernio entre la clase empresarial y la política. ¿Podría desarrollar esa idea?
Lo que yo argumento es que la concentración económica y los super ricos en sí no son un peligro para la democracia, no son incompatibles con la democracia. Esto siempre y cuando el dueño de un canal de televisión no tenga al mismo tiempo radios o industrias claves, vale decir, no tenga poder político. Pero en el caso de Chile, las desigualdades están acumuladas, no dispersas. El ejemplo más visible para todos los ciudadanos lo estamos viendo en las decisiones y en los discursos del Presidente, un presidente que es uno de los once multimillonarios que tiene Chile, una persona que tiene una biografía dominada por el mundo de los negocios.
Él tiene una carrera exitosa y vertiginosa, eso hace que no tome sus decisiones sin dejar de considerar sus intereses económicos y del resto de sus compañeros de interés económico, del grupo. Y eso es un hecho extraordinariamente grave, porque el poder económico junto con el poder político se superponen, y eso en este momento paraliza la toma de decisiones.
Hablando de concentrar el poder político y económico, el sistema de las AFP está en el centro del capitalismo chileno. Ante la crisis y las demandas actuales, ¿ve posible que alguien como Piñera pueda reformar ese fundamento del ‘modelo’ chileno?
No, no lo veo posible. Ahí se demuestra que el conflicto entre el interés económico identificado con el presidente y el interés de ser mandatario o representante de los ciudadanos, entra en claro conflicto. Las AFP son un Estado dentro de Estado, y por su importancia en el sistema financiero no se les puede tocar y deban mantenerse como un Estado dentro de otro. Y si alguien osa meterse con ellas, es como el fin del mundo.
Cuando el presidente Eduardo Frei Montalva hace más de medio siglo chilenizó las compañías del cobre, los norteamericanos se fueron entre sonrisas y les dijeron a los chilenos: "ustedes no van a ser capaces de administrar y nos van a llamar al poco tiempo". Pero los ingenieros chilenos, de la Universidad de Concepción y de la Universidad Técnica del Estado, junto a ingenieros que vinieron de la Unión Soviética, siguieron adelante e hicieron funcionar las minas. Frei comenzó la nacionalización del cobre que terminaría Allende. Pero en el caso de las AFP vamos a ver si el poder político se va a atrever a meter el diente. O sea, las inversiones de las AFP no pueden ser donde a ellos se les dé la gana, tiene que haber una supervisión del Estado.
En la actual crisis, han salido a hablar grandes empresarios como Andrónico Luksic, dispuesto a pagar 500.000 pesos mensuales a los trabajadores que menos ganan y aumentar el impuesto al 1% más rico del país. ¿Cree que Luksic entendió esta crisis, que ese es el camino correcto a seguir?
No, Luksic no ha entendido nada. Él ha dado un paso, a mi juicio, muy irresponsable, muy demagógico, porque hay un tema que se ha planteado central acá y que el señor Luksic no entiende. Su grupo económico tiene un patrimonio equivalente al 6% del PIB chileno, tiene inversiones en Estados Unidos, en España y en Croacia. Entonces este señor no está mirando el bien del país, sino que está viendo los intereses propios.
Este momento es de las instituciones y no de las personas. El alcalde Lavín se sacó una selfie con la alcaldesa de La Pintana para comunicar que la municipalidad de Las Condes le iba a aportar 1.000 millones de pesos. ¡Pero si él está en campaña! Si el Grupo Quiñenco va a tomar una decisión, pues que publique un comunicado de prensa. No puede salir el señor Luksic a decir eso porque tiene tejado de vidrio, digamos las cosas como son, tiene tejado de vidrio porque es el responsable del caso Caval: él le dio financiamiento a la nuera de la presidenta Bachelet, en ese momento candidata a la presidencia, después de que había sido negada por ser una persona políticamente expuesta por tres bancos nacionales.
El señor Luksic fue el que también le dio financiamiento ilegal a la política y a la precampaña de la presidenta Bachelet. El grupo Luksic con este señor a la cabeza cometió actos de monopolio y obviamente la prensa le publica todo lo que dice, porque él a través de su empresa financia con publicidad a los medios de comunicación. ¿Qué se ha imaginado el señor Luksic?
Cuando dice que es el tiempo de las instituciones y no de las personas, ¿a qué se refiere considerando el desprestigio de las instituciones?
El señor Luksic no es una institución, sino que parte de grupos de presión que son instituciones políticas, como la Sofofa. Andrónico Luksic es consejero de la Sofofa, por lo que yo esperaría que actúe al interior de las instituciones y que la Sofofa saque un pronunciamiento al respecto. El presidente de la Sofofa, Bernardo Larraín Matte, ha estado callado, debiera asumir ese tema, no como persona sino que como representante de un grupo en presión, a eso me refiero.
Insisto, ¿cómo se trabaja con instituciones que a ojos de la ciudadanía están desgastadas?
Yo me críe en el campo y yo escuche de niño que uno tiene que arar con los bueyes que tiene. Las instituciones importan en la medida en que hay personas que las representan y las hacen vivas. Naturalmente los partidos están muy debilitados, no han hecho ninguna propuesta significativa.
Por dar un ejemplo, yo escuché al presidente del PPD Heraldo Muñoz, que después de una entrevista con el Presidente (el domingo antepasado) dio un conjunto de medidas que parecía una lista de supermercado, que decía 10 o 15 cosas sin tener dos o tres centrales en los cuales guiarse entrada la discusión. Varios de las cuales fueron recogidos por el Presidente Piñera, pero son todas medidas clientelistas, de políticas sociales que vienen desde los años de la dictadura.
Pero hay que trabajar con el Parlamento y no es el momento de discutir una asamblea constituyente ahora, porque estamos en un momento crítico y hay que ir matando los piojos de a uno antes que los piojos lo maten a uno. Hay en el parlamento y los partidos personalidades que tienen la suficiente experiencia para conducir un nuevo proceso y que deben marcar a Piñera, limitando el poder discrecional que él está teniendo en este momento.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, el presidente de Renovación Nacional Mario Desbordes. Es un hombre muy sensato y fuerte, él debiera tener un peso más importante. Piñera nunca ha querido entender el peso de la política, porque él como hombre de negocios siempre ha sido accionista minoritario, y fue doblemente minoritario porque fue elegido por un 26% del padrón electoral y no tenía mayoría en el Congreso, como todos los presidentes desde 1932 a 1973. Desbordes tiene el sartén por el mango, pero tiene que ejercer su poder y tiene que entenderse también con la Jacqueline Van Rysselberghe y los parlamentarios y con los dirigentes de los partidos de oposición. Otro es el senador de RN, Andrés Allamand.
Lo que propone suena como a la cocina chica de siempre: arreglar la crisis con los presidentes de partidos que nadie ha elegido y con un mandatario que tiene un 14% de aprobación. ¿Cómo puede digerir esto el pueblo movilizado?
Es que no hay alternativa. Ahora, las demandas son claras y se refieren a cambios estructurales, no a políticas sociales incrementales. Se pueden encerrar en una cocina pero se van a quemar si no avanzan en estas demandas. En eso yo no me compro la tesis de Carlos Peña y de toda la derecha, que llaman a la mano dura, que hay que restablecer el orden, dejando de lado la demanda sustantiva que está pidiendo la gente. El presidente de la Democracia Cristiana Fuad Chahín habló de que los grupos económicos tributen más, que paguen un impuesto especial, al estilo de los impuestos por contaminar. Por ahí va el camino.
Pero lo que estamos viviendo ahora en el país es una verdadera olla de presión. Mucha gente movilizada en las calles del país no concibe dos años más con Piñera. ¿Es nuestro híper-presidencialismo una camisa de fuerza?
Creo que reflotar en estos momentos el semipresidencialismo o el parlamentarismo es una manera de desviar la atención al hecho concreto de lo que está pasando. Y lo que está pasando son dos cosas: uno es el problema que vive el sistema político y el segundo es la fractura y pérdida de legitimidad del sistema económico. Para tener un sistema parlamentario se necesitan partidos políticos fuertes, cosa que evidentemente no se da en Chile.
¿Qué pasa en una crisis como esta cuando quedan dos años de mandato?
Hay que ser imaginativo. La constitución dice que quien efectivamente manda es el Presidente, pero la constitución no es un documento rígido. El presidente tiene que entenderse, porque contrariamente a lo que dice Peña, Sergio Muñoz, y el señor Montes que es filósofo y economista, la democracia no se entiende a partir del poder. Hay otros que entienden la democracia en torno al acuerdo, a la negociación y al compromiso y que la constitución es algo vivo, que encarna una suerte de patriotismo constitucional. Pero el presidente Piñera es el principal problema a la salida de esta crisis política.
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El pais se ha desarrollado
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