(*) Extracto del libro “Agustín Edwards Eastman. Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio”; Debate, Penguin Random House Grupo Editorial S.A.; noviembre de 2014.
Miércoles 16 de septiembre
Mientras en Santiago y Washington se sucedían negociaciones políticas secretas, cruzadas y conspirativas, El Mercurio se convirtió en un foco de atención de los primeros esfuerzos encubiertos del Gobierno de Estados Unidos. Washington sabía de la importancia de contar en las próximas semanas con una vigorosa prensa anti Allende para lograr su propósito. De hecho, una parte de la estrategia comunicacional de la CIA era tratar de denunciar ante la opinión pública mundial el peligro de que Allende amordazara la libertad de prensa en Chile.
Pero en los primeros días tras la victoria de la Unidad Popular, las presiones políticas en torno a El Mercurio eran menos apremiantes que su situación financiera. Tras el triunfo de la izquierda, el First National City Bank, que fue el primer banco estadounidense en establecer oficinas en Chile en 1915, decidió reducir sus operaciones en el país. Como parte de este ajuste presionó a sus deudores para liquidar rápidamente los créditos que había otorgado. Y entre las empresas que habían adquirido deuda con el banco figuraba El Mercurio S.A.P.
Esto causó indignación en el embajador Korry. «¿Existe alguna manera de que el First NCB le dé un respiro a El Mercurio? —preguntó Korry en una comunicación secreta que envió este día al subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, Alexis Johnson—. Este tipo de presiones no son menos perniciosas que las de los comunistas.». 49 Pocos días después, la sede del banco en Nueva York despachó a Santiago a John Weaver, uno de sus altos ejecutivos, para poner las cosas en orden.
Doonie también estaba preocupado por su diario. Hace años que Allende se solía referir a El Mercurio como «el diario norteamericano escrito en castellano». Pero de la mano de numerosos estudios, como los de Armand Mattellard e incluso los de Carlos Altamirano, en el último tiempo el tema de la propiedad de los medios de comunicación había escalado en la agenda de prioridades de la izquierda. En febrero de 1970, Allende declaró que «es necesario asegurar el acceso de los medios de publicidad a todos los grupos de la ciudadanía, y ello se logrará cuando la prensa quede libre de los controles de sus actuales propietarios».
Para Edwards y sus hombres en El Mercurio se trataba de una declaración de guerra. Por eso estaban convencidos de que Allende efectivamente trataría de hacer algo para intervenir el periódico.
«Al obtener Allende la primera mayoría relativa en las urnas, la convicción generalizada en el país era que se llevarían a cabo las amenazas proferidas por largo tiempo en el campo marxista contra El Mercurio y que el diario quedaba bajo el peligro de desaparecer», escribió pocos años después su director, René Silva Espejo.
Al igual que en muchas compañías en todo el país, durante la campaña presidencial se había formado al interior de la empresa periodística un Comité de Unidad Popular (CUP), que eran organizaciones de base y sindicales que estaban a favor de la candidatura de Allende. Según Silva Espejo, el CUP en El Mercurio nunca logró reunir mucho más del 10 por ciento del personal, pero su activismo se elevó rápidamente después de los resultados electorales del 4 de septiembre. Y lo que le daba un peso especial al CUP de El Mercurio era que Sonia Edwards, la hermana de Doonie y miembro del consejo directivo, era partidaria de Allende y apoyaba a este comité.
Jueves 17 de septiembre
Mientras el Gobierno en Washington trataba de aliviarle la mochila de deudas a El Mercurio, al menos una empresa norteamericana inyectó plata fresca al periódico de Agustín Edwards. Se trataba de la International Telephone and Telegraph Company (ITT), dueña de la principal compañía de teléfonos de Chile. Para la ITT, la llegada al poder de Allende era una amenaza. Los ejecutivos de la empresa estaban convencidos de que si la Unidad Popular lograba instalarse en La Moneda, el nuevo Gobierno los expropiaría. A la postre tuvieron razón y Allende efectivamente nacionalizó a Chiltelco. Pero en septiembre de 1970 los hombres de la ITT realizaron intentos desesperados por impedir la asunción de Allende, intentos que estaban en sintonía con las acciones de Washington.
En un mensaje marcado «personal y confidencial» que fue redactado este jueves 17 de septiembre, el director de relaciones públicas de la ITT, Harold «Hal» Hendrix, le informó al vicepresidente para relaciones corporativas de la compañía, Edward Gerrity, que un factor clave en las siguientes semanas era la cadena de periódicos de la empresa El Mercurio. «Mantenerlos con vida y publicando entre ahora y el 24 de octubre es de extrema importancia —reportó Hendrix—. Son la única voz franca y anticomunista que queda en Chile, y está bajo fuertes presiones; bien podría convertirse en el talón de Aquiles para la gente de Allende.»
Hendrix era un viejo conocido de Agustín Edwards. Ambos se conocían desde fines de los años cincuenta, cuando el estadounidense era corresponsal en América Latina para el diario The Miami News. Unos días antes de despachar ese reporte, Hal Hendrix dejó su oficina corporativa en Nueva York para trasladarse a Chile y obtener información de primera mano. Ahí se unió a Robert Berellez, otro ex periodista que trabajaba en la oficina de la ITT en Buenos Aires y llevaba varios días reportando desde Santiago.
El plan de acción que propusieron Hendrix y Berellez a sus superiores en Nueva York —y que estos después compartieron con William Broe, de la CIA— contemplaba que la ITT y otras firmas estadounidenses con operaciones en Chile inyectaran publicidad a El Mercurio para apoyar al diario. «Esto ya ha comenzado», afirmaron en el reporte.
Unos días antes, el domingo 13 de septiembre, Hendrix y Berellez se entrevistaron con Arturo Matte Larraín, el dueño de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones y cuñado de Jorge Alessandri, en la residencia de este. En la conversación repasaron todos los posibles escenarios para evitar la asunción de Allende. En el reporte que enviaron los hombres de la ITT afirmaron que Matte les dijo: «El líder que pensábamos faltaba está ahí mismo (Frei), arriba del caballo, pero no se moverá a no ser que se le provea una amenaza constitucional; esa amenaza tiene que ser suministrada de una forma u otra mediante una provocación».
Además, el casi octogenario líder del clan Matte, que fue candidato presidencial del Partido Liberal en 1952, les dijo a los hombres de la ITT que «los marxistas no se dejarán provocar». Según el informe que enviaron a su compañía, Matte les dijo: «Les puede usted escupir la cara en la calle y le darán las gracias».
Viernes 18 de septiembre
Temprano en la tarde, Richard Helms le envió a Henry Kissinger el reporte sobre la reunión que había sostenido cuatro días antes con Edwards y Donald Kendall en el Washington Hilton. Ese mismo día, Edwards seguía entrevistándose con altos funcionarios de Gobierno, presumiblemente de la CIA, según se puede desprender de la nota escrita a mano con la que Helms acompañó el reporte. Esta decía: «Aquí está el resumen de la conversación que sostuvimos con el señor Edwards, de Santiago. Más conversaciones y una entrevista [original: debriefing] más exhaustiva se están realizando con el señor Edwards justo ahora».
Mientras Edwards se seguía entrevistando con funcionarios de Washington, el embajador Korry en Santiago estaba en llamas. Una parte importante del Track I comenzaba a cojear. Como una manera de crear las mejores condiciones posibles para lograr la «fórmula Alessandri», Estados Unidos contemplaba crear un caos económico en el país. En reuniones ultra secretas con algunos personeros de la Democracia Cristiana, del comando de Alessandri y del Partido Nacional, se había acordado que algún ministro del área económica diera un discurso describiendo la dramática situación financiera del país después del 4 de septiembre. Después, se suponía, los ministros económicos iban a presentar su renuncia, lo que posibilitaba a Frei Montalva convocar a militares a su gabinete. Después de ello se barajaban dos posibilidades: o los militares se tomaban el Gobierno para después llamar a elecciones nuevas, o la situación general acobardaba a suficientes congresistas democratacristianos como para votar por Alessandri el 24 de octubre.
Pero pasaban los días sin novedad alguna. En un mensaje secreto que Korry le envió a través de un sistema cablegráfico instantáneo a Kissinger en medio de las celebraciones del Día de la Independencia, el embajador ventiló su frustración. Titulado «Reporte de Progreso 1», el diplomático se quejó:
1. El ministro de Hacienda y el ministro de Economía ni han hablado ni han renunciado hasta ahora (18 septiembre, 13 horas). Posible explicación es que oportunidad podría ser mucho más efectiva después del feriado, tal vez el domingo en la noche, cuando el público haya comenzado a desintoxicarse después de un fin de semana regado.
2. La primera regla de cualquier golpe de Estado exitoso se ha roto, demasiados civiles están conscientes del escenario. Debo asumir que las fuerzas de Allende y Tomic están al tanto.
Donald Kendall
Sábado 19 de septiembre
Una noche a mediados de septiembre, que probablemente correspondió a este sábado, Eduardo Frei Montalva le hizo una visita a Enrique Silva Cimma, un influyente miembro del Partido Radical que había sido contralor general de la República y que ahora era abogado integrante de la Corte Suprema. Mientras se paseaba preocupado por el living de la casa de Silva Cimma, el presidente le habló sobre los peligros que significaba la asunción de Salvador Allende. Frei le profetizó que se trataba del «advenimiento del comunismo, del marxismo-leninismo y eso resulta insoportable para Estados Unidos, que no dudará en impedir una nueva Cuba en el continente», recordó Silva Cimma en sus memorias.
Y cuál era la solución, le preguntó el abogado. La solución, le contestó Frei, estaba en la creación de un movimiento que impediría a Allende asumir el cargo. Silva Cimma insistió: «¿Y quién asumirá la conducción de ese movimiento?». «Entonces Frei me miró —recordó en su autobiografía— y su mano derecha extendida cubrió buena parte de su pecho.»
Lunes 21 de septiembre
En la tarde de este lunes, el Bank und Handels Aktiengesellschaft Zürich (Banco y Sociedad Comercial de Acciones Zurich) recibió una transferencia de 50.000 dólares proveniente de una cuenta bancaria en Estados Unidos que pertenecía a la ITT. El dinero estaba destinado a una cuenta a nombre de una sociedad perteneciente a Agustín Edwards y El Mercurio. En los días previos, la multinacional estadounidense había transferido 100.000 dólares a esa misma cuenta y, según indagaciones posteriores, se realizó un tercer depósito de otros 50.000 dólares el 8 de octubre.
Se trataba de las platas frescas que Hal Hendrix había recomendado para mantener a El Mercurio funcionando hasta el 24 de octubre. Estas transacciones bancarias se conocieron recién seis años después, cuando el Departamento de Estado de Washington hizo indagaciones confidenciales acerca de si Hal Hendrix «podría haber cometido perjurio [en marzo de 1973, en una comisión investigadora del Senado de Estados Unidos] cuando bajo juramento dijo que nunca pagó dinero a Agustín Edwards».
A raíz de esa duda, en 1976 el Departamento de Estado pidió a su delegación diplomática en Suiza hacer las averiguaciones correspondientes.
Unas semanas después, el Departamento Federal de Justicia y Policía de Suiza entregó la información respecto a esas tres transacciones bancarias que se realizaron en septiembre y octubre de 1970.
En diciembre de 1975, el informe de la Comisión Church ya había revelado las triangulaciones de dinero, aunque sin entrar en los detalles descritos antes. En su reporte final, la comisión afirmó que entre la elección del candidato de la UP en septiembre de 1970 y su asunción en noviembre de ese año… una institución en Chile que se usó en los esfuerzos anti Allende fue la cadena de diarios de El Mercurio. Tanto el Gobierno de Estados Unidos como la ITT canalizaron dineros a manos de individuos asociados con el periódico […] El financiamiento continuó después de que Allende asumiera el mandato.
Miércoles 23 de septiembre
Las bolsas de valores de Santiago y Valparaíso se desplomaron a partir del lunes 7 de septiembre. El país estaba viviendo una importante fuga de capitales y muchas firmas extranjeras anunciaban su salida del país. El ministro de Hacienda, Andrés Zaldívar, se hizo eco de este cuadro financiero para conjurar un sombrío escenario económico. Y lo hizo en una alocución que se transmitió por cadena nacional en radio y televisión.
Al hablarle al país, el ministro Zaldívar dijo que en las dos semanas desde el triunfo de Allende, los chilenos habían retirado cerca de 1.000 millones de escudos, unos 80 millones de dólares, desde sus cuentas bancarias. Zaldívar también afirmó que «la situación económica del período postelectoral deriva de factores psicológicos […] los resultados más que probables de esta situación son el de un desastre económico completo y generalizado».
No parecían palabras destinadas a tranquilizar al país, sino más bien frases que exacerbaban los temores latentes en una parte de la población ante el inminente cambio de régimen. Probablemente se trataba del discurso que Korry y la CIA tanto habían esperado.
El problema fue que, después de pronunciarlo, nadie renunció. La intervención pública del joven ministro Zaldívar, quien entonces tenía treinta y cuatro años, fue rápidamente conocida como «el discurso del terror». Menos de tres años después, Zaldívar afirmó en una entrevista a la revista Qué Pasa que «creo que las Fuerzas Armadas son las grandes reservas morales de nuestro país y pueden ser ellas quienes en un momento dado estén llamadas a solucionar las cosas aquí».
zaldivar frei montalva
Jueves 24 de septiembre
En una evidente señal de la importancia que El Mercurio tuvo en estos agitados días, este jueves Allende recibió a los sindicatos de la empresa periodística de Agustín Edwards. Según Silva Espejo, las directivas sindicales estaban «deseosas de esclarecer públicamente los propósitos de Allende». Los hombres de la Unidad Popular probablemente calcularon que dar señales de tranquilidad al diario más influyente del país, aunque fuera derechista y de oposición, podía avanzar sus negociaciones para lograr la ratificación legislativa el 24 de octubre.
Tras el encuentro, Allende emitió un comunicado en el que aseguró que «el Gobierno de la Unidad Popular garantiza a todos los trabajadores de la empresa El Mercurio plena estabilidad en sus empleos, sea cual fuere la posición política que sustentan».
Viernes 25 de septiembre
Las presiones para «hacer estallar la economía» iban más lentas de lo esperado. En un cable secreto que Korry envió este día al Consejo de Seguridad Nacional, el embajador propuso que al menos una empresa estadounidense de gran tamaño cerrara sus operaciones en Chile para dar una señal clara de caos económico. Korry aventuró varias opciones, entre ellas las automotrices Ford y General Motors o el Bank of America.
Pero lo que más le molestaba a Korry es que su petición al First National City Bank de ser indulgente con El Mercurio todavía no había sido recogida. «He hablado de nuevo con el gerente de First NCB aquí y le pregunté por qué aún no cumple con el compromiso de su vicepresidente Weaver que estuvo hace poco acá —se quejó Korry—. Le pregunté por qué estaba poniendo a El Mercurio contra la pared [… ] le dije que no me gustaría informarle a la Casa Blanca de esta extraña acción que solo podía tener el efecto de amordazar a la única voz libre de Chile.»
El gerente del banco le prometió cambiar rápidamente la política financiera hacia El Mercurio.
Lunes 28 de septiembre
El plan de propaganda medial en contra de Allende estaba funcionando a toda máquina. Para este día, la «CIA tenía en terreno o camino a Chile a quince agentes periodistas de diez países distintos», resumió la agencia en un reporte interno elaborado posteriormente. «Este cuadro fue suplementado por ocho periodistas más de cinco países que estaban bajo la dirección de agentes de alto nivel, quienes desempeñan, en su mayor parte, funciones ejecutivas en el campo de los medios.» El servicio de inteligencia delineó claramente el objetivo que tuvo su operación de prensa durante estas semanas: La campaña de propaganda fue confeccionada para generar preocupación acerca del futuro de Chile en términos que pudiera condicionar el pensamiento y las acciones de tres elementos clave en la ecuación política chilena: el propio Frei, la élite política chilena y los militares chilenos (con los dos últimos generando una influencia colateral sobre Frei).
Un elemento clave de estas acciones fue El Mercurio. «CIA montó una campaña centrada en torno a El Mercurio y el asunto de que Allende estaba descaradamente iniciando los primeros pasos en “comunizar” [communizing, comillas en el original] Chile al atacar la libertad de prensa», afirmó el reporte.
Para publicitar las supuestas amenazas en contra del diario, la CIA empujó para que la Sociedad Interamericana de Prensa emitiera una nota de protesta por la situación de la prensa en Chile, y también gestionó artículos de apoyo y protesta por la situación de El Mercurio en los principales diarios en América Latina. En paralelo, en muchos periódicos de Estados Unidos se publicaron columnas alertando sobre el futuro del periódico en español más antiguo del continente.
Entre el 15 de septiembre y el 3 de noviembre de 1970, la CIA logró generar 726 artículos, notas de televisión y radio y editoriales en Chile y el mundo, criticando a las fuerzas de Allende por querer silenciar la prensa. Pero el efecto fue aún mayor, ya que muchas de estas piezas noticiosas fueron reproducidas por numerosos otros medios a lo largo del continente. Y todo esto aun antes de que la Unidad Popular asumiera el Gobierno.
Ni las gestiones de Agustín Edwards y sus amigos americanos, ni las maniobras de la derecha y algunos militares chilenos, ni los esfuerzos encubiertos de Estados Unidos, lograron cambiar el escenario político chileno. El 8 de octubre, la Democracia Cristiana y los partidos de la Unidad Popular suscribieron un proyecto de reforma constitucional llamado «Estatuto de Garantías Democráticas», mediante el cual una mayoría de la DC se comprometió a ratificar a Allende en el Congreso. Y así, el 24 de octubre Salvador Allende fue confirmado por el Poder Legislativo como el nuevo presidente de Chile, pavimentando su entrada a La Moneda el 4 de noviembre.
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