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Viernes, 19 de Abril de 2024
Forenses de la ciencia intimidados

Comunidad científica internacional en alerta por demanda contra experta en fraudes investigativos

Diego Ortiz

Dra. Elisabeth Bik

Dra. Elisabeth Bik
Dra. Elisabeth Bik

La dra. Elisabeth Bik -la misma que observó las denuncias contra el ministro Andrés Couve- aseguró a INTERFERENCIA que si prospera la acción judicial del biólogo Didier Raoult en su contra –a quien denunció por irregularidades en 62 investigaciones, incluida una respecto de la hidroxicloroquina y el Covid-19– podría darse “el fin de la discusión científica”. 

Admision UDEC

El medio Ad Valvas de la Universidad de Ámsterdam la llama Cazadora del fraude. La revista especializada Nature la define como una “especialista en integridad científica de renombre mundial”. Ella, para explicar cuál es su trabajo, habla de “consultora de integridad científica”, algo que describió en entrevista con INTERFERENCIA como asegurarse de que los científicos son “honestos e imparciales con lo que descubren”.

Sea cual sea la definición, la microbióloga Elisabeth Bik – ganadora del premio Peter Wildy Prize 2021 de la Sociedad de Microbiología por su trabajo – es experta en detectar irregularidades en la ciencia. A través del análisis de investigaciones ha denunciado más de 4000 duplicaciones fraudulentas de imágenes y conseguido la retracción de más de 170 estudios.

En Chile, incluso, colaboró con esta redacción en el caso de manipulación de una investigación donde el ministro de Ciencias, Andrés Couve, es coautor. (Revise acá el artículo).

Hoy, Bik está en problemas judiciales por hacer lo mismo que viene haciendo hace años: denunciar irregularidades en la ciencia. Y, de acuerdo con una carta firmada por más de mil científicos y replicada por la prestigiosa revista Nature, la arremetida legal en su contra pone en riesgo también a la ciencia misma.

Raoult en ningún momento ha entregado prueba alguna para refutar las correcciones y denuncias de Bik.

La experta denunció dos investigaciones sobre el uso de hidroxicloriquina para tratar el coronavirus, ambos de autoría del microbiólogo francés Didier Raoult – además de acusar malas prácticas en otros 60 trabajos del francés –, gatillando el acoso por redes sociales tanto de Raoult como de sus colegas en el Hospital e Instituto Mediterráneo de la Infección en Francia, el cual dirige.

Esta semana, el acoso por redes sociales mutó: Raoult presentó una acción judicial en contra de Bik, acusando acoso moral, intento de soborno y extorsión.

“La implicancia de esto es que puede que ningún científico se atreva a comentar el trabajo de otro por miedo a ser demandado”, explica Bik en conversación con esta redacción. “Eso significaría el fin de la discusión científica”, ya que “llevaría a una situación donde los científicos y las instituciones con más dinero y mejores abogados serían los únicos participes de la ciencia, mientras que investigadores que no pueden costear abogados tendrían que quedarse en silencio”.

La arremetida legal causó indignación en la comunidad científica. En la carta abierta firmada por más de mil científicos, sus colegas argumentan que Raoult en ningún momento ha entregado prueba alguna para refutar las correcciones y denuncias de Bik. Además, la misiva destaca el trabajo de la microbióloga y asegura que acciones judiciales como la del francés son un riesgo para científicos revisores de investigaciones, cuyo trabajo resulta imprescindible para la transparencia y eficacia de la ciencia.

Atención mundial

Tanto la carta en apoyo de Bik como la demanda de Raoult han sido cubiertos por medios internacionales como Le Monde y Le Courrier, en Francia; la BBC y The Guardian, en Inglaterra; y otras redacciones alemanas, holandesas, brasileñas y chinas.

Contagiado con coronavirus, Donald Trump indicó que había empezado a consumir hidroxicloroquina

Y es que las investigaciones de Raoult denunciadas por Bik fueron, en su momento, extremadamente bulladas. El trabajo del francés estuvo entre las teorías favoritas para el tratamiento del coronavirus tanto para Donald Trump como para Jair Bolsonaro, quienes recomendaron el uso de la hidroxicloriquina e incluso la implementaron en sí mismos.

El tratamiento, denunciado por Bik a pocas semanas de ser publicado, sería luego desestimado tanto por una serie de nuevos estudios como también por la propia Organización Mundial de la Salud, dando pie a una historia digna de los tiempos de coronavirus por sus componentes sensacionalistas y, también, posiblemente mortales.

Hace poco más de un año, el 20 de mayo de 2020, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, informaría a la prensa de una decisión polémica y peligrosa; una que tendría estrecha relación con su propia salud. Contagiado con coronavirus, el exmandatario indicó que había empezado a consumir hidroxicloroquina, un tratamiento contra la malaria que, según Didier Raoult y un puñado de otros científicos, serviría para tratar el Covid-19. En paralelo, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, también recomendaría su uso.

Se equivocaban.

El tiempo pasaría y múltiples estudios – incluyendo a la propia Organización Mundial de la Salud – refutarían la teoría de la hidroxicloroquina como tratamiento del coronavirus, advirtiendo incluso que podría tener consecuencias fatales y que su uso indiscriminado estaría dejando a pacientes de Lupus sin medicamento.

Una científica fue de las primeras en hacer sonar las alarmas, Elisabeth Bik.

Un día después de que fuera publicado, el estudio de Raoult fue aceptado por International Journal of Antimicrobial Agents. Seis días después, Bik haría sonar las alarmas.

“La ciencia sólo puede avanzar si nos permitimos unos a otros examinar y mejorar nuestro trabajo”, explica.

A través de su medio sobre fraude científico, Science Integrity Digest, Elisabeth Bik denunció una serie de problemas en torno a los datos exhibidos en el estudio. Nature resume los problemas denunciados por la microbióloga como “datos inexistentes, factores que potencialmente inducían a confusión, falta de claridad en el cronograma de aprobación ética y la fecha de inicio del estudio; además del hecho de que el estudio fue ingresado para revisión y aceptado en un lapso de 24 horas”.

Este sería el inicio de un largo camino de revisión bibliográfica. Bik levantó correcciones para un total de 62 estudios de Raoult; desatando el enojo del científico francés y algunos de sus colegas, quienes mediante Twitter llamaron el trabajo de la microbióloga una “cacería de brujas”.

Casi un año y medio después – y sin entregar ningún argumento para refutar las acusaciones de Elisabeth Bik – Didier Raoult presentó la demanda en contra de la “cazadora de fraudes”.

A pesar de esto y con cierto temor de lo que pueda significar un triunfo judicial de Raoult para la integridad de la ciencia, Bik no se arrepiente de nada. “La ciencia sólo puede avanzar si nos permitimos unos a otros examinar y mejorar nuestro trabajo”, explica.



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Comentarios

Comentarios

Interesante artículo, pero para que fuera completo eché en falta el análisis de la demanda ya que las acusaciones de acoso moral, intento de soborno y extorsión.no tienen mucho que ver con ciencia. Y es un poco decepcionante que a priori este medio tome partido por un lado sin tener la versión de la otra parte, cosa que tristemente es muy común en estos de temas de ciencia.

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