En 2010, The New York Times publicó un reportaje y una pieza multimedia sobre el sargento del ejército estadounidense Brian Eisch, un padre con la custodia de sus dos hijos, los que vivían con un tío mientras él servía en Afganistán. Las piezas, a cargo de los periodistas Catrin Einhorn y James Dao, buscaban registrar los efectos de la carrera profesional en la familia Eisch, sobre todo en lo relativo a los largos periodos de separación del padre con sus dos pequeños.
De esa misma época son las primeras escenas de La familia del soldado –documental realizado por la mencionada Einhorn y su colega Leslye Davis–, donde Isaac (12 años) y Joey (7 años) describen la mezcla de orgullo y temor que sienten por tener a un padre, al que consideran un héroe, corriendo el riesgo de morir o resultar herido en un país lejano y difuso.
La casa de su tío, donde viven, se encuentra alejada de las urbes del estado de Wisconsin, por lo que el entorno en que todo comienza es de una naturalidad que hace ver todo más simple y desnudo: las lúcidas y sensibles reflexiones de Isaac y las respuestas más optimistas e inconscientes de Joey se dan entre medio de verdes vívidos, pero no saturados. En cambio, Brian aparece en un lugar –Afganistán– donde un orden forzado trata de mantener a raya a un caos absoluto, y donde él trata de convencerse de que la experiencia de la guerra no lo cambiará ni como persona ni como padre.
Estamos en territorio conocido, en el retrato del soldado dañado por una noble causa que no cuestiona, y que en cierto modo nunca regresó del todo de la zona de combate. Estamos en el territorio donde el soldado es un héroe lleno de virtudes y es también una víctima de la guerra misma y de quien lo envió hacia ella;
Este documental no tiene un narrador. Todo lo conocemos por los testimonios de los Eisch y por las imágenes de los lugares que habitan, mientras que los acontecimientos importantes son esbozados con montajes singulares y sorpresivos, tal como irrumpen los acontecimientos en la vida de personas, y no como meros episodios de una historia recitada por alguien. Así nos enteramos de que Brian ha sido herido de gravedad en una pierna y así nos enteramos de que empieza un nuevo capítulo de la vida familiar.
Brian y sus hijos ahora están al interior del estado Nueva York; le pudieron salvar su pierna, pero a costa de un dolor cotidiano prácticamente inhabilitante, por lo que debe recurrir a silla de ruedas y muletas. Trata de hacer una vida normal, la gente lo felicita y le agradece su sacrificio por EE. UU., lo que no reconforta al soldado que percibe que la gratitud es una fachada de la compasión. Si bien él no se autocompadece, debe lidiar con una rabia inextinguible por la sensación de lo que él llama el “yo antes podía” y que ahora no puede, empezando por el ejercicio físico. Lo que resulta por cierto en un desconcertante aumento de peso.
Podríamos decir que aquí entramos en territorio conocido, en el retrato del soldado dañado por una noble causa que no cuestiona, y que en cierto modo nunca regresó del todo de la zona de combate. Estamos en el territorio donde el soldado es un héroe lleno de virtudes y es también una víctima de la guerra misma y de quien lo envió hacia ella; estamos en el territorio de American Sniper (Clint Eastwood, 2014), película que Brian y sus hijos van a ver al cine y que sin embargo no parece tener un efecto mayor en los personajes ni en la historia que nos convoca. Y esto no deja de ser sorprendente, porque Brian se colocó frente a un espejo del porte de una pantalla de cine y sin embargo no se reconoció.
A esta altura –cuando se estrenó la cinta de Eastwood– ya han cambiado muchas cosas en la familia Eisch. Brian decidió amputarse la pierna y tiene un noviazgo con María, quien se instala con el menor de sus hijos, Jordan, al hogar de los Eisch. Joey y Jordan se vuelven compañeros de juegos, dando cierta alegría a un hogar ensombrecido por la lenta rehabilitación de Brian y la incapacidad de usar una prótesis que le permita caminar, correr, salir a pescar o realizar otras actividades que solía hacer con sus hijos antes de recibir una bala por el tío Sam.
A partir de cierto momento, el documental se empieza a centrar en Isaac. Por ser el hijo mayor, siempre fue el más consciente del costo familiar generado por el trabajo de su padre y también el que más resintió los periodos de deterioro parcial causado por su invalidez. Al Isaac adolescente le queda poco del niño sensible y asertivo que vimos al principio; con un tono reservado y adormilado explica su renuencia a seguir los pasos profesionales de su padre y su deseo de ir a la universidad y ser policía, aspiración cuestionada y en cierto modo ridiculizada por Brian y su madrastra.
Sin embargo, una tragedia familiar cambia todo e Isaac decide ingresar al ejército, y aquí se echa a andar una secuencia de hechos destinados a responder preguntas que nadie formuló. El joven cae en el ejército como una piedra cae al piso por la fuerza de la gravedad; sabe que su país está en guerra, pero no sabe contra quién ni por qué, y nadie se preocupa de explicárselo a él ni a los otros reclutas. EE. UU. es una causa en sí misma que merece ser defendida sin cuestionamiento alguno y esa incondicionalidad parece ser un requisito indispensable para sentirse parte de algo más grande que ellos mismos.
Esa incondicionalidad es mostrada explícitamente en este documental, cuando Isaac realiza el juramento estándar de defender la Constitución estadounidense y de obedecer siempre lo que sea ordenado por el presidente del país. Muchas de las aberraciones de la política exterior estadounidense pueden leerse como un corolario de este juramento, ya sea porque los militares hacen vista gorda o porque creen de buena fe en el alto estándar moral atribuible a los presidentes por la mera razón de que llegaron al cargo. En otras palabras: si el presidente dice que hay armas de destrucción masiva en Irak, entonces debe ser cierto.
Viendo el documental, no se puede dejar de recordar al teniente Dan de Forrest Gump, una figura algo caricaturesca y que sin embargo adquiere una patente realidad al ver a los Eisch, una de muchas familias estadounidenses dispuestas a pagar costos enormes en nombre de la causa americana. Y si bien se percibe cierta distancia ideológica y existencial de parte de las realizadoras al registrar discretamente diez años de la vida de esta familia, esto no obsta para que el producto final responda a un enorme respeto por las personas involucradas y sus vivencias. Probablemente este es el punto más alto del documental.
Acerca de
Título: La familia del soldado (2020)
Nacionalidad: EE. UU.
Dirigida por: Catrin Einhorn y Leslye Davis
Duración: 100 minutos
Se puede ver en: Netflix
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