Este artículo tiene una naturaleza esencialmente descriptiva. Se examinan someramente las tres principales fases del desarrollo del grupo Edwards: a) la acumulación basada en la explotación de las riquezas naturales; b) la expansión hacia el sector industrial, que coincide con la presencia y consolidación en el terreno de las comunicaciones; c) el desarrollo del sector financiero y expansión de su influencia en el aparato ideológico, a través de sus medios de comunicación.
Los principales estudios que se han realizado sobre los grupos económicos coinciden en apuntar que, desde las presiones y hostigamientos de que fue objeto durante el gobierno de la Unidad Popular, el poder del grupo Edwards menguó, viéndose obligado durante el régimen militar a vender parte significativa de sus activos industriales.
Aun así, recopilando datos de diversas fuentes, a mediados de la década del 80 el grupo Edwards controlaba, participaba o influía en la propiedad de aproximadamente 72 empresas, convirtiéndose luego de la intervención de los consorcios Cruzat-Larraín y Vial, en uno de los grupos más significativos del país.
Sin embargo, en el sector de las comunicaciones, el grupo era el más poderoso del país. En este rubro controlaba, participaba o influía en la propiedad de 13 empresas, lo cual le permitía tener en sus manos el manejo de los principales factores productivos que eran necesarios para la producción industrial de un medio de comunicación.
El control, participación o influencia en la propiedad de cerca de 34 empresas en el sector de servicios financieros, a su vez, le permitía captar los flujos suficientes de crédito como para mantener este imperio económico en marcha. Los recursos provenían directamente del público, del crédito externo y, desde luego, del Estado.
Genealogía de la concentración
No era Chile todavía un Estado-nación cuando los Edwards arribaron al país, a comienzos del siglo pasado. Desde ese momento, ellos comenzaron un proceso de acumulación de capital que pronto los llevaría a posiciones de poder en la sociedad chilena, y a su extensión en la prensa chilena lo que conservan hasta ahora.
En el paso de la familia Edwards por la historia económica y política del país es posible distinguir tres fases nítidas. La primera se extiende desde 1819, año en que por primera vez un Edwards aparece citado en la historia ocupando un cargo local en Coquimbo, hasta comenzar el siglo XX, cuando otro Edwards fundó El Mercurio de Santiago. Es la etapa de acumulación basada en la exportación de riquezas básicas.
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Con el diario en sus manos, además de El Mercurio de Valparaíso y La Época de Santiago, la familia Edwards penetró el aparato ideológico dominante, afianzando su situación. De ese sector no saldrá hasta la actualidad.
La segunda etapa los encontró con capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias que impondrá la década del 30, cuando el Estado oligárquico se derrumbó y comenzó la construcción del Estado democrático. La familia Edwards inició un proceso de transformación paulatina, señoreándose en el sector industrial.
En el primer estudio que se realizó sobre el proceso de concentración de la propiedad en el país, el aspirante a abogado Ricardo Lagos señaló en 1961 que el grupo Edwards -entonces, por primera vez se utilizó el término de grupo- es absolutamente homogéneo, pues sus ejecutivos son casi los mismos en las diferentes empresas, y casi todos emparentados entre sí. Además, dice Lagos, "es el más antiguo de todos''.
Hacia 1958 el grupo Edwards era el tercer en tamaño en el país. Controlaba 61 sociedades, las cuales representaban el 20,8 por ciento del total de los capitales sociales del país, con un total de 150 millones de escudos.
Ya en aquel momento tiene una importante presencia en el campo de las comunicaciones. Lagos apunta que la concentración de la propiedad en este sector es otro de los efectos que provocan los grupos.
De los diarios que tenía Santiago en aquella fecha, tres eran de Edwards (El Mercurio, Las Ultimas Noticias, La Segunda); uno de la Iglesia Católica y vinculado al grupo Alessandri-Matte (El Diario Ilustrado); otro era del Banco Español-Chile y del Trabajo (La Tercera de La Hora); y un sexto de propiedad del gobierno (La Nación).
Dice Lagos:
“En suma, los cinco más importantes diarios de la capital están controlados por los grupos económicos. Son también los que tienen más difusión en provincias”.
Edwards extiende sus intereses también a Valparaíso, donde es propietario de El Mercurio de Valparaíso y de La Estrella; y a Antofagasta, donde con El Mercurio regional, la Corporación de Ventas de Salitre y la Compañía de Salitre de Tarapacá y Antofagasta controlaba la prensa nortina.
El grupo también tenía parte de la propiedad de Emelco Chile S.A., que era la única compañía que realizaba un trabajo continuado de propaganda cinematográfica a través del Noticiario Emelco. Lagos resume que el control de los grupos sobre los medios de difusión tenía el sentido de acrecentar el poder de los conglomerados.
"El poder de éstos crece y se afianza, mediante tales elementos publicitarios, y los hacen gravitar decisivamente en la solución de los problemas nacionales y en la generación de los poderes públicos".
La lista de empresas que el grupo controlaba o influía hacia esa fecha muestra un claro predominio de las actividades industriales. Entre otras, eran: Compañía Cervecerías Unidas; Industrias Varias; Cristalerías de Chile; Compañía Industrial, Farmoquímica del Pacífico; Compañía Distribuidora Nacional; Forestal S. A.; Compañía Nacional de Fuerza Eléctrica; Tejidos Caupolicán; Empresa Pesquera Robinson Crusoe; Manufacturas Sumar; Conservas Aconcagua.
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Al comenzar la década de los años 60, el eje del poder del grupo era el Banco Edwards. Pero la influencia del conglomerado trascendía con mucho la que tenía el banco por sí mismo, porque poseía una cadena de medios de comunicación social y fuertes intereses industriales. Además, el hecho de llevar más de un siglo estrechamente vinculado con los sectores dominantes le otorgaba al grupo un poder e influencia que era superior a la mera suma de su patrimonio económico o a la esfera de sus intereses ideológicos. La tradición que tenía y tiene la familia Edwards de ser el más fiel intérprete del empresario y de la derecha política le confiere a ésta en general, y al diario El Mercurio en particular, una característica de símbolo del poder.
El ataque de la UP
Patricio Rozas, uno de los más acuciosos investigadores sobre el poder de los grupos económicos, señala que no es posible discernir una característica de este grupo de acuerdo a su estilo y prácticas. Y ello por su maleabilidad a las condiciones imperantes. Dice Rozas:
“… la práctica del grupo será definida conforme al patrón de desarrollo y de acumulación imperante, la estructura de clases que éste condiciona y la relación de fuerzas en el plano de la política; siendo la industria el eje del proceso nacional, el grupo invirtió en industrias; siendo las instituciones financieras un nuevo eje del actual patrón de desarrollo, el grupo ha creado sociedades financieras (y vendido las industrias). Tanto es así que el grupo ha sido considerado un caso típico de mimesis de la clase dominante".
Al comenzar el gobierno de la Unidad Popular, según Rozas, Edwards era el segundo grupo económico de importancia en el país. Controlaba un total de 58 sociedades anónimas, que totalizaban mil 255 millones de dólares (moneda de diciembre de 1978) de patrimonio neto. Además, el grupo controlaba adicionalmente ocho sociedades de responsabilidad limitada y participaba minoritariamente en la propiedad de otras 14 sociedades anónimas. Por último, el grupo "influenciaba" las decisiones principales de, a lo menos, otras 11 sociedades anónimas en las que no poseía acciones, a través de la participación de algunos de sus gestores en el directorio de aquellas.
La estrategia de Edwards, luego de ganar Salvador Allende las elecciones presidenciales, fue abandonar el país, mientras que su grupo quedaba en manos de los personeros más apropiados para dar una batalla política por la supervivencia del consorcio, todos ellos ligados a El Mercurio S.A.P.
El Banco Edwards, eje del grupo, fue liquidado por el gobierno de la Unidad Popular. Su empresa de distribución mayorista, Codina, fue comprada por la Corfo. La nacionalización de las empresas básicas en manos del capital extranjero también afectó al grupo, que tenía estrechos lazos con empresas transnacionales: sólo de esa forma es posible entender porqué Agustín Edwards abandonó el país el 4 de septiembre para asumir en Estados Unidos la vicepresidencia mundial de la Pepsi-Cola. Además, el grupo se separó del Consorcio Matte, al dividirse el holding de empresas CRAV.
En definitiva, el período de la Unidad Popular no consiguió desarticular el grupo, pero si lo colocó en una situación difícil, haciéndole perder posiciones en el sistema de dominación. De ello, la consecuencia más importante fue la "notoria disminución de su capacidad hegemónica al interior del bloque empresarial", dice Rozas.
Después del golpe militar
Con el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 comenzó la tercera etapa histórica del grupo Edwards, Debilitado por el gobierno de la Unidad Popular, y con lazos que sólo se harán más sólidos posteriormente con el nuevo régimen, optó por el camino de vender la mayoría de sus activos en el sector industrial.
Quienes los compraron fueron los grupos "emergentes", como definió Rozas a las agrupaciones empresariales de Cruzat-Larraín y Vial.
Las empresas Indus, Coia, Aceites y Alcoholes y Hucke, del rubro alimentos, además de Maco y Pinturas Montana, del sector industrial y forestal, de exportación de celulosa, fueron todas vendidas. Otras fueron liquidadas. La nueva estrategia del grupo fue reinsertarse en el sector financiero, para desde allí comenzar a crecer. Va a reemplazar la acumulación de las empresas industriales por el flujo del capital externo que comenzó a hacerse notorio a partir de 1975.
Para poder aprovechar la abundante oferta monetaria internacional -que se creó a partir de la crisis del petróleo, por los bruscos aumentos de precios del crudo que venden los países de la OPEP, y el depósito de estos excedentes en los bancos de los países desarrollados- el grupo Edwards requirió una apertura de capitales de la economía nacional.
No sin costos, pero con suma velocidad, esta apertura fue llevada a cabo entre 1975 y 1979, contando con el respaldo de la cadena de diarios de Edwards y el apoyo de los personeros del grupo que pasaron a ocupar cargos en el gobierno.
Básicamente, esta apertura consistió en la libertad de acceso de los capitales extranjeros al país, la cual sería complementada posteriormente por una liberalización comercial, rebajando los aranceles en forma pareja a un diez por ciento.
Entretanto, el grupo requería captar recursos frescos de la economía nacional para su funcionamiento diario. En asociación con capitales venezolanos licitó el Banco del Trabajo, el cual sólo vendería en 1980 para posteriormente adquirir el Banco de Constitución y transformarlo en el Banco de Agustín Edwards S. A. que así, de manera simbólica, resucitó siete años después del derrocamiento del gobierno del presidente Allende.
En la segunda mitad de la década del 70, el grupo creó también la Financiera de Los Andes, que en 1982 se fusionará con el Banco Edwards. Abrió nuevas sociedades de inversión: Compañía de Inversiones Copiapó S.A., y Compañía de Inversiones La Universal S. A. Formó el Fondo Mutuo Consolidado, y en 1981, junto con la partida de la reforma previsional, a la que contribuyó poderosamente con sus diarios, lanzó la AFP El Libertador, uno de los más importantes instrumentos de captación de recursos que tuvo el grupo en los años 80. Además, participó en la propiedad de la AFP San Cristóbal, que era del grupo Vial, y que luego de la quiebra de ese conglomerado, viera repartida su propiedad entre 16 bancos acreedores.
Con algunos de estos recursos, en 1976 el grupo Edwards junto con el de Cruzat-Larraín compraron parte de las acciones de Compañía Cervecerías Unidas, CCU, la cual venderá posteriormente al propio Cruzat-Larraín en 1979. Según descubrió Rozas, cuando Edwards y Cruzat-Larraín compraron de manera conjunta el 34,13 por ciento de las acciones de la CCU, recibieron un subsidio del Estado que, al menos en el caso de Edwards como se verá más adelante no ha sido el único.
Ambos grupos pagaron a la Corfo 15 millones de dólares por el 34.13 por ciento de las acciones, y en cuatro cuotas anuales. Sin embargo, como dice Rozas, conforme al balance del 30 de junio de ese año, Cervecerías Unidas tenía un patrimonio igual a US$ 47.5 millones de dólares, dado lo cual el 34,13 por ciento de las acciones representaba una cantidad equivalente a 18,6 millones de dólares. La diferencia entre el valor de las acciones (US$ '18,6) millones de dólares y el efectivamente pagado (US$ 15.2) millones de dólares fue de US$ 3.3 millones, de dólares. Ese fue el monto del subsidio que el Estado les dio a ambos conglomerados.
Posteriormente, con la venta de CCU se alejarán importantes empresas de la esfera de influencia del grupo Edwards: Watt's Alimentos, Aguas Minerales Cachantún S.A., Embotelladora Viña del Mar Ltda., Embotelladora Modelo Ltda., y Embotel1adora del Sur S.A., todas del rubro alimentos, y Línea Aérea del Cobre S.A., en el sector transportes, y la Compañía de Rentas La Porteña en el rubro de servicios no financieros. También dejó de tener una participación minoritaria en Cristalerías de Chile S. A.
Así, según Rozas, "el grupo Edwards había perdido el control de su último holding propiamente industrial. A esa fecha, el 31 de diciembre de 1979, el grupo controlaba 30 sociedades entre anónimas y limitadas. Sus activos eran 617 millones de dólares y su patrimonio neto de 111,2 millones de dólares.
Un estudio posterior de la concentración económica, de Fernando Dahse, plantea que a diciembre de 1980 el grupo participaba en la propiedad de cerca de 40 sociedades, entre anónimas y limitadas. El patrimonio de éstas, según Dahse, alcanzó a 216 millones de dólares en esa fecha.
El otrora grupo industrial inició la década del 80 en una situación desmedrada respecto de su pasado histórico. La caída del Producto de 1982 y la devaluación del peso que el gobierno debió efectuar dejaron al grupo en un estado precario.
A pesar de la esmirriada situación económica, el grupo enfrentó la segunda mitad de la década de los 80 con un poder que todavía era considerable, aunque a cada momento más dependiente del bastión estatal. El grupo Edwards controlaba, participaba o influía en la propiedad de cerca de 72 empresas en 1985. De ellas, las más importantes son: Banco Edwards, El Mercurio, AFP El Libertador, AFP San Cristóbal, Compañía de Seguros La Chilena Consolidada.
Desde la intervención del sistema financiero de 1983 hasta 1985 la posición relativa del grupo varió considerablemente, más por los efectos de la crisis en otros consorcios que en el de Edwards. Los dos mayores consorcios, si bien no fueron destruidos -en particular, el grupo Cruzat, que conservó importantes cuotas de propiedad en el sector industrial a pesar de la intervención-, sufrieron severos golpes que los desplazaron a posiciones más secundarias en el mapa de la concentración del poder. Al mismo tiempo, emergió con vitalidad un nuevo grupo, el del empresario Anacleto Angelini, de carácter básicamente industrial y menos endeudado que el resto.
Los cambios han conservado al grupo Edwards entre los de mayor peso en el país. La segunda mitad de la década de los 80 lo encuentra con capacidad de participar activamente en la compra de las empresas estatales o intervenidas que serán licitadas, y enfrentar el período que parte en 1989 con nuevos lazos industriales y financieros, conservando el eje de El Mercurio.
La situación del Grupo
Si El Mercurio sufrió el impacto de la crisis, el grupo tampoco pudo esquivar el bulto. Mientras su principal empresa periodística arrojaba pérdidas, Edwards veía al mismo tiempo que la cartera relacionada y vencida de su banco (créditos a empresas del grupo y préstamos impagos) aumentaba paralelamente, mientras las fuentes de crédito externo estaban cerradas para la banca privada.
A pesar de la situación, el grupo intentó mantener y acrecentar su influencia política e ideológica: a pesar de la recesión, el grupo Edwards creció en el terreno de las comunicaciones. Durante esa década realizó tres operaciones de envergadura, al menos: compró la Sociedad Periodística Araucanía y sus matutinos, que transformó en los actuales Diario Austral de Temuco, Diario Austral de Valdivia y el Diario Austral de Osorno. En segundo lugar, El Mercurio dio un salto de modernización tecnológica, a un costo de 20 millones de dólares.
Además, el grupo Edwards invirtió en la única empresa de comunicación para televisión por cable en esa década que contó ya con una concesión cedida por el decreto N° 49 del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones a la Empresa Comunicaciones Intercom "para generar, transportar y distribuir, a través de una red de cables, señales de televisión a los usuarios que lo convengan".
Paradojalmente, como algunas de las principales empresas del grupo estaban arrojando pérdidas en su ejercicio, y se mantenían gracias -al auxilio estatal, estas nuevas inversiones de Edwards en el sector de las comunicaciones fueron, indirectamente, financiadas por el Estado.
A fines de los 80 el grupo existía con una notoria asimetría propia de su desigual estructura y composición interna. Concreta sus activos y patrimonio en el sector servicios (comunicaciones, seguros) y en el financiero (un banco y dos AFP). Del sector industrial estaba prácticamente desaparecido.
Sin embargo, hay dos indicios que apuntan a un cambio de rumbo o, al menos, el grupo Edwards tendría un escenario más favorable para retornar al sector industrial, aprovechando la marea privatizadora que sobrevendría. Por una parte, la modificación de la operativa de inversiones de las AFP, que les permitió comprar acciones de empresas con los fondos de los trabajadores, lo que hizo posible a los grupos contar con vastos recursos para adquirir activos. Habría "oferta" disponible de empresas cuando los bancos licitaran los activos que se incautaron en los años pasados, durante el derrumbe del modelo.
Al mismo tiempo, el sistema de los pagarés de la deuda externa les permitió a los grupos adquirir empresas con los fondos que tenían depositados en el exterior, en un verdadero "blanqueo" de capitales.
El grupo Edwards apoyó editorialmente estas iniciativas a través de sus diarios, y nada le impediría participar en esta nueva fase de concentración de la riqueza y propiedad en Chile, volviendo al sector industrial, en el cual ya estuvo en el pasado.
Su ecléctico pasado, su característica de "mimesis" con la clase dominante y el hecho de mantener una significativa presencia en el sector financiero indicaban que tal posibilidad existía. Contando con la ayuda del Estado, y si se mantenía el chorro de recursos desde el Banco Central a toda la banca, en el hipotético caso de que una redinamizacíón del sector industrial inclinara el eje del desarrollo nacional nuevamente hacia esa área -algo casi imposible con políticas ortodoxas, que sólo buscan el desarrollo de una capacidad exportadora para mantener el servicio de la deuda externa- el grupo Edwards estaba en condiciones de dar un nuevo giro histórico y pasar a su cuarta etapa.
(Concluye mañana)
(*) Tomado del libro Para entender al decano; Ainavillo y Cía. Ltda; Santiago, diciembre de 1987.
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