Son las 08:00 de cualquier día de la semana, hora punta en la Estación Central. Cientos de personas que llegan en un tren desde San Bernardo, Lo Espejo y Pedro Aguirre Cerda se suman al río de personas que camina desde el terminal San Borja, donde estacionan los buses interurbanos que alimentan las comunas ubicadas al sur de la capital. Es el momento con más público para los vendedores ambulantes.
La rutina es siempre la misma. Al interior del Metro los haitianos se dedican a la venta de palos selfies, mosquiteros y matuteros. Los chilenos, en cambio, venden panes, joyas de fantasía, libros para colorear y chocolates de marca a mitad de precio. Es un caos, en el que todos saben cómo comportarse y moverse.
En medio de los gritos y el ruido de los transeúntes, en el túnel se sienten silbidos por la salida que dirige a Meiggs. Los ambulantes salen disparados, dejan las cajas y toman las bolsas con su mercadería. Un hombre tranquiliza a dos mujeres que venden huevitos de pascua y las guía entre la muchedumbre que intenta llegar a los torniquetes del metro. Mientras tanto, un carabinero con la gorra en la mano baja corriendo las escaleras, pero ya es tarde, mira hacia el frente, sonríe y jadea.
La escena se repite aquí y en todas las estaciones grandes de Santiago Centro. Esta es, justamente, una de las imágenes que deja el empleo informal en Chile, que en los últimos años se ha consolidado e ido en aumento.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la informalidad laboral abarca todas las actividades económicas y ocupaciones.
Para contextualizar, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la informalidad laboral abarca todas las actividades económicas y ocupaciones que -en la legislación o en la práctica- no están cubiertas o están insuficientemente contempladas por sistemas formales.
Desde 2002, el organismo internacional ha sostenido que la informalidad ha crecido de forma rápida y globalizada, siendo de este tipo, la mayoría de los nuevos empleos, cuestión que impacta directamente a las familias más pobres, que padecen la inseguridad e inestabilidad financiera de la informalidad.
Alta tasa de empleo informal
En Chile, los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), que desde 2017 creó una encuesta anual espacial para medir la informalidad, ha confirmado que el fenómeno afecta a una porción importante de la fuerza laboral, pero por sobre todo a la más empobrecida. Así, en 2018 la tasa de ocupación informal llegó al 28,5% del total de ocupados del país, pero a la hora de distribuir la cifra por quintiles, en el primer quintil (el más pobre) la tasa ocupación informal llega al 71,6%, en contraste, a partir del segundo quintil la tasa desciende a un 28,4% y en el caso del primero a un 6,5%.
En 2018 la tasa de ocupación informal llegó al 28,5% del total de ocupados del país, pero a la hora de distribuir la cifra por quintiles, en el primer quintil (el más pobre) la tasa ocupación informal llega al 71,6%.
Según la misma publicación: “Estos trabajadores obtuvieron un ingreso medio mensual -en su ocupación principal de $258.065, mientras que los formales percibieron en promedio $672.897 implicando una brecha de -61,6%. Respecto al ingreso mediano mensual, los ocupados informales percibieron 55,5% menos que los ocupados formales ($200.241 y $449.613, respectivamente)”.
Si los datos se desagregan por rubro, la última medición trimestral, correspondiente al periodo entre enero y marzo, el comercio es el sector que concentra más trabajadores informales, con una tasa de ocupación informal del 32,4%, algo así como 476.590 personas, según las estimaciones y en la calle se siente.
Entre el cerro Santa Lucía y General Velásquez, un trayecto de un poco más de 20 cuadras (4,5 km), la vereda se transforma a ratos en un verdadero persa. Entre Estado y Ahumada, por ejemplo, hay 26 puestos autorizados por el municipio, a los que se les suman una quincena de vendedores ambulantes que ofrecen sus productos en trapos y vitrinas improvisadas con cajas de cartón.
La intensidad de calle Meiggs
En otros sectores, la densidad es aún mayor. Alrededor del barrio Meiggs la calle adquiere un ritmo más intenso, la policía se pasea a diario persiguiendo a los ambulantes organizada en cuadrillas de motos, caballos, scooters, bicicletas e infantería. Pero este sector es más difícil de controlar, porque los ambulantes no se resignan Por momentos la cuadra está vacía y al minuto está copada por unos 30 trapos, con falsificaciones chinas cada vez más precisas de los últimos modelos en ropa Nike, Adidas y Puma: zapatillas, buzos, calzas y botas.
Quienes se arrojan a la suerte con los lienzos de tela al hombro son principalmente haitianos, mientras que chilenos y peruanos, en cambio, dominan la gastronomía, junto al comercio en las micros y en el Metro.
Quienes se arrojan a la suerte con los lienzos de tela al hombro son principalmente haitianos, mientras que chilenos y peruanos, en cambio, dominan la gastronomía, junto al comercio en las micros y en el Metro. Pero al momento de la verdad, a todos les toca correr.
Carmen Bustamante atiende un negocio que la municipalidad le autorizó a su suegra por una enfermedad invalidante. Hace cinco años se quedó sin empleo y atiende el pequeño puesto cerca de calle Ahumada. Comenta que la calle ha empeorado, que ahora hay mucha competencia, que son demasiadas personas y las ventas han bajado. En un día bueno gana 20 mil pesos, pero se le van 5 mil en el pago de los carretoneros que le traen y guardan la mercadería, más los mil que paga para que se la cuide un bodeguero. El resto, lo divide con la dueña del local.
“La calle está mala. Hace unos dos años que hay mucha gente y ahora súmale los migrantes. Acá mismo siempre se pone una chica ecuatoriana con un trapito, yo le pido que no venda lo mismo que yo, ni que me baje los precios. Ya nos conocemos, hay que convivir no más, pero acá es sacrificado, hay que estar todo el día, comemos aquí, nos las buscamos para ir al baño, nos apoyamos, pero ya con tanta gente, las peleas son pan de cada día”, explica Bustamante.
En el caso de las mujeres, la brecha por género es mayor en el caso de los empleos informales, cuestión que precariza aún más las condiciones. De acuerdo al INE, el ingreso medio de las mujeres informales alcanzó $194.647, mientras que para aquellas con una ocupación formal fue de $564.214, generando una brecha de -65,5%. En tanto, los hombres informales obtuvieron un ingreso medio de $315.951 y los formales, de $754.122, lo que implicó una brecha de -58,1%. Adicionalmente, las mujeres informales obtuvieron un ingreso medio un 38,4% menor que los hombres informales.
Vida en torno a los carros
En el sector de la Estación Central, familias enteras se congregan a vender alrededor de carros que ofrecen sopaipillas, papas fritas, empanadas, vasos de fruta y fondos de cazuela. Se reparten las veredas, el bandejón y el acceso al terminal de trenes. Terminan entrada la medianoche, cuando vuelven a los cités y los galpones ubicados por Quinta Normal, Yungay y Santiago Centro.
Familias completas viven sin seguridad, expuestos a ser atropellados mientras huyen de Carabineros, al destino de la venta del día y la angustia de la inseguridad.
Acá las madres fríen, los hombres afirman el carro y los niños juegan, ayudan o duermen. Familias completas viven sin seguridad, expuestos a ser atropellados mientras huyen de Carabineros, al destino de la venta del día y la angustia de la inseguridad. Lo mismo sucede con personas dela tercera edad, que abundan en la calle.
Juan tiene 85 años y vende flores cerca de la estación de metro Los Héroes, Nunca trabajó de manera formal, antes era cargador de fruta, pero con el paso de los años no pudo continuar. Es uno de los tantos adultos mayores que con la Pensión Básica Solidaria no logra pasar a fin de mes y hoy acude a las ventas en la calle para complementar sus recursos.
Según tramo de edad, en Chile, los ingresos medios mensuales más bajos en los ocupados informales se registraron en los tramos de 15 a 24 años y de 55 a 64 años ($190.128 y $229.364, respectivamente), mientras que el ingreso más alto estuvo en el tramo de 35 y 44 años ($308.603). Al mismo tiempo, todos los grupos etarios evidenciaron brechas negativas en el ingreso medio al comparar por formalidad en la ocupación. Las mayores diferencias estuvieron en los tramos de 55 a 64 años y de 65 años y más, alcanzando -67,9% y -65,5%, respectivamente, en desmedro de los trabajadores informales.
La migración es otro de los factores que juega al interior de la informalidad y sobre todo en la calle. Michel tiene 25 años y llegó de Haití hace unos meses. No sabe hablar español y con un grupo de haitianos que lo guía vende palos selfies en el metro Estación Central. No se encuentra de forma regular y se arriesga porque es lo que tiene más a mano.
Hoy no fue un buen día, pero tuvo suerte. En una de las tantas redadas que organizó Carabineros cayó en manos de las fuerzas especiales. Logró arrojar su bolsa en un basurero y siguió al policía que lo detuvo hasta el carro policial. "Él me llevo arriba (sic) y pidió carnet, luego me liberó. Tuve suerte, esto es lo único que tengo", comenta después de haber corrido para recuperar su mercadería. Mientras conversa, aparece un carabinero en bicicleta, lo apunta con el dedo y trota en sentido contrario.
Así se vive la calle, día a día, en la región con más trabajadores informales, 729.370, según el INE, aunque la tasa de ocupación informal solo llega hasta el 26,3%, la tercera más baja del país. Los casos más dramáticos se registran en La Araucanía, Los Ríos y Tarapacá, donde la cifra alcanza al 38,1%, 36,9% y 36,1%, respectivamente. Es decir, prácticamente 4 de cada 10 trabajadores son informales.
* Los nombres reales de los entrevistados fueron cambiados, por razones de seguridad de las fuentes.
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Excelente medio independiente
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