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Viernes, 19 de Abril de 2024
Ficción supera la realidad

El rostro post-humano que Instagram promueve como estereotipo de belleza

Ricardo Martínez

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Foto: madmoizelle.com
Foto: madmoizelle.com

Desde su irrupción en el mundo de las redes sociales en 2010, Instagram ha facilitado una nueva manera de entender la imagen. Desde la de los parajes turísticos, hasta la de los platos de comida, pero también de los rostros y los cuerpos, con todos sus filtros. Ahora, al finalizar su primera década de existencia, la red de la cámara fotográfica está cambiando esos mismos cuerpos y rostros hacia un promedio global ferozmente parecido a las Kardashian.

Admision UDEC

Primero fue un sonido de alarma en la revista Vice. Según Sirin Kale, de dicho medio, en un reportaje de fines de septiembre, “la Instagram Face (Cara de Instagram, en español) se puede caracterizar de la siguiente manera: cejas gruesas y arqueadas; mejillas llenas; ojos cargados de enormes pestañas postizas; y un gran puchero. Es un aspecto que depende en gran medida del relleno inyectable, contornos y complementos como pestañas postizas”.

Una cara que hoy por hoy se ha convertido en el estándar de facto de la belleza en Internet y que dialoga, aunque solo en parte, con tendencias del pasado, donde, a lo largo de los siglos, especialmente las mujeres, se vieron sucesivamente obligadas a buscar los pies pequeños de la China imperial, la cintura de avispa medieval, los grandes bustos de la Revolución Francesa, o el pelo rizado del modernismo de fines del siglo XIX.

Pero hay algo que resulta fundamentalmente distinto en el canon actual de belleza que circula por las redes sociales de imágenes. Un aspecto deshumanizado o posthumanizado, en el que ha reparado Jia Tolentino en un artículo extenso para el The New Yorker,  titulado The age of Instagram Face (la era de la Cara de Instagram).

Los secretos de la estética

Han colaborado al advenimiento de la Instagram Face no solo los filtros especializados que facilita el servicio de dicha red social, como FaceTune, sino que también, como detallan tanto Kale como Tolentino, las popularidades planetarias de las Kardashians y en especial de Kylie Jenner, y, sobre todo, la irrupción de los rellenos cosméticos como botox o el ácido hialurónico.

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Kylie Jenner y las Kardashian; Instagram Face
Kylie Jenner y las Kardashian; Instagram Face

 

En los países anglosajones como los Estados Unidos o Inglaterra, los tratamientos estéticos con esos nuevos procedimientos, aprobados por la Administración de Drogas y Alimentos (FDA en sus siglas en inglés) en 2002, no solo han significado una caída estrepitosa del costo para modificar los rostros, comparado, por ejemplo, con los miles de dólares que había que desembolsar para una cirugía estética tradicional en el pasado, cosa que solo podían permitirse ciertas celebridades del cine o la música, o millonarias excéntricas, o bien personas menos adineradas, pero que se exponían a una serie de malas prácticas en la aplicación de los procedimientos, a menudo llevados a cabo personas no profesionales, directamente en casa, y sin cuidados de higiene o salud asociados.

Así, día a día, hoy, centenares de personas que quieren tener el look Jenner, desembolsan sus billeteras en busca de parecerse a los nuevos ideales estéticos y sorprender a sus amistades y seguidores en la red con una nueva apariencia. En el intertanto, las derivas de esta nueva sociedad de la cirugía estética de bajo costo han propulsado la llegada de un pack de rasgos que tiene una apariencia exótica y que, en palabras de Tolentino, considera “un tono de piel excesivamente bronceado, una influencia del sur de Asia en las cejas y la forma de los ojos, una influencia afroamericana en los labios, una influencia caucásica en la nariz, una estructura de mejillas que es predominantemente nativa americana y del Medio Oriente”.

El algoritmo de la belleza 

Hace algunos años circuló por el mundo un proyecto del fotógrafo Mike Mike llamado The Face of Tomorrow. La idea era sencilla y tenía resultados llamativos. Mike visitaba ciudades a lo largo del planeta -desde Vietnam hasta Hungría, desde Perú, hasta el África Central- y retrataba a los transeúntes, para luego, con un procedimiento de postproceso fotográfico, hacer un morphing con sus rostros y arribar a la cara promedio en cada ciudad o país. Lo curioso del resultado es que, en el promedio, los rasgos más marcados de cada persona, como el tener la nariz ligeramente más larga que los demás, o los ojos muy grandes y saltones, se aplanaban en una foto final de la mujer peruana promedio, por ejemplo, en que todos los contornos se habían suavizado.

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Chilena promedio
Chilena promedio

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Chileno promedio
Chileno promedio

 

Este procedimiento no era para nada una idea original de Mike. De hecho, el primer experimento en la búsqueda del rostro promedio corresponde a Francis Galton, que era primo de Charles Darwin, y que en 1883 descubrió un método para combinar fotografías. Galton tenía a su haber centenares de imágenes de criminales ingleses y sospechaba que si las mezclaba llegaría a la imagen del criminal promedio. Para sorpresa de todo el mundo, a medida que Galton mezcló las fotos el rostro promedio con el que se encontró se iba haciendo cada vez más agradable. Y ello, debido a algo que solo un siglo más tarde descubriría el biólogo Johan Koeslag: en todas las especies animales superiores, los ejemplares que se acercan al promedio en sus rasgos físicos, resultan más atractivos para sus compañeros de especie. Koeslag hasta le puso un nombre al fenómeno: koinofilia, una especie de algoritmo de la belleza.

 

El rostro poshumano

Ahora, a fines de la década de los diez, esa regla parece haberse roto.

Tolentino sostiene, en diversas entrevistas con maquilladores y maquilladoras, que estas reclaman que los rostros de las personas que llegan a solicitar sus servicios ya casi no tienen poros visibles, que las pequeñas cavidades de los labios han sido reemplazadas por una suerte de asfalto de piel plano y que el efecto que transmiten dichas caras es la de algo que más parece un cyborg que una persona de carne y hueso. Y, al mismo tiempo, así como los cafés y los restoranes y pubs del mundo son cada vez más parecidos entre sí -algo que ya llevó INTERFERENCIA- las oficinas del planeta tienen ese diseño interior sutilmente atractivo en algo que el escritor Kyle Chayka ha denominado AirSpace, una estética anestesiada. 

Por su parte Instagram parece estar haciendo lo mismo ha empezado a hacer que todas las celebridades, y los influencers, sean casi unos clones unos de otros, donde la identidad individual se diluye en un promedio exótico, en un aspecto único e indiferenciado.

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