Ernesto Ledjerman tenía poco menos de dos años cuando sus padres, Bernardo Ledjerman y María del Rosario Ávalos, fueron asesinados por una patrulla militar, en la zona precordillerana del Valle del Elqui, en 1973. Sus padres estaban escondidos en una cueva, tratando de escapar de la represión inicial de la dictadura, cuando un campesino que los ayudaba cedió a las torturas y amenazas de los militares y guió a los efectivos del Ejército hasta el refugio. Allí fueron acribillados, frente al niño. Según testigos, el menor se aferró fuertemente al cuerpo de la madre, hasta que los militares se lo arrebataron, estando aún hoy desaparecido (el de su padre aparecería, en cambio, varios años después).
Tras el asesinato, Juan Emilio Cheyre, joven oficial del Ejército en esos años, entregó al menor a un convento de monjas para que lo cuidaran, con la expresa orden de no dejarlo salir a la calle. Meses después, sus abuelos lo encontraron y se lo llevaron a vivir con ellos a Buenos Aires, donde creció. A los 12 años, buscando entre los cajones de su abuelo, supo del asesinato de su padres.
Ernesto Ledjerman volvió a Chile en la década de los 90 y se querelló por el caso de sus padres. Insatisfecho con la condena a los militares que asesinaron a su familia, en 2009, ha insistido en que las penas a torturadores y asesinos del régimen dictatorial deben ser más altas, mientras ha compartido su historia en charlas y con sitios de memorias.
Su nombre se hizo conocido en Chile en 2013, cuando asistió al programa de TVN El Informante, donde tuvo una entrevista cara a cara con Cheyre. En ese encuentro, Ledjerman insistió en que ni el Ejército ni el ex comandante en jefe han colaborado para esclarecer la verdad sobre lo ocurrido con sus padres y con otros casos de detenidos desaparecidos y llamó a los ex uniformados a romper los pactos de silencio.
"Estoy aquí por la memoria de mi papá y mi mamá. Porque sigo planteando que tiene que haber justicia, todavía no la hay. No le deseo ni a Cheyre ni a ningún militar genocida ni a nadie lo que mis padres vivieron", afirmó en esa ocasión.
Un nervioso Juan Emilio Cheyre lo miraba. En el programa, el militar insistió con que no conocía el caso de Ledjerman cuando lo dejó al cuidado de las monjas y que siempre había colaborado con la justicia en procesos de delitos de lesa humanidad. Cinco años después, Cheyre fue condenado por encubrimiento por la ejecución y desaparición de 15 personas en La Serena, en el contexto de la caravana de la muerte.
Este lunes, Ernesto Ledjerman asistió a la etapa de inauguración de la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), con un diálogo sobre la memoria y la justicia en casos de lesa humanidad. INTERFERENCIA conversó con él sobre el caso de sus padres, la vinculación con el ex comandante en jefe del Ejército y su análisis del panorama negacionista en Chile
- Hace un año más o menos se realizó la condena a Juan Emilio Cheyre por el caso la Caravana de la Muerte, condenado a libertad vigilada por tres años y un día, pero también Cheyre se relaciona con el caso de tus padres, por un posible encubrimiento. En esa oportunidad afirmó que no era una condena suficiente para el delito ¿Sigue pensando lo mismo?
- Primero tengo que decir que yo respeto la justicia de Chile y lo que determinan los jueces. En segundo lugar, hay otros procesos judiciales que se relacionan a Cheyre. Es decir, no es un tema de venganza que yo pudiese tener con Juan Emilio Cheyre, no es el único proceso judicial este que tiene ya un fallo.
Y siempre que digo que nosotros queremos justicia, no hablo solo de mi caso o mi familia, sino para todas las víctimas. Yo no pienso todo el día en Cheyre ni le deseo el mal. Con él simplemente tuvimos un encuentro televisivo cara a cara. Claro que me hubiese gustado que él hubiese dicho lo que sabe a la justicia y en ese programa de televisión. Porque yo creo que él oculta lo que sabe. Pero no estoy pendiente de él, sino que preocupado de todos los temas de familiares de ejecutados y detenidos desaparecidos
Para el caso de Cheyre espero que la justicia avance y que determine una pena más importante y más ejemplificadora, porque justamente lo que hablamos con las sanciones a los genocidas y a quienes han torturado, es que tiene que haber una sanción, para que el día de mañana no se repitan estos crímenes. Entonces, me parece importante que los jueces sancionen de acuerdo a la gravedad de los crímenes que se cometieron
- Con respecto al caso de sus padres ¿Está conforme con la manera en que la justicia ha tratado el tema? ¿O todavía falta indagar más?
- Conforme no estoy, por eso fui a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por el caso.
Pero tampoco pienso que solamente exista la justicia de los tribunales, yo creo que hay diferentes tipos de justicia. Por ejemplo, la recepción que me dio la UTEM también es un acto de justicia por mi padre, por mi historia y por otras historias. Así también el cara a cara que tuve con Cheyre en televisión, fue un acto de justicia. La justicia la construimos entre todos.
En el caso de mis padres no hubo una condena correspondiente a la gravedad del delito, pero tengo la esperanza en que en otros casos suceda. Veo que la justicia va cada vez mejor con respecto a tribunales, que los jueces han avanzado mucho. En el año 2009 la condena por el caso de mis padres fue de cinco años a los militares, para mí fue un fallo insuficiente, pero después hubo fallos más interesantes en otros casos de detenidos desaparecidos, donde se han condenado a muchos más militares y por más años.
- Ha habido un auge del negacionismo en Chile ¿A qué cree que se deba?
- Lamentablemente los medios masivos de comunicación marcan una agenda que pega mucho en la sociedad. Yo trabajé en Argentina en una radio popular pequeña, pero hoy un medio pequeño tiene una potencialidad muy fuerte, porque a través de redes sociales puedes llegar a muchos lugares y personas. Y ser una alternativa a los medios masivos de comunicación, que no tienen una agenda relacionada con los derechos humanos ni de justicia social. Me parece fundamental el rol que pueden cumplir los medios alternativos frente al negacionismo
- Su historia es conocida en Chile y ha conmovido a muchos ¿Cuál es su motivación para contar su historia? ¿Cuando pasa de una etapa de aceptarlo a compartirlo con otros?
- Pasé mi infancia y adolescencia sin decir nada, por miedo, por vergüenza y porque tenía dificultades para comunicarme. Pero ya adulto, cuando comencé a trabajar en una población muy pobre, sentí indignación ante esa pobreza. Y a partir de esa rabia, sentí mucha necesidad de expresarme, con mis ideas y sentimientos. Y formamos una radio popular comunitaria, con los pobladores. Me convertí en director de la radio, y de un día para otro me tuve que capacitar. Ahí perdí el miedo, la timidez y la vergüenza.
Dos años después, aparece la historia de mis padres en los diarios más importantes de Argentina, pero ahí yo tenía la práctica de expresarme y pude contar mi historia personal y familiar. Se dio la situación así, no lo planifiqué. Cuando uno expresa su historia con la verdad, transparente, la gente lo capta y lo valora. Se da un diálogo positivo y se da un proceso reparatorio en ese diálogo.
- Reconciliación es una palabra que en Chile fue muy repetida en la década de los 90, pero da la impresión de que no es un discurso que se escuche tanto en Argentina como en Chile ¿Tiene sentido para usted hablar de reconciliación? ¿O hay que hablar en otros términos frente a casos de ejecutados y detenidos desaparecidos?
- Lo que pasa es que en Argentina el Estado nunca planteó el tema de la reconciliación. En cambio, en Chile sí hubo un Estado que planteó ese tema y lo que plantea un Estado marca a un país. Entonces, si hay un Estado que plantea la reconciliación el tema está ahí en la sociedad, aunque nunca se dio la reconciliación. Ahora, el mismo Estado debería plantear que no fue bueno poner el concepto de reconciliación entre víctimas y asesinos. Es algo muy loco, muy difícil de entender y de aceptar. Yo creo que a esta altura se dieron cuenta que ya no pasó. Porque una cosa es que el mundo militar se reconcilie con el mundo civil, que sería aceptable y necesario, y otra cosa es pedirle a las víctimas de la dictadura que se reconcilien con los asesinos. Eso es ridículo, feo y desagradable para las víctimas y sus familias.
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