"El dinero se convierte en capital, el capital en fuente de plusvalía y la plusvalía se transforma en capital adicional. La acumulación capitalista supone la existencia de la plusvalía y ésta la de la producción capitalista. Todo este movimiento parece estar encerrado en un círculo vicioso... del que no se podría salir sin admitir una acumulación primitiva", afirmaba Carlos Marx en "El Capital.
La exportación de capitales es una evidente indicación que los poseedores de estas riquezas buscan fuentes nuevas y más lucrativas de plusvalía, superiores a las normales existentes en el país. El origen de estos capitales es conocido: bajos salarios y condiciones terribles en las jornadas de labor.
Los testimonios de Darwin, Liebig, Vicuña Mackenna, Basil Hall y Marx dieron explicación suficiente de los medios por los cuales, tanto los propietarios de las minas mayores como los grandes habilitadores, pudieron viajar a París, educar a sus hijos en Europa, comprar pianos, cuadros y alhajar sus casas, y el Estado de Chile, costear los gastos de la Nación y ayudar a la agricultura.
¿Cómo era posible, entonces, obtener mayores utilidades si la utilidad proviene de los bajos salarios? Colocando sus capitales en empresas en que, en vez del régimen de salario, los trabajadores tuvieran las características de los esclavos, o sea del trabajo forzado gratuito, formas que corresponden a la acumulación primitiva. Y es así como, cuando nos sale al paso de la historia esta exportación de capitales, nos encontramos con una aparente vuelta al pasado, y con una nueva página negra de la explotación del trabajo humano, una forma moderna de la acumulación primitiva.
Esta acumulación juega, en economía política, el mismo papel que el pecado original en la mitología teológica. Adán mordió la manzana y el pecado hizo su penetración definitiva en el mundo. Todos nacimos con este fatal atavismo. Como en las tragedias griegas de Esquilo o Sófocles, una maldición recaída sobre los antepasados vuelve constantemente sobre los descendientes. Así mismo, la acumulación primitiva vuelve a aparecer, aún después de consolidado el capitalismo, conectado a éste y simultáneo a sus formas superiores. Podría decirse que, en cada instante, en algún lugar del globo, se está creando una nueva acumulación primitiva. Esto es mientras exista el trabajo forzado e impuesto por la violencia.
En general se considera la acumulación primitiva, como lo dice explícitamente su significado literal, que equivale a antiguo u originario. Marx le dio una aplicación más concreta, de mayor precisión: la coloca en el período de la formación de las riquezas en las diversas formas que adquiere el capital en creación. Creación caracterizada por el uso de la expropiación violenta, el trabajo forzado y la esclavitud moderna, dedicando la mayor parte de su atención al lapso comprendido entre los siglos XVI Y XIX.
El esquema más exacto de la "acumulación primitiva", en América Latina, corresponde a la época de la conquista de América y al período colonial. Etapa que, cronológicamente, es paralela a la que se desarrolla en Inglaterra.
Si aplicamos directamente el contenido y características de esta acumulación al desarrollo económico y social de Chile trasladando las mismas formas, en iguales fechas y en idénticas condiciones, resulta un trasplante incompleto, seguramente artificial y epidérmico. Objetivamente, sería considerar la dialéctica concreta de la historia como de un tipo parejo y absoluto. En realidad, los caracteres del proceso sudamericano adquieren líneas distintas motivadas por el grado inferior de evolución del Nuevo Continente.
Y así es como en Inglaterra, en el siglo XIX, la manufactura dio paso a la revolución industrial. Ya la expropiación total de la tierra y la expulsión de sus habitantes se había consumado con varios siglos de anticipación. Mientras tanto, en Chile no sólo no se había consumado totalmente la expropiación sino que la característica del sistema de trabajo era de tipo manual. A esta diferencia, se deben agregar la simultaneidad en el auge del capitalismo mercantil-bancario, con el manufacturero (tipo chileno o sea minero) . Además, el proceso de la expropiación definitiva del suelo se efectuó, inclusive, a fines del siglo pasado (XIX), cuando ya hacía casi un siglo que la economía general de la Nación dependía en su parte fundamental del proletariado minero.
En medio de estas contradicciones se encuentra este fenómeno, que comparé con el pecado original, la "acumulación primitiva". Y son estas dos perspectivas: el desarrollo desigual (en contenido y formas distintas simultáneas), y la acumulación primitiva, (relacionada con la exportación de capitales), las que nos dan una explicación integral de la trayectoria del capitalismo chileno. Ambas perspectivas están íntimamente ligadas y son los antecedentes que prepararon la situación actual de Chile (en 1958). Las he separado, compulsado sólo por una intransigente razón cultural: la claridad didáctica.
Un consuelo estético nos deja el balance de esa realidad del pasado cercano: un desenvolvimiento plano en grados y etapas idénticas a los de Inglaterra, destrozaría la bella novedad y desorden de nuestra historia, siendo que es éste su mayor atractivo...
La explotación del huano y del salitre
Roto el secreto del capitalismo chileno por la espiral de la historia económica, que nos vuelve en pleno siglo XIX a una fase antigua, propia del siglo XV o XVI, nos corresponde comprobar la veracidad concreta del secreto: "acumulación primitiva".
Esta fase tiene dos caras: la extractiva y la agrícola. La extractiva no residía en lo que es nuestro actual territorio, sino en zonas que se nos incorporaron después de la afortunada guerra de 1879, pero su importancia es enorme, pues ella determina y da vida al ciclo de inversiones del capital bancario de Valparaíso, abarcando desde los "negreros de coolies" en las Islas Chinchas hasta los "conquistadores del desierto", desde Zavala a José Santos Ossa. La agrícola es propia de Chile, tanto en geografía natural como en fronteras políticas.
Una de las producciones extractivas más rudas y difíciles, cumplida con los elementos forzados que definen y caracterizan a la acumulación primitiva, fue la forma inicial de la explotación de los abonos. Tanto el orgánico (huano) como el mineral (salitre) requerían procedimientos penosos, casi sobrehumanos. El huano se encuentra sobre rocas escarpadas, en sitios inaccesibles, en medio de una atmósfera irrespirable por el olor y el excremento seco, convertido en polvo impalpable. Las primeras labores con capitales de Valparaíso tienen su larga historia siniestra en las Islas Chinchas, en Mejillones, en el grupo Juan Fernández y en Rapa Nui. Historia siniestra que continuará posteriormente con el salitre, en Tarapacá y después en Antofagasta.
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Ambas labores comenzaron a ser efectuadas con indígenas de las regiones vecinas; pero su eliminación física fue tan rápida que, en corto tiempo, desapareció la población original: changos y demás infelices habitantes de la zona.
Si el huano, en sí mismo, era mortal, el salitre ofrecía otros riesgos: la falta de alimento y agua unidos a las tragedias que originaba el procedimiento antiguo de lixiviación. Separar el nitrato de las materias extrañas con que se encuentra mezclado en la naturaleza, exigía un sistema de calentamiento a fuego en calderos de cobre, que encerraba un peligro constante de muerte por explosión. Es el período técnico llamado de las "paradas".
Por estas causas, resultó prácticamente imposible obtener trabajadores para beneficiar los dos tipos de abonos en forma normal. Pero, en estos casos, el capital rompe todos los obstáculos y en su acción no omite medio para obtener sus fines. Naturalmente obtuvo trabajadores. ¿Cómo?:
"Indeture" y "Labor contrae" o contratos de trabajo forzados
En mi niñez leí en las novelas del escritor italiano de aventuras, Emilio Salgari, la descripción de un tráfico humano que creí obra de la imaginación exótica de ese autor. Se refería a la trata de hombres entre el lejano Oriente y las costas de Sudamérica en barcos que partían de Macao con destino final a Valparaíso, transportando en sus bodegas coolies enviados a las Islas Chinchas, a Tarapacá y Antofagasta, con un precio fijo en libras esterlinas por cabeza.
Este recuerdo de infancia perduró, semidormido en mi subconsciente. Pasados muchos años, la lectura de un trozo acusador de Marx, me hizo sospechar que la prohibición del comercio de la esclavitud en Chile sólo rigió cuando no había mayor interés de parte del comercio, o en todo caso, solamente dentro de unos límites determinados de nuestro territorio. Marx narra que, en ciertas minas sudamericanas, se utilizaron determinadas formas de la acumulación primitiva, explotando emigrantes orientales. No nombra específicamente ningún país, pero por las dudas, comencé la investigación.
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El febril meridional Salgari fija la fecha de las aventuras, alrededor de 1850. Primero consulté al historiador don Guillermo Feliú Cruz. Muy amable, declaró inexistente la tal esclavitud oriental.
-Fue propia del Perú-, me dijo.
Fui entonces al Archivo Nacional. Discretamente se me impidió el examen de la documentación consular respectiva.
-Es necesario un permiso especial del Ministerio de Relaciones Exteriores-, dictaminó un experimentado funcionario.
La fuente que vino a allanarme el camino fue la extraordinaria "Enciclopedia of Social Sciencies", obra norteamericana en que el investigador Carter Goodrich, "Professor of Columbia", confirma la existencia de ese tráfico, a través de los artículos "Indeture" y "Labor contrae".
Este comercio marítimo se había efectuado entre los años 1830 y 1874, coincidiendo, inicialmente, con la primera exportación de salitre a Europa y con el auge de la explotación del huano en las Islas Chinchas. La lectura de algunos dianos de la época hizo el resto de la investigación.
En síntesis, la historia es la siguiente: la provincia china de Cantón era la zona proveedora. La sede del tráfico era el puerto colonial portugués Macao, y entre 1847 y 1874, los comerciantes lusitanos habían enviado aproximadamente 400.000 braceros a Chile, Perú y Bolivia. No he logrado obtener sus proporciones por país, ni la cifra exacta, pero es casi seguro que la mayor parte ha sido enviada al Perú.
Don Guillermo Feliú Cruz, seguramente me contestaría que las regiones a las cuales llegaron coolíes no eran aún chilenas, y que las Islas Chinchas no lo han sido jamás. Todo esto es verdad en geografía e historia patria. Pero también es verdad, en economía política, que la gran mayoría, por no decir la totalidad de los propietarios o concesionarios de las factorías huaneras y salitreras, sus habilitadores y grandes partes de los barcos "negreros", eran chilenos y que la casa matriz estaba en Valparaíso.
El más caracterizado concesionario de las Islas Chinchas fue Cipriano Román, y de las huaneras de Mejillones, Manuel Bravo y Juan López, pioneros del desierto. Todos chilenos y financiados por los bancos porteños, como también los propietarios de las oficinas salitreras de Tarapacá y Antofagasta, entre los que predominaban nuestros compatriotas.
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Luego, existe una evidente conexión entre la exportación de capitales de Valparaíso y la esclavitud oriental, la que se explica por las expectativas de este comercio, muy superiores, por cierto, a las que ofrecía una inversión normal en el país.
Ambos sistemas, "Indeture" y "Labor contrae", son similares. En el fondo constituyen ambos, contratos de trabajo obligatorio para extranjeros, pero son distintos. Uno, corresponde solamente a la acumulación primitiva, y el otro a ésta y también a una economía más moderna, comprendidas estas dos clasificaciones bajo el concepto de desarrollo desigual de la sociedad capitalista.
"Indeture" era el contrato de trabajo pagado anticipadamente al señor manchú o "mandarín" por los agentes lusitanos de los mineros de Chile y plantadores de caña del Perú. Cancelación que correspondía, teóricamente, a un número fijo de anualidades, más o menos 8 años. Era un contrato redactado e impuesto en tal forma, que el trabajador quedaba adeudado prácticamente para su vida entera al nuevo amo, que llevaba el nombre más honorable de patrón. En cambio "Labor contrae", entendido en la forma correspondiente a la época analizada, era el enganche voluntario con anticipo de salario a cuenta de trabajos por realizar. Deuda que, en realidad, en vez de disminuir con el tiempo, aumentaba, transformándose el deudor-trabajador en un obrero obligado y sin esperanzas de liberación.
Esto era posible gracias a dos medidas: la constante necesidad de alimentarse y la de tener herramientas de trabajo, pues éstas últimas se debían cancelar a medida que se deterioraban. Se solían utilizar, también, procedimientos de dudosa legalidad, para evitar supuestos abusos y robos...
Los dos sistemas de contrato correspondían, concretamente, a una verdadera esclavitud, sin serlo legalmente, pues no vendían su cuerpo sino su fuerza-trabajo, que es la forma capitalista de explotación.
En un folleto anónimo, impreso en Lima aproximadamente en 1870, he obtenido algunas informaciones sobre la emigración cantonesa. Comienza explicando su historia de la siguiente manera: "Después de la libertad de los esclavos en 1854 y antes de ésta, como remedio al vacío que dejaba la manumisión, se creyó que la inmigración asiática, como ensayo, llenaría el que dejaban los esclavos…
Contiene, además, las cláusulas de los contratos "firmados" por analfabetos, en Macao o en Cantón.
He aquí algunas cláusulas:
2) Se obliga a trabajar por el período de ocho años desde el día en que entre a servir.
3) Durante 8 años no trabajará para él ni para otra persona, que no sea el que haya traspasado la contrata, y que no se ausentará de la casa sin permiso escrito del patrón.
6) La sola exclusión para trabajar serán 3 días de fiesta religiosa al año.
Se debe recordar que en las regiones indicadas, era casi imposible escapar. Las islas, por razones obvias, y la tierra firme, por una naturaleza árida y estéril del desierto de Atacama.
Más adelante, el autor del folleto responde a las protestas de algunos liberales peruanos -Antonio Viñales, José María Sagal, Manuel de la Cruz- con las siguientes palabras:
-En una reunión tan considerable de gente no puede conservarse la obediencia y la sumisión necesaria para conducirlos, sin leyes represivas que obliguen a cumplir 362 días de trabajo.
Refiriéndose a las tentativas de escapar o a los que lograron huir, dice textualmente: "Si no vuelven a cumplir lo pactado y si su obligación se rompe sucede el desorden y a esa separación suceden muchas; por esta razón el inmigrante tiene que sufrir que se le obligue a cumplir su contrato aún contra su voluntad, esto implica una detención forzada, que no se hace efectiva sin cadenas, ni calabozos, ni medios de seguridad para no ser burlados"...
El folleto de marras se escribió para defender la "nueva esclavitud" contra los anti esclavistas que, en 1854, habían logrado legalmente abolirla y por ésta causa, su autor reclamaba contra la acción policial, que en vez de encarcelar a los prófugos los protegía: "Han ido formando paso a paso una falta de conformidad en las ideas que ha concluido por suponerse a los chinos hostilizados por sus patrones".
Todavía en las viejas explotaciones huaneras y del salitre se pueden ver esqueletos calcinados y atados a una cadena. Son antiguos restos de la explotación primitiva en los abonos. Eran de tal gravedad los latrocinios en las factorías que, alrededor de 1865, los portugueses traficantes en coolíes colocaron como "cláusula primera" de los contratos una salvedad: "Con la sola excepción de no trabajar en las islas huaneras".
En 1859, se cometió un crimen peor. Como el comercio coolí era caro, las distancias, sumamente largas entre Cantón, Macao y los puertos de destino y, además, había que pagar grandes sumas a los mandarines y a sus agentes portugueses, sin perjuicio de alimentar la "mercancía: durante todo el viaje”, se buscaron otros medios de abastecimiento. El 12 de diciembre de 1859, la Isla de Pascua, Rapa Nui, fue escenario del rapto de sus habitantes por marinos contratados por los concesionarios de las huaneras. En barcos ingleses, habilitados en Valparaíso, acorralándolos a tiro de fusil, fueron conducidos, encadenados, los pascuenses aptos para el trabajo esclavo.
La mayoría de los infelices murieron en la esclavitud, salvo un resto, devueltos a la isla contagiados de lepra por los orientales.
En cualquier obra sobre Rapa Nui se encuentran descripciones sobre el avance del capitalismo y de la civilización cristiana en la pequeña posesión chilena del Pacífico.
¿Qué relación tiene la actual concesionaria con aquellos acontecimientos? ¿Cómo comenzó a prosperar la actual firma Williamson Balfour? En todo caso, el lector no debe asustarse, en demasía, con este crimen. Hace menos años, en Spring Hill (Manantiales) se hizo una cacería humana para provecho de algunos propietarios que aún sobreviven (en 1958).
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