Ignacio Agüero es sencillo en sus explicaciones sobre cómo estrenó su último documental, Nunca Subí El Provincia, en medio de la pandemia por Covid-19. No se da vueltas en respuestas complejas y acepta, con un dejo de humor, que no entiende mucho cómo funciona Zoom ni las transmisiones de películas online. Que en realidad, ha sido lo más cómodo que le ha pasado, “porque uno no tiene que hacer nada” como director.
Sin embargo, para Agüero, director de películas como Cien Niños Esperando un Tren (1988) y El Diario de Agustín (2008), afirma que no para de pensar como cineasta. Todo el día piensa, lee y ve cine, y ha transformado su ventana en una especie de pantalla, donde ve pasar a sus vecinos y las historias que transcurren en su barrio.
Un ejercicio que comenzó a hacer en el desarrollo de su última película, estrenada el viernes pasado de manera online, Nunca Subí El Provincia. En ella, divaga sobre los cambios que ha sufrido su barrio, en Providencia, y conversa con sus vecinos, como el zapatero o habla sobre esa panadería que funcionó en sus años de niñez y de pronto ya no está, reemplazada por un edificio. Las cartas a una joven cineasta son el hilo de la película, que como su director dice “se va trenzando” en diversas historias que Agüero va observando.
En esta entrevista, Agüero reflexiona sobre su nuevo documental y la importancia de aprovechar esta cuarentena como un espacio de introspección, un momento para pensar y para crear. Por su parte, se ha dedicado a observar nuevamente su barrio, leer los diarios de Raúl Ruiz y ver muchas películas, “porque el cine es muy grande, inacabable”, dice.
“Estoy continuamente haciendo películas. Yo creo que a la gente le pasa lo mismo, mucho más que antes la gente ha pegado su mejilla a la ventana, a mirar para afuera, y la gente hace algo parecido a lo que hago yo, que es divagar”, afirma a INTERFERENCIA.
Nunca subí el Provincia, imagino que fue un desafío estrenarla en pandemia, cuando la gente no puede ir al cine ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Fue difícil?
No, para mí, absolutamente muy fácil. Yo me quedo aquí en la casa y no hago nada. La película funciona sola, los distribuidores hacen su trabajo y la película se estrena mundialmente en plataformas que no sé cómo funcionan, y el que quiere verla aprieta un botón, paga y la ve. Entonces no tengo idea cómo es la cuestión realmente, uno está muy lejos del público, de las salas de cine, es muy raro. Es lo más cómodo que hay, porque uno no tiene que hacer nada.
La película se relaciona con un trabajo que usted viene haciendo hace tiempo, sobre el cotidiano, historias más cercanas a la vida “normal”, ¿Esta película viene a continuar con eso? ¿O lo evalúa distinto?
Yo creo que esta película es pariente de las dos anteriores, que son El Otro Día y Como Me Da La Gana 2, son películas parientes, se mueven en zonas parecidas, pero cada película tiene su propia naturaleza, propósito y teoría, que buscan algo distinto. En esta película, por ejemplo, trabajo por primera vez con las cartas. Aquí hay una carta manuscrita que aparece y hace que la película poco a poco vaya sintiéndose como una carta, o sea, la película pasa a ser una carta. Yo nunca había hecho un experimento así. No es nada nuevo, pero yo lo experimenté por primera vez y me pareció fascinante.
Y se parece a mis películas anteriores, en el sentido de que voy armando como trenzas de cosas, cosas que van pasando de una imagen a otra, de un asunto a otro, de un tiempo a otro, voy armando una trenza de situaciones.
A propósito de esas trenzas, un tema que aparece en la película es cómo cambia un barrio, y es un tema en una ciudad tan grande y que ha cambiado tanto, como Santiago. ¿Cree que es un tema que le preocupa a la gente? ¿O son cambios que pasan desapercibidos?
Mira, como te digo, no he podido conversar con mucha gente, la gente está en su casa y no los veo. Pero la película no es un análisis de la ciudad, del urbanismo. Es simplemente la película de un cineasta que sale a la esquina a mirar y observa a la gente, las cosas y hace relación entre esas cosas. Y veo el cerro Provincia, que antes lo veía y después dejé de verlo porque ahora hay un edificio, y antes de ese edificio había una panadería y me pregunto qué pasó con ese panadero, que ya nadie recuerda. Todos los que llegan a vivir al edificio no sabían que había una panadería ahí. Hago observaciones, anotaciones, me dijo en la gente, me pregunto sobre el zapatero, etc. Es una película de un cineasta que sale a la esquina, eso es todo.
¿Cree que esa capacidad de observación, de la que hablas, se agudiza durante la pandemia? Esa mirada como cineasta, de lo que pasa alrededor ¿cómo lo ha vivido?
Mira, yo en mi casa puse una mesa que tenía en una pieza al fondo, la saqué y la puse al lado de un ventanal que da al patio. Y entonces, vivo todo el día al lado del ventanal, sentado en esta mesa, cuestión que antes no hacía, porque pasaba menos en la casa, entraba y salía, ahora como estoy todo el día en la casa, me dedico todo el día a mirar por la ventana, y así es como si continuara haciendo la película. Estoy continuamente haciendo películas. Yo creo que a la gente le pasa lo mismo, mucho más que antes la gente ha pegado su mejilla a la ventana, a mirar para afuera, y la gente hace algo parecido a lo que hago yo, que es divagar. Yo creo que la gente está divagando mucho.
¿Cree que el tiempo para divagar es bueno? ¿Permite crear?
Sí, es muy bueno, porque divagar te hace pensar, te da tiempo para reflexionar.
Algo muy bueno que ha pasado con la pandemia es que se ha parado la economía, y eso le hace muy bien a la sociedad. Que se deje de producir todo el día, todo el rato. Hay que parar en algún momento, parar y pensar en las cosas. ¿En qué piensa la gente? la gente piensa en la revuelta, en una nueva Constitución, vivir de otra manera, escuchar los pájaros, recordar, volver a pensar, mover los maceteros, arreglar el espacio, y al mover las cosas uno empieza a pensar cómo mover todo.
Hay muchos cineastas haciendo cine, documentales, pero con la pandemia todo eso se puso en pausa ¿Cree que este momento lo pueden aprovechar los artistas para recluirse, para crear? ¿O activarse en campañas para recaudar fondos?
Bueno, yo creo que es un drama para la gente que se ha quedado sin sueldo, un drama enorme. Hay dos cosas, por una parte es buena la organización para exigirle al estado que financie a la gente. Los sindicatos están dedicados a eso. Por otro lado, esto ha generado otras formas de trabajar, has visto como los actores han hecho teatro en formato digital y por supuesto esto nos hace pensar mucho, en qué hacer.
Yo no creo que haya que pensar el arte de manera distinta, siempre se seguirá haciendo obra de lo que se vive. Por supuesto, algunos sufren más que otros, porque el espectáculo requiere del público. En el caso del cine, hay que salir a filmar apenas se pueda. Yo mismo tengo un proyecto que la pandemia me lo cortó por la mitad la filmación, estoy esperando la segunda parte.
¿En qué proyecto está ahora?
Ahora estoy con una película sobre un personaje que trabajó en la construcción del ferrocarril en la Araucanía, en 1890, cuando Chile entró con todo al territorio mapuche. Y ahí cambió para siempre la situación del sur, de la Araucanía.
Me preocupa el tema mapuche como le preocupa a todo el mundo, ¿Cómo no me va a preocupar que un estado viole la integridad y dignidad del pueblo mapuche, que era el dueño del Bíobio al sur? Y que esté invadido militarmente, con fuerza militar y policial, gobernados por personas que no entienden nada de la historia de ellos. Y esa gente al defender sus intereses atacan los intereses de casi toda la población, no solo mapuches, sino de casi todos, por eso ocurre el estallido social. El estallido fue un reclamo gigantesco contra el abuso de los que nos gobiernan en economía y en la política. Y bueno, el pueblo mapuche ha estado luchando contra eso mucho más tiempo que los chilenos no más.
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