Sus personajes, casi siempre a medio camino entre el bien el mal, pero la mayor parte de las veces inclinados hacia lo primero, fueron outsiders o antihéroes muy humanos y admirados por jóvenes y adultos. Así, Kirk Douglas se convirtió en una pieza imprescindible para explicar el cine estadounidense de los años 50’ en adelante.
Douglas pasará a la historia por sus interpretaciones en películas como Cautivos del mal, El gran carnaval, Carta a tres esposas, El loco del pelo rojo, Senderos de gloria o Ídolos de barro. También lo hará por haber acabado con las listas negras de Hollywood durante la persecución de comunistas –y todo lo que se les pareciera- emprendida por el senador Joseph McCarthy, entre 1947 y 1957. En ese ambiente Kirk Douglas se empeñó en rodar una película sobre la libertad, nada menos que Espartaco, en 1960. Eligió como guionista a Dalton Trumbo, un narrador que estaba vetado por la industria cinematográfica porque el denominado Comité de Actividades Estadounidenses lo consideraba un “rojo comunista”.
Trumbo fue encarcelado durante once meses y al salir tuvo que exiliarse a México. Había pasado de ser uno de los guionistas mejor pagados de Hollywood a escribir con seudónimo, cobrando una ínfima parte de lo habitual. No obstante, Trumbo fue capaz de burlar la censura y ganar un Oscar, reconocido, eso sí, 15 años después de su muerte.
Más tarde, Douglas contrató a Trumbo para dos de sus producciones: El último atardecer, en 1961, de Robert Aldrich; y Los valientes andan solos, de David Miller, donde Douglas protagoniza a uno de los últimos vaqueros, que se niega a aceptar que los tiempos ya habían cambiado.
La actitud del actor frente a la llamada “caza de brujas” fue absolutamente contraria a la de colegas como Gary Cooper, Ronald Reagan -entonces jefe del Sindicato de Actores- Walt Disney o Montgomery Clift, que denunciaron a sus compañeros ante el Comité.
Douglas protegió a los perseguidos con su productora independiente -Byrna Productiorn, de igual nombre que su madre- creada en 1955, apenas regresó de Italia luego de rodar Ulises, de Mario Camerini.
Encargó la dirección de Espartaco a un joven Stanley Kubrick y le correspondió a Tony Curtis protagonizar el momento glorioso en el que los esclavos se enfrentan a la imperialista y opresiva Roma al grito de ‘Yo soy Espartaco’, con el que intentan ocultar la identidad del líder que los guía en la lucha por la libertad.
El mismo día del estreno de Espartaco, un 6 de octubre de 1960, la lista negra de Hollywood fue definitivamente cancelada.
Hijo de inmigrantes rusos
Douglas nació en 1916 con el nombre de Issur Danielovitz Demsky, en Amsterdam, una pequeña ciudad de Estado de Nueva York. Sus padres, Bryna Sanglel y Herschell Danielovitz, eran inmigrantes rusos de religión judía. Su padre, Herschel, huyó de Rusia buscando una salida a la persecución contra los judíos y escapando del servicio militar en la guerra contra Japón. Llegó a Estados Unidos en 1908, encontrándose con su esposa, Bryna Sanglel dos años después.
En su muy pobre juventud, Kirk tuvo que trabajar en diversos oficios -entre ellos repartidor de periódicos, vendedor de golosinas, practicante de lucha, botones, soldador y jardinero- para mantener a sus seis hermano y pagar la matrícula en la Universidad St. Lawrence.
Siguió cursos de filosofía, química, literatura inglesa y alemán, y obtuvo la graduación en letras. Al terminar sus estudios universitarios marchó a Nueva York, consiguió una beca para la Academia Americana de Arte Dramático y permaneció allí hasta 1939. En esa época no tenía donde caerse muerto, hasta el punto de provocar su propio arresto para pasar una noche en la cárcel y así dormir bajo techo. Una compañera de clases se percató de su situación y convenció a un tío para que le regalara un abrigo, prenda que usó dos años. Aquella compañera era Betty Joanne Perske, quien años después sería famosa con el nombre artístico de Lauren Bacall y quien fue la gran amiga de Douglas durante toda su vida.
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Kirk creció como Izzy Demsky y cambió su nombre legal por el de Kirk Douglas antes de entrar en 1943 a la Marina durante la Segunda Guerra Mundial. Sirvió como oficial de transmisiones hasta que resultó herido por una granada. Luego contrajo una disentería, fue relevado del servicio y reinició su carrera como actor. Había debutado en Broadway en 1941 y entre sus primeras obras destacó Las tres hermanas, en la que apareció bajo el seudónimo de George Spelvin Jr.
Tras volver a Hollywood debutó en el cine, dando vida al amargado marido de Barbara Stanwyck en El extraño amor de Martha Ivers un melodrama dirigido por Lewis Milestone en 1946.
Kirk recordaba su primera visita a la casa de sus padres luego de aquella película. "Le dije a mi padre: ‘He hecho una película'. Él respondió: 'Ya lo sé'. Le pregunté si le había gustado y me dijo: 'Sí'. Esa fue toda nuestra charla". Con su madre, en cambio, fue muy distinto: "Me la llevé en limusina a Times Square, y le recité lo que ponía en el enorme cartel: 'Bryna presenta: Los vikingos, de Richard Fleischer, en 1958, porque ella no sabía leer", contaba.
Antes de finalizar esa década, en 1947, Douglas apareció en Al Volver a La Vida, de Byron Haskin, primera película en la que compartió créditos con Burt Lancaster. Sus mejores títulos en esa primera etapa de su carrera fueron Retorno Al Pasado (1947), cine negro dirigido por Jacques Tourneur con el co-protagonismo de Robert Mitchum; y Carta a Tres Esposas (1949) de Joseph L. Mankiewicz,
La primera gran invitación a la fiesta de Hollywood le llegó cuando le ofrecieron protagonizar la superproducción El gran pecador, de Robert Siodmak, en 1949, junto a Ava Gardner y Gregory Peck. El sueldo era astronómico pues era la película del año... y Kirk dijo que no. Su empeño por interpretar a tipos duros ("los hombres buenos no resultan fotogénicos", explicaría años después) le llevó a apostar por una película marginal, El ídolo de barro, en 1949, la historia de un boxeador que, como Douglas, buscaba ganarse el respeto de los demás siguiendo su instinto. Aquel fue su primer salto mortal, y cayó de pie: El gran pecador fue un rotundo fracasó, mientras que El ídolo de barro arrasó y condujo a Kirk a su primera nominación al Oscar.
Su época dorada
En los años 50’ Douglas se convirtió en una de las grandes personalidades del cine. Títulos como El Trompetista (1950), un film de Michael Curtiz sobre un músico de jazz; El Gran Carnaval (1951), cruda sátira al periodismo sensacionalista, de Billy Wilder; o Brigada 21 (1951), película de ambiente policial dirigida por William Wyler que Kirk co-protagonizó con Eleanor Parker, fueron éxitos notables.
Con la obra maestra de Vincente Minnelli Cautivos Del Mal (1952), interpretando al productor cinematográfico Jonathan Shields, Kirk obtuvo una nueva nominación al Oscar. En ese filme Douglas varió un tanto el papel de sus personajes duros e inflexibles y consiguió su segunda nominación al Oscar. Minnelli se convirtió en uno de los directores fundamentales de su carrera: ambos volvieron a trabajar en El loco del pelo rojo (1956), biografía del pintor Vincent van Gogh por la que Douglas fue otra vez nominado al Oscar. Anthony Quinn le acompañó interpretando al también pintor Paul Gauguin. En aquella película Douglas casi enloqueció verdaderamente, imbuido en exceso de su personaje, técnica actoral que practicaba casi siempre.
En los 50’ también protagonizó filmes importantes como Río de sangre (1952) de Howard Hawks, 20.000 leguas de viaje submarino (1953), adaptación de Julio Verne dirigida por Richard Fleischer en la que Kirk Douglas actuó junto a James Mason; Pacto de honor (1955), un western de André De Toth co-protagonizado por Elsa Martinelli; La pradera sin ley (1955), dirigido por King Vidor; Duelo de titanes (1957), western de John Sturges sobre la historia de Doc Holliday y Wyatt Earp; Senderos de gloria (1957), film antibélico dirigido por un joven Stanley Kubrick con Douglas como el coronel Dax en la Primera Guerra Mundial; la épica Los vikingos (1958) otra vez dirigido por Fleischer; y El discípulo del diablo (1959), un film de Guy Hamilton basado en una obra teatral de George Bernard Shaw.
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En la última película citada apareció de nuevo con Burt Lancaster con quien protagonizó también El Último de la lista (1963) de John Huston; Siete días de mayo (1964) de John Frankeihemer; y, Otra ciudad, otra Ley (1986) de Jeff Kanew.
Los años 60 volvieron a ser importantes para Douglas, aunque la calidad de sus films se alejaron de su mejor época. Destacaron El último atardecer (1961), de Robert Aldrich; Los valientes andan solos (1962), de David Miller; Dos semanas en otra ciudad (1962), de Minnelli; Ataque al carro blindado (1967), de Burt Kennedy; y, Mafia (1968), de Martin Ritt.
La siguiente década comenzó con una meritoria película, El día de los tramposos (1970), dirigida por Joseph L. Mankiewicz, pero continuó con títulos bastante olvidables a excepción de La Furia (1978), de Brian de Palma. En ese momento, el ya veterano Douglas decidió probar fortuna como director y filmó y protagonizó Los Justicieros del Oeste (1975). Ya había debutado con Pata De Palo (1973).
Las otras vetas del actor
A finales de enero de 1989 Douglas estuvo en España para promocionar su libro autobiográfico titulado, El hijo del trapero. Luego, publicó su primera novela: Dance with the Devil. El 14 de febrero de 1991 sufrió un accidente cuando el helicóptero en el que viajaba chocó con una avioneta, cerca del aeropuerto californiano Santa Paula. Resultó con heridas de distinta consideración y rotura de varias costillas, lo que le mantuvo postrado en cama durante cuatro años con fuertes dolores de espalda.
A finales de los noventa publicó la segunda parte de su autobiografía, titulado Ascendiendo las montañas, por el que en septiembre de 1999 consiguió el Premio literario del Festival de Deauvillé, en Francia.
Contrajo matrimonio en dos ocasiones; primero con Diana Dill, el 2 de noviembre de 1943. La pareja tuvo dos hijos, el actor Michael Douglas y el productor Joel Douglas. Se divorciaron en 1951. Después se casó con la productora Anne Buydens, alemana, el 29 de mayo de 1954. Tuvieron dos hijos, el productor Peter Douglas y el actor Eric Douglas, que murió el 6 de julio de 2004 de una sobredosis de drogas.
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Kirk compartió pantalla con Burt Lancaster en siete películas. Se ha escrito mucho sobre su entrañable amistad, pero en realidad se trató de una estrategia publicitaria: su rivalidad y competitividad por ser el mejor funcionaba como un combustible que hacía que al compartir pantalla sacasen lo mejor de sí mismos. Se despreciaban como hombres, pero se respetaban como actores. Douglas se sentía acomplejado por parecer más bajo que Lancaster (1,76 frente a 1,88), así que utilizaba alzas en los zapatos. El día que Burt se las escondió para ridiculizarle, Kirk montó en cólera y se negó a salir de su camerino hasta que no le trajesen otro par de alzas. Se las trajeron inmediatamente, pero Lancaster nunca le devolvió las suyas.
La consolidación de Douglas como estrella infalible para la taquilla llegó con un puñado de westerns. Pocos cabalgaban como él, y su talento para manejar armas sin inmutarse se tradujo en recaudaciones millonarias. El público no se cansaba de verle en pantalla, y él
siguió siendo el mismo testarudo implacable obsesionado por impresionar a los demás. "Cuando te conviertes en una estrella, no cambias. Pero todos los demás sí", explicaba el actor. "La actriz Hedda Hopper me acusó de comportarme como un hijo de puta porque era
una estrella, y le contesté: 'Te equivocas: siempre he sido un hijo de puta, lo que pasa es que no te habías dado cuenta hasta ahora", agregó en su biografía.
Su olfato como productor le llevó a apostar por directores desconocidos en su momento como Billy Wilder en El gran carnaval, 1951, o Stanley Kubrick. Durante el rodaje de Senderos de gloria, el perfeccionismo de Kirk chocó a diario con la tozudez de Kubrick. Incluso llegaron a las manos cuando el autor de 2001 Odisea del espacio reescribió el guión de arriba a abajo sin el consentimiento de Douglas. Al final, la película se filmó como Kirk quería.
Douglas no tuvo problemas en reconocer sus infidelidades, siempre con el consentimiento de su esposa alemana, porque según él, "las europeas se lo toman de otra forma". Marlene Dietrich, Joan Crawford, Rita Hayworth y Lana Turner, fueron algunas de sus amantes, cuyos
escarceos Douglas describió en su biografía amorosa Let's face it. 90 years of living, loving and learning. En el libro también recuerda cómo perdió la virginidad a los 15 años con su profesora, y lo bien que se lo pasó con una azafata de vuelo a la que le gustaba que la abofetearan mientras gritaba: "¡Soy nazi!".
La mayoría de los filmes en los que trabajó Kirk Douglas suelen ser parte imprescindible de la historia del cine: el mafioso de Retorno al pasado” (1947); el boxeador de El ídolo de barro (1949); el músico de jazz de El trompetista (1950); el agente de la ley enviado a
llevar a un hombre a su muerte en Camino de la horca (1951); el periodista absolutamente corrupto de El gran carnaval (1951); el policía con matrimonio en crisis en Brigada 21 (1951) o el gladiador de Espartaco (1960), entre muchas otras.
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Intentó, además, mantener el tono épico del cine del Oeste asociándose con otras estrellas del género como Richard Widmark y Robert Mitchum en Camino de Oregón (1967); con John Wayne en Ataque al carro blindado (1967); y, junto a Henry Fonda, en El día de los tramposos (1970), dirigida por Joseph Leo Mankiewicz.
Su primera película como estrella independiente fue Río de sangre, de Howard Hawks, donde pilló una neumonía rodando una escena en un río recreado en el interior del estudio para replicar los espectaculares paisajes naturales que adornaban ese western de aventuras con indios, en una etapa en la que estuvo ligado sentimentalmente a Marlene
Dietrich.
En resumen, un actor prolífico, de talento exultante y carácter irremediable, que será muy difícil olvidar.
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