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Viernes, 19 de Abril de 2024
Daniel Ortega, ¿un neo-Somoza?

Las remesas podrían mantener viva a la insurgencia en Nicaragua

The Conversation

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Los costarricenses celebraron una marcha en solidaridad con los refugiados nicaragüenses el 25 de agosto de 2018. Alrededor de 500.000 nicaragüenses viven en Costa Rica. Reuters/Juan Carlos Ulate
Los costarricenses celebraron una marcha en solidaridad con los refugiados nicaragüenses el 25 de agosto de 2018. Alrededor de 500.000 nicaragüenses viven en Costa Rica. Reuters/Juan Carlos Ulate

El país centroamericano ha estado envuelto en una tormenta política fatal durante meses. Las manifestaciones que comenzaron en abril en contra de una impopular reforma de seguridad social, pronto se transformaron en un movimiento más amplio con el objetivo de destituir al Presidente.

Admision UDEC

Manifestarse ya es ilegal en Nicaragua, según el presidente Daniel Ortega.

El país centroamericano ha estado envuelto en una tormenta política fatal durante meses. Las manifestaciones que comenzaron en abril en contra de una impopular reforma de seguridad social pronto se transformaron en un movimiento más amplio con el objetivo de destituir a Ortega, el presidente autoritario de Nicaragua.

Desde entonces, más de 450 personas han sido asesinadas, incluyendo a un joven de 16 años quién quedó atrapado entre fuego cruzado de las fuerzas públicas y los manifestantes el pasado 23 de septiembre.

El creciente número de manifestantes arrestados y acusados de terrorismo llevó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a instar a que Ortega deje de autorizar lo que la comisión describió como detenciones ilegales por parte de su Gobierno. Sin embargo, a finales de septiembre el presidente prohibió las protestas. El 14 de octubre fueron detenidos 38 nicaragüenses por organizar una manifestación en contra de su gobierno.

El ascenso de Ortega al poder

Ortega, un ex revolucionario de la izquierda quién gobernó Nicaragua en los años ochenta, volvió al poder en 2007. En los últimos once años se ha vuelto cada vez más autocrático, ha enriquecido a su familia y ha restringido las libertades civiles. La creencia general es que Ortega ha disfrutado de un mandato tan largo y, hasta ahora, sin oposición, porque la economía de Nicaragua creció durante su presidencia, en parte gracias al abundante y barato petróleo suministrado por Hugo Chávez y Venezuela.

De acuerdo con esta teoría, el crecimiento permitió que su gobierno financiara amplios programas contra la pobreza, lo que le dio una gran popularidad al mandatario del segundo país más pobre del hemisferio occidental; hasta que el año pasado la economía comenzó a estancarse.

Pero esto no es todo lo que se esconde detrás del gran ascenso de Ortega y su repentina impopularidad.

Si bien Nicaragua prosperó en términos financieros durante su mandato, mi investigación revela que los emigrantes que viven en Costa Rica, Estados Unidos y España también impulsaron la economía doméstica, en gran medida al enviar a sus hogares en ese país millones de dólares cada año. Aproximadamente un 16 % de la población del país vive en el extranjero. Sus remesas, que el año pasado ascendieron a US$ 1.400 millones, impulsaron el consumo y moderaron la presión política sobre el gobierno de Ortega para reducir la pobreza.

Ahora, la influyente diáspora de Nicaragua ha centrado su atención en la resistencia contra Ortega.

En la actualidad, los conflictos y las catástrofes están obligando a cada vez más personas de todo el mundo a huir de sus países de origen, por lo cual estas conclusiones sobre la situación en Nicaragua resaltan el rol fundamental que los emigrantes pueden desempeñar en la actual globalizada economía política.

La emigración como vía de escape

Los nicaragüenses comenzaron a emigrar de forma significativa durante el primer mandato de Ortega, a finales de los años ochenta. El país estaba devastado por la guerra civil y sofocado por la deuda. En 1989, el gobierno socialista de Ortega se vio obligado a tomar una serie de medidas de austeridad que dejaron sin empleo al 14 % de los nicaragüenses.

Los gobiernos posteriores aprobaron recortes presupuestarios aún más duros, lo cual provocó el aumento del desempleo, incitando que cientos de miles de nicaragüenses buscaran trabajo en su país vecino, Costa Rica. Hoy, alrededor de 500.000 nicaragüenses viven en Costa Rica, y cada día son más los que huyen del caos político de Nicaragua. Otros 222.000 nicaragüenses viven en Estados Unidos, 80.000 en Panamá y unos 30.000 en España.

Entre 2007 y 2017, la primera década del actual gobierno de Ortega, la suma de las remesas económicas de los migrantes de Nicaragua ascendió a US$ 12.500 millones. Esto representa, en promedio, más del 10 % del Producto Interno Bruto anual de Nicaragua, y en algunos años resulta ser sustancialmente más que el total de la inversión extranjera directa del país. Las remesas también contrastan antes los casi US$ 3.700 millones en ayuda petrolera que Venezuela envió a Nicaragua durante el mismo periodo.

Las remesas y Daniel Ortega

El gobierno de Ortega se benefició indirectamente del flujo de dinero proveniente del extranjero. El dinero de los migrantes ayudó que los nicaragüenses más necesitados sobrevivieran al fin del mes y permitió que los consumidores mantuvieran el nauge a la economía nacional. Esto redujo en gran medida las demandas para reducir la pobreza y el desempleo.

Aun así, Nicaragua sigue siendo muy pobre. Alrededor de un 40 % de los ciudadanos sobreviven con menos de 2,5 dólares al día. Como explica Lea Montes, la directora del Servicio Jesuita a Migrantes, las remesas económicas permiten que las familias mantengan un acceso mínimo a la vivienda y la alimentación. "Una familia de cuatro miembros necesita 400 dólares al mes para sobrevivir, pero en Nicaragua el salario mínimo es de solo 177 dólares".

Juana, la florista

Tomemos como ejemplo el caso de Juana Jiménez, una madre soltera de 70 años que a mediados de los años noventa consiguió una visa de trabajo para Estados Unidos —su «regalo de Dios»— y que trabajó como florista en Miami durante casi veinte años.

Los 200 o 300 dólares que Jiménez enviaba cada mes a casa cubrían los gastos médicos de su hijo Erik, quien nació con discapacidades graves y vio a su familia pasar por los años posrevolucionarios más austeros de Nicaragua.

Las remesas, tanto en Nicaragua como en otros países en desarrollo, tienen beneficios sociales que van más allá de mantener a las familias fuera de la pobreza. Investigaciones demuestran que en estos países han contribuido a reducir las tasas de pobreza, aumentar el acceso a la atención médica y mejorar la asistencia a la escuela al liberar a los niños de la necesidad de trabajar.

Sin embargo, investigaciones demuestran que en esos países las remesas económicas, en lugar de complementar los programas del gobierno, muchas veces en realidad los reemplazan. Por ejemplo, los académicos Gary Goodman y Jonathan T. Hiskey han descubierto que, en México, los gobiernos locales tienden a reducir su gasto en zonas que reciben sistemáticamente más remesas desde el extranjero.

Y a medida que aumentan las remesas económicas, la participación electoral tiende a bajar en los países democráticos con un alto índice de migración. En lugar de presionar a los cargos públicos para mejorar su centro de salud, por ejemplo, o para pavimentar una calle, los ciudadanos buscan soluciones en la diáspora, la cual presta más posibilidades.

Durante una década, el doble impacto local de la migración internacional —el crecimiento económico y la reducción de la presión ciudadana— resultó ser una combinación ganadora para Daniel Ortega.

Pero después, su gobierno respondió a las protestas de abril con una represión fatal.

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Imagen del 30 de septiembre de 2018 en Managua, Nicaragua.  Reuters/Oswaldo Rivas
Imagen del 30 de septiembre de 2018 en Managua, Nicaragua. Reuters/Oswaldo Rivas

Remesas y dictadores

Los migrantes nicaragüenses no desencadenaron las protestas contra Ortega ni son el motivo por el cual las manifestaciones crecieron y se hicieron más fuertes.

Pero, según demuestra mi investigación, en la actualidad están ayudando a mantener vivo este movimiento a favor de la democracia, informando a la comunidad internacional, creando redes internacionales de apoyo, acogiendo a refugiados y canalizando fondos a grupos contrarios a Ortega.

Es demasiado pronto para saber con precisión si el apoyo de los emigrantes a la insurgencia de Nicaragua ha sido importante o económicamente significativo, pero los estudios realizados en otros países muestran que muchas veces los emigrantes de países autoritarios financian las protestas contra los dictadores.

Según el politólogo Idean Salehyan, un experto en rebeliones transnacionales, más del 50 % de todos los alzamientos posteriores a la Segunda Guerra Mundial —incluidos los de Cuba, Irlanda, Pakistán y Sri Lanka— fueron encabezados por insurgentes en el extranjero.

El motivo es que los emigrantes no solo transforman sus países de origen en lo económico. También influyen en la forma de pensar de los residentes locales.

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Exiliados nicaragüenses se manifestaron contra el Gobierno de Ortega en los exteriores de la sede central de la Organización de los Estados Americanos, en Washington, el 4 de junio de 2018.  AP Photo/Jacquelyn Martin
Exiliados nicaragüenses se manifestaron contra el Gobierno de Ortega en los exteriores de la sede central de la Organización de los Estados Americanos, en Washington, el 4 de junio de 2018. AP Photo/Jacquelyn Martin

Mantener el contacto con emigrantes que viven en países más desarrollados puede motivar a que los niños continúen con sus estudios, aumentar el acceso a la atención médica y brindar apoyo por la democracia.

Por último, la influencia de opiniones y mentalidades adquiridas en el extranjero, conocidas como remesas sociales, pueden trasformar la política interna de un país. Al principio, el éxodo masivo de nicaragüenses ayudó a Ortega en su objetivo de acumular poder y riqueza. Ahora, esos mismos emigrantes pueden contribuir a su derrocamiento.

*Este artículo fue escrito por Benjamin Waddell, profesor asociado de Sociología del Fort Lewis College, para The Conversation. 

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