Los días posteriores al estallido social han dado un nuevo ritmo de vida a la avenida principal de Santiago, llamada Libertador Bernardo O’Higgins pero conocida popularmente como la Alameda. La mañana del 4 de noviembre inicia con una aparente calma: las personas recorren las calles, los motores de los buses y los autos se confunden con el murmullo de la gente y los semáforos no están.

Los muros permanecen muchos de ellos rayados, transmitiendo distintos mensajes.

Los barrios tienen características que los identifican: el tipo de construcción y morfología, las dinámicas sociales que en él se dan, las comunidades que los habitan y todos quienes transitan a diario, que en conjunto hacen de las calles, su vida. Los barrios tienen elementos que permiten comunicar la historia, es por eso que el patrimonio es material e inmaterial. Así lo plantea el antropólogo Javier Marcos de la Universidad de Extremadura España. 

Avanza el día. El barrio Lastarria que hace cinco semanas se erguía como un referente turístico donde se daba cuenta de las casonas aristocráticas de la colonial y que luego fueron utilizadas por renombrados artistas, hoy en buena medida, dan cita a quienes buscan disfrutar de sofisticados bares de Santiago centro. 

Los turistas siguen llegando a este lugar, solo que su recorrido tiene nuevas voces. Los rayados, stencil, serigrafía y diversas expresiones de protesta que han tomado el arte como instrumento para tapizar el andar de estas nuevas calles. 

INTERFERENCIA conversó con las personas que transitaban por el lugar y recogió sus impresiones sobre la realidad del país y los símbolos que acompañan su caminar. Entrada la tarde, recorrimos la manifestación diaria de la Alameda para conocer la motivación de quienes escriben en las murallas y los que a través del arte interpretan las demandas sociales.