La ola de protestas que ha sacudido el país desde la semana pasada alcanzó ayer viernes un punto álgido al congregar al menos 1,2 millones de personas en el centro de Santiago -y cientos de miles más en Concepción, Valparaíso, Viña del Mar, Antofagasta, entre otras ciudades a lo largo de todo Chile- enojados por los bajos salarios, pensiones que no alcanzan a cubrir los costos de vida, los altos precios de arriendo, las carreteras y la salud, y niveles de endeudamiento, incluyendo el elevado gasto en educación, que tienen ahogadas a las familias, por no hablar de las colusiones de grandes empresas que han estafado y enojado a millones de chilenos.
En los registros históricos del país no existe antecedente de una manifestación más multitudinaria que la de este viernes; ni siquiera la marcha a favor del NO en la Panamericana en 1988.
“Vine a la marcha porque no quería perderme este momento histórico, porque puede cambiar Chile”, aseguró Camilo, conserje de un edificio.
Luis Ulloa, un obrero de Peñaflor, afirmó, que las grandes demandas suyas y de muchos manifestantes son “Fuera Piñera y una Asamblea Constituyente”.
En efecto, al menos desde el lunes, la petición más recurrente de los manifestantes ha sido la renuncia del Presidente, alcanzando un clímax ayer. Este, sin embargo, en un surreal giro retórico celebró la histórica manifestación de ayer, haciendo caso omiso a que la principal demanda era su renuncia a la presidencia.
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Después de dirigirse al país el viernes, sábado, domingo, lunes, martes y miércoles, mantener silencio el jueves, el viernes decidió responder a la marcha a través de su cuenta de Twitter. “La multitudinaria, alegre y pacífica marcha de hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza”, tecleó en su iPhone a las 9.25 de la noche, una hora y media antes del comienzo del séptimo día con toque de queda, medida que el país no había visto desde la dictadura cívico-militar en 1986. “Todos hemos cambiado. Con unidad y ayuda de Dios, recorreremos el camino a ese Chile mejor para todos”, escribió, mientras fuera del palacio de La Moneda se escuchaban los estruendos de las bombas lacrimógenas y los guanacos de Carabineros disolvían a los que protestaban en la Plaza de la Ciudadanía.
El giro en el discurso del presidente Piñera fue sorpresivo, considerando que en los primeros días de una crisis que se inició con un alza de 30 pesos en el metro de Santiago, hablaba de “delincuentes” y “vándalos”, para intensificar su discurso con la ya infame frase “estamos en guerra”, para después ofrecer un paquete de medidas que el pueblo -palabra que volvió a entrar con fuerza en el léxico de muchos chilenos- interpretó como ‘migajas’, que sólo ahondaron el malestar, multiplicando los llamados de renuncia.
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En un intento comunicacional por aleonar a su propio sector que, sin embargo, también salió a manifestarse en comunas como Las Condes y Ñuñoa, el gobierno incluso comenzó a circular el rumor de que “grupos organizados” estaban tratando de desestabilizar al Presidente que hace sólo dos semanas declaraba que Chile era un oasis en la región. Por ello, resultó extraño el mensaje de Twitter del Presidente. Como resumió un usuario en esa red:
Piñera. Día 1: “Delincuentes”. Día 2: “Vándalos”. Día 3: “Estamos en guerra”. Día 4: “Seguimos en guerra”. Día 5: “Ups! Perdón, me equivoqué”. Día 6: (…………). Día 7: “¡Qué linda la marcha, es de todos”.
Con un poco de ayuda de mis amigos
Es poco probable que la ciudadanía movilizada tome en cuenta este mensaje, toda vez que cada gesto del mandatario se ha encontrado con una respuesta más enfervorizada del pueblo. En especial, nada en la larga biografía de Piñera da signos de que sus declaraciones puedan tener un atisbo de sinceridad. Más bien parece que el mandatario está tratando de ganar tiempo y apostar por el desgaste por cansancio.
De hecho, hasta ahora ni siquiera ha dado una señal política al pedir, por ejemplo, la renuncia de los ministro del Interior y de Defensa, por no hablar de la titular de Transportes.
El problema, claro, es que el Presidente Piñera trató a inicios de esta crisis como delincuentes a los estudiantes secundarios que evadían el pago del metro, mientras que él mismo enfrentó un bochorno este año al descubrirse que durante 30 años había evadido el pago de contribuciones para una de sus casas de veraneo en el sur de Chile.
Sin embargo, el giro comunicacional del gobierno pareció ser una acción coordinada. El relato oficialista fue claro: se trató de una marcha histórica (algo que era imposible desmentir), pero que fue por un malestar general que no sólo se refiere a este gobierno (pese a los pedidos masivos de que Piñera renuncie), y que fue una fiesta ciudadana, una suerte de Teletón turbo.
Por ejemplo, la intendenta Karla Rubilar aseguró durante la jornada que “la última estimación es más de un millón de personas, que están congregadas en esta manifestación que es completamente pacífica, de niños, jóvenes, adultos mayores, sin ninguna distinción, de forma transversal, sin colores políticos ni banderas de partidos políticos”.
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Con ello, por cierto, Rubilar estaba desconociendo o escondiendo que la represión policial siguió intacta durante la jornada de ayer. Según el último informe del Instituto de Derechos Humanos (INDH) emitido anoche a las 22 horas, los hospitales en el país habían recibido a casi mil personas heridas por balas y balines desde el inicio de la ola de protestas, entre ellas 413 personas con heridas con armas de fuego. Los detenidos ya sumaban más de 3.100 personas, entre ellas 343 menores de edad.
Pero la idea de una marcha alegre, despolitizada y anti política, impulsada desde La Moneda, se impuso en los medios de prensa tradicionales.
Un periodista de TVN despachaba en medio de la manifestación: “Lo que comenzó como una marcha muy tímida, ya a esta hora está desatada la alegría, esto es un verdadero carnaval, multicolor, vemos algunas chaquetas amarillas, muchas banderas enarboladas. Y pancartas con diferentes reclamos, que tienen una sola voz, pero con muchos colores, que exigen una nueva constitución o mejoras en el acceso a medicamentos”.
Una periodista de Mega, en tanto, comentaba que en la manifestación se ven “todo tipo de banderas, menos de partidos políticos (hay) una demanda muy ciudadana, muy calma, bastante festiva, diría yo”.
Los diarios La Tercera y El Mercurio, en tanto, llevan hoy en sus portadas la masiva marcha, hablando del ambiente festivo, pero sin identificar la principal petición: la renuncia de Piñera.
La cobertura de los canales de TV ha estado en entredicho estos días. De hecho, ayer hubo un intento de manifestantes por entrar al canal Mega en Avenida Vicuña Mackenna. Ante el repudio de muchos ciudadanos que consideran que la cobertura de los medios tradicionales ha sido sesgada y sensacionalista, los reporteros de esos medios optaron por evitar estar en la manifestación o quitar el logo de sus empresas de los micrófonos.
La extraña coincidencia entre la pauta comunicacional de La Moneda y la cobertura de la TV, que se viene arrastrando todos estos días, incluso fue puesta en duda ayer por la Federación de Trabajadores de Canales de Televisión (FETRA), que envió una carta pública a ANATEL para denunciar una situación que el gremio considera grave: que el gobierno y el Ministerio del Interior había citado en el curso de esta semana a “todos los directores ejecutivos de medios televisivos a La Moneda”.
La federación agrega que este hecho podría constituir “una clara intervención de las líneas editoriales y de prensa” y que constituye una “censura de prensa encubierta”.
¿Fin del Ancien Regime?
La histórica marcha de ayer dejó la sensación de “fin de régimen”. Ese ‘modelo neoliberal chileno’ que fue tan celebrado por tres décadas, pero que profundizó las diferencias entre los más privilegiados y las clases medias y bajas, ha sido cuestionado en masivas marchas desde hace ya casi 15 años. Pero la débil respuesta de la clase política fue acumulando frustraciones hasta explotar en esta suerte de “Primavera Chilena” bajo el actual mandato de Piñera.
Hasta ahora, ninguno de los anuncios realizados por el Presidente ha logrado calmar los ánimos. Ayer en la mañana, por ejemplo, aseguró que iba aumentar el porcentaje de cotización de pensiones de 14% a 15%. Ese punto adicional, con cargo al empleador, se destinará a seguros para adultos mayores con discapacidad o no valente. Sin embargo, nada dijo sobre intervenir de alguna manera el sistema privado de pensiones.
Todo indica que cada vez que Piñera habla o propone algo, no sólo viene con un atraso de varios días, sino que además le echa más bencina al fuego. A esas alturas, tal vez hasta la salida del ministro Andrés Chadwick sea tardía.
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Sres. Periodistas.
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