Los medios de comunicación pusieron el nombre de Pablo Escobar otra vez en la agenda pública al cumplirse 25 años de su muerte, a manos de la Policía Nacional de Colombia. Con ello, al parecer, se pretendía abordar el tema desde la perspectiva de las víctimas para que las audiencias vieran al personaje en su dimensión atroz. Un propósito bien intencionado que en el afán típico de los medios se quedó corto en su objetivo de visibilizar a quienes sufrieron en carne propia las acciones dementes del llamado Patrón.
Sin embargo, esta vez el tema tiene relevancia porque justo ahora en Medellín, la ciudad que sufrió lo peor del horror infundido por el cartel narcotraficante encabezado por Escobar, se ha iniciado un proceso de construcción de Memoria sobre esas épocas difíciles y que pretende presentar una versión más completa de la historia, rindiendo homenaje a quienes enfrentaron con valor al narcoterrorismo y a todas sus víctimas.
Una iniciativa que no está libre de debate porque, entre otras cosas, plantea la demolición del edificio Mónaco, antigua residencia de Escobar que se ha constituido en sitio de visita obligada para quienes hacen Narcoturismo en la ciudad. Decisión controvertida –la del Mónaco- porque para algunos con ella se pretendería negar el pasado y ocultar hechos indecorosos para la sociedad Medellinense.
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En este punto debe precisarse que hace años que Medellín ha optado por la memoria como herramienta estratégica para el reconocimiento y la reparación simbólica de las víctimas del conflicto armado colombiano. Ello como consecuencia de una solicitud ciudadana que reclamó para las víctimas un trato equiparable al que se le concedió a los desmovilizados de los grupos paramilitares beneficiados con la Ley de Justicia y Paz creada en 2005; solicitud que el gobierno de la ciudad decidió acoger con un alto grado de sensibilidad social y convicción política.
"Se afronta una crisis de valores alimentada por la industria del entretenimiento que convirtió a Escobar y sus secuaces en íconos pop, aumentando el interés del público nacional e internacional por conocer más de la vida de estos personajes y de la tierra donde urdieron y ejecutaron sus actividades criminales".
Fue así como, primero, creó el programa de atención y reparación a víctimas y, resultado del trabajo de éste, concibió el Museo Casa de la Memoria, primera institución pública con este enfoque en el país, que opera desde 2013. En el Museo se hace memoria colectiva y participativa para dignificar a las víctimas y generar reflexiones que le permitan al público comprender el daño que el conflicto armado le ha infligido a una porción considerable de la sociedad y asumir una posición consecuente y responsable para que esos hechos cesen y no se repitan, y para propiciar condiciones de seguridad social y convivencia que faciliten la materialización de escenarios futuros más justos, con reconciliación y paz.
Es en ese mismo sentido que ahora Medellín avanza en su propósito de construir la memoria de los años más difíciles de su historia reciente y que se enmarcan en las décadas de los 70, 80 y 90, lapso en que fue denigrada con el remoquete de “la ciudad más violenta del mundo” (1991). Y es que ahora que las condiciones han cambiado y el miedo no campea en la ciudad, se afronta una crisis de valores alimentada por la industria del entretenimiento que convirtió a Escobar y sus secuaces en íconos pop, aumentando el interés del público nacional e internacional por conocer más de la vida de estos personajes y de la tierra donde urdieron y ejecutaron sus actividades criminales.
De esta forma, Medellín asume un reto sinigual de nuevo. Uno que no pretende esconder nada, porque justo en la complejidad de los años del Narcoterrorismo se fecundó la resiliencia que le ha permitido a la ciudad ser reconocida hoy como modelo en casi todos los aspectos del liderazgo social y la gestión pública; un reto que apunta a la solidaridad entre paisanos para reconocerse en los estragos que el Narcotráfico hizo y sigue ocasionándole a su sociedad, para unidos, homenajeando y abrigando a los familiares de las víctimas y a los sobrevivientes de esa Medellín ultrajada, se le envíe al mundo el mensaje de que la historia que la televisión, el cine y los libros vienen relatando está incompleta, no es cool y es injusta con la ciudad y sus residentes.
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Medellín es y ha sido siempre mucho más que narcotráfico y muchísimo más que violencia. Su historia, su realidad, está tejida por múltiples voces, miradas y experiencias que la sacaron del horror, y que hoy siguen presentes generando oportunidades y construyendo una ciudad para todos, dispuesta a ser explorada y reconocida en su diversidad y en todas sus dimensiones, inclusive por aquellos que se pierden la posibilidad de conocerla completa al ir obnubilados detrás de un mito falaz que aún le causa dolor.
*Daniel Vásquez Bustamante es líder de promoción del lazo social y alianzas del Museo Casa de la Memoria de Medellín.
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