En un libreto casi perfecto de todo lo que hay que hacer para que todo salga mal, La Moneda minimizó, criminalizó y después reprimió un movimiento iniciado por estudiantes secundarios para evadir el pago en el Metro, que después creció contagiando a decenas de miles de usuarios y que terminó en un estallido de violencia social sin precedentes desde la época de la dictadura.
Las respuestas de las autoridades anticiparon y provocaron, paso a paso, la escalada de violencia. Mientras el subsecretario del Interior Rodrigo Ubilla trataba públicamente como delincuentes y “vándalos organizados” a los jóvenes y también oficinistas, empleados y usuarios comunes del Metro, que evadían los pasajes tras el alza decretado el 6 de octubre, La Moneda optó por llenar de Carabineros las estaciones del Metro, impidiendo tanto la entrada de los usuarios como la salida de estos.
Cuando las medidas policiales no resultaron y la indignación ciudadana creció, el ministro del Interior Andrés Chadwick anunció el viernes, no sin cierto tono de arrogancia, que el gobierno iba a decretar Estado de Emergencia.
El resultado fue una noche de viernes de caos total y un sábado que, desde tempranas horas ensordeció a barrios enteros de la capital y otras ciudades del país con cacerolazos, que desembocaron en actos de violencia mayores.
¿Y cuál fue la respuesta de Sebastián Piñera? Echar pie atrás al alza de 30 pesos del metro, pero forzando un toque de queda en Santiago como no sucedía desde 1986, tras el fallido atentado contra el dictador Augusto Pinochet. O sea, una estrategia de zanahoria y garrote pésimamente diseñada.
Porque resulta que, con excepciones, el toque de queda no tuvo el efecto de amedrentar a la población. El único efecto claro es que este gobierno de Piñera, mucho más derechista que su primer período, no tiene ni idea de cómo reaccionar al malestar social.
Porque, a fin de cuentas, el alza de 30 pesos es un pelo de la cola. Lo que ha sucedido en los últimos días es algo parecido al comienzo de la llamada Primavera Árabe de 2011, que comenzó con un caso aislado en Túnez y terminó haciendo caer los gobiernos de practicamente todos los países de la región. Por eso, difícilmente la marcha atrás de La Moneda en el alza de pasajes apaciguará los ánimos. Porque el tema no son los 30 pesos, sino los 30 años, según una ilustración de Pablo de la Fuente, en Grafika DiabloRojo, en que aparece una mujer levantando una pancarta con esa lectura.
Son tres décadas en que la ciudadanía ha sido abusada y estafada por los poderosos -empresarios y políticos- a cambio de optar a tener acceso limitado a un nuevo mundo de consumo. A cambio, también, desde luego de créditos y endeudamiento.
Y es posible que ello sea la razón del actual enojo. Pero, claro, el gobierno es incapaz de entender eso.
Comentarios
Que manera de no entender
Gracias
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