La entrada del local UPA! de la Shell en la esquina de las calles Holanda con Carlos Antúnez está copada de vehículos de dos ruedas. En este último martes de enero, al menos seis motos y tres bicicletas permanecen estacionadas muy cerca de la mampara de vidrio del local de compras nocturno. Todas tienen un dueño. No hay mujeres. Solo hombres mayores de 25 años, que miran sus celulares a la espera de un pedido de Rappi.
Esta aplicación, nacida en Colombia en 2015, exportada a Brasil, Argentina, Perú, Uruguay, México, y disponible en Chile desde junio de 2018, le permite a sus usuarios hacer encargos desde distintos restaurantes y locales asociados. Al día de hoy, según la empresa, existen 1.300 aliados, y cada mes se van sumando 200 más en promedio. Dentro de las marcas más reconocidas se encuentra toda la cadena de supermercados Cencosud o Unimarc, que abren hasta las 10 de la noche.
Y están estas tiendas de comidas y bebestibles como UPA!, que no tiene horario de cierre en algunos puntos de Santiago y que, por eso mismo, trabaja codo a codo con Rappi a las once y media de la noche. Y toda la noche.
Carlos llegó hace poco de Venezuela y hace una semana es conductor de la aplicación. Está sentado afuera del local compartiendo la mesa con Rafael, otro venezolano. En total, hay cerca de ocho venezolanos esperando un pedido para ir a dejar. Hablan entre ellos. Carlos cuenta que no le gustaría trabajar en otra cosa, al menos en Chile. Dice que en una noche puede ganar unos 25.000 pesos. Mientras relata su experiencia, atraviesa la mampara de UPA! otro venezolano. Lleva dos sándwiches al vacío y cuatro kilos de hielo.
A esta hora salen ese tipo de pedidos: comida, bebidas y cigarros. El hombre guarda los productos en la cajuela naranja de Rappi en la parte trasera de su motocicleta.
El traqueteo del motor interrumpe por un rato la conversación con Carlos, hasta que el vehículo acelera y se mete rápidamente por Holanda y el sonido desaparece.
Rafael se queda sentado en la misma mesa. Rechazó el pedido que le tocaba. Era muy lejos. Dice que este miércoles 30 de enero enviará dinero a su familia en Caracas, por lo que no se puede ir todavía para la casa.
“Este trabajo es temporal, lo haré hasta diciembre. Quiero tener 6.000 dólares y me regreso a Venezuela, con mi familia. No es una millonada, pero es algo”, dice.
Carlos recibe un pedido en su celular. Termina comentando que a la semana hace unos 100 pedidos, al mes 400. Se sube a su motocicleta, se acomoda el casco en la cabeza y se marcha.
Rafael parte a los pocos segundos porque tiene que ir a entregar una cajetilla pequeña de Lucky Strike. En la mesa del frente hay otros tres repartidores venezolanos mirando sus teléfonos.
Alquilar la identidad
Rafael regresa en menos de 10 minutos, y se sienta de nuevo a conversar sobre Rappi. Dice que en los próximos días enviará dinero a su familia en Caracas. Con la llave de su motocicleta se comienza a escarbar una oreja. Luego la otra.
De repente, su celular suena de nuevo. En su pantalla la imagen es distinta a la de su rostro. La cuenta no es de él. Como llegó hace poco a Chile, no tiene un RUT, algo necesario para ser repartidor de la aplicación en la actualidad. Por eso, un amigo le prestó su identidad para trabajar. Gabriel, el venezolano más joven que se une a la conversación nocturna con este periodista, comenta que se ha hecho común que cuando un inmigrante no tiene documentos para hacerse una cuenta en Rappi, se la alquila a un tercero por un valor semanal, que puede ir entre los 20.000 hasta 30.000 pesos.
Son las 12:40 de la madrugada. Gabriel recibe un pedido, entra a UPA! a buscarlo, se sube a su moto y lanza un desafío: “Apuesto a que me demoro menos de siete minutos”.
Todos se sonríen. “A que no sabes cómo manejamos los venezolanos”, desafía, y enfila hacia la cordillera por Carlos Antúnez.
Rafael se queda sentado en la misma mesa. Rechazó el pedido que le tocaba. Era muy lejos. Dice que en los próximos días enviará dinero a su familia en Caracas, por lo que no se puede ir todavía para la casa.
No importa cuánto sea el kilometraje que deba recorrer un repartidor; en promedio, un conductor gana entre $1.400 y $2.100 por cada viaje, un costo de despacho que es cancelado por el cliente, el mismo que puede incluirle propina a su pago. Según lo que comentan los trabajadores, no es conveniente hacer tramos muy largos, pues el conductor solo se queda con lo que recibe del comprador. Rappi no se hace cargo de un porcentaje de la bencina.
Isaac Cañas es el director de Rappi Chile. Al teléfono con INTERFERENCIA, ratifica que la aplicación no paga los gastos de la movilización de los repartidores. Para efectos de seguridad, el tema es distinto. “Nosotros tenemos un seguro de silla y un seguro de responsabilidad civil, que tiene poliza, pero se ve caso a caso. Es igual que Uber”, afirma.
Respecto del alquiler de cuentas, Cañas indica que están al tanto de la situación. “Efectivamente hay vicios y vacíos que tenemos que ir siempre monitoreando, y para eso son los rankings de disciplina. Es una práctica que no está avalada por nosotros, y en el minuto que nos damos cuenta, inhabilitamos a esa persona, porque dentro de la capacitación las reglas son bien claras”.
La informalidad
Gabriel llega al estacionamiento, se saca el casco y pregunta cuánto se demoró. Fueron seis minutos. Ya va a ser la 1 de la madrugada y el movimiento de los Rappi continúa. Uno de los tantos conductores entra a UPA! con el casco acomodado en su cabeza. Busca un paquete de papas fritas, unos jugos orgánicos en oferta y es visado por una de las cajeras de la tienda, que se pasea por los pasillos con su tableta digital en la mano, aprobando todos los pedidos de la aplicación.
La mayoría de los repartidores de las aplicaciones en todo Santiago son ciudadanos venezolanos. Ellos mismos comentan que tienen identificados a los que no lo son. “Hay un chino que trabaja en Pedidos Ya”, dice Rafael. “Había un estadounidense que trabajaba en Glovo”, cuenta Gabriel, en referencia a las otras aplicaciones que tienen fines similares.
"Los rappitenderos argentinos reclamaron mediante un comunicado que estas empresas “deciden las tarifas, las comisiones y nos obligan a operaciones comerciales por las que ellos son responsables. Trabajamos sin seguro de riesgos, sin salario fijo".
De los 3.500 conductores de Rappi, un alto porcentaje se compone de inmigrantes, aunque no se maneja una cifra oficial, según Isaac Cañas. Por cierto, ante la falta de oportunidades laborales, esta plataforma se presta como un trabajo rápido y accesible, que genera un ingreso a base de una relación laboral sin contratos de por medio, y por ende, sin leyes laborales. Incluso, a fines del año pasado, en Argentina se formó una asociación de trabajadores de Rappi y otras aplicaciones parecidas.
En ese entonces, los rappitenderos argentinos reclamaron mediante un comunicado que estas empresas “deciden las tarifas, las comisiones y nos obligan a operaciones comerciales por las que ellos son responsables. Trabajamos sin seguro de riesgos, sin salario fijo. Nosotros firmamos ‘términos y condiciones’ que cambian hasta una vez por mes”.
INTERFERENCIA consultó a Isaac Cañas respecto de esta crítica sobre la precariedad de este método laboral. “Siempre hay dos caras de la moneda. Lo que nosotros hemos hecho es impulsar nuestro emprendimiento para generar un impacto social y un impacto en la calidad de vida, tanto de los usuarios como de la gente que tiene más tiempo, que está buscando un segundo ingreso para complementar renta, o directamente vivir de esto”, afirma.
Y agrega: “se ha hablado mucho de si es digno o no trabajar (en esto), yo creo que todos los trabajos son dignos. Hay mucha gente que incluso lo ve como un hobby que le trae ingresos porque hace deporte. Entonces, depende de la arista que uno lo vea. Nosotros tenemos Rappi’s que ganan más de un millón de pesos al mes, es un sueldo que sería impensado para un inmigrante. El gobierno ni siquiera se hace cargo de poder absorber toda esa inmigración. Entonces, desde nuestro punto de vista es algo muy positivo que contribuye a la sociedad y a un impacto social importante”.
A la 1:30 de la mañana los trabajadores de la aplicación se siguen paseando entre la terraza y la tienda del local UPA!. Ningún bombero que carga bencina a los autos les dice algo. No hay una interacción mayor entre ellos, se les ve acostumbrados a esa rutina.
Por cierto, el camino de Rappi en Chile recién comienza. Acorde a lo que el mismo Cañas declaró al diario Pulso el año pasado, se planea una inversión de hasta USD 40 millones este 2019. La empresa, a su vez, está avaluada en más de USD 1.000 millones.
Gabriel ya no está en UPA!. Partió en su motocicleta a socorrer a un colega que tuvo un percance a unos cuantos kilómetros. El celular de Rafael no suena hace rato. Y necesita reunir más dinero para enviar a Caracas. “Llevo 22 pedidos, pero no me voy hasta que tenga 35”, asegura.
Luego se sube a su motocicleta y parte a otra gasolinera.
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Hay otra grave arista! Así
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