Estamos donde tú estás. Síguenos en:

Facebook Youtube Twitter Spotify Instagram

Acceso suscriptores

Viernes, 19 de Abril de 2024
Ciencia y animales

Nuevo estudio indica que los gatos pueden reconocer su nombre

Ricardo Martínez

Un reciente trabajo de investigación llevado a cabo en Japón mostró que ciertos gatos domésticos reaccionaban claramente cuando eran llamados por sus nombres propios. Un hallazgo importante en el campo de la comunicación entre humanos y animales sobre el que hay que tener algo de cautela.

Admision UDEC

Se llaman Luna, Pelusa, Tom, Minina y Kitty. Estos son algunos de los nombres de gatas y gatos más utilizados por sus dueños en Chile, de acuerdo con lo informado por la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo (Subdere), cuando entró en vigencia de la Ley de Tenencia Responsable, más conocida como Ley Cholito.

Pero, cuando los dueños llaman a estos animales domésticos por aquellos nombres ¿los gatos se dan por enterados?

Hace un par de semanas, un grupo de investigación comandado por Atsuko Saito, de la Universidad Sophia, en Tokio, publicó los hallazgos de un estudio con gatos respecto del procesamiento de los mininos de sus nombres propios. El grupo solicitó a los dueños de once gatos que repitieran cuatro palabras con la misma longitud y acento que los nombres de las mascotas (como Titty, Fitty, Plitty o Ritty), para luego llamarlos por sus nombres reales (“Kitty”).

La conclusión a la que llegó el equipo de Saito es que los gatos pueden distinguir los sonidos de sus nombres de otras palabras.

Nueve de los gatos gradualmente se volvieron menos sensibles a las cuatro palabras que no eran sus nombres, pero mostraron sumo interés cuando sus nombres eran pronunciados, moviendo sus cabezas y cuerpos. Los científicos luego repitieron la prueba con veinte gatos y personas desconocidas para ellos, y encontraron que trece respondían a sus nombres. La conclusión a la que llegó el equipo de Saito es que los gatos pueden distinguir los sonidos de sus nombres de otras palabras.

Comunicándonos con los animales

La comunicación con animales es un tema que se desarrolló sobre todo por los etólogos y cientistas cognitivos intensamente desde mediados del siglo XX. La idea de base tras estas indagaciones busca entender si otras especies aparte de la humana pueden disponer de lenguaje o, al menos, aprenderlo.

Los primeros candidatos para estas investigaciones fueron, evidentemente, nuestros parientes más cercanos en el reino animal, los llamados grandes simios: chimpancés, orangutanes, gorilas y bonobos.

Dos investigaciones señeras en este sentido fueron las desarrolladas por Gardner & Gardner, en 1969 con una chimpancé llamada Washoe y Premack en 1971, con otra chimpancé llamada Sarah. Estos equipos publicaron sendos trabajos acerca de los extraordinarios resultados que habían tenido con ellas enseñándoles, uno, el lenguaje de señas que utilizan las comunidades sordas en los Estados Unidos (ASL, American Sign Language), y el otro, sobre la base de una serie de placas dibujadas con signos abstractos.

En la década que siguió aparecieron muchas otras investigaciones con grandes simios, y surgieron nombres de ejemplares sumamente hábiles en comunicarse por estos medios, como Nim-Chimsky, Koko o Kanzi.

Otras especies que han sido permanentemente objeto de estudios de comunicación son los loros, debido a que disponen de un aparato fonatorio que es capaz de simular de manera muy próxima las vocalizaciones humanas.

Sin embargo, para inicios de los ‘90, la perspectiva cambió, en gran parte debido a los mismos hallazgos. Por ejemplo, Francesco D’Introno, en una introducción a la gramática de 2001, indicaba que estas iniciativas resultaban poco naturales porque de algún modo los ejemplares eran adiestrados para llevar a cabo la comunicación y ello no ocurría de modo natural.

Otras especies que han sido permanentemente objeto de estudios de comunicación son los loros, debido a que disponen de un aparato fonatorio que es capaz de simular de manera muy próxima las vocalizaciones humanas (cosa que no pueden hacer, por ejemplo, los gorilas). Se ha documentado que algunos loros pueden vocalizar y, lo que es más importante, aplicar, un centenar de palabras.

¿Y los perros?

En un libro publicado en 2007 por la Oxford University Press (Dog behaviour, evolution, and cognition; Comportamiento, evolución y cognición del perro), Ádam Miklósi sostenía que debido a la permanente interacción de los perros domésticos con los seres humanos que tiene una data de varios miles de años, los canes habían logrado desarrollar modos de comunicación muy especializados con sus amos. De hecho, se puede documentar que un perro doméstico llega a procesar hasta unas doscientas palabras, aunque no sean capaces de proferir ninguna.

Uno de los problemas conceptuales más difíciles de abordar en este entendido es algo que se enseña en la primera clase de lingüística (la disciplina académica o ciencia que estudia el lenguaje), la diferencia entre los sonidos de las palabras (significantes) y lo que esas palabras comunican (significado). Es muy peliagudo poder determinar con absoluta convicción que un animal que interactúa con seres humanos es capaz de albergar en su mente un significado, y siempre puede ser posible que solo sean capaces de procesar el sonido, pero no los conceptos asociados a dicho sonido.

Así que, cuando Kitty levanta sus orejas al escuchar su nombre, esto no asegura para nada que Kitty entienda que la estamos llamando. De hecho, Saito y sus colegas indican que lo más probable es que los felinos asocien sus nombres con recompensas como comida o caricias, y es posible que no entiendan la idea de que los nombres les son asignados a ellos.

En este artículo

Personas:
Organizaciones:


Los Más

Ya que estás aquí, te queremos invitar a ser parte de Interferencia. Suscríbete. Gracias a lectores como tú, financiamos un periodismo libre e independiente. Te quedan artículos gratuitos este mes.

En este artículo

Personas:
Organizaciones:


Los Más

Comentarios

Comentarios

Añadir nuevo comentario