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Jueves, 18 de Abril de 2024
INTERFERENCIA en Venezuela

Por qué Nicolás Maduro se mantiene en el poder (por ahora)

Andrés Almeida (Desde Caracas)

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Interferencia
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La crisis venezolana es más compleja de lo que muestra la prensa internacional. Pero si la situación económica no cambia pronto -lo que es muy difícil que suceda- será complicado para el chavismo contar con la lealtad del pueblo que ha apoyado la revolución bolivariana.

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Manuel es un ingeniero forestal de unos 70 años que hojea libros usados en el Bulevar de Sabana Grande, donde se han instalado tres carpas de toldos rojos, con libros a precios irrisorios… si se llevan a dólares.

Ahí a este hombre se le consultó sobre sus recuerdos de otro momento histórico y crítico de Venezuela: el Caracazo de 1989, en el que el pueblo de la capital venezolana bajó de los cerros para tomarse la ciudad en un estallido de violencia espontánea que duró varios días, que dejó centenares de muertos y unos tres mil desaparecidos, y que estuvo motivado por el encarecimiento del costo de vida a propósito de las reformas económicas de Carlos Andrés Pérez, quien había sido electo presidente en 1988. 

El Caracazo fue el punto de partida de los eventos que acabaron con la clase política tradicional que gobernaba Venezuela hasta entonces. El gran coletazo de ese movimiento fue la llegada al poder de Hugo Chávez.

“No va a ser igual ahora que durante el Caracazo”, dice Manuel, quien pidió no ser identificado. 

-¿Por qué?

- No sé. 

-¿Alguna hipótesis tendrá respecto a por qué no va rebelarse el pueblo ahora?

-Yo soy un hombre racional, tengo un posgrado en Estados Unidos, y no veo cómo es que no se rebelan, y no lo van a hacer. ¿Adhesión al socialismo? No creo, esto es un desastre para todos. Y como soy racional no quiero creer en lo que se dice. 

-¿Qué se dice?

-Y lo que se dice es que Chávez en Miraflores mataba animales, como hacen en Haití, y me parece que Maduro también lo hace, ahí no sé  – dice fijando su intensa mirada de ojos azules.  

¿Si todo es un desastre desde hace tiempo, por qué el pueblo no se ha rebelado ya de una buena vez?

La anécdota no solo revela cómo el cuerpo de creencias populares penetra a las llamadas burguesías, o el temor de los hombres blancos a los hombres negros. También muestra que hay una pregunta que todos los detractores al régimen que encabeza Nicolás Maduro no son capaces de responder sino es con magia negra ¿Si todo es un desastre desde hace tiempo, por qué el pueblo no se ha rebelado ya de una buena vez?

Tal vez el pueblo lo haga este 23 de febrero, fecha signada por la oposición para la entrada de la ayuda humanitaria estadounidense, la que para ingresar y ser distribuida requiere de las fuerzas armadas de Venezuela y por lo tanto de la desobediencia a las órdenes del presidente Nicolás Maduro, lo que le implicaría casi directamente ser derrocado. Sería, además, 30 años después del Caracazo.

Sin embargo, vistas las cosas desde el terreno, esto se ve difícil que pase por lo pronto.

Primero, porque el chavismo se observa bastante más parapetado de lo que sugiere la prensa internacional. 

La militancia del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y los miembros de las Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) que conocimos en esta cobertura muestran una fuerte seguridad en sus palabras respecto a la cohesión del chavismo. También la propaganda gubernamental muestra eso en los medios de comunicación: un chavismo a la defensiva, pero que está lejos de ser callado o asustado.

Ciertamente esta impresión puede ser producto de la casuística y de los efectos de la propaganda, y puede haber contradicciones en el fuero interno, decepción, malestar, temor y hasta tal vez ganas de abandonar el buque, lo que no se alcanza a percibir estando allá por unos breves días. De hecho, se sabe que esas inquietudes existen, lo que no se puede saber es el nivel de profundidad.

Pero más allá de esas preguntas, hay elementos objetivos que respaldan la idea de un chavismo mejor parapetado de lo que parece. Hay números macro.

Los militantes del PSUV son 6,3 millones y la FANB cuentan con 375.000 miembros. 

El PSUV tiene 6,3 millones de militantes. Es decir, casi el 20% de la población. Además, las FANB cuentan con 375.000 miembros (los cuales no pueden a la vez ser militantes del PSUV, pero sus familias sí), quienes tienen el mandato institucional de no aislarse del resto de la sociedad, por lo que forman parte del tejido social venezolano más allá de los cuarteles. 

Y así es que en los últimos años el régimen chavista ha establecido una fuerte política de vivienda que le ha permitido entregar en torno a 3 millones de viviendas desde 2011, según cifras oficiales, con la esperanza de ampliar su base social, mezclando la militancia, los militares y el resto de los ciudadanos. Esto, sin contar con el empleo que absorbe dicha política, que cuenta, además, con respaldo financiero ruso y chino.

El chavismo confía en algo que llaman la unión cívico-militar

A todos estos elementos el chavismo lo llama la unión cívico-militar, y lo pudimos observar en terreno en el llamado Fuerte Tiuna, un complejo habitacional, en el que convive lo que otros han llamado la boliburguesía. En lo que fue un fuerte militar, hoy conviven personas de las clases medias: profesionales, burócratas y militares, a quienes las autoridades aseguran que no se pregunta la militancia para acceder al subsidio y a la propiedad plena en 30 años. 

Ahí pareciera que triunfó el socialismo bolivariano: los departamentos son espaciosos, hay seguridad pues es un recinto cerrado y vigilado, los centros CLAP (el sistema gubernamental de repartición) están llenos de productos importados a precios muy baratos, se ven jóvenes jugando básquetbol, y mujeres en uniforme militar llevando niños de la mano a los simoncitos, que son guarderías gratuitas. Es un espejismo, pues no se puede generalizar hacia el resto de la sociedad venezolana, pese a que las autoridades aseguran que proyectos así se multiplican por todo Venezuela y en sectores populares también. Pero es un espejismo en el que viven muchos.

En síntesis, se trata de una masa ingente de personas que tienen mucho que perder y están altamente politizados y movilizados, tienen capacidad de extender redes clientelares hacia otros segmentos de la sociedad venezolana. Y si bien hoy con toda seguridad no componen una mayoría electoral y hay vacilaciones en su interior, han sido la base para ganar 23 de 25 elecciones desde que fue electo por primera vez Hugo Chávez en 1999, y están conscientes que la derrota de Maduro, es su derrota. 

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Los juegos del hambre

La segunda razón por la que es difícil la revuelta popular es porque el hambre y la carestía no parecen estar en los niveles de desesperación que se muestran a propósito de la urgencia de la ayuda humanitaria.

En esto hay que ser muy cuidadoso. Todas las escenas que se muestran en televisión son ciertas. Hay gente comiendo de la basura y hasta han echado mano a perros y gatos callejeros. Hay hambre sin lugar a dudas y es creciente. Y cada vez además adquiere un tinte político.

En Venezuela están subalimentados 3,7 millones de personas, lo que equivale al 11% de la población, pero no es el país que tiene peores cifras.

Según el último reporte de la FAO de 2018, Venezuela pasó de tener 3,1 millones de personas subalimentadas entre 2014 y 2016, a tener 3,7 millones entre 2015 y 2017. Esto es 11,7% de la población.

Sin embargo, no son los porcentajes más altos de la región. Bolivia, El Salvador, Guatemala, Haití y Nicaragua están peor. En términos de cantidad bruta de personas en ese estado, tampoco Venezuela es el número uno: lo supera México con 4,8 millones de personas subalimentadas. Es número dos, eso sí, con 3,7, pero no tan lejos de Colombia con 3,2 millones o Perú, con 2,8 millones. 

Además, no es el momento de mayor subalimentación de Venezuela. Desde que esto lo mide la FAO en la región, el peor momento venezolano fue en el bienio 2000 – 2002, afectando a 16,3% de la población de entonces, equivalente a 4,1 millones, y seguramente esto era peor antes cuando no se medía así por la FAO. Los datos mencionados corresponden al principio del gobierno de Chávez, que es cuando empezó a bajar sostenidamente hasta 2013-  2015, que empezó a aumentar.

Tal vez el hambre en Venezuela sea más intenso, pues el criterio de subalimentación permite distintos grados. También la carestía afecta no solo a quienes no pueden tener tres comidas diarias, por lo que el general de los venezolanos se alimenta peor, de capitán a paje. Además hay carencias de medicinas básicas, como las contra la hipertensión o el VIH o la diabetes. 

La carestía es inmensa y se nota a cada paso y afecta a todos.

Ahora, paradojalmente, la emigración que se calcula en 3 millones de venezolanos que han abandonado el país por esta situación, representa un alivio, pues son menos personas en estado de necesidad, quienes además envían divisas al país.

Con todo, hay una carestía inmensa y se nota a cada paso y afecta a todos. Y es creciente.

Todo eso, más el momento político, puede ser de una excepcionalidad tal que lleve a Venezuela al levantamiento social, que es clave para la caída eventual de Maduro. No se puede descartar. Pero no coincide con lo que se ve  simple vista en las calles de Caracas.

Dentro de todo, la capital venezolana lleva una vida normal, al menos todo lo normal que puede ser una ciudad asediada por la delincuencia común y por la ineficiencia económica, que hace que todo funcione mal. Eso es así, pero ha sido así durante mucho tiempo. El comercio abre, los museos también, hay gente en las calles, automóviles, los niños van a la escuela, hasta hay un poco de vida nocturna. 

Dicho de otro modo. Las calles de Caracas no son una escena de Mad Max, con bandas armadas impunes andando en moto, ni hay legiones de mendigos por doquier.

Tal vez la procesión va por dentro y los pueblos suelen hablar en la hora nona, cuando se consuman los grandes hechos, pero a la mayoría de los caraqueños de a pie a quienes se les ha preguntado por la posibilidad de una revuelta popular con el mar de fondo de la actual crisis política y la carestía económica, no lo ven. No ahora. 

Por supuesto esa no es una medida científica, pero es un pálpito. 

Eso no quiere decir que no haya descontento con el gobierno en los niveles populares. Lo hay. Y mucho. Y creciente. En la oposición es claro y evidente, pero en la base electoral chavista no militante, también existe y no se oculta. Entre ellos, algunos culpan a directamente a Nicolás Maduro (no es Chávez). Otros a los colaboradores de Maduro, que no han hecho las cosas bien o que son corruptos.

Xiomara es una mujer de unos 60 años que trabaja en una empresa de servicio de limpieza y no cree que los venezolanos pobres vayan a volcarse contra el gobierno pues “aprendimos que los platos rotos los pagamos los de a pie”, pese a que le da rabia la corrupción gubernamental; “gente que no tenía nada como nosotros y que ahora se han hecho ricos”, dice. 

El descontento no se ha trasvasijado en un apoyo tan claro a la oposición.

Sin embargo, el descontento, hasta ahora, tampoco se ha trasvasijado en un apoyo tan claro a la oposición. El artículo de INTERFERENCIA en que se muestra una huelga chavista de obreros petroleros que buscan hablar con Maduro vestidos con sombreros con la “M” de su campaña, es sintomático. Estos trabajadores no pretenden cambiar de caballo, probablemente porque ven que en el que están montados no está tan débil. 

Y también es porque muy probablemente detrás de todo el conflicto político venezolano haya una factor importante de clases sociales. Y la clase trabajadora está culturalmente con Chávez y por transitividad con Maduro. Al menos es poco permeable al discurso de la oposición, que se asocia a los sectores medios y altos. Blancos.

Y es que un elemento indispensable del análisis pasa por que aparejado a la impopularidad del gobierno, viene la impopularidad de la política en su conjunto. Y los escuálidos como los chavistas llaman despectivamente a los opositores, no gozan de prestigio en la base electoral del chavismo. Al menos este no crece en la medida en que decrece el del oficialismo, probablemente porque la oposición ha estado históricamente dividida y no tiene un proyecto compartido para el día de después.

Otro elemento que muestra que no vendrá un colapso social -que es condición sine qua non para un derrocamiento que busca hacer que las fuerzas armadas se pongan del lado del pueblo y abandonen a Maduro- es que el discurso gubernamental goza de algún nivel de credibilidad en su base electoral. 

Estos venezolanos oyen al gobierno cuando dice que la situación económica es porque Venezuela tiene bloqueado los pagos de las importaciones de bienes de primera necesidad para justificar la ayuda humanitaria, y no porque no haya dinero para ello. No es tan fácil de explicar por qué no recibir la ayuda humanitaria de todos modos, si hay tanta necesidad. Pero, al menos el argumento ofrecido es claro: eso implica un acto de agresión e intervención contra el gobierno y no resuelve los problemas de Venezuela, pues no es en un volumen suficiente. Además, han hecho rodar la fake news de que esa comida viene descompuesta, y las fake news funcionan. 

El proceso, de hecho es un concepto potente y ampliamente usado que liga a Maduro con Chávez. Y Chávez en Venezuela no se toca.

“Estoy con el proceso”, dice el chofer de un taxi. El proceso, de hecho es un concepto potente y ampliamente usado que liga a Maduro con Chávez. Y Chávez en Venezuela no se toca.

En la marcha opositora no hubo prácticamente ninguna alusión contra el primer líder de el proceso. Es más, los partidarios de Juan Guaidó, con la esperanza de arrebatar apoyo popular a Maduro, han destacado que ambos líderes nacieron el mismo día: 2 de febrero, con la esperanza de captar chavismo desencantado (que lo hay).

A diferencia de los movimientos emancipadores de los socialismos reales, que cargó contra su iconografía, acá nadie las ha emprendido en contra del comandante como todavía lo llaman en sectores populares.

El 23 de febrero el futuro de Venezuela se jugará en la pequeña localidad venezolana de Tienditas, a minutos de la ciudad colombiana de Cúcuta que tiene el grueso de la ayuda humanitaria estadounidense. Ahí la oposición dice que la hará pasar sí o sí, y con eso esperan precipitar el derrocamiento de Maduro, pues eso supondrá que las fuerzas armadas no se pondrán en contra del pueblo hambriento reunido en la localidad que clama por la ayuda humanitaria (la apuesta opositora es 250.000 personas movilizadas).

Ese día, sin embargo, es probable que el bajo pueblo venezolano más bien tome palco frente a los acontecimientos que se preveen históricos.

Como sean las cosas, está por verse. 

La siguiente batalla del gobierno es acabar con la carestía y recuperar económicamente al país, pero no se ve por dónde.

Sin embargo, y aun puestos en el escenario en que el 23- F es un anticlimax opositor, de todos modos es fácil pensar que las cosas empeorarán para el gobierno, incluso dando por descartada la posibilidad de una intervención militar extranjera o de una guerra civil. 

Sin ponernos en esos escenarios, en los cuales los venezolanos no se ponen seriamente todavía, las sanciones internacionales tendrán su efecto, y las razones del deterioro esgrimidas por el régimen cada vez sonarán más a excusas.

Y así se pasará a la siguiente batalla, la que Maduro tiene mucho más chance de perder, que es lograr sortear la carestía y empezar a levantar económicamente un país derechamente lamentable en este aspecto.

Acostumbrado por años a una renta petrolera que reblandeció la musculatura productiva y produjo el caldo de cultivo de la corrupción, y, además, estrangulado por el sistema financiero internacional que le impide hacer grandes importaciones de los bienes de primera necesidad, a la larga el régimen puede pasar desde el auténtico desastre económico que es hoy al completo colapso en todos sus ámbitos, incluidos el político y social, que es lo que aparenta ser hoy sin serlo del todo, en -digamos a ojo de buen cubero- un año.

Un plazo razonable para buscar una alternativa negociada, en un panorama en que no parece que habrá ganadores en juegos de suma cero.

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Excelente análisis! Serio, objetivo y muy acertado.

Estas cifras claramente te las dio el gobierno. Solo leí hasta la mitad y me bastó para notar la completa irracionalidad que posees para escribirlo. Yo, personalmente, trabajé para el Metro de Maracaibo desde el 2011, quien para el 2015 tenía una meta asignada para la construcción de 1.800 viviendas y con suerte lograron terminar 200, en completo mal estado. Yo venezolana, lo sé. Tu, allí, en una semana de estadía, paseado por el gobierno y por supuesto PAGADO por el gobierno no tendrás JAMÁS las cifras exactas de nada. Por qué piensas que te darían los números reales? Esto no es un artículo objetivo. Para mí, para mis compatriotas en el exilio y para todo aquel que posea dos dedos de frente lo sabrán. Es una completa ridiculez lo que escribes. Y solo para aclarar, el gobierno se mantiene por varios factores que han sabido meter a la mala. Pero no se lo preguntaste a los detractores del gobierno porque no te interesaban las respuestas. Te dejo una pista: la mafia y el poder desmedido de los militares y el control sobre los alimentos y medicinas. Investiga bien como el supuesto periodista que eres.

Me parece extraño que varias personas han dejado comentarios sobre esta nota y no esté publicada ninguna

se agradece el artículo. para quienes vemos la actualncoyuntura venezolana desde lejos, nos es arduo integrar y jerarquizar multiplicidad de fuentes, noticias, sucesos, contextos. se agradece en especial, escribir de primera mano, y separar los principales factores, reseñandoncada uno de ellos. el título es precisa la respuesta que nos hacemos de forma cotidiana, y cuya respuesta nuestros amigos y conocidos venezolanos no pueden responder.

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