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Sábado, 20 de Abril de 2024
[Sábados de streaming]

Series de TV – El tren subterráneo: La belleza y el terror

Juan Pablo Vilches

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Cora, la protagonista
Cora, la protagonista

La metáfora del tren que ayudaba a escapar a los esclavos es usada literalmente en esta serie para referirse a la situación actual de los afroamericanos y el racismo, 150 años después de su emancipación, lo cual calza con el género del terror.

Admision UDEC

En 2016, el ya respetado novelista afroamericano Colson Whitehead publicó su sexta novela, The Underground Rail Road  (El tren subterráneo), por la que recibió el National Book Award y el Pulitzer –en la categoría ficción de ambos premios–, además de figurar en las listas de recomendaciones de gente como Oprah Winfrey y Barack Obama.

Es decir, el libro recibió el trato que se la da a un clásico instantáneo y, como tal, era cosa de tiempo para que alguien lo llevara al streaming.

Y esta vez fue Prime Video, con la producción ejecutiva de, entre otros, Brad Pitt y el propio Colson Whitehead, teniendo a Barry Jenkins como creador de la serie y director de todos los capítulos. Jenkins, también afroamericano, obtuvo las espaldas para lanzar un proyecto de esta magnitud por haber dirigido Moonlight (2016), un drama con temática LGTB que deslumbró por su preciosismo visual puesto al servicio de una historia de lazos truncados y  emociones mal expresadas, que ganó el Oscar a la mejor película. 

Y también está la música, cuerdas disonantes y punzantes, semejante a la que se utiliza en las películas de terror; porque en aquel entonces ser negro en Estados Unidos significaba ser la víctima de una historia de terror.

Sin embargo, y en honor a la verdad, la trama y los conflictos narrados en Moonlight no tenían la densidad ni la profundidad para hacerle justicia a la magnífica puesta en escena. Dicho en simple, se trataba de un envoltorio centelleante para un contenido insípido. Afortunadamente, con El tren subterráneo no pasa lo mismo.

La serie comienza en una plantación de algodón, en Georgia, antes de la Guerra de Secesión. Cora (Thuso Mbedu) y Caesar (Aaron Pierre) conversan al lado de un árbol mientras son bañados por los rayos del sol. Esta escena es un buen síntoma de lo que la serie ofrecerá a lo largo de sus diez episodios: diálogos breves –los mínimos posibles– y una puesta en escena preciosista que hace más vívido el infierno (y la secuencia de estos) en que viven sus esclavizados protagonistas.

Y también está la música, cuerdas disonantes y punzantes, semejante a la que se utiliza en las películas de terror; porque en aquel entonces ser negro en Estados Unidos significaba ser la víctima de una historia de terror.

Y en el primer capítulo, la historia de terror deviene en steam fiction (la novela también ganó el premio Arthur C. Clarke, dedicado a la ciencia ficción), cuando Cora y Caesar logran escapar de la plantación en Georgia y llegan a una cabaña, donde acceden al tren subterráneo.

Históricamente hablando, el “tren subterráneo” era el nombre metafórico que se le daba a la red de abolicionistas que disponían de casas de seguridad para acoger a los esclavos fugados y ayudarles a llegar al norte del país para ser libres. Por el contrario, tanto Whitehead como Jenkins, cuentan la historia como si efectivamente hubiera un tren atravesando Estados Unidos bajo tierra, llevando a los fugados hacia donde quieran.

La extrañeza de un viaje en tren que sabemos imposible despierta la sospecha de que esta fuga no es solo un desplazamiento espacial, sino también temporal. Si bien los personajes se suben en Georgia y se bajan en Carolina del Sur con una diferencia de tiempo propia de un viaje en tren; el viaje mismo puede entenderse como una forma lateral de aludir a la emancipación que ocurrió tras la Guerra de Secesión, y que todo lo que está por venir es el espejo del presente, de la experiencia de los afroamericanos hoy.

Si bien los personajes se suben en Georgia y se bajan en Carolina del Sur con una diferencia de tiempo propia de un viaje en tren; el viaje mismo puede entenderse como una forma lateral de aludir a la emancipación que ocurrió tras la Guerra de Secesión, y que todo lo que está por venir es el espejo del presente.

De hecho, cada capítulo –salvo dos interludios y el capítulo final– tiene el nombre de un lugar, o más precisamente de un Estado de los Estados Unidos de América, para pintar la variedad de experiencias y entornos que han debido soportar los afroamericanos en el país.

Por ejemplo, Carolina del Sur (episodio 2) muestra un experimento social donde Cora y Caesar viven la ilusión, finalmente insostenible, de la vida pequeñoburguesa. Carolina del Norte, en cambio, perfila una comunidad cerrada donde los afroamericanos son asesinados por el hecho de estar ahí. Tennessee es un páramo maldito donde Cora encuentra a un compañero de infortunio, pionero inconsciente de la desobediencia civil; mientras que en Indiana, la protagonista se halla en una comunidad de afroamericanos libres, un edén que sin embargo está manchado por la suspicacia, la ambición y la falta de solidaridad de algunos que temen perder lo que ya tienen. 

Cada Estado es también la expresión de una comunidad, con sus líderes y sus leyes propias, convirtiendo a la serie en el desfile de Cora por una variedad de sectas que la hostilizan de una u otra manera, donde su reacción va desde la incomodidad perpetua hasta el horror más intenso. Y la actuación de Thuso Mbedu está puesta al servicio de registrar todo ello sobre un rostro inicial y aparentemente inexpresivo.

No hemos mencionado que Cora tiene un némesis y perseguidor, el caza-esclavos Ridgeway (Joel Edgerton), y su astuto asistente Homer (Chase Dillon), un niño negro que ni siquiera es consciente del monstruoso auto-odio con que fue educado. 

Hitchcock decía que mientras mejor el “malo”, mejor la película; y es cierto. Y es tan cierto, que Jenkins fue más lejos que el libro y se arriesgó a perfilar a Ridgeway para hablar del racismo actual que sufren los afroamericanos, uno que no viene del mero prejuicio ni del sentido común heredado de los racistas, sino de una “apostasía”, de una conciencia torva del mal que albergan e infligen, y al que no se atreven a renunciar pese a tener ante sus ojos una respuesta y una alternativa mejor. 

El tormento de Cora y la mala conciencia de Ridgeway se encuentran y reencuentran a lo largo de la serie, como una pareja de amantes, solo que estos dos están unidos por algo más profundo y primario que el odio, algo para lo cual no hay reconciliación posible porque no hay nada que conciliar. 

La puesta en escena, con fotografía deslumbrante y movimientos de cámara lentos e hipnóticos (a lo Terrence Malick), sugiere una vida interior rica pero inexpresada, de Cora, Caesar y hasta Ridgeway, que a la vez contrasta con escenas de brutalidad que aparecen regularmente en el desarrollo de la historia.

El conjunto es más alegórico que histórico, por lo que el final abierto de esta serie –por esperanzador que parezca– no está puesto para generar incertidumbre, sino para que estemos seguros de que la continuación la conocemos y la vemos desenvolverse todos los días ante nuestros ojos. 

Acerca de...

Título: El tren subterráneo

Exhibición: Una temporada con diez episodios (2021)

Creada por: Barry Jenkins

Exhibida originalmente por: Prime Video

Se puede ver en: Prime Video

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Comentarios

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Buen comentario de la serie. Prime Video tiene buenas series, de buena producción y bien realizadas. Una que ví hace poco de género Terror que es sobre lo que tiene que sufrir una familia de afroamericanos provenientes de Carolina del Sur (o del Norte?) cuando llegan a un barrio blanco en California. Se llama "Ellos" o "Them". Muy recomendable. Saludos

me faltó decir, ambientada en los 1950s en EE.UU.

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