Cuando se celebró el primer Super Bowl de la historia en 1967 en Los Angeles, asistieron 61.946 personas al evento. Nunca la asistencia descendió de aquella cifra, y en algunas ocasiones, cuando dicho juego se celebraba en los estadios más multitudinarios, se superó la barrera de los cien mil espectadores en vivo.
Este 2021, al jugarse el Supertazón número 55 (LV en números romanos, que es el estándar para dicha numeración) solo accederán a las aposentadurías menos de veinticinco mil fans. Menos de la mitad de la capacidad del Raymond James Stadium en Tampa, Florida, donde por primera vez en la era moderna del fútbol americano, chocará el equipo local, los Tampa Bay Buccaneers, comandados por el legendario Tom Brady (43 años, en su décima aparición en esta instancia, con ya seis anillos), en este caso con los Kansas City Chiefs, al mando del príncipe heredero, Patrick Mahomes (25 años, en su segunda aparición consecutiva, luego de que en la primera, el año pasado obtuviera su primer anillo): una cita planetaria que deberá saber imponer sus términos en el contexto de la pandemia sobre todo en cuanto a su transmisión televisiva. A continuación algunas claves para orientarse en el que quizá sea el más estadounidense de los espectáculos masivos.
Un show de mediotiempo de bajo kilotaje
Aunque el show de mediotiempo es el momento más esperado por la audiencia televisiva planetaria que muchas veces no tiene idea de yardaje, pañuelos amarillos, mariscales de campo o “la jugada de dos puntos”, todas ellas rarezas del juego de la pelota ovoide, este año puede que el mismo resulte un fiasco.
Sí, porque desde que, primero Don Mischer y posteriormente Ricky Kirshner tomaron el control de la producción del espectáculo que se realiza en muy pocos minutos durante el hiato entre el segundo y el tercer cuarto en la final del fútbol americano estadounidense, se han sucedido momentos memorables, como el quizá más recordado de Prince tocando “Purple Rain” bajo la lluvia, o el árbitro levantando una bandera a Bruce Springsteen como un aviso de que estaba retrasando el juego, amén de Slash acompañando a los Black Eyed Peas o el tropezón de Beyoncé o los escualos bailarines de Katy Perry.
Si se revisan con detalle los lineamientos de estos espectáculos a lo largo de las últimas tres décadas, es notorio que las estrellas que disponen de un calado más al estilo del Salón de la Fama del Rock, como los mismos Prince o Bruce Springsteen, o The Who o The Rolling Stones, pueden montar, aunque sea en el modo acelerado de un cuarto de hora, un show en toda regla solo sobre sus hombros de leyendas. En cambio, cuando las o los artistas que se suben al escenario -armado a la velocidad de la luz cuando los jugadores abandonan el campo de juego rumbo a los vestuarios- son de menos wattaje, a menudo deben ir en “combos”, como Jennifer Lopez + Shakira + Bad Bunny + J Balvin + Emme Muñiz el año pasado, o Coldplay + Mark Ronson + Bruno Mars + Beyoncé en 2016.
Así, la presencia de la superestrella The Weeknd esta noche, es muy probable que se encuentre parchada por otras presencias que se subirían al escenario, entre las que se podría contar, de acuerdo con los rumores de pasillo, Rosalía. En este sentido, cuando se han visto muchos de estos espectáculos de Half Time se llega a pensar que se trata de algo que más se asemeja a la coreografía de la alianza roja en la semana del colegio (aunque con esteroides) que a un show global en régimen. De todos modos, la experiencia acumulada de transmisiones planetarias ya no solo por TV, sino que por otras plataformas de streaming como YouTube, y donde no se puede no mencionar al show de Arcade Fire dirigido por Terry Gilliam en 2010, asegura quizá más parafernalia que otra cosa.
La huida de los auspiciadores
Dada la naturaleza del timing o pace del juego del fútbol americano, siempre hay muchas pausas en este tipo de eventos, las que dan paso a tandas comerciales en medio de las cuales muchas veces se han presentado no solo los comerciales más sorprendentes de la historia, sino que muchas veces réclames que dan con el espíritu de los tiempos y las nuevas tendencias, desde el de Apple en 1984 que hacía referencia a IBM como el Gran Hermano, justamente de la novela “1984”, hasta el rememorado “Parisian Love” en que Google mostraba cómo se había vuelto él -y la Internet en general- parte de la vida, pasando por las ranas de Budweiser o el de Coca-Cola en que un niño ayuda a Joe Greene.
Este año muchos de los auspiciadores tradicionales de la cita final de la NFL se han restado de esta tradición, a menudo derivando los fondos del pago de los treinta segundos más caros en televisión, a obras sociales.
Del mismo modo, ha habido una tendencia a hacer un spoiler completo de los réclames, como el de David Fincher para el gigante cervecero Anheuser-Busch (con una música de Atticus Ross que redunda casi en exceso en el tropo que instaló Requiem for a Dream de esa construcción de desarrollo lento y épico y que siempre logra, de todos modos, erizar los pelos) que ya circula por las redes quitándole sorpresa a su presentación en las tandas de hoy.
El GOAF y el Príncipe Heredero por el MVP
Como se comentaba en un artículo de INTERFERENCIA para el Supertazón de hace un par de años, las carreras de los quarterbacks (QB, mariscales de campo) se han ido extendiendo en años y Tom Brady, esta vez al mando de Tampa Bay, ya supera la cuarentena. Ello ha hecho que haya habido toda una generación de candidatos a QB que no pudieron tener su era de gloria, como una especie de tapón o cuello de botella para la liga. Patrick Mahomes, que ya ganó el anillo el año pasado, va a tratar de cambiar esa tendencia y de este modo se tendrá que habrá un elemento crucial que se definirá esta tarde: ¿es Brady el mejor de todos los tiempos (Greatest of All Time -GOAF-) o es Mahomes el Príncipe Heredero que iniciará otra larga dinastía ahora a inicios de los 2020s?
Todas estas cosas están en juego hoy, pero, por sobre todo lo está si este espectáculo logra el impacto que prácticamente se exige a la televisión masiva de los años de la pandemia: ser un oasis en medio de la incertidumbre.
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