La ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, no alcanzó a tener un mes tranquila desde que asumió y ya atraviesa su primera crisis. El 21 de agosto pasado se detectó una intoxicación masiva de habitantes de Quintero y Puchuncaví, con dolores de cabeza y náuseas. Desde entonces, esos dolores de cabeza son parte de la vida diaria de la ministra y de todo el gobierno, el que no ha dado respuestas satisfactorias a tres grandes preguntas.
1. ¿Por qué Schmidt al inicio cargó la responsabilidad en ENAP, incluso paralizando su faena, en circunstancias en que la zona hay al menos 15 operaciones productivas con potencial contaminante?
Más allá de que no es habitual que en una crisis un gobierno cargue contra una empresa de la que es responsable, llama la atención lo lento en que se abrió a aceptar que ENAP puede no estar implicada. Recién este domingo 9 de septiembre, Schmidt reconoció en Canal 13 que tal vez otras empresas pudieron ser las responsables.
Este comportamiento, inusual para un ministro, llevó a los periodistas a buscar posibles conflictos de intereses. El Mostrador descubrió que Gonzalo Molina, marido de Schmidt, fue socio durante varios años de Fernando Barros, el presidente actual del directorio de Oxiquim, que también tiene presencia en la zona y a la que la Seremi de Salud le abrió dos sumarios, solo en los últimos días, uno de ellos por no mandar a trabajadores intoxicados a un centro asistencial.
Si bien todavía no hay antecedentes que descarten a ENAP o responsabilicen a Oxiquim, lo cierto es que la primera empresa tuvo que suspender operaciones, y la segunda no.
2. ¿Por qué se suspendieron las clases y no se paralizó la actividad industrial de las empresas?
Más de 350 personas se han afectado por la contaminación del aire, y aunque no ha habido episodios fatales, la duda que se instala es por qué no priorizar la salud de los habitantes de la zona, y paralizar todas las fuentes posibles de contaminación. En vez, entre las medidas adoptadas, está el haber suspendido las clases. Una acción que dudosamente protege a la población. De hecho, tres días después de que se levantó la alerta amarilla y se decretó la vuelta a las escuelas, el gobierno debió echar pie atrás y reactivar la disposición, pues hubo otros episodios de vecinos intoxicados.
En circunstancias en que la economía no va todo lo bien respecto de las expectativas, para muchos, sin muertos mediante, parar la actividad industrial puede parecer un contrasentido. No es ningún misterio que Quintero y Puchuncaví son zonas de sacrificio industrial desde por los menos la década de los 90, en la que empresas públicas y privadas, altamente contaminantes, han establecido operaciones no amigables con el medio ambiente. Bajo ese entendido, parece haber un acuerdo tácito de que la población debe someterse a esta impronta productiva.
3. ¿Por qué el gobierno no vio venir la crisis, al menos en la magnitud que alcanzó?
Si bien todavía se está a la espera de la explicación técnica, que establezca con claridad las causas, el efecto en la salud, y los responsables de la contaminación, lo cierto es que nadie predijo que la situación se saldría de control.
Hoy la crisis es de primera importancia para el gobierno, y no se disipó en el aire, como ha pasado en otras ocasiones. Había antecedentes como para pensar que esto sería pasajero, pues anteriormente se habían registrado casos sanitarios que no llegaron a los titulares de la prensa de Santiago. Sin embargo, todo fue distinto esta vez.
Más allá de las debilidades fiscalizadoras de la institucionalidad medioambiental, que no frenó las causas antes de que sucedieran ni predijo el episodio contaminante, la crisis terminó pasándole la cuenta completa al gobierno.
No fue solo que el episodio afectó a más de 350 personas, lo que colmó la paciencia de los habitantes de la zona, quienes se movilizaron en marchas y protestas. Además, las autoridades actuaron de manera errática: no solo fueron los vaivenes de la ministra Schmidt, sino que también las declaraciones del ministro de Salud, Emilio Santelices, quien minimizó la situación con un análisis sanitario que restaba gravedad al asunto.
La desorientación incluso afectó al propio presidente Sebastián Piñera. El día 28 de agosto, el mandatario fue a la zona a aquietar las aguas, pero en vez de eso, tuvo que salir escoltado y a la rápida en medio de una multitud enardecida que lo responsabilizaba de la situación.
A la espera de los estudios, y con el gobierno todavía perplejo, las dudas planteadas no tienen un cierre definitivo, así como tampoco es claro que la gente de Quintero y Puchuncaví no volverán a las cefaleas ni las náuseas.
Comentarios
Añadir nuevo comentario