Somos 7.000 millones de personas en el mundo, y para detener la pandemia es necesario que -según distintos estudios- aproximadamente 60% (4.200 millones) adquiera la inmunidad, sea por efecto de las vacunas o por los anticuerpos que dejó la infección por su paso a través de los cuerpos humanos. Al ritmo proyectado de producción y distribución de las vacunas, es posible que los adultos jóvenes -los últimos que debieran obtener la vacuna- recién la reciban en sus brazos a fines de 2022.
Esta circunstancia hace apremiante la pregunta ¿Quién debe recibir primero la vacuna contra el Covid-19? tal como se la hizo la publicación MIT Technologý Review, en un artículo en que se abordan los modelos matemáticos y epidemiológicos que buscan responderla. La respuesta no es nada sencilla.
Si bien impera una especie de sentido común que dice que debe ser distribuida entre las personas mayores, las más afectas a la posibilidad de morir, tampoco al principio habrá tantas dosis como para vacunarlos a todos. En ese problema, el artículo plantea que es necesario definir bien los objetivos inmediatos; reducir las tasas de mortalidad o bien reducir las de contagio (lo que implica priorizar, por ejemplo, a los trabajadores esenciales), y por esa vía detener las muertes.
No hay respuestas correctas, solo un puzzle de decisiones multivariable que debe además adaptarse a cada territorio, en los cuales hay velocidades de contagio, perfiles demográficos, y patrones de comportamiento, movilidad y hacinamiento, muy, pero muy distintos, incluso dentro de un mismo país.
Al respecto, el artículo menciona uno de los modelos, el del Fred Hutchinson Cancer Center de Seattle, en el cual se analizaron 440 parámetros y combinaciones entre ellos. Luego de 9.000 horas transcurridas para echar a correr algoritmos, se concluyó que debía apostarse por los adultos mayores para distribuir las primeras partidas de la vacuna. "Son muchas las incertezas", reconoció de todos modos la investigadora Laura Matrajt, pues el conocimiento sobre el Covidd-19 cambia "a la velocidad de la luz".
Sin embargo, otro modelo, de University of California, Davis, postula a que debe priorizarse a los trabajadores esenciales -en especial aquellos que están entre los 40 y 59 años- junto a otros grupos de riesgo, y luego distribuir las vacunas en cada territorio, priorizando conforme la proporción de personas que ha desarrollado anticuerpos y las velocidades de contagio, de modo que se alcance la famosa inmunidad de rebaño
Según Michel Springborg, uno de los investigadores, sin la vacuna, en los próximos seis meses, morirían 179.000 personas. Si es que la vacuna se distribuye de manera gradual, alcanzando al 10% de la población cada mes, sin priorizar grupos, las muertes serán "solo" 88.000. Pero, si las vacunas se distribuyen considerando la edad y el carácter esencial del trabajo de las personas -considerando esenciales aquellos trabajos que no pueden dejar de hacerse y en los cuales es imposible la distancia social- se podrían salvar entre 7.000 y 37.000 vidas más.
Otro tema que aborda el artículo es la dimensión ética de la distribución de la vacuna y sus complejidades. Por ejemplo, el Covid-19 se ha ensañado particularmente con los afroamericanos y latinos en Estados Unidos, por lo que debieran ser prioridad en recibir la vacuna, pero, la tradición de racismo y discriminación de los sistemas de salud, hace que pueda ser contraproducente una campaña abierta de priorización de estas comunidades, pues pueden sentir que están siendo conejillos de indias de los blancos, con vacunas desarrolladas en un año, cuando tardan 15 en general en desarrollarse.
Esto en términos generales.
Pero además, cada país o incluso cada territorio al interior de los países, tiene particularidades que hacen que no hayan fórmulas correctas de resolver el puzzle.
The Washington Post se hizo una pregunta similar: Las vacunas contra el coronavirus vienen en camino ¿Quién debe recibirlas primero? pero la respuesta la buscaron en lo que están haciendo algunos países, principalemente europeos, en concreto.
En Francia, cuenta el periódico, las autoridades de salud se están haciendo preguntas respecto a quién debe ser priorizado: "un taxista de París de 26 años que comparte un espacio confinado con sus pasajeros durante todo el día" o un inversionista de 69 años que trabaja remotamente desde una villa en Provence, pero cuyo riesgo de tener mayores complicaciones por el Covid-19 se incrementa debido a su edad".
El artículo, de tal modo, pone en la balanza una serie de situaciones que han de ser evaluadas en la práctica, como por ejemplo priorizar o no a la población obesa o en qué número de partida de las vacunas debe inocularse la población penal.
Nuevamente, no hay patrones que lleven a la idea de una respuesta europea, salvo que todos los países del continente priorizarán a los trabajadores de la salud y las residencias de adultos mayores. Así y todo, hay dudas al menos respecto del primer grupo ¿tienen que ser todos los trabajadores de salud, o solo los que no pueden cumplir con el distanciamiento social?
El caso de Alemania también vale la pena mencionar. Las autoridades del país anunciaron que harán un ranking de grupos, mediante parámetros transparentes, luego de una investigación que resuelva los criterios de priorización. De todos modos, las autoridades han deslizado que eso debiera cubrir a los trabajadores de la salud, la policía, los bomberos y los profesores.
¿Y qué pasa con los políticos?
The Washington Post cita a la Organización Mundial de la Salud, la que considera que tiene sentido proteger a los líderes gubernamentales, pero "en un muy pequeño número de individuos".
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