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Viernes, 19 de Abril de 2024
Aniversario

“Viví la masacre sin saber por qué”: Así fue el disco debut de Los Tres y el país que lo recibió hace 30 años

Joaquín Riffo Burdiles

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Los Tres en su disco debut (Fotografía: Gonzalo Donoso)
Los Tres en su disco debut (Fotografía: Gonzalo Donoso)

En el aniversario 30° del primer álbum de la banda penquista, INTERFERENCIA conversó con el periodista Rodrigo Pincheira quien acaba de estrenar dos libros dedicados a abordar de forma narrativa, histórica, social y musical las canciones y el contexto en el que la banda estrenó su trabajo homónimo.

Admision UDEC

“La ciudad de Concepción durante la década de los años 80 está marcada por un contexto sumamente violento, la dictadura militar buscaba disciplinar a la población penquista y lograr un efectivo control social a toda costa. Lo anterior, nos coloca frente a hechos que tiñeron la vida social-cultural de la ciudad y su juventud, pero que también le otorgaron una dirección y un enemigo en común. (...) La inmolación de Sebastián Acevedo un once de noviembre de 1983 frente a la Catedral de Concepción conmocionaría a la sociedad penquista y se transformaba en un recordatorio no solo de la desesperación de un padre buscando a sus hijos, sino también cómo la policía secreta del régimen podía tomar la vida de los más jóvenes, no era solo a la generación de sus padres. Por tanto, nadie estaba libre de la violencia en esa dictadura al fin del mundo, viví(r) la masacre sin saber por qué”. 

La reflexión es parte del análisis introductorio que hacen los historiadores Karen Donoso y León Pagola al libro Pájaros de Fuego: Destellos y figuraciones en el primer disco de Los Tr3s del periodista Rodrigo Pincheira. El autor acaba de publicar este texto, que junto a Somos tontos no pesados: Cosas que pasaron en Conce y otros amores incompletos aborda desde distintos ángulos el disco debut de la emblemática banda penquista Los Tres, publicado hace 30 años bajo etiqueta Alerce.

De esa forma, Pincheira -junto a distintos periodistas, músicos e historiadores- estructura una serie de crónicas, análisis históricos y disecciones musicales a partir de las diez canciones que componen el disco, el contexto en el que fue estrenado y la relevancia que tomó durante las tres décadas siguientes. 

Para materializar esta conmemoración del trabajo musical, el autor se vale de distintos elementos que recuerdan a diferentes hitos históricos relacionados con la historia de Chile, pero principalmente con la trayectoria de la ciudad, estableciendo que este sería “el disco más penquista” de la banda. 

“Me parece que el capital artístico chileno se dio cuenta de para dónde íbamos a ir y empezaron a oler lo que se venía. Los Tres como que anticiparon que iba a venir un tiempo de traiciones, que iba a venir una cosa que no era ‘La alegría ya viene’”.

Entre ellos, Pincheira parte por establecer “50 datos que deberías saber antes de leer estas historias”, un conjunto de anécdotas sobre cultura pop de Concepción de las que el autor se vale para construir un imaginario que sirven como marco referencial para entender el análisis que posteriormente realiza de cada una de las canciones y aspectos del disco. 

Entre ellos, se mencionan los encuentros de escritores internacionales en la Universidad de Concepción durante los años 60 que reunieron a nombres como Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti o Ernesto Sábato, los primeros conciertos de rock and roll en la ciudad con figuras como Bill Haley and His Comets, la proyección de documentales de rock en los cines del centro, la formación del MIR en la universidad o el entusiasmo por el jazz en la ciudad, que terminó derivando en la formación de destacados nombres nacionales en ese género musical. 

- ¿Por qué hacer dos libros sobre el disco debut de una banda de provincia? ¿Qué le llamó la atención y sigue destacando a tanto tiempo de su estreno?

La motivación central es que se cumplían 30 años de este disco y además eso coincide como parte de un proyecto que tengo a mediano y largo plazo que es investigar sobre el rock de Concepción. Como decimos los periodistas, calza con un año redondo y no se había escrito nada sobre este disco en específico, más allá de algunas apariciones y menciones en otros libros como Noches de Rock & Roll de Rodrigo Cadrillana, que es un investigador de Santiago. 

En mi caso, el ejercicio que quise hacer es poner este disco en un campo de relaciones porque me parece un álbum significativo. Probablemente habrá otros discos más importantes que este primer trabajo de Los Tres, pero no desde la perspectiva en que lo traté de mirar, en el medio de un campo de relaciones históricas, políticas y socioculturales. 

En el caso de la música de Concepción, podríamos decir que es un disco bisagra, que marca un camino para lo que va a ser el rock de la ciudad, que había comenzado un par de años antes con ‘Abajo en la Costanera’ de Emociones Clandestinas, el cual probablemente no tuvo la resonancia que sí logró este disco homónimo de Los Tres. 

Además, este disco está puesto en un momento histórico para Chile, al ser publicado en 1991. Ese tiempo inaugural para la historia chilena donde empieza la postdictadura, donde empieza la llamada ‘transición’. 

Y en términos musicales me llama la atención, porque es un trabajo que va en un sentido totalmente contrario a lo que estaba sucediendo en ese momento en el pop rock chileno. No tiene nada que ver con lo que en ese entonces estaban haciendo Los Prisioneros o La Ley ni nada de lo que había ocurrido en la escena ochentera, donde la mayoría de las bandas tenían un ejercicio referencial muy evidente. En ese sentido, yo postulo en el primer libro -quizás ambiciosamente- que este disco marcaría el fin de la modernidad y el comienzo de la postmodernidad en Concepción. 

De eso podría hablar largamente, pero podría resumirse en que es un disco que se aborda como adelantado unos 30 años. Es cierto que en los años 70 Los Jaivas habían hecho algo de esto, al igual que Congreso y Los Blops, pero Los Tres hacen una cosa que no se había hecho en la música chilena de esta manera, que es hacer dialogar el pop con otras músicas como el reggae, la ranchera, el bolero, conectado con ciertas tradiciones. 

Desde todas esas perspectivas, evidentemente que este disco me llamaba mucho la atención. Como te podrás dar cuenta, los 30 años pasan a ser casi una anécdota. 

También desde el punto de vista del contenido, porque este trabajo se expresa de una manera bien singular. Álvaro Henríquez habla de la dictadura pero de una manera especial, habla muy desde adentro y también desde afuera, con muchos cuestionamientos a lo que estaba sucediendo, “sin saber por qué, en un martes de horror”. 

- En el primer libro hay una introducción bien llamativa de 50 datos curiosos sobre Concepción y sus alrededores que el lector debería considerar antes de leer este libro. ¿Por qué un libro de Los Tres debería partir con esa introducción a lo que es parte de la cultura popular penquista?

Los dos libros son diferentes. En el primero titulado Somos tontos no pesados, lo que se hace es un ejercicio o un experimento donde lo que hice fue valerme de las canciones, directamente o indirectamente, para entender el disco como un texto con esas diez canciones. Y sobre ese texto yo podría escribir, reescribir, deconstruir, desmontar y a lo menos instalar una narrativa sobre Concepción. A partir de ahí, estas 50 anécdotas actúan como marco referencial y como puerta de entrada para entender esa historia. 

Me pareció fascinante el ejercicio de realizar una ucronía, es decir, una historia que no guarda relación en el tiempo. En el libro se juntan tiempos distintos, tiempos y lugares diferentes. Por ejemplo, en Amor Violento, habló de la Petronila Neira y algo que ocurrió cerca de 1911, y luego me voy hacia atrás hasta Carmen del Pino en 1854, que fue una muchacha de Florida que asesinó a su marido y fue fusilada por ello. 

Asimismo, aparecen personajes como la musa Alicia Cuevas Cuevas del emblemático mural de la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, “Presencia de América Latina”, que a comienzos de los 60 conoce al muralista mexicano González Camarena y yo imagino los encuentros y desencuentros. Junto a ello, el Cecil Hotel, la bohemia, la pasada de Allen Ginsberg por Concepción para participar de un encuentro en la UdeC en 1960. 

“No es menor el hecho de que de las diez canciones de este disco, al menos ocho se hicieron en Concepción. Puede sonar un poco pretencioso, pero el texto intenta destacar que es un disco penquista, que no se hace en el aire, que suena a algo que tiene que ver con este lugar”. 

A partir de ahí, escribí esos diez relatos que los postulo como crónicas de no-ficción, por más que me tomo algunas licencias que se permiten en la literatura. La inspiración mayor para esta forma de estructurar el texto viene del escritor argentino Ricardo Piglia, y específicamente de un libro que conocí hace mucho tiempo que se llama ‘Respiración Artificial’, donde en una de sus partes Piglia imagina un encuentro entre Kafka y Hitler. Y desde ahí saqué la idea para en una de las crónicas imaginar un encuentro entre Pinochet y Álvaro Henríquez en Santiago. 

- Da la sensación de que una de las tesis de ambos libros es que el disco debut y homónimo de Los Tres es a la vez su disco más penquista. ¿De dónde viene esa apreciación y cómo se filtran muchas cosas de la historia de la ciudad en ese trabajo?

En un programa que realiza el periodista David Ponce, una muchacha santiaguina hizo una referencia al libro y dijo que “este libro habla de la ciudad que vio nacer a Los Tres”. Lo que yo creo que es que este libro aborda la historia de estos tres penquistas que están instalados en un lugar que tiene estas historias y otros relatos más. En las paredes de las calles y los teatros está pegada esta historia. Es decir, un hecho relativamente ajeno como la Huelga del Carbón en 1960 rebotó en Concepción. O sucesos terribles como la inmolación de Sebastián Acevedo en 1983. 

No es menor el hecho de que de las diez canciones de este disco, al menos ocho se hicieron en Concepción. Puede sonar un poco pretencioso, pero el texto intenta destacar que es un disco penquista, que no se hace en el aire, que suena a algo que tiene que ver con este lugar. En una entrevista que le hice a Javiera Parra, quien observó muy de cerca el proceso de este primer disco, ella describió que lo primero que le llamó la atención de las canciones cuando escuchó los demos fue que las sonoridades y las formas poéticas la trasladaban inmediatamente al sur. 

- En el segundo libro, que es más de entrevistas, llama la atención la introducción histórica que contextualiza la época en la que aparece el disco, más allá que luego se hace un disección del álbum desde distintos puntos de vista. Se menciona, por ejemplo, el análisis que hace el libro ‘Chile actual: anatomía de un mito’ de Tomás Moulian. Para usted como autor, ¿cuál es el Chile al que llega este primer disco de Los Tres, las ideas dominantes en ese período y cómo se desenvuelven estas canciones en ese contexto?

En el segundo libro, los historiadores Karen Donoso y León Pagola tienen la tesis de que este año corresponde a un tiempo bisagra. Yo coincido en parte, es un momento histórico de cambios en que nadie podía advertir ni soñar ni querer lo que iba a pasar posteriormente y que en términos políticos significa el comienzo de la transición y la postdictadura. Y de cambios, de transformaciones y tal vez, de traiciones. Donde buena parte de la ola que había ayudado a derribar a la dictadura quería entrar a la década de otra manera. Sin embargo, lo que ocurrió ahí fue otra cosa. Es una época políticamente hablando de transacciones, de la continuidad del modelo económico pinochetista, que imagínate ahora en 2019 hizo crisis y se habló de esto.

Junto a ello, se comienza a referir a una nueva narrativa chilena, a un nuevo teatro chileno, a una nueva música chilena y un nuevo cine nacional. Me parece que el capital artístico chileno se dio cuenta de para dónde íbamos a ir y empezaron a oler lo que se venía. Los Tres como que anticiparon que iba a venir un tiempo de traiciones, que iba a venir una cosa que no era ‘La alegría ya viene’, como que advirtieron eso. 

Una de las cosas que me dijo Gepe en el libro es que aquí hubo un reseteo, para bien o para mal, y empieza a instalarse un nuevo chileno que necesita desprenderse de la pesada carga de la dictadura, que necesita salir de ese estado de cosas en lo afectivo, social, político y cultural, y empezar a vivir la vida de otra manera. Sobre todo, avanzar en un estado de cosas más celebratorio. 

“Es una época políticamente hablando de transacciones, de la continuidad del modelo económico pinochetista, que ahora en 2019 hizo crisis y se habló de esto”.

Yo creo que la cueca brava, que también es resignificada en esta época, habla de este nuevo chileno. Un chileno que quiere celebrar, festejar, estar en un estado más alegre y no satisfecho con esa frase de ‘en la medida de lo posible’. En la canción ‘Somos tontos no pesados’, hay cuatro guiños musicales que fantásticamente se van a cerrar con ‘He barrido el sol’, que tal como dice Pablo Vergara, “Los Tres imaginan un país que no existía”. Es decir, meter en el pop una ranchera era una cosa muy loca, pero el mismo título de la canción te sugiere que se quiere barrer todo para empezar de nuevo. Sabemos que eso no es así porque hay una memoria y un patrimonio. 

- Los Tres editan este disco en Santiago pero buena parte del disco venía compuesto desde su ciudad natal. ¿Qué Concepción era ese y cuáles son las referencias y la carga histórica de esa zona que se puede apreciar en este disco?

A mi juicio, ahí está el fin de la modernidad de Concepción, cuyo momento más esplendoroso, con sus respectivas contradicciones, son los años 60 en la ciudad. O sea, esa carga histórica de la ciudad, entendida en el siglo 19 como una ciudad importante, que incluso pudo llegar a separarse de Santiago, ahí hay algo que es muy importante en el imaginario de una ciudad: el ‘lo que pudo ser’ o ‘lo que pudimos ser’. El haber tenido la posibilidad de ser capital es una carga que queda para siempre. A ello se suma la típica lucha entre Santiago y las provincias. 

Ahora bien, tampoco es menor -y esto lo digo con mucho cariño- no pasó esto en Coquimbo, en Puerto Varas o en Osorno. Pasó acá. Y de ahí que esta ciudad venga con una carga importante que parte con esta fricción con el centro político, con la identidad de Concepción como algo muy particular en el centro sur de Chile, que fue capaz de desarrollar proyectos propios como la instalación de la Universidad de Concepción, entre otras cosas. Y de ahí hay todo un desarrollo de capital cultural que me da a mí para explicar por qué hay este tipo de rock acá y esto no pasa en otros lados. 

Esa historia está llena de tensiones, porque Concepción en los 60 es capaz de hacer convocatorias internacionales con nombres como Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Ernesto Sábato, Sebastián Salazar Bondy, Jorge Zalamea, Enrique Anderson Imbert, Margarita Aguirre, Nicanor Parra, Carlos Fuentes, Pablo Neruda, Osvaldo Guayasamín, Oscar Niemeyer. John D. Bernal, Mario Benedetti o Alejo Carpentier. Pero a la vuelta, ahí en la esquina estaba el Concepción marginal, era una ciudad que recién se estaba modernizando. 

Yo diría que desde los años 40 en adelante, Concepción se constituye como una ciudad cosmopolita, universitaria, en alguna medida progresista en términos políticos, conectada con el mundo y que es capaz de desarrollar algunos proyectos propios. 

- El libro también se vale de distintos hitos de la ciudad que suceden en un espacio de tiempo muy acotado y muchas veces en simultáneo: estos encuentros de escritores internacionales, los primeros conciertos de rock and roll que incluyen a figuras como Bill Haley and His Comets, la proyección de documentales de rock en los cines del centro, la formación del MIR en la Universidad de Concepción, el entusiasmo por el jazz en la ciudad. Una podría aventurar que varios de esos elementos se filtran consciente o inconscientemente en el disco, en especial teniendo en consideración que varias de esas canciones fueron compuestas cuando el grupo todavía vivía en la ciudad... 

Me parece una lectura interesante. Veámoslo así: el Titae (Roberto Lindl, bajista de la banda) es hijo del maestro Werner Lindl que llega a Concepción desde Austria a mediados de los 50 para integrar la Orquesta de la Universidad de Concepción. Pese a que viene de la matriz de la música clásica, él no sólo tocaba esa música sino también estaba metido en la música popular y en el jazz. Por su parte, el ‘Pancho’ Molina (baterista del conjunto) si bien sus primeras influencias vienen de Kiss o Los Jaivas, prontamente empieza a recibir clases de tipos que son jazzistas como Alejandro Espinosa o Moncho Pérez, porque el jazz se había instalado en Concepción a mediados de los años 50 cuando empiezan a existir festivales en el interior de la universidad. 

“Está la carga histórica de la ciudad, entendida en el siglo 19 como una ciudad importante, que incluso pudo llegar a separarse de Santiago, ahí hay algo que es muy importante en el imaginario de una ciudad: el ‘lo que pudo ser’ o ‘lo que pudimos ser’. El haber tenido la posibilidad de ser capital es una carga que queda para siempre”.

Esto genera una mirada desprejuiciada frente a los géneros de la música popular, que tiene que ver con las audiciones, donde se escuchaba el mismo día a Kiss, Tony Bennet y a Cecilia ‘La Incomparable’. 

Obviamente, un hecho decidor es que antes de la publicación del disco, Álvaro Henríquez conoce a un personaje como Roberto Parra, y él está vinculado a este nuevo chileno y la cueca brava, de esta cosa celebratoria y un poquito hereje, urbana, chora. Y anterior a esto, el primer acercamiento del trío original es con la música negra a través del guitarrista Gilles Marie, quien era hijo del director de la Alianza Francesa y les hace escuchar blues a estos músicos, donde ellos incorporan este ‘groove’ que no está en la música chilena. 

- Ese estilo desprejuiciado imagino que se puede ver en lo que hicieron después: discos con covers de The Velvet Underground, B.B. King o Buddy Richard, y terminan tocando cuecas en Miami para el MTV Unplugged…

Creo que en el ejercicio artístico en muchos casos aparece este horror de caerme el vacío, pero en el caso de Los Tres lo hacen mirando hacia atrás. Este disco tiene elementos de la Nueva Ola, en particular de casos como el de Cecilia, quien es de Tomé, muy cerca de Concepción. Tiene que ver con esa sonoridad pero también con esa memoria de la música popular. La primera vez que escuché este disco sentí que había una cercanía con bandas como Los Blue Splendor, esa memoria chilena que está hasta el día de hoy. 

- En ambos libros, pese a su carácter conmemorativo, también hay espacio para opiniones como la del crítico Fabio Salas, quien cuestiona la originalidad de la banda y el espacio que ocuparon en los medios de comunicación tradicionales. ¿Qué le parece esa visión un poco díscola de lo que puede provocar este disco y la carrera de la banda en algunas personas? 

Yo nunca he perdido de vista que este es un primer disco, pese a que en una primera impresión te puede dar la sensación de que está tocado por unos tipos con mucho carrete. Lo que ocurrió ahí es que hubo un vacío: la primera crisis de Los Prisioneros y un grupo como La Ley que estaba pensando más bien en el mercado mexicano. Entonces los medios de comunicación como que se apoderaron de este grupo para poderlo catapultar de algún modo, porque tenían los méritos y era una sorpresa, algo que llamaba mucho la atención. 

Además, estamos hablando de un grupo de muchachos jóvenes que se creían el cuento al punto de ser engreídos. En uno de los libros reproduzco una entrevista que Álvaro da en 1988, es decir, todavía con la banda en Concepción y ya daba cuentas de una seguridad tremenda y una confianza absoluta, que creo que siguió rebotando para los músicos de Concepción y esta idea de creerse el cuento, y como dice Henríquez “vamos a ir a remover las pesadas arenas del rock nacional”. 

Yo no estoy de acuerdo con Fabio en algunas cosas de las que plantea, en otras probablemente sí. Él dice que este disco está lleno de lugares comunes, yo creo que no es así, pero como digo, hay que considerar que es un álbum debut, que fue grabado en muy poco tiempo y quizás no en las condiciones más óptimas. 

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