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Martes, 16 de Abril de 2024
Ensayo

Neoliberalismo: una respuesta a Agustín Squella

Renato Garín

Renato Garín y Agustín Squella

Renato Garín y Agustín Squella
Renato Garín y Agustín Squella

En este ensayo, el abogado y profesor de derecho en la Universidad de Chile, Renato Garín, responde a una columna escrita por Agustín Squella en The Clinic sobre el neoliberalismo, entregando precisiones históricas, filosóficas y económicas. Tanto Squella como el ex diputado Garín fueron electos como constituyentes.

Admision UDEC

En una columna publicada a inicios de mayo, el profesor Agustín Squella escribe sobre el concepto “neoliberalismo”. El autor se pregunta por qué ciertas tradiciones evitan el concepto “neoliberalismo” y se especula, inclusive, con que tal categoría no existe. Sostiene Squella:

"Resulta sorprendente que muchos actores políticos, e incluso algunos intelectuales y economistas, crean que el neoliberalismo no existe y que se trata solo de una mala palabra que críticos o resentidos con el capitalismo pronuncian en contra de este último. Hasta Mario Vargas Llosa, que conoce bien la historia del liberalismo y sus ramificaciones, niega la existencia del neoliberalismo, como si se tratara únicamente de una mala palabra que se emplea como arma arrojadiza para oponerse a todo aquello que no nos gusta del mundo actual".

Para comprender el trasfondo conceptual de este asunto, es útil recordar que la filosofía analítica del lenguaje permite distinguir entre conceptos y concepciones, pudiendo un concepto tener variadas concepciones las cuales se articulan como familias de acepciones en torno a términos similares. Semejante idea se expresa en los términos de significante y significado de la lingüística decimonónica de Saussure. El ruido “neoliberalismo”, en tanto concepto o significante, admite diversos y variados significados o concepciones, según sea el campo del conocimiento que se analice.

En vez de estudiar en profundidad a Hayek, Squella ha preferido, ya durante décadas, referirse a frases aisladas y datos biográficos en base a los cuales construye argumentos ad hominem para perfilarlo como un pensador autoritario.

A) Desde un punto de vista histórico, el vocablo “neoliberalismo” es acuñado por el alemán Alexander Rustow en el famoso coloquio de Walter Lippmann en 1938, cuando recién estallaba la guerra. En breve, Rustow habla de los nuevos liberales en oposición a los “antiguos” u “old fashion liberals” en referencia directa a sus colegas Ludwig Von Misses y Friedrich Von Hayek. Curiosamente, Rustow concebía su “neoliberalismo” como una “economía social de mercado”, según la traducción literal de su conferencia. En este sentido, el “clivaje” que se forma a partir de este hito es entre profesores alemanes, antes de la segunda guerra, donde Rustow es “neoliberal” como respuesta a los “antiguos” que serían Misses y Hayek. Por ende, es ajustado a la historia decir que, en esta concepción, el neoliberalismo de Rustow está a la izquierda de sus colegas. Conforme avanzaron las décadas, sin embargo, la etiqueta neoliberal se transfirió, curiosamente, hacia Hayek y Misses en vez de permanecer en la obra de Rustow. Por eso, cuando Michel Foucault realiza sus famosas Lecciones de Biopolítica en los setentas, habla de “neoliberalismo” y su descripción parece calzar con Hayek y no con Rustow.

La animadversión de Squella contra Hayek, visible en la columna en comento así como en sus ensayos, no encuentra una justificación filosófica clara y diáfana. Más bien, se observa una crítica política por la conducta de Hayek.

Allí, en la obra de Misses y Hayek, no se encuentra el vocablo neoliberalismo. Estos dos autores son parte de la denominada Escuela Austrolibertaria donde la obra de Hayek es la más conocida globalmente, aunque menos leída de lo que pareciera. Es casi un lugar común imputarle a Hayek todo tipo de pecados y falencias, aunque rara vez se analizan sus textos y variados libros. En vez de estudiar en profundidad a Hayek, Squella ha preferido, ya durante décadas, referirse a frases aisladas y datos biográficos en base a los cuales construye argumentos ad hominem para perfilarlo como un pensador autoritario. La animadversión de Squella contra Hayek, visible en la columna en comento así como en sus ensayos, no encuentra una justificación filosófica clara y diáfana. Más bien, se observa una crítica política por la conducta de Hayek. Algo similar podríamos imputar a Maquiavelo, autor de El Príncipe, por los crímenes de sus mecenas florentinos. Parecido a lo que se hace con Schmitt y Heidegger con el nazismo, podríamos hacerlo también con Hobbes y las monarquías despóticas. Mismo razonamiento sería aplicable a los intelectuales “ilustrados” y “liberales” que “inspiraron” la matanza de miles de personas, conocida como “revolución francesa”. Como es evidente, este tipo de razonamientos no son razonamientos conceptuales.

B) Desde un punto de vista filosófico, podemos observar el asunto desde la “ontología”, esto es, la pregunta acerca de qué hay en el mundo en último término. En ese sentido, el vocablo liberal supone una primacía ontológica individualista, en tanto el individuo es anterior a la comunidad, cuestión opuesta a las teorías colectivistas. Esta primacía ontológica del individuo es compartida por una larga tradición que podemos denominar “liberal” en la cual se inscriben desde Hobbes hasta Rawls, pasando por cinco siglos de matices y contextos dispares. Esta primacía se opone al colectivismo comunitarista que sostiene que es la comunidad aquella que produce individuos, es decir, una primacía ontológica comunitaria. Los comunitaristas tienen una larga tradición que se remonta a filosofías medievales y que actualmente encuentra representantes en Charles Taylor y su discípulo más famoso, el profesor de Harvard, Michael Sandel. Los comunitaristas, en general, tienen una fuerte influencia del pensamiento de Hegel y sus diversas ramificaciones, como son el marxismo, el socialismo democrático y el conservadurismo. En el marxismo, por ejemplo, antes que individuos, hay clases sociales. En el corporativismo hay “grupos intermedios” y así por delante. Son variadas las ramificaciones políticas de estas ideas.

Agrupado así, el debate se perfila entonces entre liberales, con o sin apellidos, versus los comunitaristas. En este sentido, Hayek y Rawls están en el mismo equipo. Así, se puede comprender que la frase tan mentada de Margaret Thatcher acera de que “sólo existen individuos y sus familias”, es una exageración, una hipérbole formulada con objetivos políticos. De este modo, el neoliberalismo de Thatcher se presenta, en la retórica, como una hipérbole literaria del principio liberal de supremacía ontológica del individuo.

Por otro lado, siempre en el campo de la filosofía, podemos observar nuestro tópico desde la teoría del Estado. En ese ámbito, aquello que se presenta como “neoliberalismo” es, en realidad, “minarquismo”. El minarquismo es una tradición larguísima, tan larga como el origen del Estado mismo. Su principio estructural es que la orgánica estatal debe ser mínima, fungiendo solo las labores necesarias que los privados no puedan desarrollar. Este minarquismo conoce, recientemente, dos formulaciones.

Una corresponde al profesor de Chicago Robert Nozick, a quien debe leérsele en el contexto del debate con John Rawls, a raíz del libro Teoría de la Justicia del profesor de Harvard. Rawls, filósofo inspirador de un sector del partido demócrata, es concebido como uno de los padres del “liberalismo igualitarista” que se enfrenta políticamente al minarquismo de la era de Reagan en los Estados Unidos.

La segunda concepción del minarquismo moderno corresponde a Hayek en su famoso Camino de Servidumbre y textos auxiliares. Dado que los filósofos de inspiración rawlsiana tomaron para sí la etiqueta de “igualitaristas” o “egalitarians”, los seguidores de Nozick y Hayek se llamaron “Libertarians”. Esta última categoría es lo que podríamos llamar “neoliberalismo” en el contexto del debate de Nozick y con Rawls, siendo aquella etiqueta traducida como “libertarianismo”.

De este modo, en términos filosóficos, el neoliberalismo de la época Reagan-Thatcher es, en realidad, un minarquismo estatal que exacerba la primacía ontológica del individuo. No todos los liberales son minarquistas, aunque sí todos conciben la primacía ontológica del individuo ante la comunidad. Una de las ramas del minarquismo es el anarco capitalismo, una categoría donde es posible encontrar similitudes entre en el anarquismo de izquierdas (Bakunin, por ejemplo) con posiciones neoliberales “de derecha”. Esto fue particularmente visible en la radicalidad del proyecto Reagan-Thatcher, cuestión que aparece también en la formulación chilena. No debemos olvidar, con todo, que en el caso chileno estas ideas debieron ser negociadas y amalgamadas -dentro de la dictadura- con el nacionalismo y el corporativismo al que, por ejemplo, adhería Jaime Guzmán. Todo ello, a su vez, debe ser comprendido en un contexto largo de profunda crisis económica arrastrada por décadas a causa de un fenómeno central para cualquier liberal: la inflación.

Tanto Hayek como Friedman se plantean, en términos similares, contra la expansión del gasto público y, en base a una matemática tan fascinante como idealista, demuestran la “verdad” de sus ecuaciones.

C) Desde el lenguaje de la teoría económica, la etiqueta “neoliberalismo” no es apropiada. Más bien se habla de “escuela monetarista” o “escuela neoclásica” para referirse, en términos gruesos, a Friedman y Hayek. Ambos encarnarían, con diferencias, una reacción contra el pensamiento keynesiano que empujó la participación de los estados nacionales en la producción de bienes y servicios, el aumento exponencial del gasto público y, consecuentemente, el debilitamiento de las monedas y la aparición de la inflación endémica. Ante estos fenómenos, tanto Hayek como Friedman se plantean, en términos similares, contra la expansión del gasto público y, en base a una matemática tan fascinante como idealista, demuestran la “verdad” de sus ecuaciones. En Chicago, durante los setenta y ochenta, coincidieron Nozick en la facultad de filosofía y Friedman en la facultad de economía. Los dos pueden leerse como parte de una tradición “neoliberal”, aunque ambos rechazarían esa categoría porque es ajena a sus campos de conocimiento. En el caso de Hayek, su obra puede verse como un “neoliberalismo”, aunque es más ajustado y riguroso analizar su vasta producción literaria con conceptos más precisos en cada campo de estudio. Hayek se perfila, más bien, como un minarquista, monetarista, individualista. ¿Podemos llamar a eso neoliberal?

En el caso chileno, la variable económica es central para comprender “nuestro” neoliberalismo. La experiencia chilena -desde los años cuarenta hasta los ochenta- nos habla del problema insoluble de la inflación. Tanto las políticas radicales de sustitución de importaciones, como las sucesivas revoluciones de los sesenta, dañaron estructuralmente nuestra economía pues afectaron el poder de compra de la moneda y, durante años, el país vio los precios volar sin freno alguno.

Uno de los problemas centrales de la tradición liberal-igualitaria es que no tiene una teoría económica. Autores como Rawls, en Estados Unidos, o Bobbio, en Italia, se parecen en que comparten un cierto desdén hacia las preguntas económicas derivadas del problema de la escasez. Esto es sumamente interesante pues, cabe preguntarse, si detrás de este silencio existe un desinterés o si acaso es un silencio estratégico. En esta segunda hipótesis, es dable pensar que, en último término, los liberales igualitaristas son keynesianos pues, para conseguir sus objetivos de justicia social, se ven forzados a involucrar al Estado en la esfera productiva de la economía. De ahí, dirían los “neoliberales”, que los liberales-igualitaristas son, en realidad, keynesianos inconfesos. En este sentido, la aplicación política del programa liberal-igualitarista, suele parecerse a la tradición social-demócrata hasta volverse casi indistinguible en el plano económico: ampliación del gasto público, reformas tributarias, mayor presencia del Estado en la economía. Consecuentemente, es interesante preguntarse si acaso el liberalismo igualitarista puede optar por principios “neoclásicos” sin volverse por ello “neoliberal”. Y, obviamente, el liberalismo igualitarista debiera tener presente el problema de la inflación en la economía, para la cual sería necesaria una teoría económica que explique ese fenómeno y proponga un tratamiento distinto al que Hayek y Friedman plantearon.

La pregunta interesante, entonces, es si acaso todas estas categorías -minarquismo, libertarianismo, monetarismo, individualismo- pueden ser agrupadas en una sola concepción de lo político en una época determinada y llamarla “Neoliberalismo”.

De este modo, la etiqueta “neoliberal”, en tanto concepto o significante, admite diversas y variadas concepciones o significados. Desde el plano histórico, vimos el uso de Rustow y el de Foucault, quienes, con cuarenta años de diferencia, vieron el concepto de forma prácticamente opuesta. Desde el plano filosófico, la ontología basada en la primacía del individuo ante la comunidad es un hito compartido por toda la tradición liberal, la cual se divide, en cambio, ante la pregunta por el límite del Estado. Allí, es útil recordar, aparece la etiqueta de “Minarquistas” donde ubicamos a Robert Nozick cuyos seguidores se identifican como “Libertarians”. Finalmente, en la teoría económica, encontramos a Friedman y Hayek con su “teoría monetarista” que se enfrenta a Keynes y sus seguidores.

La pregunta interesante, entonces, es si acaso todas estas categorías -minarquismo, libertarianismo, monetarismo, individualismo- pueden ser agrupadas en una sola concepción de lo político en una época determinada y llamarla “Neoliberalismo”.



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Comentarios

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Buena columna

Es siempre común, desgraciadamente, que frente a cualquier debate político la academia tienda a plantearlo todo como "depende de que se entiende por x" o a un problema de concepciones. Ya el segundo Wittgenstein tiene el sobrevalorado valor, valga la redundancia, de haberse dado cuenta que los problemas del lenguaje no son un problema para la practica cotidiana, pero se sigue insistiendo constantemente que todo se reduce a un problema de lenguaje, ¿es acaso esto una forma de enredar el debate para no discutir lo realmente importante? Hay ciertas imprecisiones en el articulo que son producto del marco teórico con el que el autor se maneja, el predominio a mi parecer de la teoría política angloparlante. Por ejemplo, no es cierto que los marxistos, socialismos, etc son una variante del comunitarismo (el debate comunitarismo vs individualismo es propio de la filosofía angloparlante y no de la continental que esta más atenta a las sutilezas barrocas que a las simplificaciones más útiles). El comunismo y el comunitarismo tiene en común la idea de que el individuo es un producto social, y por ello lo colectivo es anterior, pero su diferencia es cómo conciben la comunidad: para los comunitaristas el conflicto quiebra la comunidad, en cambio para los comunistas (Marx) el conflicto es la que la reestablece. Ni Honneth ni Rancière se los podría denominar comunitaristas, y por ello también es un error, como lo hace Taylor, pensar que de Hegel se desprende un pensamiento comunitarista (de hecho Ricoeur cuestiona del alemán su énfasis en la lucha en su teoría del reconocimiento). Tampoco creo que sea riguroso decir que Jaime Guzmán es un corporativista, si no contamos sus escritos de colegial, sus entrevistas cuando ya es un artífice del modelo chileno tiene muy poco de corporativistas. Frente al barroquismo intelectual que plantea enredar el debate en términos de lenguaje, prefiero sostener una concepción de representación social de neoliberalismo, mucho más clara, compartida y que de hecho es la que se suele usar a la hora de lanzar los dardos. Desde este punto de vista la pregunta que sostiene el autor sobre si las categorías minarquismo, libertarianismo, monetarismo, individualismo, son agrupables bajo el rotulo de neoliberalismo, la respuesta se vuelve más sencilla... Sí....lo que no quita, por cierto, el valor del autor en dar cuenta de sus variantes y sutilezas desde diferentes perspectivas.

Para aclarar las cosas, en el caso del neoliberalismo a la chilena, en relación a la dicotomía individualismo -comunitarismo, sería bueno analizar la frace que dice como colofon del documenta Chicago boys, (Rafael Valdeavellano, Carola Fuentes, 2015, disponible en Onda media). Sergio de Castro, dice:que los bienes del estado son de todos y no son de nadie al mismo tiempo. Pero lo dice con un cinismo tal, que no es capaz de esconder todo el fraude que significó el capitalismo popular y apropiarse con su club de amigos, los bienes acumulados por la dura era de keynecianismo chileno, entre los terremotos del 1939 y 1960.

No me quedó clara la implicación de Squella en la columna, aparte de su inclusión en el titulo y un par de menciones iniciales, no es una respuesta a algo que haya dicho o escrito, sino pura presunción liviana a intenciones. Me recordó la verborrea bobalicona de los mechones del Curso Fiscal de Leyes, que odiaban a Squella pero no sabían por qué.

El punto central es que el vocablo "neoliberalismo" es excesivamente utilizado por la izquierda más radical con la poca disimulada intención de denostar y desacreditar al capitalismo, perforar sus muros y derribarlo. Por eso encontramos que este vocablo sólo es mencionado rara vez por algún despistado pro-capitalista. ¿Por qué llamar con un nombre distinto a un sistema que toda la vida hemos conocido como liberalismo y en su versión económica como capitalismo? Nada más que para hacer daño.

Buen artículo. Quedamos esperando una definición clara de qué es el neoliberalismo para Renato Garín.

En su libro Breve historia del neoliberalismo, David Harvey, llama a prestar una cuidadosa atención a la tensión que existe entre la teoría del neoliberalismo y la pragmática actual de la neoliberalización. En tal sentido, los rasgos característicos que definen lo que hoy entendemos por neoliberalismo parecen estar dados por las dinámicas de acumulación de capital y por la consolidación de lo que Harvey denomina como Estado Neoliberal, entendido como un aparato institucional orientado, precisamente, a facilitar las condiciones para una provechosa acumulación de capital. Por tanto, la libertad del neoliberalismo no es la libertad del individuo, sino del capital, al respecto, cito a Karl Polanyi, quien distingue entre dos tipos de libertad, una buena y otra mala, la mala sería: «la libertad para explotar a los iguales, la libertad para obtener ganancias desmesuradas sin prestar un servicio conmensurable a la comunidad, la libertad de impedir que las innovaciones tecnológicas sean utilizadas con una finalidad pública, o la libertad para beneficiarse de calamidades públicas tramadas secretamente para obtener una ventaja privada».

Excelente y sesuda columna

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