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Sábado, 20 de Abril de 2024
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Series de TV – Ted Lasso: El padre universal

Juan Pablo Vilches

La premisa es inverosímil, y no importa. El protagonista tiene rasgos exasperantes, y sin embargo es adorable. La serie es sospechosa por todo el amor que genera, pero todo lo logra con buenas armas: escritura, actuaciones y mucha humanidad.

Admision UDEC

Tal vez el mejor cumplido que se le puede hacer a Ted Lasso (la serie, no el personaje) es que respira y transcurre a un ritmo que se parece al de la vida misma; una vida extraña, eso sí, que se desarrolla apaciblemente en un barrio ficticio de Londres, que en la práctica funciona como un pueblo pequeño. Uno de los muchos que conforman lo que fue una gran metrópoli imperial y sigue siendo una de las capitales del capitalismo global.

El aterrizaje del singular Ted Lasso (Jason Sudeikis) y su asistente Beard (Brendan Hunt) en este barrio/pueblo para dirigir a su aproblemado equipo de la primera división –Richmond AFC, también ficticio–, no se diferencia mucho de la llegada de Mary Poppins colgando de un paraguas a restaurar en una comunidad una extraña noción de orden, consistente en una disciplina victoriana que envolvía una apertura sincera a los afectos y al humor.

La primera temporada se sostiene en diálogos agudos y excelentes actuaciones puestas al servicio de la gratificación, estética y principalmente moral, de ver a un personaje sanando a otros personajes y mejorando al mundo.

Y a Ted Lasso le sobra humor y buena voluntad hacia las personas, a quienes siempre da una primera y segunda oportunidad, deviniendo así en una especie de terapeuta de una comunidad –el barrio y su equipo– que ya estaba sana, pero con importantes componentes visiblemente dañados. Como la dueña del equipo, Rebecca Welton (Hannah Waddingham), ni más ni menos.

Así las cosas, la primera temporada se sostiene en diálogos agudos y excelentes actuaciones puestas al servicio de la gratificación, estética y principalmente moral, de ver a un personaje sanando a otros personajes y mejorando al mundo a punta de chistes, alusiones infinitas a la cultura popular y una apertura generosa y amplia, como los brazos extendidos del Cristo Redentor.

Esa gratificación edificante es el agua en la que flota en la serie, y probablemente sea la principal razón para seguirla viendo y también de que despierte tanto cariño en la audiencia. Sin embargo, el verdadero interés de esta ficción, y aquello que la hace avanzar, es la aparición de los límites, de aquello que va más allá del poder sanador aparentemente infinito de Ted Lasso –como su propio matrimonio y sus ataques de pánico–, como si se hiciera eco de la famosa frase de Bielsa sobre el poder formativo del fracaso.

¿Es Ted Lasso un alter ego de Bielsa? No, es más bien es una versión exagerada del liderazgo franco y empático de Jürgen Klopp, director técnico de esa máquina de buen fútbol que es el Liverpool, quien antes de ganar su primer título con el club era objeto de burlas por su afectuoso trato a sus dirigidos. Lasso ejerce un liderazgo inverosímilmente paternal en un entorno híper competitivo como el del fútbol inglés, el que es retratado con cierta fidelidad pero sin mucho interés en meterse en la complejidad táctica que puede llegar a tener el juego.

En otras palabras, esta serie está hecha para que la disfrute una audiencia que no necesita saber de fútbol, porque aquí lo importante no es el fútbol sino el país que lo venera. Buena parte de la comicidad de la serie descansa en la comparación permanente entre las costumbres estadounidenses y las británicas; las palabras que se usan en uno u otro lado del Atlántico para referirse a lo mismo; y ciertamente la dispar forma en que se entiende el deporte profesional (“¿los equipos descienden aquí?”).

El carisma del personaje y del elenco que lo rodea es tan marcado, que no importa que la premisa sea inverosímil o que las maniobras tácticas del equipo sean ultra-trilladas cuando esto se compara con la evolución de los personajes.

Paralelamente a esos desencuentros, las referencias de Ted a la cultura popular son casi siempre comprendidas por sus interlocutores, lo que da la sensación –errónea, probablemente– de que las películas, series y canciones anglófonas de uno y otro extremo del charco han forjado una especie de imaginario común, que permite la comunicación profunda e íntima a la que aspira el sanador Ted, y que lo lleva a bromear diciendo que “creí que estaba en un país extranjero”.

El carisma del personaje y del elenco que lo rodea es tan marcado, que no importa que la premisa sea inverosímil o que las maniobras tácticas del equipo sean ultra-trilladas cuando esto se compara con la evolución de los personajes que se relacionan con Lasso, la que –reiteramos– se da a un ritmo que puede parecerse al de la vida misma. Aunque en realidad, este no el mayor cumplido que se le puede hacer a la serie.

Más impresionante aún es el salto de la primera a la segunda temporada, en dimensiones, en ambición y en complejidad. Si bien la serie es la misma, pronto se nota que las trayectorias de los demás personajes le agregan cartas al naipe, por lo que el juego también crece. Más capítulos, más largos y con más personajes, que confinan la trayectoria deportiva y vital de Lasso al rol de un tronco que de a poco se llena de ramas y de flores que le restan visibilidad y algo de brillo.

Lo llamativo es que la mayoría de las ramas de este árbol parecen apuntar hacia una sola dirección: el padre, o más bien, la figura del padre. Hay momentos en que la serie parece dividir a la humanidad en dos tipos de personas: las que tuvieron buenos padres y las que tuvieron malos padres, unas y otras dejando tras de sí la estela de confianza, rencor, pesadumbre, alegría, confusión por causa del padre vivo o muerto que le tocó en suerte.

Los grandes arcos argumentales de la serie tienen que ver con ello, y con Lasso lidiando con ello. Con el recuerdo de su propio padre y con su autoasumido rol protector de cualquiera que necesite aquello que se espera de los padres.

[ALERTA DE SPOILER] Recibió al talentoso y vanidoso Jamie Tartt (Phil Dunster) como si fuera el hijo pródigo y condujo sutilmente al excapitán Roy Kent (basado en el legendario volante Roy Keane e interpretado por Brett Goldstein) para que siguiera sus pasos como entrenador. En ambos casos con éxito.

[MEGA-ALERTA DE SPOILER] Inversamente, el gran fracaso de Lasso y que de seguro será el arco principal de la también segura tercera temporada, es la evolución de Nate (Nick Mohammed). El apocado utilero del club, bajo el mando de Lasso y Beard, se revela como un talentoso entrenador para después pasarse al lado oscuro de la fuerza, adoptando el vestuario y el peinado del supuesto Darth Vader del fútbol mundial: el técnico portugués José Mourinho. Una exageración y una injusticia.

Más allá de la gratificación a lo Frank Capra que sostiene la primera temporada, en la segunda temporada estimula el visionado con la variedad de tramas cruzadas y el potencial de giros sorpresivos.

La escena del quiebre entre Nate y Lasso parece responder a diferencias profesionales, y sin embargo los reproches del primero son los que un hijo despechado le haría a un padre que lo soltó demasiado pronto. [FIN DE LA ALERTA]

Esta serie acaba de ganar siete Emmys y progresivamente se hacen visibles los trofeos con que el mundo moderno consagra a sus productos culturales: los memes. Más allá de la gratificación a lo Frank Capra que sostiene la primera temporada, en la segunda temporada estimula el visionado con la variedad de tramas cruzadas y el potencial de giros sorpresivos que estas pueden tomar, con sus comienzos, desarrollos y transiciones hacia otra cosa; lo que venga. Como la vida misma.

Acerca de

Título: Ted Lasso

País: EE. UU.

Exhibición: Dos temporadas de 10 y 12 episodios respectivamente (2020-2021)

Creada por: Bill Lawrence

Se puede ver en: Apple TV+

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