Diego Portales

Guzmán, al igual que Pinochet, fue de aquellos que nunca apretaron un gatillo, pero sabían perfectamente quiénes lo hacían y contra quién. De los que, mientras las madres buscaban a sus hijos exigiendo una condena para el dictador, compartía con él entre cheese and wine. De los que guardaron silencio cada vez que las FF. AA. cometían tortura. De los que no les importaron los atisbos institucionales antidemocráticos. De los que impusieron una constitución a punta de metralla y pólvora.

Chile pudo haber sido un país federal y prematuramente democrático. El intento fracasó no solo por inexperiencia y falta de recursos. Las intrigas de Portales, las rivalidades locales y un furioso temporal que azotó la zona central crearon un escenario psicológico para la sensación de caos.

En los últimos días de manifestaciones, estatuas de militares han sido decapitadas o destruidas, como García Hurtado de Mendoza, Francisco de Aguirre, Dagoberto Godoy y Pedro de Valdivia. Este último -en su imagen clásica en Plaza de Armas- también fue intervenido con atuendos indígenas en una masiva convocatoria donde las organizaciones llamaron una asamblea constituyente plurinacional.