
Lo que le sucedió en Temucuicui a la ministra del Interior, Izkia Siches, es el síntoma de la desconfianza frente a cualquier representante de un Estado opresor, pero también es la división entre los que albergan esperanza frente a una constitución plurinacional y quienes consideran que los esfuerzos de los convencionales de los pueblos originarios son “un acto de sumisión”, como los califica la CAM.