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Viernes, 18 de Julio de 2025
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2025: a la mitad de un año histórico marcado por los Estados Unidos de Trump

Andrés Almeida

“Y si en el balance entre novedades e inercias, es posible observar cierto declive del poder de Estados Unidos y Europa, la pregunta más acuciante es si es que Trump contribuye a acelerar o ralentizar el proceso”.

Este es el newsletter de análisis informativo exclusivo para suscriptores de Interferencia correspondiente al viernes 11 de julio de 2025, y que ahora se comparte con todos los lectores.

Hay razones para creer que el año en curso es uno de aquellos que marcan puntos de inflexión en la historia contemporánea. El giro de Donald Trump de la política exterior de Estados Unidos, los derroteros impredecibles de las nuevas guerras y las disputas políticas por el reequilibrio de fuerzas, dan cuenta de un mundo en transformación y -tal vez- de la fisonomía que marcará a este siglo 21. Es así que hay expectación respecto del anuncio que Trump hará el próximo lunes respecto de Rusia y Vladimir Putin. 

Sin embargo, hay cosas que no cambian, cuya inercia demuestra que la velocidad de lo histórico no depende de ningún líder en particular, en un momento dado. Por el contrario, se trata de fuerzas de largo plazo -geográficas- que terminan configurando los liderazgos, a veces, a pesar de la voluntad de los líderes y de sus esfuerzos.

Ambas fuerzas coexisten y entran en conflicto, sin que todavía esté claro el resultado, como si se tratase de la mitad de un partido de fútbol bien peleado. 

En cuanto a la política exterior estadounidense Trump quiso girarla en 180° y revertir el déficit de comercio exterior en un plazo de seis meses. Pese a las ampulosas declaraciones -y órdenes ejecutivas- en estos sentidos, a aproximadamente seis meses de gobierno, el Presidente estadounidense está haciendo lo que puede y no lo que quiere.

La feria en que se ha convertido su política arancelaria -donde se impone la lógica del regateo- muestra los altos grados de improvisación de la Casa Blanca, a cuenta de una pérdida de prestigio que va en directa proporción respecto de la mayor respetabilidad de los rivales geopolíticos, como BRICS. Una agrupación que parece no ralentizarse demasiado pese a las amenazas directas de Trump. De hecho, se espera que el famoso anuncio de Trump del lunes vaya en relación a nuevas y mayores sanciones económicas, entre las cuales las que probablemente menos sentido tienen son las arancelarias, pues ya el comercio entre rusos y estadounidenses es mínimo. 

De este modo, la política arancelaria de Estados Unidos no parece estar reescribiendo el orden del comercio mundial, sino apenas mejorando la balanza comercial del país, sin atacar sus causas profundas, ni ésta está socavando el capitalismo mundial, el cual se sigue moviendo como siempre ha hecho; esperando y actuando, según señuelos y oportunidades. Por el contrario, los aranceles que van y vienen se han convertido en armas políticas de escasa monta que erosionan el dólar en la misma medida en que van consiguiendo forzar compromisos por parte de los países que se sientan a negociar.

En cuanto a la diplomacia, Trump actuó exactamente como cualquier mandatario de Estados Unidos respecto de Medio Oriente. Esto es, apoyando a Israel de manera incondicional, al punto que intervino en la guerra aérea entre ambos países, arriesgando el orden nuclear del planeta y una escalada capaz de desestabilizar la seguridad entre Turquía y la India.

A pesar de que Trump trajo al vocabulario político de Washington la palabra ‘obliterado’, que viene ser algo así como la anulación completa de algo, para referirse al ataque estadounidense a la infraestructura nuclear iraní, con el propósito de impedir el desarrollo de cualquier armamento nuclear, lo cierto es que persisten grandes dudas sobre el éxito de ese objetivo militar. 

Al parecer, el uranio enriquecido iraní está a salvo, pues fue evacuado de las instalaciones en que se suponía que estaba, y la represalia iraní sobre la base estadounidense de Qatar sugiere que la capacidad misilística sigue -sino intacta-, al menos operativa y funcional. Y por último, el ayatola Jamenei sigue donde mismo estaba, sin que haya un cambio de régimen, que era -al parecer- el objetivo máximo de Israel.

De este modo, Trump sigue con otro patrón estadounidense en Medio Oriente, que es su incapacidad de generar un orden plenamente conveniente para sus intereses, involucrándose en conflictos onerosos e inciertos, bajo excusas archiconocidas y desacreditadas, como lo es actuar preventivamente para evitar la puesta en escena de los enemigos de armas de destrucción masiva. Cualquier rima entre Irak e Irán, no es coincidencia.

Así y todo, Israel parece estar demostrando que su capacidad militar y diplomática le permite imponerse en la región. La situación de Siria y el resultado de la guerra con Irán, que detuvo su ataque luego de la intervención estadounidense, parecen darle la razón. 

Sin embargo, a diferencia con las otras guerras de Israel, esta vez no aparece como el claro ganador. Las imágenes de los misiles iraníes golpeando Tel Aviv, Haifa y otras ciudades son una demostración de que el país es vulnerable, y que sin Estados Unidos, probablemente su existencia estaría en juego. Tal vez es la primera vez que un gran enemigo de Israel obtiene tablas.

Y es que hay algo en esto que es también plenamente novedoso, al menos respecto del siglo 20; la naturaleza de las nuevas guerras, las que parecen estar determinadas por las nuevas capacidades del armamento aéreo de precisión. Es decir, misiles, drones y armas anti-aéreas. 

Y en este factor, Occidente -por primera vez- parece estar en una clara desventaja militar. Esto, porque todo indica que la producción de armas ofensivas por parte de Irán -y Rusia, y Yemen- tiene ventajas que hacen su contrarresto una pesadilla logística. Dado que es posible para estos países lanzar grandes oleadas de drones y misiles, más o menos simples y baratos de producir y conducir, éstas logran agotar las piezas antiaéreas destinadas a contrarrestar dichas oleadas, las que son más intensivas en tecnología, y por lo tanto, más caras y lentas de producir. 

El resultado es que los misiles y drones tocan suelo, y se produce un desbalance difícil de revertir en el corto y mediano plazo -que es en el que se ganan o pierden las guerras-, con la consecuente pérdida de prestigio estratégico de opciones tales como el Iron Dome israelí o el Golden Dome estadounidense que prometió Trump.

Es justamente eso lo que parece estar pasando en Ucrania, donde la guerra de atrición muestra sus resultados en favor de Rusia, por la incapacidad occidental de reabastecer satisfactoriamente las defensas antiaéreas ucranianas, además del gran costo humano ucraniano, el que parece estar volviéndose demasiado pesado en términos humanitarios, sociales, económicos y políticos. 

Si bien Volodimir Zelenski parece estar teniendo un éxito relativo, diplomático y político, en comprometer a Europa en su seguridad y reconstrucción, y en volver a recibir armamento estadounidense, los costos de aquello parecen empezar a aparecer con mayor claridad.

Esto, porque Estados Unidos ya soltó el financiamiento de la seguridad de Europa. Lo hizo al obligar a Ucrania a firmar el acuerdo con el que este país entrega buena parte de sus recursos minerales, con lo que pretende autopagarse su esfuerzo de guerra hasta ahora. Y lo está haciendo ahora, al volver a comprometerse a entregar armamento a Ucrania, pero a cuenta de Europa, que pagará por ello.

De este modo, comienza una gran presión sobre los países europeos de la OTAN para que gasten hasta 5% de su PIB en defensa, lo que puede convertirse en un bulto demasiado grande por cargar. Hay que recordar que se trata de una presión sobre el gasto público muy superior a ese porcentaje, pues el principal esfuerzo no es a cuenta de la economía en general, sino respecto de la capacidad fiscal. Esto se traduce, según Grand Continent, en incrementos anuales de gasto equivalentes a $510.000 millones de euros, los cuales deben salir de otras partidas fiscales o deuda de todos los países europeos de la alianza: Un gasto en defensa del 5% del PIB supondría 510.000 millones de euros adicionales al año para los europeos.

Al respecto, es cierto que hay una retórica que dice que Rusia debe participar de la reconstrucción de Ucrania, en especial si es que se queda con los oblast en disputa, y que se la puede obligar a ello, echando mano a los activos rusos congelados. Pero, si eso llega a pasar, depende de la situación militar y diplomática en la que se produzca el fin de la guerra, la cual todavía es incierta, aunque cada vez es más claro de que no se tratará de una derrota estratégica rusa.

Además, para poder asumir el incremento del gasto militar, sin perder desarrollo social, estabilidad política y crecimiento económico, Europa todavía depende de que el gas barato ruso vuelva a fluir a su máquina productiva, la que ha perdido competitividad por sus costos energéticos, principalmente respecto de Estados Unidos, país que -a su vez-, se verá aliviado de un gasto militar que hoy por hoy contribuye en gran medida a sus altísimos niveles de deuda pública.  

Y si en el balance entre novedades e inercias, es posible observar cierto declive del poder de Estados Unidos y Europa, la pregunta más acuciante es si es que Trump contribuye a acelerar o ralentizar el proceso.

Algo que está por verse a la vuelta de la esquina, en 2026, cuando sean las elecciones de medio término de Estados Unidos, donde los electores estadounidenses evaluarán si las políticas de Trump agregan fuerza a su movimiento MAGA (Make America Great Again) o por el contrario, lo debilitan. Un momento -por cierto- muy distinto de cuando se decida entregar el premio Nobel, al cual Pakistán e Israel postularon al Presidente estadounidense, en un gesto desconcertante. 

De momento el país parece tan o más conflictuado internamente como antes. Las políticas antiinmigración fracturan la opinión pública, también parece haber una grieta, principalmente generacional, respecto del respaldo de Israel, y emerge una tímida nueva oferta política, la que puede ejemplificarse con el ‘tercer partido’ que quiere formar Elon Musk o la elección de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York, quien no solamente es socialista, sino que también musulmán.

Una elección impensada cuando empezó el siglo, por mucho que se trate de esta progresista ciudad, pues es la misma que hace casi 25 años recibió un ataque de terroristas islámicos, los que -a su vez- provocaron el ciclo de intervención de Estados Unidos en Medio Oriente y Asia Central.

[Artículos relevantes]

¿Destruidas? ¿Dañadas? ¿Inoperables? ¿Qué se sabe de las instalaciones nucleares de Irán? de Geoff Brumfiel, Brent Jones y Alyson Hurt en NPR.

- Ataques aéreos estadounidenses contra Irán: una misión inútil que pone en riesgo una guerra eterna, de Brand P. Buck en CATO Institute.

- La OTAN antes pudo evitar el colapso, pero nunca ha estado tan cerca como ahora, de Hal Brands para Bloomberg.

- ¿A quién están tendiendo una trampa mientras la OTAN acuerda aumentar el gasto militar al 5% del PIB? la editorial de Global Times.

- La cumbre de la OTAN no puede ocultar la difícil situación de Ucrania, de Gideon Rachman en Financial Times.

- BlackRock suspendió las negociaciones con el fondo ucraniano tras la victoria electoral de Trump, de Jenny Leonard, Donato Paolo Mancini y Leonard Kehnscherper en Bloomberg.

- Las luchas políticas internas en Ucrania se están volviendo feas, de The Economist.

- Las tropas ucranianas luchan por mantener la línea en el frente oriental, de Constante Méheut y Ola Konovalova en The New York Times.

- Estados Unidos sólo tiene el 25% de todos los interceptores de misiles Patriot necesarios para los planes militares del Pentágono, de Hugo Lowell en The Guardian.

- Mientras Trump amaga con aranceles, China no pierde el tiempo: ¿se avecina una nueva inversión a gran escala del gigante asiático en América Latina? de Sputnik Mundo.

- Consejos para Elon Musk de la campaña independiente más exitosa de la historia moderna, entrevista de Catherine Kim a Russell Verney, el asesor de Ross Perot, en Politico.

¿Quién es Zohran Mamdani, el probable próximo alcalde de Nueva York? de AlJazeera.

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