El domingo 15 de diciembre se realizó una de las actividades de votación más significativas en los últimos años. De manera voluntaria, más de dos millones de ciudadanos desde sus smartphones o sus computadores ubicados en lugares públicos, respondieron preguntas sobre la voluntad de crear una nueva constitución, el carácter del organismo que la redactaría, entre decenas de otros temas de detalle.
El proceso fue organizado por las municipalidades de Chile y dio una clara muestra de ser una movilización del voto, lo que refuerza la idea de que los movimientos sociales posteriores al 18 de octubre en Chile, son también de carácter político y ciudadano.
Para comprender la implicancia y los desafíos de esta democracia electrónica, INTERFERENCIA entrevistó a Claudio Fuentes Bravo, quien es es director del Centro de Estudios de la Argumentación y el Razonamiento de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales.
- Usted estuvo a cargo de la codificación de las preguntas abiertas de los Encuentros Locales Autoconvocados (ELA) que es un proceso que tiene una similitud con la consulta ciudadana, en el sentido de que la gente se organizó sola y participó de una especie de movimiento. ¿Qué paralelos observa entre esta Consulta Ciudadana y esa experiencia, también llamada cabildos ciudadanos, promovidos por Michelle Bachelet?
- Los paralelos que veo tienen que ver con que hay un movimiento que fue estableciendo una agenda o unas preocupaciones bien nítidas que desembocaron en esta votación. En todo caso, hay una diferencia que conviene destacar: en el caso de los Encuentros Locales Autoconvocados, hay deliberación, es decir, hay una discusión razonada y un resultado. En el caso de la Consulta Ciudadana estamos hablando de una votación que lo que vehicula son preferencias individuales, lo que es distinto.
Así, la fuente es similar, es decir, un movimiento ciudadano que genera preocupación, que genera una agenda respecto de ciertos temas, pero que finaliza -en el caso de esta votación- en las preferencias individuales. En el caso de los ELA, hay deliberación de por medio. No podríamos decir que una cosa es mejor que otra, pero hay diferencias importantes.
- ¿Hasta qué punto puede ser complejo procesar datos de esta naturaleza dadas las circunstancias en que se realizó la consulta? Por ejemplo, había varios mecanismos de votación: a distancia, presencial mediante computadores y con papel y lápiz. Al mismo tiempo, cada comuna incorporaba o restaba sus propias preguntas. En esta diversidad me parece que hay otro paralelo...
- Hay un problema grande que he conversado con algunos colegas y que probablemente obedece a que un proceso de esta naturaleza [e-democracy] es la primera vez que se realiza tan masivamente en Chile, por lo que existe poca cultura metodológica. Que cada municipio o grupos de municipios haya elaborado sus propias preguntas se explica por la búsqueda de cada alcalde de dar con las singularidades de sus ciudadanas y ciudadanos, pero cuando se trata de realizar un estudio social o planear una votación hay que tener disciplina metodológica, y ahí menos es más.
Es decir, en la medida en que sea uniforme el instrumento, que las preguntas sean las mismas, que haya unicidad en los criterios, ahí se puede tener robustez en los resultados, y ser más eficiente y disponer de mayor validez de lo que estás haciendo.
Va a ser muy difícil congeniar tantas formas de preguntar y tantos instrumentos distintos, digital, presencial, en papel. De este modo, mientras más complejidad hay, es más difícil obtener un buen reporte, con todas las propiedades metodológicas que se quisiera tener, en un estándar adecuado para estas instancias de relevancia pública.
Hay que tener en consideración, eso sí, que las condiciones en que se precipitó la consulta, teniendo en cuenta la avalancha de demandas y las exigencias de premura de la participación, tuvo carácter de urgencia. Como lección queda que en el futuro que tenemos que avanzar en una cultura metodológica para poder dar cuenta de la presión de lo que la ciudadanía quiere que es una democracia más directa donde los municipios son actores relevantísimos.
- ¿Cómo valora la e-democracy o democracia electrónica como un paso hacia una democracia más participativa y no solo representativa?
- A mí me parece que es fundamental y el tipo de cosas con las que no se puede luchar es contra la democracia electrónica. Es algo que se está instalando y que probablemente sea la única alternativa viable para responder a las exigencias que tiene la población hoy. Por ejemplo, respecto del nivel de información que la ciudadanía tiene, el nivel de complejidad que está adquiriendo las formas de gobernancia.
Así, creo que solo queda ir profundizando la implementación de la democracia electrónica, o inteligente, o colectiva, como queramos llamarla.
El punto es que todavía estamos en pañales y debemos enfrentar problemas relevantes. Uno de ellos es el espacio para la deliberación, que ha definido la democracia desde Grecia. Si no hay deliberación, vamos a tener algo electrónico, pero no democracia.
El voto electrónico sirve para zanjar algunas discusiones, pero va a ser muy relevante el cómo podemos incorporar a este sistema democrático las discusiones entre las personas, el razonamiento y la persuasión. El poder convencer y poder establecer preferencias de, por ejemplo, unas políticas por sobre otras.
Cómo vamos a poder hacer eso es un desafío tecnológico, académico, ciudadano. Por cierto los medios computacionales de los que disponemos en la actualidad son la respuesta, pero estamos en el inicio de esto y en Chile tenemos los profesionales y los medios para avanzar en este camino.
Ya hay buenas ideas en la innovación de temas públicos y de democracia electrónica. Así que ojalá que las personas que se están graduando hoy, por ejemplo, en ciencia política se enfoquen en estos temas, porque lo que se viene es muy importante y hay que darle tiempo y dedicación.
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