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Domingo, 22 de Junio de 2025
Capítulo

Extracto del libro ‘Todo lo que tenías que hacer. Mujeres ayudistas en la dictadura de Pinochet’

Tomás García Álvarez

'Todo lo que tenías que hacer' (Alquimia, 2025) recupera las voces de las mujeres que arriesgaron sus vidas para ayudar, proteger y resistir con valentía en la lucha contra la dictadura cívico-militar de Pinochet. Sus testimonios revelan no solo el coraje en medio de la oscuridad, sino también la solidaridad y el amor por la vida.

Una partida de ajedrez

Un par de zapatos cruza el pasillo principal del edificio que colinda con el Hotel Carrera en el centro de Santiago. La mente la lleva en blanco, concentrada. Solo siente la urgencia de hacerlo bien. Sigue las instrucciones tal como le fueron planteadas: a los dos militares ubicados en la puerta les dice que va de visita donde una amiga. A verla, charlar, saber cómo anda con todo eso que está pasando en el país. Su seguridad y confianza la ayudan a pasar el cerco. Es fines de 1973 y todas son sospechosas. Nadie conoce muy bien el bando de la otra, pero a decir verdad ella perfectamente podría estar con los militares, ser hija o esposa de uno de ellos. Es la apariencia, la tranquilidad con la que se mueve. Solo eso porque de aquel lado de la historia jamás podría estar esa mujer, Mónica Urrutia. 

Días atrás, las tropas de los cuatro generales de la Junta habían tomado los centros productivos chilenos: fábricas, puertos, hospitales y los ministerios del Estado. Algunas personas creían que era una simple demostración de fuerza para detener el vendaval transformador en el que estaba el país. En cambio, otras sabían perfectamente, quizás por la amistad con militantes brasileños escapados de una dictadura siniestra, que Chile comenzaba a entrar a un portal desconocido. Adentrarse en un hoyo negro traga estrellas que mancharía de rojo el blanco de la cordillera y hundiría a todos en lo profundo del azul marino.

La tarde del punto final, Mónica guardó en un antiguo baúl la bandera chilena, luego la colgó cuando escuchó los bandos militares salir de la radio y volvió a descolgarla cuando supo de la muerte de Allende. Lo resintió por días, aunque no había votado por él. Su familia tenía una tradición demócrata cristiana y pese a que no simpatizaba del todo con ese ideario, los valores más profundos de ese legado se quedaron con ella. Los mismos valores más cristianos que demócratas que una tarde la empujaron a decirle que sí a su amiga Tana. Que sí, que sí la acompañaba al Consulado de Panamá a ver a los asilados que buscaban dejar el país. Todavía no tenía muy claro en lo que se estaba metiendo.

De ese lugar, salió con una tarea.

Cuarto piso. Mónica sube en el ascensor. Se arregla la ropa y mantiene la vista decidida. Tiene los ojos ovalados y sus pómulos marcados hace que se escondan al sonreír. Una vez arriba, camina hacia la escalera marmolada y baja hasta el segundo piso. Esa es la instrucción y no debe improvisar. 

Pese a que está haciendo algo completamente nuevo, arriesgándose por personas que desconoce por completo, no la invade el miedo. Está convencida. Camina por los pasillos alfombrados hasta llegar a una puerta. Toca dos veces. Insiste. Nadie responde. Espera los cinco minutos que le han indicado que debe esperar y cuando el tiempo se cumple, da media vuelta y vuelve por donde llegó. En el primer piso la esperan los dos militares que custodian la entrada, ella sonríe y lanza un “hasta luego” que le da naturalidad al asunto. Los vigilantes no prestan mucha atención y la dejan ir sin advertir nada raro.

El poco nerviosismo se disipa cuando ya está afuera. Mónica respira la calma, pero no se confía. Sabe que participa de algo desconocido hasta ese entonces para ella. Y aunque pudo haber dicho que no, negarse, hacer como que nada pasaba a su alrededor, prefirió aventurarse.

Por la puerta que Mónica golpeó debían salir dos militantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros de Uruguay. Había que llevarlos con vida al consulado, pero para suerte de ella, piensa, nadie atendió la puerta. Asomarse a la calle con dos hombres siendo que no había entrado con ninguno hubiera sido extrañísimo. Sospechoso. Sobre todo, cuando las advertencias eran claras y el suelo del centro de Santiago estaba regado de un mensaje tenaz, desde el primer momento del golpe de Estado:

NO SE TENDRÁ COMPASIÓN CON LOS EXTREMISTAS 

EXTRANJEROS QUE HAN VENIDO A MATAR CHILENOS.

CIUDADANO:PERMANECE ALERTA PARA DESCUBRIRLOS 

Y DENUNCIARLOS.

Mónica se monta en la Citroneta que la espera a la salida del edificio y va en busca de un teléfono público. Lleva con ella un listado de números a los que debe informar sobre el resultado del “servicio” que le han encargado. “No había nadie”, le dice al hombre que la escucha del otro lado. La llamada se termina.

Nunca supo qué pasó con los dos tupamaros extraviados. La puerta del departamento simplemente no se abrió. Pero sin darse cuenta, ella terminó abriendo la suya. Otra puerta. Una que la llevó a otra y luego a otra. Terminó abriendo tantas durante la dictadura que ya no recuerda cuántas fueron.  

– Así llegué a esta vida de ayuda que no sabía que era ayuda– dice hoy.

Sobre el libro:

'Todo lo que tenías que hacer' recupera las voces de las mujeres que arriesgaron sus vidas para ayudar, proteger y resistir con valentía en la lucha contra la dictadura cívico-militar de Pinochet. Sus testimonios revelan no solo el coraje en medio de la oscuridad, sino también la solidaridad y el amor por la vida.

En sus palabras resuena la fortaleza de todas las mujeres que, con sus gestos cotidianos, sus acciones decididas, desafiaron el terror para mantener viva la esperanza. Relatos y experiencias ausentes de la crónica sobre la épica de la resistencia, pues como afirma su autor, el periodista Tomás García Álvarez, “la mayoría de ellas disminuían sus acciones y no se creían merecedoras de ningún reconocimiento. Probablemente porque todas estaban convencidas de que era lo que había que hacer. Me lo repitieron innumerables veces. A través de esa frase fui comprendiendo la importancia de la ayuda movilizada por la angustia y la desesperación, pero sobre todo por la humanidad de las mujeres”.

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