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Viernes, 8 de Agosto de 2025
[Una voz en la ciudad]

Películas de viajes

Terencio

"Me vi en muchas ocasiones tan colgado por cómo terminaría el film que enojado llegaba a mi casa y torrenteaba la película solo para ver cómo se acababa. Recuerdo en especial una de ellas, The Internship, donde Vince Vaughn y Owen Wilson entran de aprendices a Google. Tuve que bajarla para ver cómo concluía".

Demasiadas veces he pensado que sería necesario que Valparaíso y Viña quedaran cincuenta kilómetros más lejos de Santiago, onda a 150 kilómetros de distancia. Ello porque me he encontrado a lo largo de los años con una situación muy curiosa y desagradable cuando viajo en bus.

Entre 2007 y 2012 hice clases en la UAI en Viña, cuando estaba instalada primero en Recreo y luego se fue a Sausalito Alto. Yo me iba de un día para otro desde Santiago, porque habitualmente pedía que me dieran las clases que tenía yo que dictar a eso de las 08:30 de la mañana y viajar desde la capital mucho más temprano que esa hora, tipo saliendo a las 06:00, era una joda.

Me quedaba a alojar donde mi suegra y me iba en colectivo a la UAI en la mañana temprano y luego como a media tarde, luego de hacer cuatro módulos de clases, tomaba el bus de regreso a Santiago. Cuando iba el bus saliendo desde Chorrillos hacia Las Palmas, para encaminarse por la Ruta 68, indefectiblemente el sobrecargo del Tur Bus entraba a la cabina de los pasajeros y en la parte de arriba tras el conductor ponía un CD o un VCD o a veces hasta un VHS y empezaban a dar una película. Y yo: “qué entretenido, me voy a ver una película en el viaje”.

Así quemaba el tiempo atento a las peripecias de los personajes. Y estaba de lo mejor mirando las escenas cuasifinales de la cinta, cuando el sobrecargo entraba de nuevo a la cabina de los pasajeros, se subía al cubículo que tenía el VHS o VCD o CD y apagaba las teles; porque el bus ya estaba llegando al terminal.

Y a la película le faltaban como veinte minutos para finalizar.

Me vi en muchas ocasiones tan colgado por cómo terminaría el film que enojado llegaba a mi casa y torrenteaba la película solo para ver cómo se acababa. Recuerdo en especial una de ellas, The Internship, donde Vince Vaughn y Owen Wilson entran de aprendices a Google. Tuve que bajarla para ver cómo concluía.

Ah, si solo Viña estuviera a cincuenta kilómetros más de Santiago habría podido siempre ver el final de las cintas que solían durar como dos horas, cuando el trayecto en bus de la Quinta Costa a la Región Metropolitana toma solo una hora cuarenta.

Sigh.

Me pasa todo lo contrario en los vuelos de avión.

Como Chile está en el poto del mundo, cualquier vuelo al extranjero, con la sola excepción de Mendoza, toma varias horas, a veces incluso un tercio de día o más de medio día, si uno va al Hemisferio Norte.

Y ahí me sucede algo súper molesto.

Me estreso tanto en esos viajes largos en avión que me quedo como petrificado en el asiento, sin ganas de hacer nada y tenso esperando que acabe el vuelo.

A tanto llega eso que no suelo aceptar las comidas que dan en el avión, ni mirar las películas que ofrecen, ni escuchar los audios para los que pasan unos audífonos al principio del viaje, ni jugar en los juegos que también se activan en esas pantallas que van en cada asiento.

Nada.

Lo único que hago es mirar el mapa actualizado minuto a minuto que muestra dónde va el avión; rezando para que avance rápidamente.

Bueno, la cosa es que esa situación ahora alguien la bautizó: se llama “rawdoggin”. Y se refiere a anular cualquier uso de los servicios de los vuelos largos, concentrado simplemente en mantenerse enfocado en tus propios pensamientos y angustias.

El Manchester Evening News explica el rawdoggin de la siguiente manera:

“Imagínese el escenario: está en un vuelo de ocho horas a Nueva York y descubre que el entretenimiento a bordo no funciona, se ha olvidado de reservar una comida vegetariana y su teléfono/portátil/tableta ha muerto. Peor aún, es una salida por la mañana, por lo que dormir durante todo el viaje ni siquiera es una opción.

Para la mayoría de los viajeros, la idea de pasar un largo período en el aire sin nada que hacer sería una situación para la que pedir ayuda. Pero una nueva generación de viajeros frecuentes está optando activamente por abstenerse de cualquier tipo de interacción en los vuelos. Conocida como “rawdoggin”, la tendencia se está extendiendo en las redes sociales más rápido que un Concorde”.

Me ha pasado otra cosa relacionada con esto: aunque nunca activo la pantalla de mi asiento para ver películas, sí me sucede que empiezo a mirar hacia las filas de asientos de adelante y a veces me quedo pegado en alguien de la fila de al lado, un par de puestos por delante de mí que está viendo algo, y le echo un vistazo cada cierto tiempo a esa película, sin tener el sonido ni la distancia adecuada para leer los subtítulos.

Así vi una vez, Batman: The Dark Knight, con Heath Ledger.

Por suerte, eso sí, la película alcanzó a terminar antes de que el avión aterrizara.

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