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EL BREXIT Y LA LEY DE MURPHY
"Si algo puede salir mal, va a salir mal" es la famosa sentencia de Edward Murphy, un ingeniero aeronáutico de la fuerza aérea estadounidense, experto en lanzamiento de cohetes, quien la acuñó en 1949 para demostrar lo falible de cualquier acción humana.
Lástima que en la política no se haya tomado esto en serio, pues Murphy ideó esto para prever y minimizar todo riesgo. Así en 2016, el entonces premier británico David Cameron no hubiese llamado a un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Cameron y la mayoría del Partido Conservador no deseaban salirse de Europa, pero crecía el descontento en una facción euroescéptica que sí lo deseaba. Una elección los pondría en su lugar sin fracturar al partido. Pero para sorpresa del mundo, el Brexit ganó y todos están hoy arrastrados a ese lugar; que hoy está fuera de Europa.
Cameron con eso no fracturó a su partido, pero sí al país, y como los últimos premiers tories (conservadores) desde Margareth Thatcher, tuvo que dimitir por un fracaso respecto de su relación con Europa. Como dijo The Wall Street Journal, pasó lo impensado y lo absurdo: el gobierno de entonces recomendó votar en contra de su propia moción... y perdió.
¿Qué probabilidades había entonces de que ganara el Brexit? - Murphy.
Esta semana, la sucesora de Cameron, Theresa May, está protagonizando también lo que puede llegar a ser una tormenta perfecta que derive en la peor pesadilla europea y tal vez mundial: un Brexit duro o sin acuerdo, en el que reine un caos tal que pueda llevar incluso a una crisis mayor por la desaceleración económica de Europa (la que ya se reestimó en febrero hacia la baja en seis décimas porcentuales, de 1,9% a un más escuálido 1,3%). Cabe señalar que las implicancias comerciales, financieras, aduaneras y migratorias de un divorcio sin acuerdo son de una incertidumbre total para todos, las islas británicas y la Europa continental. Esto, en tanto que la economía y sociedad británicas están soldadas a escala micro y macro a Europa luego de 46 años de pertenencia a la Unión Europea. Solo como ejemplo, 3 millones de europeos viven hoy en el Reino Unido, y un millón de británicos viven en alguno de los países de la Unión.
El Reino Unido y la Unión Europea tienen por plazo para negociar un Brexit suave el 29 de marzo, pero todo indica que a esa fecha no habrá acuerdo. Esta semana el Parlamento británico votó por segunda vez en contra de la propuesta de acuerdo que negoció May con los europeos, principalmente porque la mayoría tory no logra ponerse de acuerdo respecto a la situación fronteriza de Irlanda del Norte (parte del Reino Unido) con la República de Irlanda (parte de la Unión Europea). Hasta el momento, la idea era extender el periodo de transición en la isla de Irlanda -casi como si ahí no hubiese Brexit- a la espera de la negociación de un acuerdo de libre comercio y aduanero definitivo, pero muchos tories -entre ellos miembros del gabinete de May- piensan que es inconveniente mantener en la práctica a Europa dentro del Reino Unido, pues dicha situación podría enquistarse.
También el Parlamento británico votó esta semana a favor de un Brexit con acuerdo, descartando que la fecha final sea el 29 de marzo, con un Brexit sin acuerdo. Sin embargo, para que esa votación no sea solamente una expresión de deseos, May debe pedir una prórroga a Europa, pero los negociadores europeos ya le advirtieron que la petición debe ser más concreta que la necesidad de ganar tiempo. La pregunta es ¿tiempo para qué? Mientras, en el continente, algunos ya empiezan a perder la paciencia y manifiestan su preferencia por un Brexit duro si eso significa acabar con la agonía, que en junio va a cumplir tres años. Además, cualquier prórroga no debería ser antes de la elección europea del 23 y 26 de mayo, pues si a esa fecha no hay acuerdo, el Reino Unido está obligado a participar de esas elecciones, lo que es sumamente perturbador para la negociación, pues el tema electoral va a ser sí o sí el Brexit, y no solamente en las islas británicas, sino que en todo el continente.
De tal modo, crece la posibilidad de un Brexit sin acuerdo, incluso si se extiende la fecha un par de meses (que es lo más probable). Para que no haya un Brexit duro, May puede insistir en una nueva votación sobre este acuerdo o renegociar otro con Europa, pero su figura ya está desgastada y algunos piensan en que es necesario una remoción para cambiar al líder negociador. Otros van más allá y piensan que es momento de nuevas elecciones del Parlamento británico, pero esa alternativa -por los tiempos involucrados- implicaría que la prórroga de salida sea después de mayo, con lo que Gran Bretaña debería votar en la elección europea.
Por su parte los laboristas están a la espera de que May se estrelle con la fecha final, sea esta el 29 de marzo o en mayo, con la esperanza de que se abra un nuevo escenario en el que entren a la mesa otras opciones hasta ahora no consideradas. Estas son simplemente dejar sin efecto el Brexit; hacer un segundo referéndum; o -la más razonable, en el sentido que no abroga una elección popular soberana, como fue la del 2016- negociar un Brexit al estilo noruego, en que la salida sea tan suave que sea imperceptible, casi cosmética. Cabe señalar que Noruega no es parte de la Unión Europea, pero en los años de relación con ella ha desarrollado acuerdos e instituciones tales que suplen los grandes problemas prácticos asociados a esa no pertenencia.
Es el sueño también de toda Europa y tiene alguna chance de suceder, pero eso llevaría a la segunda ley de Murphy: "si algo está saliendo bien es porque no estamos prestando la suficiente atención".