Unión Española

La primera división del fútbol chileno ha perdido a uno de sus componentes esenciales. Al que, en palabras de muchos, es el estadio en que se ve mejor el fútbol en Santiago. No por un accidente, no por una desgracia. Porque la gente de Unión se dejó caer y no levantó cabeza. Ahora, en palabras de Aguad, ni siquiera están en condiciones de juramentar su regreso. La pregunta ahora es qué Unión Española bajó: ¿la que tiene casi cien años de historia brillante o la que lleva una década desdibujándose?

La primera rueda del torneo chileno dejó más preguntas que certezas. El juego mejora por momentos, pero el sistema no lo acompaña. Hay equipos que ilusionan, pero un modelo que no los sostiene. El fútbol nacional es como un buen volante creativo rodeado de compañeros que no entienden la jugada.

Que Palestino y Audax estén peleando el título no es solo una anécdota. Es la expresión de un fenómeno social: el fútbol como espacio de resistencia identitaria, en un país que —aunque ya no es el mismo del siglo XX— sigue reconociendo en estos equipos una historia viva.

El balompié es juego, pasión e irracionalidad por definición. Comienza ahí donde la sensatez termina, y por lo mismo, si una disputa colorida y emblemática como aquella sobre quien sea el “cuarto grande”, no deja muertos ni heridos, bienvenida sea, sobre todo en la medida que contribuya a mejorar la autoestima de los postulantes, difundir estadísticas, información y apreciaciones balompédicas y, de tal modo, a engrosar nuestro, un tanto escuálido, acervo cultural futbolero.




