
El fútbol chileno necesita urgentemente una inversión estratégica en infraestructura. No se trata solo de renovar estadios, sino de repensar un modelo que abarque las necesidades de los jugadores, el desarrollo de nuevas generaciones y la incorporación de tecnología de última generación. Solo así el fútbol chileno puede pensar en dejar de ser objeto, ya no de burlas sino de lástima.