El fútbol chileno ha alcanzado logros históricos, con la “Generación Dorada” que nos llevó a lo más alto en la Copa América de 2015 y una destacada participación en los mundiales de 2010 y 2014. Sin embargo, hoy todo se ha hecho humo. Así, Chile enfrenta un desafío significativo: la mejora y modernización de su infraestructura futbolística, en un entorno en que el fútbol está en ruinas. Resultados dolorosos y humillantes, no importa cuánto leas esto lo repetimos: nunca antes hemos estado tan mal y no existe ninguna esperanza de que el panorama mejore.
Entonces, cabe preguntarse por la infraestructura del fútbol en Chile, que no solo comprende los estadios, sino también las instalaciones de entrenamiento, el acceso a la tecnología y los recursos para la formación de nuevas generaciones de jugadores. Lo que tenemos no es acorde a las pretensiones y expectativas que alguna vez tuvimos. La mayoría de los estadios en Chile fueron construidos hace más de 40 años, y aunque han recibido algunos ajustes, muchos no cumplen con los estándares modernos de comodidad, accesibilidad y seguridad. El Estadio Nacional, que sirvió como sede principal de la Copa América 2015, sigue siendo el más grande del país y un ícono de la historia deportiva chilena. No obstante, rara vez está disponible para el fútbol cuando realmente se le necesita. El estadio de Colo-Colo es el refuerzo imprescindible, y, así las cosas, casi único por su capacidad y ubicación. El nuevo y remodelado estadio de Universidad Católica es una excepción a lo que tenemos como país. Como en casi todos los aspectos, la UC es una verdadera burbuja de recursos y eficiencia, que no tiene absolutamente nada que ver con el resto del escenario distópico. Sí, distópico, es casi una postal de Mad Max: solo un devastador peladero con algo de basural y muy pequeñas ruinas.
A lo largo de los años, se ha hablado de la necesidad de construir nuevos estadios en otras ciudades del país, como en regiones del sur y el norte. En ciudades como Antofagasta, Concepción o Valparaíso, el fútbol podría tener cierta vida si se invirtiera en nuevos recintos deportivos que fomenten una mayor participación local. Sin embargo, los altos costos de construcción, la falta de visión política y el escaso apoyo de la iniciativa privada han frenado estos proyectos.
Desde un punto de vista académico, los estudios sobre infraestructura deportiva sugieren que el modelo de negocios del fútbol no está lo suficientemente desarrollado en Chile como para financiar estadios modernos sin recurrir a los fondos del Estado. La inversión privada en infraestructuras deportivas sigue siendo limitada debido a la falta de incentivos fiscales o apoyo estatal sólido. ¿Alguna duda de que los privados no han invertido un peso en infraestructura deportiva? La U. de Chile ha soportado por decenios que su gente sea objeto de burlas por eso. Pero ¿y el resto? ¿Cuáles son los clubes que han levantado su estadio fruto del esfuerzo de su gente?
Uno de los problemas menos visibles, pero igualmente importantes, es la calidad de las instalaciones de entrenamiento. Mientras que algunos clubes grandes como Universidad de Chile, Colo-Colo y Universidad Católica han invertido en centros de entrenamiento de nivel internacional, muchos clubes de divisiones inferiores carecen de recursos para adecuar sus instalaciones. Esto limita el desarrollo de talento local y la posibilidad de que jugadores de regiones o equipos de menor presupuesto puedan alcanzar su máximo potencial. La falta de campos de entrenamiento adecuados también afecta a las selecciones nacionales: masculina, femenina y juvenil, que en muchos casos deben compartir instalaciones con clubes privados.
La tecnología se ha convertido en un factor clave en la modernización del fútbol a nivel mundial. En Chile, los clubes más grandes han comenzado a incorporar herramientas tecnológicas para mejorar el rendimiento de los jugadores y la gestión táctica de los partidos. Sin embargo, el acceso a tecnología avanzada, como el análisis de datos, cámaras de alta definición y sistemas de monitoreo en tiempo real, sigue siendo limitado en muchos clubes del país. La FIFA, en colaboración con diversas universidades e instituciones, ha impulsado la inclusión de tecnología en la gestión de los partidos y en el desarrollo de los jugadores a través de sistemas de análisis de rendimiento como el VAR (sistema de asistencia arbitral por video). Si bien el VAR ha sido adoptado en la liga chilena, la falta de infraestructura adecuada en los estadios impide que el sistema sea implementado de manera eficiente.
El uso de plataformas como Opta Sports o Hudl ha permitido a equipos como Colo-Colo y Universidad Católica llevar su análisis táctico y estratégico a niveles de clase mundial. No obstante, estos avances siguen siendo una excepción y no la norma en el fútbol chileno. Es necesario que más clubes inviertan en tecnología de análisis y que el Estado y las autoridades futbolísticas fomenten el uso de la tecnología en el fútbol amateur y de formación.
El fútbol femenino ha ganado terreno en los últimos años, especialmente con la clasificación histórica de la selección chilena al Mundial de 2019. Sin embargo, la infraestructura para el fútbol femenino en Chile es, más que insuficiente, inexistente. Los estadios de la Primera División femenina suelen ser los mismos utilizados por los equipos masculinos, lo que, en ocasiones, resulta en condiciones de juego desfavorables.
A nivel de clubes, la falta de campos exclusivos para las jugadoras y de recursos para formación y desarrollo es una barrera importante. Si bien algunos equipos como Universidad de Chile y Colo-Colo han dado pasos hacia la profesionalización del fútbol femenino, la infraestructura sigue siendo uno de los principales obstáculos para su expansión.
El fútbol chileno necesita urgentemente una inversión estratégica en infraestructura. No se trata solo de renovar estadios, sino de repensar un modelo que abarque las necesidades de los jugadores, el desarrollo de nuevas generaciones y la incorporación de tecnología de última generación. Solo así el fútbol chileno puede pensar en dejar de ser objeto, ya no de burlas sino de lástima.
La pregunta hoy, la pregunta en serio, cuando vemos un velódromo en Peñalolén que nos habla de un futuro para el ciclismo, cuando sentimos el aroma al futuro en el rugby y cuando constatamos que el tenis siempre ha sido presente, que rara vez defrauda; es si vale la pena.
Los que amamos el fútbol nos sentimos presionados a mentir, a decir que sí, a invitarlos a todos a soñar. A poner énfasis en el rol social de un fútbol aún perdedor y morbosamente perdedor. A invitar a privados y al Estado. Sí, a mentir, porque si fuéramos fieles a la verdad, considerando nuestro capital humano y la falta de visión de futuro que se exprese en planes y políticas serias, tendríamos que decir: no, no deberían invertir en fútbol.
Gasten la plata en otra cosa, que valga la pena.
*Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).








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