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Domingo, 21 de Septiembre de 2025
Pesca

¿Cómo afectará el cambio climático a las pesquerías del mundo?

Claudia Geib (Mongabay Latam)

Dentro de cincuenta años, en 2075, se prevé que la temperatura global de los océanos aumente entre 2° y 5 °C. Estas migraciones de peces modificarán los patrones de los ecosistemas y probablemente tengan consecuencias inesperadas incluso en lugares lejanos a los propios peces. También podrían devastar a las comunidades pesqueras, tanto en el plano económico como en el social. 

El lago Chad está a casi 1130 kilómetros del océano, pero Nwamaka Okeke-Ogbuafor teme que sea un adelanto de lo que les espera a las pesquerías africanas y de otras regiones tropicales.

Ubicado en cuatro países en el borde sur del desierto del Sahara, el lago Chad comenzó a secarse de manera drástica durante una serie de sequías en las décadas de 1970 y 1980. Aunque el lago dejó de reducirse en la década de 1990 —y parece estar estable o incluso creciendo en los últimos 20 años—, muchas comunidades pesqueras alrededor del lago nunca se recuperaron.

Ante la pobreza y el hambre, algunos expescadores y sus familias viven en campos para desplazados financiados por la Organización de las Naciones Unidad (ONU), que se están quedando sin ayuda. Algunos buscaron una nueva vida en otros países. Otros se unieron a Boko Haram, una organización insurgente islámica.

«Las comunidades ya no son cohesivas, es un desastre total», dice Okeke-Ogbuafor, científica social marina especializada en pesquerías tropicales africanas. «No se trata solo de la pobreza alimentaria, sino de la pérdida de la comunidad y del conocimiento cultural».

Los peces proporcionan proteína esencial a un estimado de 3200 millones de personas en todo el mundo. En algunos países tropicales en desarrollo, el pescado puede representar hasta el 70 % de la dieta. Sin embargo, durante los próximos 50 años, el aumento de la temperatura de las aguas seguramente altere las comunidades pesqueras y reescriba las reglas de los ecosistemas y las industrias a nivel mundial.

Mongabay preguntó a cinco expertos cómo cambiarán las pesquerías para 2075 y qué soluciones podrían ayudar a prevenir los peores escenarios.

Women in Sierra Leone selling fish at the market in Mama Beach. As climate change strips away the income from tropical fisheries, many fishing communities are facing "the erosion of community and cultural knowledge."

Mujeres en Sierra Leona venden pescado en el mercado de Mama Beach. Foto: cortesía S.K. Sankoh / Fourah Bay College / Universidad de Sierra Leona.

Pescado caliente para llevar

El cambio climático es impredecible, pero hay un patrón en el que coinciden los expertos: a nivel global, los peces se trasladarán de las latitudes más bajas a las más altas. La razón es simple: desde el punto de vista fisiológico, los organismos marinos han evolucionado para vivir en rangos de temperatura relativamente estrechos. A medida que aumentan las temperaturas oceánicas, las criaturas migrarán si pueden, lo que en gran medida significa alejarse del cálido ecuador y dirigirse hacia los polos más fríos.

Este patrón básico se desplegará de formas muy variadas. En los trópicos, esta migración global le genera preocupación a Okeke-Ogbuafor por las comunidades pesqueras locales. Su investigación en África Occidental ya muestra a los pescadores bajo presión a medida que las especies abandonan sus áreas tradicionales. Los pescadores le han contado que los conocimientos indígenas sobre dónde pescar y cuándo hacerlo de manera segura ya no funcionan.

Ahora los pescadores tienen que viajar más lejos para encontrar peces. Además, deben gastar más en combustible de lo que obtienen por su escasa pesca.

«La cantidad que invierten siempre la pierden», dice Okeke-Ogbuafor.

Y como hay menos peces, dice Okeke-Ogbuafor, ve que los pescadores infringen cada vez más las regulaciones locales destinadas a reducir la sobrepesca.

«Algunos van a los lugares donde los peces desovan y capturan los alevines para abastecer a empresas que los muelen y exportan a Europa como harina de pescado», dice. «Atrapan cualquier cosa. Es cuestión de supervivencia: lo que encuentras, lo aprovechas».

La perspectiva de Okeke-Ogbuafor para estas pesquerías en 2075 es sombría: más de lo mismo, y peor si los gobiernos no intervienen. Los pescadores tendrán que ser capacitados para desempeñar otros trabajos o recibir ingresos complementarios. Hasta ahora, Okeke-Ogbuafor no percibe avances hacia ese tipo de adaptación.

«En la mayor parte de África, ni siquiera estamos preparados. No tenemos los recursos económicos, no tenemos las alternativas»» dice.

Se esperan patrones similares en los trópicos de todo el mundo. En un estudio de 2022 se predijo que el 23 % de las poblaciones de peces compartidas entre países cambiarían sus hábitats históricos para 2030 y el 45 % lo haría para 2100. Se espera que el Caribe, América Latina, Oceanía y el sur de Asia experimenten estos cambios antes que otras regiones. Las pesquerías en mares parcialmente cerrados, como el Mediterráneo, que no tienen adónde huir a medida que se calienta, podrían extinguirse localmente.

Sailing through Nares Strait, between Ellesmere Island and Greenland. The extent of ice shown is the "new normal," though historically there was more sea ice in the region; the ice is also becoming more dynamic, changing more between seasons and years compared to previously. These drastic changes are already affecting fisheries in the region.

Navegando por el estrecho de Nares, entre la isla Ellesmere y Groenlandia. La extensión de hielo que se muestra es la «nueva normalidad», aunque históricamente había más hielo marino en la región. Estos cambios drásticos ya están afectando a las pesquerías de la zona. Foto: cortesía Maxime Geoffroy

Sacudida en los polos

En las regiones polares, los ecosistemas experimentarán la otra cara de este patrón, ya que los peces se trasladarán desde ecosistemas más cálidos hacia aguas más frías. A medida que partes del Ártico y la Antártida se calienten —y permanezcan libres de hielo durante más meses al año—, estos traslados ya han provocado disputas a pequeña escala entre las naciones del norte.

Sin embargo, a pesar del entusiasmo por las posibles nuevas pesquerías, Maxime Geoffroy, científico investigador del Instituto Marino de la Universidad Memorial de Terranova, Canadá, prevé que los peces migratorios seguirán enfrentando factores limitantes debido a los extremos polares.

Los peces de latitudes más bajas podrían tener dificultades con las marcadas variaciones de luz y oscuridad de los polos, especialmente si dependen de la luz como señal para alimentarse.

La reproducción representa otro reto. La mayoría de los peces polares desovan en invierno para poder aprovechar al máximo el breve y espléndido pico de alimento disponible en verano. Las especies que evolucionaron para reproducirse en los meses cálidos —y que suelen encontrar alimento en otoño— podrían perderse el efímero banquete veraniego.

Aunque los polos tengan veranos más cálidos, las temperaturas invernales seguirán siendo un verdadero choque para las especies de latitudes más bajas.

«Incluso si hace suficiente frío para matarlos por tan solo un mes en lugar de tres, igual los mata», dice Geoffroy, cuyo trabajo se centra en la ecología marina del Ártico.

Todo esto significa que los mares polares probablemente cambiarán más lento que los trópicos, lo que los protege de la presión pesquera. Además, las aguas internacionales del océano Ártico central están en la actualidad bajo una moratoria internacional de pesca de 16 años, lo que da tiempo a los investigadores para comprender cómo está cambiando.

«Hay un gran interés por parte de muchos países, pero la realidad es que probablemente no haya poblaciones viables en esa región a corto o mediano plazo», comenta Geoffroy. En cambio, dice que espera que los mayores cambios para 2075 ocurran en lugares con pesquerías ya establecidas, como el mar de Barents, explotado por Noruega y Rusia, y la bahía de Baffin, compartida entre el este de Canadá y Groenlandia.

Más que invasiones masivas de especies del sur, Geoffroy cree que algunas especies que ya habitan la región se volverán relativamente más dominantes. Dice que ya está viendo esto con especies como el capelán (Mallotus villosus), el bacalao polar (Boreogadus saida) y la gallineta nórdica (Sebastes spp.).

Fish caught during a research trawl in the Arctic, from top to bottom: Arctic alligator fish, snailfish, sculpins, Greenland halibut, ice cod and arctic cod. Arctic cod is one of the fish that researchers see becoming more abundant relative to other species as summer sea ice cover declines.

Peces capturados durante un arrastre de investigación en el Ártico, de arriba hacia abajo: pez caimán ártico, pez baboso, escorpénidos, fletán de Groenlandia, bacalao ártico y bacalao polar. Este último es uno de los peces que los investigadores observan que se está volviendo más abundante en relación con otras especies a medida que disminuye la cubierta de hielo marino en verano. Foto: cortesía Maxime Geoffroy

Desafíos de gestión

Los peces no respetan fronteras. Sin embargo, para los humanos, las fronteras son esenciales a la hora de repartir el acceso a los recursos pesqueros. A medida que el cambio climático redistribuya los peces, esto representará un desafío particular para la gestión de las pesquerías: la ciencia y las políticas deberán explicar a la gente cuánto pueden pescar, cuándo y dónde.

«Todo está organizado, basándose en los patrones que hemos visto históricamente, por lo que habrá necesidad de adaptar la toma de decisiones», dice Graham Pilling, director del Programa de Pesquerías Oceánicas (OFP, por sus siglas en inglés) de la Secretaría de la Comunidad del Pacífico (SPC, por sus siglas en inglés), que brinda asesoramiento científico sobre atún y otras especies oceánicas migratorias a los países y territorios insulares del Pacífico. Este rol incluye prever la abundancia y el traslado de estas poblaciones de peces bajo el cambio climático. Como señala Pilling, «el atún estará en un lugar muy diferente al que vemos ahora».

Las capturas de atún ya están disminuyendo, dado que estos peces modifican sus patrones de migración en respuesta al cambio climático —y los científicos proyectan que las capturas de atún caerán más del 30 % para 2050—. Muchas naciones pescan estas poblaciones y en el Pacífico occidental y central las tarifas de licencia para pesquerías extranjeras representan ingresos importantes para los países insulares del Pacífico. Gran parte de este atún también se procesa en los países y territorios insulares del Pacífico.

Con el cambio climático, el atún se desplazará cada vez más hacia alta mar, donde los derechos de pesca se gestionan mediante acuerdos internacionales. Esto representa un problema grave para los pueblos insulares que dependen de los ingresos del atún. Por ejemplo, Tuvalu, Tokelau y Kiribati obtienen al menos el 50 % de sus ingresos nacionales de la pesca de atún.

Desde la SPC, Pilling señala que el cambio climático ya forma parte de la agenda de todas las reuniones y su trabajo en el OFP se centra en parte en detectar indicadores del cambio climático. Afirma que los procesos de toma de decisiones sobre la gestión de los pescadores deberán adaptarse a medida que el cambio climático provoque nuevos desplazamientos.

La gestión «está empezando a adaptarse, pero no va a ser un proceso sencillo», dice.

De hecho, varios de los expertos sostienen que los países podrían necesitar alejarse de la gestión pesquera tradicional, que se centra principalmente en alcanzar la captura máxima posible. En su lugar, los gestores podrían implementar enfoques de gestión basada en el ecosistema, que establecen las cuotas considerando las interacciones entre las especies y su entorno. Esto incluye estrategias de gestión adaptativa. Por ejemplo, si un área sufre una ola de calor marina, las cuotas para las especies sensibles a la temperatura deberían reducirse.

Vicky Wing Lee Lam, economista pesquera de la iniciativa Sea Around Us de la Universidad de Columbia Británica, Canadá, también destacó la gestión basada en la comunidad, que otorga a los pescadores y a las comunidades costeras un papel más activo en la gestión de los recursos marinos de su entorno. En Columbia Británica, la gestión comunitaria basada en la comunidad incorpora cada vez más el conocimiento ecológico tradicional (CET) de las Primeras Naciones locales.

Sin embargo, Okeke-Ogbuafor advierte que las estrategias de gestión basada en la comunidad no funcionarán en todas partes. Señala que ha observado que los gestores en los países que ella estudia pueden ser especialmente vulnerables a presiones sociales.

«Un pescador vendría y diría: ‘Si quieres que pague multas o que no pesque con una red de monofilamento, ¿cómo voy a alimentar a mi hija entonces?'», explica. «Cuando alguien dice: ‘No tengo comida en mi casa’, estas personas se conocen entre sí, y en realidad no pueden imponer la norma».

Dozens of fishing boats dock at Tombo Wharf, Sierra Leona. As climate change pushes fish stocks into cooler waters, fishers in these tropical fisheries are already struggling to continue their livelihood, and are increasingly flouting fisheries regulations to get by.

Docenas de barcos pesqueros atracan en el muelle de Tombo Wharf, en Sierra Leona. A medida que el cambio climático desplaza las poblaciones de peces hacia aguas más frías, los pescadores de estas pesquerías tropicales ya están luchando por mantener su sustento y, cada vez más, infringen las regulaciones de pesca. Foto: cortesía S.K. Sankoh / Fourah Bay College / Universidad de Sierra Leona

Ondas que se propagan

Como una piedra que cae en un estanque, el impacto de los cambios en las pesquerías no solo se sentirá en los lugares donde el cambio es más intenso, sino que se expandirá y alcanzará regiones de todo el mundo.

Por ejemplo, Lam dice que estima que la pesquería de anchoas en Perú disminuirá en los próximos 50 años, ya que estos pequeños peces ricos en proteínas tienen dificultades para adaptarse a aguas más cálidas. Esa disminución se sentirá a océanos de distancia, en Noruega, donde una creciente industria de acuicultura depende de la anchoa para producir harina de pescado. La búsqueda de fuentes de proteína alternativas ya está en marcha.

Lam también mencionó el ejemplo del enlatado de atún, que solo en España da empleo directo a más de 20 000 personas y que podría volverse vulnerable a medida que disminuyan las capturas de atún en el Pacífico.

Aunque muchos ecosistemas y comunidades ya están sintiendo los efectos del cambio climático, los expertos sostienen que todavía es posible evitar los peores efectos potenciales. Sin embargo, lograrlo exigirá cambios profundos… y rápidos.

La primera prioridad es controlar la sobrepesca para hacer que las poblaciones de peces sean más resilientes, dice Enric Sala, investigador marino y fundador de National Geographic Pristine Seas. Señala que esto se aplica en especial a la pesca industrial, realizada por embarcaciones enormes y altamente eficientes que permanecen en el mar durante meses y capturan miles de toneladas de pescado.

«La pesca industrial tal como se practica hoy es totalmente insostenible», dice Sala. «El futuro de las pesquerías pasa por reducir la pesca industrial, y revivir la pesca artesanal y de pequeña escala, que en muchos lugares está desaparecida».

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) estimó que, para 2024, un tercio de las poblaciones de peces evaluadas en el mundo estaban sobreexplotadas. Una proporción aún mayor está explotada al máximo, lo que significa que no puede soportar más presión sin pasar a estar sobreexplotada.

El proyecto Pristine Seas de Sala se centra en una solución para aliviar esta presión: las Áreas Marinas Protegidas (AMP), zonas donde se limita o se prohíbe totalmente la pesca. Aunque parezca contradictorio, Sala señala que las AMP no solo hacen que un ecosistema sea más resiliente frente al cambio climático, sino que también pueden aumentar las capturas de los pescadores locales.

«Incluso en un océano cada vez más cálido, las zonas vedadas todavía mantienen una mayor biomasa y vemos en nuestros estudios que son más resilientes frente a las olas de calor marinas», comenta Sala. Él da como ejemplo los arrecifes protegidos en las Islas de la Línea, en Kiribati: un evento de El Niño mató a la mitad de los corales allí en 2015-2016, pero cuando el equipo de Sala regresó cinco años después, los arrecifes parecían haberse recuperado casi por completo, mientras que en las zonas cercanas no protegidas no se observó tal recuperación.

Las poblaciones en auge en estas áreas protegidas luego «se desbordan» hacia áreas no protegidas, dice Sala, lo que aumenta las capturas de los pescadores de las comunidades cercanas.

«Tenemos cientos de ejemplos de comunidades que han decidido proteger un área… y luego pescar de manera responsable a su alrededor», cuenta. «Están capturando lo mismo o más gracias al desborde y, como pescan localmente, aumentan sus ganancias«.

Sin embargo, las AMP no son una solución mágica. Aunque los expertos las consideran una herramienta prometedora, señalan que las AMP deberán adaptarse para ajustarse a cada ecosistema y comunidad. Por ejemplo, Pilling menciona resultados mixtos en la literatura científica sobre si las AMP benefician a peces altamente migratorios, como el atún. Por su parte, Okeke-Ogbuafor dice que los habitantes locales podrían tan solo ignorar una zona vedada si la comunidad careciera de recursos para supervisión y cumplimiento de las regulaciones.

Teniendo en cuenta los recursos limitados, uno de los proyectos de investigación actuales de Okeke-Ogbuafor consiste en capacitar a pescadores vulnerables para que establezcan operaciones de acuicultura como otra fuente de ingresos. Comenta que encontró que trabajar de manera directa con los pescadores en estos proyectos ha dado resultados prometedores. Cuando descubrió en Sierra Leona que los peces de cultivo se percibían como menos nutritivos, colaboró con los productores para desarrollar un alimento local en el que confiaran.

Los comentarios de los pescadores también llevaron a que su proyecto utilizara tanques plegables, que son más fáciles de mover y desmontar cuando no se usan, y a colocar los tanques bajo la sombra de los árboles para mantener el agua más fresca.

Sin embargo, también plantea la posibilidad de que, a medida que los peces migren de los países tropicales pobres, los países más al norte que se beneficien puedan participar en un acuerdo de reparto de beneficios para apoyar a quienes han perdido sus medios de subsistencia.

Pilling comenta que ha escuchado conversaciones similares entre comunidades insulares del Pacífico. Estas discusiones incluyen brindar a las naciones insulares del Pacífico acceso especial —ya sea a los peces migratorios mismos o a los ingresos de su explotación, incluso cuando se trasladan a aguas internacionales— y permitir que estos países mantengan sus derechos de pesca en sus aguas nacionales aunque sus islas desaparezcan debido al aumento del nivel del mar.

«Esto es lo que llaman un tema de justicia climática», dice Pilling. «Y, al final, tiene sentido… considerando que los resultados son graves para las islas del Pacífico, mientras que las causas [del cambio climático] no provienen de ellas».

Cabo Pulmo National Park, a Marine Protected Area (MPA) on Baja California peninsula in Mexico where fishing was banned in 1995, photographed during the first surveys in 1999 (top); and in 2009 (bottom), after less than 15 years of recovery.Cabo Pulmo National Park, a Marine Protected Area (MPA) on Baja California peninsula in Mexico where fishing was banned in 1995, photographed during the first surveys in 1999 (top); and in 2009 (bottom), after less than 15 years of recovery.

Parque Nacional Cabo Pulmo, un Área Marina Protegida (AMP) en la península de Baja California, México, donde se prohibió la pesca en 1995, fotografiado durante las primeras encuestas en 1999 (arriba) y en 2009 (abajo), luego de menos de 15 años de recuperación. Foto: Octavio Aburto / Mares Mexicanos

Imagen principal: el atún aleta amarilla, una de las siete principales especies comerciales de atún, intenta escapar de una red de arrastre en Seychelles. La pesca es la segunda industria más importante de esta pequeña isla del Pacífico y, como en tantas otras islas del Pacífico, enfrenta pérdidas significativas de ingresos a medida que los atunes cambian sus rutas de migración hacia aguas internacionales debido al cambio climático. Foto: cortesía Marc Taquet / Ifremer

Referencias:
Food and Agriculture Organization (FAO). (2024). The State of World Fisheries and Aquaculture 2024. doi:10.4060/cd0683en

Erauskin-Extramiana, M., Chust, G., Arrizabalaga, H., Cheung, W.W.L., Santiago, J., Merino, G., & Fernandes-Salvador, J.A. (2023). Implications for the global tuna fishing industry of climate change-driven alterations in productivity and body sizes. Global and Planetary Change, 222, 1040-1055. doi:10.1016/j.gloplacha.2023.104055

Palacios‐Abrantes, J., Frölicher, T.L., Reygondeau, G., Sumaila, U.R., Tagliabue, A., Wabnitz, C.C.C., & Cheung, W.W.L. (2022). Timing and magnitude of climate‐driven range shifts in transboundary fish stocks challenge their management. Global Change Biology, 28(7), 2312-2326. doi:10.1111/gcb.16058

Esta nota se publicó originalmente en inglés en el sitio de Mongabay el 13 de agosto 2025.

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