A fines de los años 60 y comienzos de los 70 la lucha ideológica en el continente alcanzó su máxima tensión. El creciente apoyo de Cuba y de la Unión Soviética a los partidos y movimientos de izquierda que intentaban variar rápida y profundamente las estructuras sociales vigentes, logró inquietar como nunca antes a los grupos de poder estadounidenses y a sus numerosos aliados en cada una de las naciones latinoamericanas.
El régimen del general Alfredo Strossner en Paraguay había sido desde hacía décadas el refugio casi inmaculado de ultraderechistas de todos los orígenes. Allí habían anidado desde criminales nazis prófugos, hasta mafiosos que controlaban gran parte del tráfico de drogas hacia Estados Unidos.
Desde 1964, Brasil también se había transformado en un bastión de la lucha anticomunista continental, al igual que Ecuador. Luego, ocurrió lo mismo en Bolivia al llegar el general Hugo Banzer al poder; y, en Uruguay, con el advenimiento del régimen de José María Bordaberry.
El paso siguiente fue el retorno del general Juan Domingo Perón a la Argentina y la irrupción de la siniestra Triple A que conducida por José López Rega buscaba exterminar a la izquierda del justicialismo.
Así, cuando se produjo el golpe militar en Chile, se cerró casi completamente el dique destinado a frenar el auge de la izquierda en Sudamérica, que tanto inquietaba a la CIA y a los ‘‘halcones’’ del gobierno estadounidense.
Muchos de los civiles y militares en retiro que abandonaron Chile durante la Unidad Popular y que se radicaron en otros países del continente, sirvieron como un valioso puente de plata para las redes de inteligencia y de apoyo que más tarde perfeccionó la DINA en su intento de crear una policía política -multinacional y secreta- destinada a preservar el orden establecido por los regímenes militares que al promediar los años 70 coparon gran parte del continente sudamericano.
Los miembros de la organización que dirigía el coronel Contreras supieron aprovechar, además, las buenas relaciones entre algunos oficiales de las diversas fuerzas armadas del hemisferio, que habían coincidido durante la última década en los múltiples cursos de adiestramiento dictados en diversas bases estadounidenses.
Reunión en lo alto
Era una cálida noche aquella del 27 de agosto de 1975 en Caracas. En el Gacebo, un lujoso restaurante ubicado sobre una de las muchas colinas de la ciudad, dos hombres cenaban discretamente vigilados por sus guardaespaldas.
El coronel Manuel Contreras exponía sus necesidades y anhelos a Rafael Rivas Vásquez, director delegado de la DISIP, la policía política venezolana.
Contreras requería el urgente apoyo de la DISIP para terminar de tejer una trama internacional de inteligencia destinada a luchar en contra de todos los marxistas y de sus aliados.
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Helados preparados con champaña francesa, servidos entre plato y plato, ayudaban a limpiar los paladares de los comensales que elegían cuidadosamente sus palabras.
Contreras afirmó que disponía ya de la colaboración de los servicios brasileños, argentinos, uruguayos, bolivianos y paraguayos, además de los grupos de cubanos anticastristas, italianos y de otros enemigos del comunismo en diversos países de varios continentes.
No mencionó que venía de Langley, en Virginia, Estados Unidos, donde se había reunido varias veces con el general Vernon Walters, director adjunto de la CIA.
Contreras informó a Rivas Vásquez que la recién creada Junta Coordinadora Revolucionaria -una alianza continental de grupos guerrilleros de izquierda- trasladaría su sede desde Buenos Aires a Caracas. Agregando algunos datos sobre sus principales dirigentes y enseguida pidió información sobre los exiliados chilenos, sobre sus entradas y salidas de Venezuela.
El hombre de la DISIP no mostró sorpresa ni interés. Eludió dar respuestas definitivas y fijó para la mañana siguiente una reunión entre sus agentes y los que acompañaban a Contreras.
Era cerca de la medianoche cuando bajaron de la colina. Habían acordado mantener la visita en estricto secreto. A la mañana del otro día, varios periódicos informaron sobre la presencia del jefe de la DINA en Caracas.
Contreras se indignó.
El jefe de la DINA sabía que Venezuela, gobernada por Carlos Andrés Pérez, era un refugio seguro para los chilenos exiliados, pero confiaba en establecer un sistema de cooperación informal con la DISIP.
El coronel chileno disponía de una vasta red de informantes entre los muchos compatriotas que habían llegado a Venezuela a comienzos de los años 70 huyendo de la Unidad Popular o por subidas deudas impagas y que eran entusiastas partidarios de Pinochet.
Antes del golpe militar de septiembre de 1973, ya efectuaban frecuentes reuniones para acumular fondos destinados a Patria y Libertad.
En 1975 y en los años siguientes, esos mismos personajes frecuentaban la embajada chilena, mantenían estrechas relaciones con la colonia cubana, se reunían casi a diario en clubes sociales y en la Cámara Chileno Venezolana de Comercio, jugaban póker los fines de semana y seguían con detalles los movimientos de los exiliados.
Casi todos los miembros de esa red pertenecían a una secta esotérica llamada Sociedad Filosófica Hermética, cuya sede estaba en la Quinta María, en la avenida de Los Palos Grandes.
Todos -incluidos varios funcionarios de la embajada chilena- usaban en el cuello un distintivo llamado ankh, conocido también como cruz ansada, símbolo originario de Egipto donde incluso fue adoptado por Akenatón, desafortunado faraón que intentó imponer vanamente el monoteísmo unos dos mil a tres mil años antes de Cristo.
Muchos de estos chilenos, además, tenían credenciales como colaboradores de la DISIP, permisos para portar armas y carnet de la Guardia Nacional, uno de los cuerpos policiales existentes en Venezuela.
El socialdemócrata Carlos Andrés Pérez había asumido la Presidencia de Venezuela en marzo de 1974 cabalgando sobre su partido, la Acción Democrática.
Aficionado a los toros, audaz, ambicioso, valiente, bebedor, mujeriego, de enorme vitalidad y gran capacidad de trabajo, CAP, como le decían sus partidarios, era un sagaz político que conocía las cárceles por dentro, que había vivido el exilio en Cuba y Costa Rica y que no le quitaba el cuerpo a las conspiraciones.
En enero de 1958, Carlos Andrés Pérez había encabezado una operación para eliminar a Pedro Estrada, el temido jefe de la policía secreta del dictador Marcos Pérez Jiménez, que logró huir en el último minuto.
Poco después, ya en democracia, y como ministro del Interior del Presidente Rómulo Betancourt, a Pérez le correspondió reprimir a la guerrilla venezolana, surgida del ejemplo cubano de Fidel Castro y del desviacionismo de la Acción Democrática.
Sus adversarios lo culpan hasta hoy de unas tres mil muertes ocurridas en aquel período, cuando CAP sentó las bases de la DISIP con el apoyo de numerosos cubanos expertos en lucha contrainsurgente, adiestrados por la CIA y consumados conocedores de los vericuetos de la inteligencia.
Carlos Andrés Pérez no era un advenedizo en esas materias. Tampoco sus más cercanos colaboradores. Y Manuel Contreras lo sabía.
Pocas semanas después de haber asumido el mando del país, en junio de 1974, Carlos Andrés Pérez había nombrado como jefe de la División de Contraespionaje D-54 de la DISIP a Ricardo Morales Navarrete, un cubano que había trabajado en los aparatos de inteligencia de Fidel Castro.
El ‘‘Mono’’ Morales había desertado de Cuba, colaborado con el FBI y la CIA y adquirido la nacionalidad venezolana. Era un aventurero de múltiples caras, sospechoso de ser un doble o triple agente al servicio de espurios intereses entre los que se incluían el tráfico de drogas y de armas.
Manuel Contreras relataría en 1978 al agregado legal de Estados Unidos en Buenos Aires, Robert Scherrer, en realidad un experimentado agente del FBI, sus dudas sobre el ‘‘Mono’’ Morales.
Eugene Propper y Taylor Brach cuentan en su libro Laberinto, que el jefe de la DINA creía que Morales era en verdad un agente castrista, infiltrado en la DISIP, incertidumbre que en alguna medida compartía el FBI.
El médico de las bombas
A mediados de 1945, un joven alumno de Derecho ingresó a la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) organización universitaria anticomunista que se oponía al gobierno de Ramón Grau Santa Cruz en Cuba. Muy pronto, el muchacho hizo amistad con uno de los más destacados dirigentes del grupo, un alumno de Medicina que se llamaba Orlando Bosch. Juntos ingresaron luego al Movimiento 26 de Julio y combatieron en contra de Fulgencio Batista. Esa amistad, sin embargo, a poco de consolidarse la revolución cubana, se transformó en odio furibundo. Desde el inicio de los años 60, el médico pediatra Orlando Bosch y el comandante Fidel Castro han sido adversarios irreconciliables.
Orlando Bosch huyó de Cuba y empezó a organizar una férrea oposición al gobierno castrista. A través de la Brigada 2506, que reunió a cientos de inmigrantes cubanos preparados por la CIA, tuvo un activo desempeño en el abortado intento de invadir Bahía Cochinos en 1961.
Algunos de esos cubanos combatieron más tarde en Vietnam y en el Congo; muchos se refugiaron en Florida, New Jersey o Puerto Rico; otros se radicaron en Venezuela, donde se transformaron en eficientes colaboradores de los servicios secretos.
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A partir de los años 70, la plana mayor del Movimiento Nacionalista Cubano que operaba en New Jersey comenzó a actuar casi impunemente en Venezuela. Periódicamente entraban y salían de Caracas hombres como los hermanos Guillermo e Ignacio Novo, Ricardo ‘‘Mono’’ Morales, Virgilio Paz, Rolando Otero, Orlando Bosch, Luis Posada Carriles y José Dionisio Suárez, entre otros.
Al producirse el golpe militar en Chile y escasos meses después asumir en Venezuela el gobierno de Carlos Andrés Pérez, los cubanos quedaron en una situación inmejorable dadas sus buenas relaciones con el nuevo mandatario.
La Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención, la temida DISIP, estaba a cargo de dos cubanos ex integrantes del grupo expedicionario a Bahía Cochinos: Rafel Rivas Vásquez, como director general; y, Orlando García Araujo, como jefe de operaciones.
Ambos eran secundados por Ricardo ‘‘Mono’’ Morales y Luis Posada Carriles, reconocidos ejecutores de varios de los más afiebrados planes de los cubanos anticastristas.
En diciembre de 1974 llegaron a Caracas, procedentes de Curazao, Orlando Bosch, Guillermo Novo y José Dionosio Suárez. Novo era considerado como un hombre de fluido lenguaje y profundas convicciones filosóficas, es decir, casi un intelectual.
Suárez, por su parte, aparecía como ‘‘un pacífico vendedor de automóviles, líder de su comunidad, de suaves y corteses modales, cuya esposa realizaba una encomiable labor en educación especial de niños con retardo mental.
Novo, a lo menos, tenía también otras características. En 1964, junto a su hermano Ignacio, había apuntado un cañón antitanque portátil en contra de la torre de las Naciones Unidas en Nueva York, en los momentos en que en su interior hablaba a la asamblea Ernesto ‘‘Che’’ Guevara.
Bosch y Novo viajaron desde Caracas a Santiago para afinar los intercambios que realizarían con la DINA, en Chile, sin embargo, no lograron acceder a cuadros directivos de la organización que dirigía el coronel Manuel Contreras.
Bosch permaneció en Chile hasta febrero de 1976, fecha en que salió rumbo a Costa Rica con el encargo de asesinar a Henry Kissinger, quien tenía previsto visitar por esa fecha el país centroamericano; y, a Andrés Pascal Allende y su pareja, Mary Anne Beausire.
Llegó a Costa Rica con un pasaporte oficial chileno a nombre de Héctor Davanza Cintolesi. En Santiago, mientras, Michael Townley realizaba un prolijo trabajo para limpiar las huellas dejadas por Bosch.
Pese a los delicados planes trazados, Bosch no pudo lograr su cometido y viajó nuevamente a Caracas.
A comienzos de 1976, otro cubano anticastrista, Rolando Otero, miembro del Frente Nacionalista de Liberación Cubana, que dirigía Frank Castro, aceptó en Chile un nuevo contrato para eliminar al mirista Pascal Allende y a su mujer.
El 20 de mayo de 1976, el FBI se hizo cargo de Otero en Chile y lo condujo ante un juez federal estadounidense que le puso una fianza de 200 mil dólares para gozar de libertad. Al declararse indigente, el magistrado le asignó un abogado federal de oficio.
Rolando Otero, a los 33 años era uno de los prófugos más buscados por el FBI.
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En enero había sido procesado por un jurado federal bajo la acusación de haber colocado explosivos en cuatro edificios federales y en un banco de la zona de Miami, en los pasados 3 y 4 de diciembre.
También se le acusó de la voladura de una torre de los armarios de alquiler para viajeros en el Aeropuerto Internacional de Miami, que causó grandes daños, pero no hubo víctimas en ninguno de los incidentes. Otero, que lucía una poblada barba, había huido a la República Dominicana, fracasando las gestiones ante las autoridades de ese país para conseguir su extradición.
Posteriormente se dijo que estaba oculto en Venezuela y en América central, pero el veterano de la invasión cubana de Bahía Cochinos fue finalmente localizado y aprehendido en Santiago.
El jurado acusó a Otero de haber comprado y fabricado las bombas que fueron colocadas en la sede del FBI en Miami, en dos oficinas de correos, en el edificio del Seguro Social y en un banco.
Luego de producirse las explosiones, dejó constancia el proceso, Otero llamó por teléfono a las oficinas de periódicos y radioemisoras adjudicándose la autoría de los atentados e identificándose con el apodo de ‘‘El Cóndor’’.
Orlando Bosch y Frank Castro decidieron a mediados de 1976 convocar a todos los dirigentes de los grupos cubanos anticastristas a una reunión en la ciudad de Bonao, en la República Dominicana. Allí se dió forma al Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (Coru).
En Caracas, poco después de esa cita, se fraguó el atentado explosivo en contra de un avión DC-8 de Cubana de Aviación, donde el 6 de octubre de 1976 perecieron 72 personas, la mayoría jóvenes y niños esgrimistas. También viajaban a bordo varios de los más importantes agentes secretos de Corea del Norte.
Ricardo ‘‘Mono’’ Morales, en ese momento jefe de la División C-54 de Contrainteligencia de la DISIP, amigo personal de Orlando Bosch, no dudó en caerle encima al pediatra anticastrista, deteniéndolo en Costa Rica. También hizo arrestar a Luis Posada Carriles.
Durante los interrogatorios a Bosch realizados por agentes de la DISIP, éste mencionó la participación de los hermanos Novo en el asesinato de Letelier.
Ese dato fue uno de los hilos principales que permitió al fiscal Eugene Propper desenredar la intrincada madeja del caso Letelier.
Una carta del “Mamo”
El 3 de noviembre de 1975, el coronel de la Fuerza Aérea de Chile, Mario Jahn, subdirector de la DINA, llegó a Asunción, Paraguay, para entrevistarse con el general Francisco Brítez Borges, jefe de la policía de la capital guaraní. Jahm, en misión confidencial y bajo estricta reserva, portaba una carta donde el jefe de la DINA, invitaba a Brítez a una reunión en Santiago destinada a sentar las bases de coordinación para el trabajo conjunto de organismos de inteligencia amigos.
Decía la carta:
-Manuel Contreras Sepúlveda, Coronel Director de Inteligencia Nacional, saluda atentamente al Sr. General de División Don Francisco Brites, Jefe de la Policía de la República de Paraguay, y tiene el alto honor de invitarle a una Reunión de Trabajo de Inteligencia Nacional que se realizará en Santiago de Chile, entre los días 25 de Noviembre y 01 de Diciembre de 1975.
La Reunión tiene carácter de Estrictamente Secreta, y se adjunta Temario propuesto y programa tentativo.
El Coronel Contreras, ruega al Sr. General Brites, honrarlo con su presencia y si lo estima hacerse acompañar por algunos asesores, ya que espera que esta Reunión pueda ser la base de una excelente coordinación y un mejor accionar en beneficio de la Seguridad Nacional de nuestros respectivos países.
Santiago, Octubre de 1976
Una invitación similar recibió el coronel Benito Guanes Serrano, jefe del Departamento de Inteligencia del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas.
Jahm le insistió que la delegación paraguaya, que podían integrar varios oficiales, debía contar con facultades para tomar decisiones como por ejemplo la necesidad de invertir algunas importantes cantidades de dólares.
El coronel Guanes había prestado especial atención a las palabras del coronel Jahm cuando expuso los fundamentos de la convocatoria del coronel Contreras. Esos fundamentos eran uno de los anexos a la invitación y señalaban:
-Primera Reunión de Trabajo de Inteligencia Nacional
Fundamentos:
La Subversión desde hace algunos años, se encuentra presente en nuestro Continente, amparado por concepciones políticas-económicas que son fundamentalmente contrarias a la Historia, a la Filosofía, a la Religión y a las costumbres propias de los países de nuestro Hemisferio.
Esta situación descrita, no reconoce Fronteras ni Países, y la infiltración penetra todos los niveles de la vida Nacional.
La Subversión, ha desarrollado Mandos Intercontinentales, Continentales, Regionales y Subregionales, centralizados para coordinar las acciones disociadoras. A manera de ejemplo podemos citar la Conferencia Tricontinental de la Habana, la Junta Coordinadora Revolucionaria para el Sur, etc., todo ello amenizado con toda suerte de Comités de Solidaridad con.........; de Congresos para..........; de Tribunales de...............; de Encuentros............; de Festivales................................; de Conferencias......................; etc.
En cambio los países que están siendo agredidos Política-Económica y Militarmente (desde adentro y fuera de sus fronteras), están combatiendo sólo o cuando más con entendimientos bilaterales o simple ‘‘acuerdos de caballeros’’.
Es para enfrentar esta Guerra Psicopolítica que hemos estimado que debemos contar en el ámbito internacional no con un mando centralizado, sino que con una Coordinación eficaz que permita un intercambio oportuno de informaciones y experiencias además con cierto grado de conocimiento personal entre los Jefes responsables de la Seguridad
Proposición:
Para materializar los intercambios de información se proponen las siguientes acciones a la digna consideración de los Honorables delegados, consistente en una Oficina de Coordinación y Seguridad.
A.- Banco de Datos.
Establecer en una País de los que aquí se encuntran representados, un Archivo Centralizado de Antecedentes de Personas, Organizaciones y otras Actividades, conectadas directa o indirectamente con la Subversión.
En líneas generales, algo similar a lo que tiene INTERPOL en París, pero dedicado a la Subversión.
Desde luego, este Banco de Datos, debe ser manejado, financiado y alimentado por los Servicios de Seguridad de los Países Interesados, de acuerdo a un Reglamento Orgánico y de Funcionamiento aprobado por los Delegados.
B.- Central de Informaciones.
Para obtener un eficaz rendimiento en el uso del banco de Datos, es necesario contar con un Sistema de Comunicaciones moderno y ágil, que permita cumplir con los principios de rapidéz y oportunidad en la entrega de la información. A modo de ejemplo, el sistema podría conformarse a base de:
1.- Transmisión por Télex.
2.- Medios de Criptografía.
3.- Teléfonos con inversores de voz.
4.- Correos
Este Sistema debe ser manejado, financiado y alimentado por los Servicios de Seguridad de los Países Interesados, de acuerdo a un Reglamento.
C.- Reunión de Trabajo.
Con el fin de ir evaluando los servicios prestados por la Oficina de Coordinación de Seguridad, tratar problemas específicos, realizar contactos de coordinación o conocimiento personal, deben programarse Reuniones de Trabajo en los Países cuyos servicios de Seguridad serán parte de este Sistema. También deben estimularse Reuniones de Trabajo bilaterales o extraordinarias cuando la situación así lo exija.
Para evitar cargas onerosas o compromisos, este tipo de reuniones deben estar regidas por un Reglamento de funcionamiento, que permita un ordenamiento de las mismas.
D.- Estos tres elementos básicos: Banco de Datos, Central de Informaciones y Reuniones de Trabajo, forman el Sistema de Coordinación de Seguridad propuesto.
E.- Países Participantes.
Pueden ingresar todos los países que quieran, siempre y cuando no representen a países marxistas.
La admisión desde luego debe estar sujeta a la Reglamentación del Sistema.
F.- Sede de Sistema y Visión General.
A.- La Dirección de inteligencia Nacional, está en condiciones de ofrecer como sede del Sistema a Santiago de Chile, pero se somete a cualquier tipo de acuerdo que exista entre los Países participantes.
B.- La Dirección del Sistema debe ser ejercida en la forma que los países lo acuerden, ya sea en forma rotativa, por elección y conforme a un período determinado.
C.- Los Países deben concurrir en forma igualitaria y proporcional al mantenimiento del Sistema, conforme a los acuerdos que se determinen.
D.- El personal técnico del Sistema debe ser proporcionado en forma igualitaria o proporcional por los Servicios involucrados, y sólo el personal no técnico puede ser contratado localmente previa investigación de confiabilidad.
El personal técnico, debe tener inmunidad diplomática y estar agregado a sus respectiva Representación de acuerdo a las normas que le fije cada País, aunque es deseable que ellos dependan directamente de sus Servicios.
El coronel Jahn le entregó también a Guanes un organigrama tentativo de la estructura supranacional y un memorando explicativo de las funciones del sistema.
-La DINA se hace cargo de todos los gastos para tres delegados por país y proporciona el total de la seguridad requerida. Como se comprenderá, la reunión es estrictamente secreta. Sugerimos utilizar la clave alfabética de sustitución simple, para confirmar el nombre, grado y cargo de los participantes. La dirección de télex INSRE 40619-CL, pero como alternativa pueden llamar por teléfono al 394133 de Santiago, y preguntar por el señor Luis Gutiérrez.
En el curso de los meses siguientes, el coronel Guanes tendría muchas oportunidades de trabar contacto con Luis Gutiérrez, seudónimo que designaba al oficial encargado de la sección exterior de la DINA, en ese momento el mayor Raúl Eduardo Iturriaga Neumann.
Guanes estudió con detalle la propuesta de Contreras. El jefe de la DINA chilena parecía más interesado en la Oficina de Coordinación que en el Sistema. La iniciativa abría la posibilidad de que todos participaran, pero Guanes Serrano tenía dudas sobre el interés de los peruanos y desconfianza, mucha desconfianza de los brasileños.
Guanes Serrano advirtió que el instrumento clave no sería tanto la Dirección como la Central de Informaciones que alimentaría el Sistema y daría impulso a la Oficina. En el banco de datos que proponía Contreras estaba el verdadero poder, la manija de la inteligencia política continental.
El sistema de coordinación y seguridad ofrecía una primera ventaja. Guanes tenía a la vista en su despacho, el informe confidencial PB 122-E/2.2 del Estado Mayor del Ejército de Brasil, que detallaba los desplazamientos de dirigentes de la Junta Coordinadora Revolucionaria, integrada por el ERP argentino, el ELN boliviano, los tupamaros uruguayos, el MIR chileno y algunos exiliados paraguayos. La información se había procesado en el Tercer Cuerpo de Ejército, con asiento en Sao Paulo, había derivado al Estado Mayor, de ahí al Ministerio del Ejército, y había recalado finalmente en el despacho del agregado militar de la embajada brasileña en Asunción.
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El documento tenía fecha 13 de octubre y anunciaba la realización de una reunión a efectuarse en Buenos Aires, el 25 de agosto.
Guanes Serrano comenzó a elaborar el borrador de la posición que la delegación paraguaya expondría en el encuentro secreto de Santiago; había en la propuesta de Contreras algunos elementos que tendían a una centralización del sistema: era necesario discutir en profundidad dónde quedaría ubicado finalmente el Banco de Datos y cuál sería la sede de la ‘‘reunión de trabajo’’ permanente.
Más allá de las pretensiones chilenas, el jefe de la inteligencia paraguaya estaba dispuesto a pelear por la idea cuando el tema fuera expuesto a la consideración del general Stroessner. A Guanes Serrano le quedaba estrecho el reducido ámbito paraguayo y le parecía un derroche procesar inteligencia sobre los desarticulados grupos opositores que aún insistían en operar en el territorio guaraní.
La reunión ‘‘estrictamente secreta’’ convocada por Contreras comenzó el miércoles 26 de noviembre de 1975 en Santiago y fue clausurada el sábado 29 por la mañana. Las delegaciones se trasladaron a Viña del Mar, donde confraternizaron en una cena en el casino de juego de ese balneario y el domingo 30 realizaron una visita a la Escuela de Caballería de Quillota.
Los oficiales de inteligencia fueron llevados esa noche a un centro nocturno, donde buenasmozas muchachas los trataron con especial afecto. Todas esas jovencitas de piernas torneadas y miradas insinuantes, eran integrantes de una brigada especial de la DINA, destinada a extraer informaciones en medio de los suspiros y bajo las sábanas.
Documentos encontrados en Asunción dieron cuenta que el Sistema de Coordinación y Seguridad contó con la participación plena de los servicios de inteligencia de Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil. Otras formas involucraron a los aparatos represivos de Bolivia, Colombia, Guatemala, Nicaragua y Venezuela.
También son abrumadoras las evidencias sobre la existencia del Banco de Datos y el Archivo Centralizado que, a juzgar por el volumen de la información que circulaba, fue extremadamente eficiente. Entre los cien mil documentos incautados en Lambaré, en las afueras de Asunción, aparecieron más de mil fichas de chilenos y otras tantas de uruguayos.
El periodista uruguayo Samuel Blixen cuenta en su libro El vientre del Cóndor, que un informe de la DINE -Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército chileno-, de agosto de 1981, en respuesta a una solicitud de antecedentes cursada por el Departamento II paraguayo, aclaraba que ‘‘en Chile existen 1.400 personas con el nombre de Manuel Sepúlveda. Uno de ellos es Manuel Sepúlveda Farías, pertenece al Partido Comunista y al MIR; se desconoce su paradero desde el 23 de julio... Es procurado por todos los servicios de Chile’’.
El comandante de la 6º Brigada del Ejército argentino con sede en Formosa elaboró para la inteligencia paraguaya el informe RAC-17, de junio de 1977, sobre las actividades combinadas del Ejército, la Gendarmería Nacional y la Policía Provincial que permitieron descabezar la dirección regional del litoral del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP. El comandante anunciaba que se estaban procesando los interrogatorios, y que se comunicaría información sobre probables bases de apoyo al otro lado de la frontera.
El informe 022/79 del D-II paraguayo, firmado por Guanes Serrano, revela que el sistema de comunicaciones había logrado en julio de 1979 la ‘‘rapidez y oportunidad’’ que reclamaba Contreras. Detalla la vigilancia a que fueron sometidos dos extranjeros, a partir del ‘‘cifrado del SID Uruguay: Hoy vuelo 702 Pluna viajaron a esa Friedrich Otto Roll, alemán, y Leonel Villalobos, costarricense. Mencionadas personas habrían realizado en Buenos Aires reunión clandestina del CPT. Se supone autores de información a usar en campañas internacionales contra nuestros países’’.
Agregaba Guanes: ‘‘El SID Uruguay nos envió material sustraído a Roll y Villalobos, durante su estada en Montevideo, referente al acto 1º de Mayo en Buenos Aires. A solicitud nuestra, el SIDE Argentina nos informó que (...)’’.
Cientos de informes fueron cuidadosamente archivados por la Dirección de Investigaciones de Asunción, referidos a extranjeros que visitaban Paraguay, a pesar de que los servicios de inteligencia del Sistema no registraban antecedentes sospechosos.
El banco de datos parece haber elaborado un registro paralelo, clandestino y supranacional, que muy probablemente se transformó en una Interpol para la subversión. El ya referido Samuel Blixen afirma que casi seguramente el Banco de Datos fue instalado en Chile y pasó a manos de la inteligencia del Ejército cuando la DINA fue disuelta por la Junta Militar.
Otros documentos encontrados en Paraguay revelan cómo operaron los denominados ‘‘grupos de trabajo’’. Jorge Fuentes, ‘‘el trotsko Fuentes’’, dirigente del MIR, fue una de las primeras víctimas. Fue detenido en mayo de 1975 en Asunción junto con Amilcar Santucho, hermano de Roberto Santucho, líder del Ejército Revolucionario del Pueblo. Fue ‘‘expulsado’’ de Paraguay en enero de 1976. Hoy se sabe que fue entregado a miembros de la DINA, apenas un mes después de la reunión de los altos mandos de inteligencia multinacional en Santiago.
Dos documentos de esa fecha encontrados en el archivo de la policía secreta paraguaya, expresan:
DE: Vicente
A: Luis Gutiérrez
Luis Felipe Alemparte comunica antecedentes obtenidos por comandante Jorge Osvaldo. ‘‘Pollo Enríquez’’ ubicado en baires. Se esperan novedades. Claudet sería Sotomayor. Sujeto es RIP. Enviar foto. Ultimo procedimiento en 97 microfilms. Ultimas intrucciones de la JCR aparecen involucrados Fuentealba y Leighton. Verificar quién tenía acceso del traslado del ‘‘Trosko’’ (Jorge Fuentes) ya que en París se sabía, aparece alguien de la agencia informando. En cancillería verificar a Enrique Bernstein por problemas del mar y caso sionista. Estaría involucrado en planes JCR. Si no hay novedades caso ‘‘Pollo Enríquez’’ comandante Jorge Osvaldo viajaría martes o miércoles próximo llevando material. Agremil fue informado por Jorge Osvaldo. Si comandante viaja confirmaré. Ampliaré info por memo.
Atentamente Vicente.
Memorandum Nº 73 del 17.11.75
Como lo informé a través del télex enviado a través de Vicente mantuve una reunión con Rawson el que me informó de lo siguiente: últimos procedimientos cayó un correo de la JCR francés aparentemente de apellido Claudet. Dentro de sus pertenencias se encontraron 97 microfilms con las últimas instrucciones desde París. Por los detalles se presume que el tal Cludet podría ser Sotomayor. Después del interrogatorio del tal Claudet se logró determinar sólo que era correo de la JCR, se le tomaron solamente fotografías. Claudet ya no existe. Una de las misiones de Claudet era investigar la situación de ‘‘Trosko’’ con Paraguay. En París estaban informando de su traslado desde Paraguay a Santiago e incluso mencionaron a la agencia o a un miembro de la misma que habría informado. Esto no está muy claro en el documento. Considerando que es bastante importante esta situación al igual que la posible localización del ‘‘Pollo Enríquez’’, le solicité a Rawson que viaje a Santiago lo cual lo concretará mañana o el miércoles. Avisaré. Debido al mal entendido con respecto a la invitación al congreso del día 26 del presente, esta será una oportunidad para aclararla. Incluyo sobre a Don Elías. Mecesito que me informen a la brevedad sobre los supresores de ruido. Para Campos: Ferreira está en la provincia de Córdova, importante porque está la fábrica más la Fiat argentina.
Las solicitudes de información 027-119 y 027-121 fueron entregadas a Rawson. La solicitud de información sobre actividades de Carlos Gerardo Apízar Salas fue entregada al mismo. Sobre el funcionario de la policía federal Mario Aguila, es custodio del servicio, puedo informar que es un hombre en comisión de servicio bajo las órdenes de Rawson. Sirvió de correo y se entrevistó con don Elías. El coronel Hernández, quien lo contactó inicialmente, pidió información a nuestra agencia sobre el desempeño de la misión de este individuo. Cualquier anormalidad favor avisar. Que quede claro que Aguila está a las órdenes de Rawson. Las solicitudes de información entregadas por Claudio del BINT fueron solicitadas al Batallón 601 de Mendoza. Necesito información sobre Juan Carlos Delso Cornejo. Necesito a la brevedad últimas declaraciones del ‘‘Trosko’’.
La práctica de entregar detenidos no comenzó con el Sistema de Coordinación. Los ‘‘acuerdos de caballeros’’ a los que hacía referencia Contreras fueron prolíficos entre las dictaduras del Cono Sur y especialmente con Argentina, previo al golpe que derrocó a Isabel Martínez de Perón en 1976.
Continúa.
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Exactamente. Ya que estoy
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