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Jueves, 7 de Agosto de 2025
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Crecen las protestas pro-palestinas en EE.UU. ¿Ecos de Vietnam?

Andrés Almeida

"¿Tienen estas protestas el potencial de extenderse más allá de los campus universitarios, como pasó con Vietnam, donde diversos sectores de la sociedad estadounidense confluyeron hasta configurar protestas masivas?"

Este artículo corresponde a la edición del newsletter exclusivo La Semana del domingo 5 de mayo y se ofrece ahora para todos los lectores.

En octubre de 1964 se produjo una de las primeras y más icónicas protestas por la Guerra de Vietnam en Estados Unidos. Apenas dos meses y medio después de los incidentes del Golfo de Tonkin -que dieron inicio a la intervención masiva estadounidense en el conflicto- el obrero católico David Miller decidió quemar su cartilla militar, lo que supuso un grave desafío a la política de reclutamiento destinada a alimentar con soldados el esfuerzo de guerra estadounidense.

Después de la acción de Miller, la quema de cartillas -un delito grave, equivalente a la remisión del servicio militar- se convirtió en un símbolo de las protestas contra la guerra en el país, las que no pararon de crecer hasta abril de 1971, cuando medio millón de personas se manifestaron en Washington D.C., en un hito que los historiadores coinciden que ayudó a que finalmente Estados Unidos se retirara de la guerra en 1975, lo que precipitó la victoria norvietnamita, y significó la peor derrota militar estadounidense en toda la Guerra Fría.

Los hechos vienen a la memoria en instancias en las que prendieron protestas pro-palestinas en más de 60 universidades estadounidenses, en las que los estudiantes exigen que las entidades educacionales corten vínculos con Israel y se sumen al boicot contra el país, acusándolo de genocidio por la matanza de más de 34.000 palestinos (y sumando), dadas las operaciones militares israelíes en la Franja de Gaza.

¿Tienen estas protestas el potencial de extenderse más allá de los campus universitarios, como pasó con Vietnam, donde diversos sectores de la sociedad estadounidense confluyeron hasta configurar protestas masivas?

Es difícil de decir.

Si bien estas protestas parecen indicar un cambio significativo en la opinión pública estadounidense, antaño inquebrantable en favor de Israel, en especial entre los jóvenes, son también varias las diferencias con el famoso movimiento anti guerra por Vietnam.

Las protestas en los 60 y 70 estadounidenses estuvieron enmarcadas en un movimiento de malestar juvenil mundial, que se convirtió en una tendencia cultural de gran envergadura y duración, que marcó la segunda mitad del siglo 20 occidental, y cuyo punto más alto probablemente fue el mayo francés de 1968.

Tal vez el actual momento de protestas lleve a un momento parecido, donde confluya no sólo la indignación por la matanza de palestinos, sino que también las demandas de otros grupos oprimidos, como las comunidades afro-americanas, todavía golpeadas por el asesinato de George Floyd en manos de policías cada vez más militarizadas. O tal vez el mero agrietamiento en la relación entre Estados Unidos e Israel tenga un significado histórico de consecuencias incalculables.

Sin embargo, son también muchas las diferencias.  

De partida, las protestas de Vietnam tenían un fuerte componente de interés local, pues Estados Unidos envió 500.000 de sus jóvenes a la línea del frente, de los cuales casi 60.000 perdieron la vida, y muchos más fueron heridos o quedaron con severos daños psicológicos, creando el arquetipo del veterano anti-guerra. 

Así, fueron muchas las figuras del mundo cultural que se volcaron en favor del movimiento anti-bélico, como pasó con Bob Dylan, Mohamed Alí, Joan Baez, Martin Luther King o Jane Fonda, quienes dieron credencial de sentido común a estas demandas. De ese modo, incluso el líder norvietnamita Ho Chi Minh se terminó convirtiendo en un icono anti-imperialista y anti-colonialista, incluso en el fervientemente anti-comunista Estados Unidos.

Hoy es poco probable que Estados Unidos se involucre en una guerra de esa magnitud en el Oriente Medio, y su papel -por ahora- se limita a proveer de apoyo político y armas a Israel, a la vez que intenta contenerlo de sus impulsos más agresivos, como es la intención de lanzar un operativo militar de gran escala en Rafah, al sur de la Franja de Gaza. 

Es decir, de momento se trata de protestas de solidaridad con una causa en el extranjero, lo que es muy relevante para un país con fuertes tendencias aislacionistas, sin una gran comunidad local de palestinos, y sin que haya un solo líder palestino que pueda despertar una simpatía similar a la del ‘tío Ho’, probablemente desde la muerte de Yasser Arafat en 2004. 

Es por esto que tal vez estas protestas se parezcan más a las que hubo en los 80 contra el Apartheid en Sudáfrica, las cuales fueron bastante menos masivas que las de Vietnam, aunque ayudaron a separar los intereses de Estados Unidos de los del régimen racista blanco sudafricano, y a levantar la figura de Nelson Mandela. 

Al respecto es interesante este artículo de Omar Barghouti, Tanaquil Jones y Barbara Ransby, en The Guardian; Recordemos la última vez que los estudiantes ocuparon la Universidad de Columbia.

Por otro lado, las sociedades contemporáneas están más atomizadas, por lo que a las luchas particulares de ciertos grupos les cuesta más transformarse en prioridades de la agenda. 

Si los grandes medios de comunicación del siglo 20 al principio podían ignorar a los manifestantes, llegó un punto de efervescencia en que eso no fue posible, y las voces disidentes terminaron entrando en todos los hogares a través de los televisores. Ahora ese tipo de noticias están en todos lados, pero es el interés el que está disperso en cientos de otros temas, y hay cientos de actores trabajando para connotar los hechos a su gusto, conforme cámaras de eco que solo refuerzan creencias preestablecidas.

Así, es posible pensar que el conflicto podrá ser encapsulado en los campus universitarios, por mucho que este movimiento se expanda más allá de las fronteras de Estados Unidos, como ya está pasando en universidades de Canadá, México y Europa. De este modo, es relativamente fácil caricaturizar a los estudiantes universitarios -privilegiados en muchos sentidos, y ajenos a los problemas que alimentan el sentido común; es decir woke- y desarmar su capacidad de hablarle al país.

De hecho, las autoridades demócratas han sido sumamente hábiles en ello, pues han aprovechado los más destemplados discursos y expectoraciones de los jóvenes más radicalizados -quienes, por ejemplo, han repetido irreflexivamente consignas de Hamás, las que ciertamente pueden interpretarse que tienen intenciones genocidas, o han intimidado a estudiantes judíos-, para levantar la discusión en torno al supuesto anti-semitismo del movimiento. 

En paralelo, la mera amenaza con ser considerado anti-semita ha inhibido al mundo cultural, ya golpeado por la cultura de la cancelación. Es lo que pasó con el caso de la expulsión de la presidenta de Harvard, la afro-americana Claudine Gay, quien cayó por una fuerte campaña en su contra, por no condenar con todo el rigor esperado las primeras señales de anti-semitismo en la famosa casa de estudios, o la actriz Susan Sarandon, quien ha visto limitadas sus oportunidades laborales en Hollywood por sus declaraciones pro-palestinas, al ser expulsada de su agencia de representación, UTA. 

Respecto al caso de Harvard (y de la Universidad de Pensilvania), es interesante este artículo de Sareen Habeshian en Axios; Cómo una audiencia derribó a dos presidentes de la Ivy League y respecto a Sarandon, este artículo de María Porcel en El PaísSusan Sarandon, expulsada de su agencia de representación por posicionarse a favor de Palestina.

Si bien es cierto que hay quienes sostienen cierto discurso anti-judío en el movimiento pro-palestino universitario estadouniddense, la reacción es desproporcionada, pues todo indica que no se trata de situaciones generalizadas, sino solo de algunas aisladas, pero que sirven para alimentar un debate nacional en torno al anti-semitismo. Algo en que demócratas y republicanos están de acuerdo, con lo que se tiende a confundir -por ejemplo- el derecho de los estudiantes pro-israelíes a no ser intimidados, con el de no ser incomodados.  

Esto, pues en general se trata de protestas pacíficas, y las críticas a Israel y al sionismo, suelen ser políticas, no raciales o xenófobas, y suelen también ser compartidas por no pocos estudiantes judíos que apoyan el movimiento. Al menos, no se ha visto nada que amerite francotiradores en los campus, lo que hace cuestionable la irrupción policial en ellos y la consecuente detención de más de 2.000 jóvenes y algunos profesores y profesoras. 

Nada que se parezca a las “turbas antisemitas” que denunció el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, ni tampoco son alteraciones al orden de tal magnitud que ameriten las declaraciones del presidente estadounidense Joe Biden, quien dijo; "el orden debe prevalecer [...] Existe el derecho a protestar, pero no el derecho a provocar el caos. Las personas tienen derecho a recibir una educación, el derecho a obtener un título, el derecho a cruzar el campus de forma segura sin temor a ser atacados”. 

En paralelo, tal como dice este artículo de Israel National News; Biden proclama mayo como el Mes de la Herencia Judía: Los actos de antisemitismo son despreciables, y el Congreso estadounidense anunció que invitará a Netanyahu a exponer en su hemiciclo.

Esto, en instancias en que los demócratas, a propósito de las protestas por el asesinato de Floyd, fueron en ese entonces bastante más defensores del derecho a la protesta de los afroamericanos y tolerantes con los hechos de violencia que se produjeron, los cuales fueron, además, significativamente más graves. 

Así y todo, probablemente el hecho más violento de la actualidad está en un ataque a un grupo de estudiantes pro-palestinos que acampaban en un campus de California: Estudiantes de UCLA describen un violento ataque contra un campamento de protesta en Gaza: "Fue aterrador", reportó Dani Anguiano para The Guardian, sin que un hecho así haya tenido mayor atención por parte del sistema de medios estadounindense.

Así, el Congreso aprobó la Ley de Concientización sobre el Anti-semitismo, la cual requiere que el Departamento de Educación adopte la definición de anti-semitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, la cual lo define como "una cierta percepción de los judíos, que puede expresarse como odio hacia los judíos”, incluyendo “manifestaciones retóricas y físicas" que incluyen pedir el asesinato o daño de judíos o responsabilizar colectivamente a los judíos por las acciones tomadas por Israel. 

Una definición que para algunos es demasiado amplia, pues parecería estar diseñada para aplacar las críticas al sionismo político y así atropellar la Primera Enmienda, que trata de la Libertad de Expresión. Esto, en el entendido de que los agentes culturales pro-israelíes consideran que atacar las ideas políticas sionistas -interpretadas en simple como el derecho a la existencia de Israel-, es una forma de atacar a los judíos en su conjunto, por lo que cualquier crítica a Israel podría caer en un comportamiento anti-semita. 

Al respecto, es interesante este artículo de Chris McGreal en The Guardian; ¿Qué tan generalizado es el anti-semitismo en las universidades estadounidenses? Una mirada al lenguaje de las protestas.

Lo paradójico del debate es que los palestinos también son semitas, también defienden su derecho a existir como Estado, y, si bien muchos de ellos sostienen una retórica genocida contra los israelíes, no la están implementando, a diferencia de lo que -para muchos, incluida Sudáfrica, país que demandó a Israel por esta causa-, ya están haciendo los israelíes contra los palestinos, y que se ahondará si es que Netanyahu decide una operación contra Rafah.

Finalmente, la prensa liberal -de un modo no del todo desinteresado- apunta a que las protestas espontáneas, con múltiples mensajes, algunos inconsistentes o contradictorios entre sí, y sin liderazgos claros -propias del siglo 21, como lo fueron la Primavera Árabe (2010-12) las de 2020 por George Floyd, o la revuelta chilena (2019-20)-, suelen llevar a momentos autoritarios y conservadores, en reacción por la pérdida del orden, ante la infertilidad de conducción política de la protesta y la impotencia de las izquierdas para liderar los fenómenos y su consecuente división. Una especie de síndrome Termidor, en alusión a la restauración conservadora de la Revolución Francesa.

De tal modo, la prensa liberal nota que si bien las protestas por Vietnam tuvieron éxito en detener la guerra, fueron también un factor determinante en la reacción de la sociedad estadounidense que terminó prefiriendo un liderazgo como el de Ronald Reagan en los 80, tal como lo señala David Brooks en Por qué las protestas ayudan a Trump en su columna de The New York Times.

 Una vuelta de carnero, de todos modos, para una cultura liberal que por años ha promovido la protesta como forma de expresión y conducción política, tal como lo apunta Tyler Austin Harper en The AtlanticLas universidades estadounidenses están cosechando lo que sembraron.

También puede consultarse en este tema: 

La toma de izquierda universitaria que acabó con la educación superior, de George Packer en The Atlantic.

- El activismo anti-Israel no es nazi, pero es cómplice del fascismo de Trump, la columna de Anshel Pfeffer, en Haaretz.

- ¿Por qué las universidades estadounidenses enfrentan una orgía de represión estatal en la 'tierra de los libres'? la columna de Cas Mudde en The Guardian.

No protestarás, la columna de Daniel Lazare en Brecha.

 

OTROS ARTÍCULOS INTERESANTES RESPECTO DE ESTOS TEMAS

- ¿Qué quieren los estudiantes pro-palestinos de las universidades de EE.UU.? de Sam Cabral y Ana Faguy, en BBC.

- ¿Dónde están las protestas en los campus universitarios de Estados Unidos y qué está pasando? de Jonathan Yerushalmy , Helen Livingstone y Erum Salam en The Guardian.

- Mapeo de las protestas en campus universitarios pro-Palestina en todo el mundo, en Al Jazeera.

‘Amnesia histórica’: Recuerdo de las protestas estudiantiles del último siglo, de Lydia Leija en National Geographic.

- ¿Por qué los palestinos y sus aliados no condenan los llamados a apoyar a Hamás en las universidades estadounidenses? de Daniel Kurtzer en Haaretz.

- Wall Street y Hollywood arremeten contra la masiva efervescencia de anti-genocidas universitarios, en Sputnik.

Soros usaría las protestas pro-Palestina en EEUU como instrumento de lucha política contra Trump, en Sputnik.

'Somos Persona Non Grata. Casi Satán': Se intensifica el boicot global a la cultura israelí, de Nirit Anderman, Gili Izikovich, Shira Naot y Ofir Hovav en Haaretz.

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