Jane Goodall tocó la vida de millones de personas. Inspiró a varias generaciones de niñas a dedicarse a las ciencias y demostró que la empatía también es una herramienta válida para hacer descubrimientos que cambien la comprensión del mundo. Tras su fallecimiento, el 1° de octubre de 2025, la comunidad conservacionista del mundo perdió a uno de sus mayores referentes y fuentes de inspiración.
“Cuando era muy niña, prendía el televisor y pasaban sus documentales. Era increíble ver a una mujer en los bosques, estudiando a esos seres maravillosos, los chimpancés”, dice Fanny Cornejo, bióloga peruana. “Mi primera impresión fue decir ‘yo quiero ser como ella, yo quiero vivir aventuras como ella’”, añade. Años más tarde, Cornejo vería cumplido su sueño, cuando empezó a investigar al mono choro de cola amarilla (Lagothrix flavicauda).
Para la bióloga peruana, la trayectoria de Goodall es una hazaña, pues la británica se sumergió en las ciencias y en la investigación de campo en una época en la que esas actividades estaban tácitamente prohibidas para las mujeres.
La bióloga peruana Fanny Cornejo conoció a Goodall en un encuentro de primatología. Foto: cortesía Fanny Cornejo
Goodall nació en 1934 en Inglaterra y tras la Segunda Guerra Mundial, ella soñaba con ir a África a vivir con los animales. Eso era algo “que los hombres hacían y las mujeres no”, contó en el documental Jane (2017). “Quería acercarme lo más posible a hablar con los animales para ser como el doctor Dolittle. Quería moverme entre ellos sin miedo como Tarzán”, dijo en el mismo largometraje, producido por National Geographic.
El apoyo de su madre y la perseverancia fueron fundamentales. A pesar de que no tuvo los recursos para asistir a la universidad, Goodall ahorró lo que ganaba como mesera para viajar a África y cumplir su sueño. En Kenia conoció al antropólogo Louis Leakey, quien años después la enviaría a estudiar a los chimpancés, considerados los parientes más cercanos de los seres humanos.
“Esto debe servirnos de inspiración, todos y todas tenemos la enorme posibilidad de hacer realidad nuestros sueños”, sostiene Rodrigo Medellín, investigador titular del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional de México.
Los chimpancés permitieron a Jane Goodall entrar en sus espacios. Foto: cortesía Hugo va Lawick & National Geographic Creative
En 1960, Goodall desembarcó en Gombe, Tanzania, para observar a los chimpancés. Llevaba cinco meses sin tener resultados, cuando finalmente el líder de la manada le permitió acercarse. La primatóloga lo llamó David Greybeard, por su distintiva barba gris. Entonces, hizo su mayor descubrimiento: los chimpancés fabrican y usan herramientas.
Una investigación histórica
Con sus observaciones, descubrió el hasta entonces desconocido mundo de los chimpancés. “Goodall enseñó a mezclar la ciencia con el cuidado de los animales, viendo a los sujetos de estudio no solo como fuentes de datos, sino como seres sintientes”, señala Martín Kowalewski, biólogo y antropólogo argentino.
La investigación, que inicialmente estaba programada para seis meses, se mantiene hasta la actualidad y se convirtió en el estudio de más larga duración sobre chimpancés en su hábitat natural.
“Solo si los comprendemos, podremos cuidarlos, solo si los cuidamos, podremos ayudarlos y solo si los ayudamos, se salvarán”, es la enseñanza de Goodall con la que se queda Vicky Ossio, cofundadora del centro de rescate de fauna silvestre Senda Verde, en Bolivia. Estas palabras las escuchó el guardafauna Juan Pablo Heredia durante una visita que la científica británica hizo a Argentina. Heredia ahora trabaja con Senda Verde.
El guardafauna Juan Pablo Heredia camina junto a la famosa primatóloga. Foto: cortesía Juan Pablo Heredia
La primatóloga documentó la estructura social, el complejo sistema de comunicación, las actividades de forrajeo y caza, la ternura de las madres por sus hijos, el altruismo y también las guerras que pueden desencadenarse entre diferentes grupos. Este último hallazgo fue un momento “muy oscuro” para ella, pues hasta entonces creía que la guerra era un comportamiento “exclusivamente humano”, contó en el documental antes citado.
En 1965, fue admitida en la Newnham College, un centro universitario en Cambridge, para obtener un doctorado en etología, la ciencia que estudia el comportamiento de los seres vivos. Fue una de las pocas personas en empezar un doctorado sin haber cursado estudios de pregrado debido a su extraordinario aprendizaje en terreno, de acuerdo con la biografía publicada en el sitio web del Instituto Jane Goodall.
En 1971 publicó A la sombra del hombre, el libro en el que registró su investigación de campo. Esta publicación llegó a las manos del ahora biólogo Rodrigo Medellín, que en ese entonces tenía unos 14 años. “Cada noche me transportaba a los lugares que ella tan vívidamente describía y releía muchos segmentos del libro imaginándome que iba yo detrás de ella buscando a los chimpancés”, relata el académico mexicano.
Jane Goodall promoviendo la campaña «Vota por la Naturaleza», realizada en 2024 para elegir líderes que protejan la naturaleza. Foto: cortesía del Instituto Jane Goodall
Muchos años después, Medellín conoció en persona a Goodall. Él, llamado “el Batman Mexicano”, por sus investigaciones enfocadas en murciélagos, le contó que estos son los animales más injustamente maltratados en el mundo. Ella le respondió de inmediato: “¿Y cuántos más hay en esa misma situación en la que son malentendidos por los humanos, que son destruidos simplemente porque no los queremos conocer?”. Finalmente, la científica le felicitó por su trabajo y le recordó que todavía hay mucho por hacer.
Del campo al activismo global
Después de años de estudios y de comprobar que los chimpancés estaban desapareciendo en toda África, en 1986 dejó el terreno para llevar este mensaje y crear conciencia en todo el mundo. Desde entonces, empezó a viajar alrededor de 300 días al año.
Tras una charla que ofreció Goodall en Chicago, Estados Unidos, Martín Kowalewski intercambió unas palabras con la afamada primatóloga. “Su presencia era impresionante”, asegura. Después de ese encuentro supo que hacer “ciencia dura” no era suficiente. Hacía falta “contarle a los demás lo que está pasando para generar empatía, conciencia”. Ahora, el científico argentino hace diversas investigaciones sobre los monos aulladores (Alouatta caraya) y de manera paralela se dedica a la educación y difusión científica.
Loretta Bunning y Poche Ponce le piden un autógrafo a Goodall. Foto: cortesía Vicky Ossio
La bióloga ecuatoriana Elisa Levy-Ortiz destaca que Goodall se convirtió en una vocera globalmente reconocida y respetada. “Creo que ella tenía esa capacidad de invitar a la gente a pensar en cuál es el problema, pero también a pensar en las soluciones”, señala la especialista.
Levy-Ortiz además recordó el “gran impacto mediático” de un video de Jane Goodall en apoyo al caso Los Cedros, que concluyó en la prohibición de la minería en el área y el reconocimiento del bosque como sujeto de derechos. “Esta sentencia muestra el entendimiento del hecho de que los humanos somos parte del mundo natural y dependemos de él para obtener aire, agua, comida”, dijo la primatóloga, sosteniendo un centro de madera con la figura de un mono tallada en la parte superior.
Aunque Vicky Ossio no la conoció personalmente, para ella Goodall es una “heroína”. Su hijo, Poche Ponce, y su nuera, Loretta Bunning, ambos músicos, la conocieron en un concierto benéfico para un centro de rescate de aves en Estados Unidos. “La emoción de ellos era inmensa, porque el más mínimo mensaje que daba con esa suavidad y paciencia llegaba al corazón”, asegura.
Un ícono cercano
Rhett Butler, izquierda, fundador de Mongabay, junto a Jane Goodall, durante una conferencia en San Francisco. Foto: Alejandro Prescott-Cornejo / Mongabay
La afamada primatóloga fue galardonada con más de 100 premios internacionales, de acuerdo con el sitio web del Instituto Jane Goodall. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2003 y fue nombrada Dama del Imperio Británico en 2004. A pesar de ello, nunca dejó de ser cercana.
La bióloga peruana Fanny Cornejo conoció a Goodall en el Congreso Internacional de Primatología realizado en Japón, en 2010. “Jane tenía esa cosa mágica de que te escuchaba y se acordaba de todo, no te escuchaba por cumplir, sino que se tomaba el tiempo de debatir ciencia, dar ideas”, recuerda.
Poco antes, Cornejo y Fanny Fernández, su madre, habían fundado Yunkawasi, una asociación civil sin fines de lucro que trabaja en la conservación de la naturaleza y el bienestar de las comunidades locales. “En ese año, el proyecto era súper chiquito, había muchos retos. Las cosas que le contaba yo como problemas, ella le daba la vuelta como oportunidades”, dice.
Fanny Fernández, cofundadora de Yunkawasi, durante una vista de Goodall a Perú. Foto: cortesía de Fanny Cornejo
En 2013, Goodall visitó Perú y pidió reunirse con Cornejo. Sin embargo, la especialista peruana estaba haciendo un doctorado en el extranjero. Su madre, Fanny Fernández, quien era la encargada de educación ambiental, sí asistió a la invitación. “En esos momentos críticos, cuando alguien quiere hacer este tipo de trabajo en Latinoamérica, donde sientes que todo está en tu contra, tener una figura tan inspiradora diciéndote ‘sí puedes’, es un motor de fuerza”, asegura Cornejo.
Para la científica peruana, la figura de Goodall ha sido fundamental como modelo a seguir, especialmente en Latinoamérica, donde el trabajo de campo para las mujeres sigue siendo complicado debido a “sociedades absolutamente patriarcales y machistas”.
Rodrigo Medellín cree que el mayor legado de la primatóloga británica es la conciencia de que la humanidad tiene “no solamente una responsabilidad, sino también la capacidad de cambiar el mundo”. Goodall, que murió por causas naturales durante una gira de conferencias en Estados Unidos, también dejó el mensaje de “no parar nunca”, de acuerdo con Martín Kowalewski.
Con su partida, Goodall pasó la antorcha de optimismo y esperanza a las nuevas generaciones. Elisa Levy Ortiz y Vicky Ossio concuerdan en el deseo de que haya muchas más Jane Goodall en el mundo para crear conciencia sobre la crisis socioambiental que enfrenta el planeta y alentar a la humanidad a actuar y proponer soluciones.
Foto principal: la científica británica, con un chimpancé huérfano, en un santuario en Kenia. Foto: cortesía Michael Neugebauer
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