Tras las contundentes derrotas sufridas por quienes apoyaron el Rechazo, la Convención Mixta, además de alcaldes, concejales, constituyentes y gobernadores de derecha, estos grupos conservadores vieron en la caída de Karina Oliva (Comunes) un pequeño motivo de celebración al cual aferrarse.
En la prensa escrita, El Mercurio lideró los festejos, con un despliegue de titulares, editoriales, cartas, columnas y chistes que les permitieron un respiro entre tanto resultado sombrío para sus intereses.
La noche del domingo 13 de junio, una vez que los resultados de la segunda vuelta de la elección de gobernadores ya eran de conocimiento público, un gracioso meme comenzó a circular por redes. En él, una representación del diputado Diego Schalper figuraba burlándose de sus rivales y celebrando con champaña y una medalla de oro colgada al cuello. La viñeta siguiente, sin embargo, contextualizaba sus festejos en el último peldaño del podio y ante la mirada atónita de sus contrincantes, los verdaderos ganadores. La caricatura respondía a un tuit del diputado de RN en el que apuntaba a Daniel Jadue como “el gran perdedor de esta jornada”.
A diferencia de La Tercera, en cuyo editorial se consignó ampliamente la derrota sufrida por los candidatos de Chile Vamos, en el diario de los Edwards no hubo cabida para reflexiones de este tipo. La derrota de la candidata apoyada por el Partido Comunista y el Frente Amplio era motivo suficiente para destapar el espumante.
Pero lo que pudo haber pasado a la historia como una inocente caricatura digital se vio ratificada al día siguiente en las páginas de El Mercurio, cuyo editorial destacaba que “debe celebrarse la derrota de una estrategia política sustentada en la odiosidad y la polarización”, aludiendo al triunfo de Claudio Orrego por sobre Oliva. A diferencia de La Tercera, en cuyo editorial se consignó ampliamente la derrota sufrida por los candidatos de Chile Vamos, en el diario de los Edwards no hubo cabida para reflexiones de este tipo. La derrota de la candidata apoyada por el Partido Comunista y el Frente Amplio era motivo suficiente para destapar el espumante.
Como es habitual, el editorial no vino solo. En la sección de Cartas al director, un puñado de conspicuos lectores –entre ellos Pablo Longueira, José Yuraszeck, Gerardo Jofré y Óscar Acuña Poblete– hizo su propio análisis y festejó. “¿Quiénes nos salvaron de Karina Oliva? Preparémonos ahora con los mismos para salvarnos del marxismo y empecemos a reconstruir Chile”, escribió uno de ellos. Como si el punto no estuviera lo suficientemente marcado. Al día siguiente una caricatura de Jimmy Scott retrataba a Arturo Alessandri Palma y la célebre frase “El odio nada engendra”.
Había alivio entre las huestes mercuriales. Así como días antes la Vocería del Pueblo había generado “pánico en el establishment” –como consignó INTERFERENCIA–, la candidatura de Oliva se había convertido en otro motivo de temor. Como explican Gabriel Salazar y Julio Pinto en su Historia Contemporánea de Chile, las élites y la prensa masiva “intensifican su labor cuando se sienten amenazadas”. Y esto es precisamente lo que sucedió durante las semanas previas a la segunda vuelta de gobernadores.
La criticada frase de Oliva y la diputada Maite Orsini –quienes afirmaron que el miedo había cambiado de bando– no dejaba de reflejar ciertas cuotas de verdad. Pero, así como es cuestionable el hecho de celebrar que exista un “bando contrario con miedo”, lo mismo podría decirse de quienes festejan derrotas ajenas que favorecen sus intereses.
Dicho en otras palabras, la misma “falta de autocrítica” que El Mercurio atribuyó a la candidatura de Oliva –y con la que tituló su portada del martes 15 de junio– puede serle enrostrada a un medio de comunicación que defiende candidatos e ideales conservadores y que han resultado ser los grandes perdedores de todas las elecciones recientes en nuestro país.
La misma “falta de autocrítica” que El Mercurio atribuyó a la candidatura de Oliva –y con la que tituló su portada del martes 15 de junio– puede serle enrostrada a un medio de comunicación que defiende candidatos e ideales conservadores y que han resultado ser los grandes perdedores de todas las elecciones recientes en nuestro país.
Enrostrarles a terceros su “odiosidad y polarización” mientras se festeja su derrota solo da cuenta de que el empobrecimiento del nivel del debate que tanto se critica en sus páginas también ha tocado la puerta de su sala de redacción. Lo esbozábamos hace pocas semanas en esta misma tribuna: si de odiosidad y polarización se trata entonces los columnistas estables Hermógenes Pérez de Arce, Gonzalo Rojas, Gerardo Varela y Natalia González -entre varios otros– son los portaestandartes.
El domingo 13 de junio, mismo día de las elecciones, El Mercurio amaneció en sus páginas editoriales con una férrea “defensa de la democracia” en la que criticó el “estilo estridente” y la generación de “falsas expectativas” por parte de algunos sectores de izquierda, mientras que destacó la importancia del “respeto a las normas”. Cuando esto no sucede, advirtió, “se entra en una deriva que fácilmente puede conducir a la anarquía o al autoritarismo”. Y ya sabemos qué lado parece acomodarles más.
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