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Viernes, 25 de Julio de 2025
[Jueves de medios]

El Mercurio y las redes sociales: el juego del miedo

Marcos Ortiz F., director de Ojo del Medio (@ojodelmedio)

El temor a lo desconocido por parte del diario de los Edwards no solo se expresa frente a la llegada de cientos de independientes a la Convención, a quienes no conoce, sino que también frente a la fértil y compleja conversación online que está definiendo los sentidos de lo que está pasando, en la cual el Decano, cada vez tiene menos parte.  

Bastó que pasaran un par de días tras la megaelección de constituyentes para que El Mercurio comenzara a buscar en las redes sociales una respuesta a tamaña avalancha de independientes y fuerzas ajenas a su área de influencia. Pero lo que comenzó como un análisis de cómo una robusta red de seguidores puede convertirse en una importante base de apoyo electoral terminó en una monserga sobre “amenazas”, “funas”, “instrumentos polarizadores” y “videos de contenido agresivo”. Una vez más el Decano lanzaba sus dardos contra lo que le resulta desconocido y, por ende, peligroso.

Diecinueve meses después del estallido, el diario de la familia Edwards repitió un guión inventado en octubre de 2019 por La Moneda y replicado por un puñado de columnistas de la plaza para explicar fenómenos que les resultan extraterrestres. Si en su momento el gobierno de Piñera buscó inexistentes influencias venezolanas en el estallido social –teoría tristemente recogida por La Tercera y para lo cual incluso se intentó la confirmación por parte de diversos académicos– esta vez El Mercurio vuelve a insistir con la idea de que son oscuras fuerzas que se mueven en la penumbra digital las que controlan el devenir político del país. Se repetían las teorías del complot lúcidamente analizadas en su momento en Ciper por Lucía Dammert y Diego Sazo.

¿Cuál es la verdadera causa del pavor que las redes sociales le provocan al comité editorial mercurial? ¿Por qué no perciben a estas plataformas como espacios en los que es posible democratizar el uso de la palabra? Un editorial de abril de 2021 afirma que “la introducción de estas plataformas, en efecto, ha alterado de manera determinante el flujo informativo”. El Mercurio argumenta que es la falta de chequeos y filtros lo que genera problemas, pero resulta evidente que es esta pérdida del control de la agenda lo que más escozor les provoca.

Las redes fomentan la odiosidad y las posturas radicales, reclaman en El Mercurio, pero tienen a personajes como Hermógenes Pérez de Arce o Gonzalo Rojas de columnistas estables.

Basta con revisar las páginas editoriales de El Mercurio del último año para percatarse de que no hay ni una sola vez en que un texto sobre redes sociales no incluya conceptos como “peligro”, “atrincheramiento de posturas extremas” o “debate descalificador y polarizador”. Si bien en marzo de 2020 otro editorial aseguraba que demonizar las redes sociales no tiene ninguna utilidad, en la práctica el diario dirigido por Carlos Schaerer no ha hecho más que pelearse con ellas como El Quijote con los molinos.

Es un escándalo cada vez que Hugo Gutiérrez comparte una imagen photoshopeada en sus redes, pero no cuando el gobierno maquilla las cifras de fallecidos por Covid. Arde Troya cuando un periodista es atacado en Twitter, pero no cuando sus colegas son detenidos de forma violenta por Carabineros mientras están trabajando. Las redes fomentan la odiosidad y las posturas radicales, reclaman en El Mercurio, pero tienen a personajes como Hermógenes Pérez de Arce o Gonzalo Rojas de columnistas estables.

Las redes sociales son explicadas en las páginas editoriales como una suerte de inframundo plagado de voces anónimas y misteriosamente dominadas por las izquierdas bolivarianas. No hay mayores estudios que avalen sus teorías conspirativas, por lo que un par de casos de mayor connotación son utilizados para dar la falsa sensación de generalidad. En otras palabras, El Mercurio no tiene pruebas, pero tampoco dudas.

El Polígrafo, por su parte, más que una herramienta de fact checking orientada a contrastar los dichos de las autoridades, se ha convertido en un diario mural para aclarar memes, desmentir falsedades digitales de poca monta y apuntalar la idea de que todo lo que rodea a las culturas digitales tiene que ver con la mentira, la funa y el engaño.

El Mercurio no solo desconoce el potencial democratizador de las redes sociales y el rol que mundialmente han jugado a lo largo de la última década para promover lo que expertos en comunicaciones han llamado “acción conectiva”. Su cruzada anti redes va, por sobre todas las cosas, en contra de todas las corrientes que proponen establecer conversaciones horizontales con los lectores y clientes, incorporándolos como interlocutores, fuentes de información o voces críticas que permitan corregir el rumbo. Lo han hecho los grandes diarios del mundo e incluso empresarios de la talla de Andrónico Luksic, quien cumple ya casi un lustro de vida online.

El Polígrafo, más que una herramienta de fact checking se ha convertido en un diario mural para aclarar memes, desmentir falsedades digitales de poca monta y apuntalar la idea de que todo lo que rodea a las culturas digitales tiene que ver con la mentira, la funa y el engaño.

Lejanos parecen los días en que Agustín Edwards Eastman bregaba por convertirse en una voz respetada y líder en el mundo digital y que lo llevó a comienzos de siglo a crear y presidir la Fundación País Digital con el fin de investigar, difundir y promocionar la tecnología y consolidar así “una cultura digital en Chile”. El diario que dirigió por más de 25 años parece hoy despreciar algunas de las herramientas y plataformas más populares de este mundo y que durante los últimos años han revolucionado las esferas personales, sociales, políticas y económicas de nuestro país.

El pavor que El Mercurio le tiene a las redes sociales parece radicar en la intrínseca aversión al cambio que profesa este bastión de la prensa tradicional y en su histórica promoción del debate circunscrito a espacios protegidos. Las redes se sitúan en las antípodas de esta manera de ver el mundo: se trata de plataformas en constante evolución, que castigan el inmovilismo y que favorecen el cambio social, temas respecto de los cuales Chile parece ya haber tomado una decisión.

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La revolución digital que Edwards Eastman promovió estuvi siempre inspirada en el clivaje prensa escrita/tv, en el ámbito principal de la farándulay y los contenidos sosos de hace dos décadas. Claramente su apuesta ni funcionó para siempre.

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Miente, miente que algo queda de esa mentira...esa es la estrategia de El Mercurio y la oligarquía que odian los cambios, "El Gatopardo" es su libro preferido.

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