Ah, el lomito alemán: ese lomito cortado en láminas tan finas como un corte de visita (el corte de jamón que se va a comprar a la roticería de la esquina cuando hay visitas en la casa y que es casi transparente para hacer las marraquetas con “algo para el pan” que parezcan más contundentes de lo que son). Esas láminas finas que se sumergen en una especie de sopa primigenia con aderezos y que flotan en esos depósitos gastronómicos de acero inoxidable pequeños y calentitos.
Los lomitos alemanes son ya patrimonio de la cocina chilena, tal como la carne mongoliana o los niñitos envueltos o los completos: todos productos de la cocina de otros países que han entrado desde hace décadas a la dieta nacional.
No sé si se han fijado, pero todos los locales donde cocinan esos maravillosos lomitos, tienen el mismo tipo de decoración: madera en listones diagonales, ventanas con cortinas de macramé, posters de Deutschland Bundesrepublik.
Ah, y lo más importante: letreros termoformados con el nombre del local en letras góticas.
¿Cuáles son estos locales?
La Fuente Alemana de Plaza Italia (Dignidad) y de Pedro de Valdivia; el Quick Lunch que está en Apoquindo casi esquina Manquehue y que data de la época donde a una cuadra de distancia se encontraba el Cine Las Condes; el Lomito Alemán de Grecia con Macul; la Fuente Mardoqueo del Barrio Yungay / Brasil y sus sucursales, una de las cuales llegó al downtown de Las Condes-Providencia y se instaló donde antes estaba el Pub-Licity que era donde se grababa el programa de la tele, “Juntémonos en el Pub-Licity” con Miguelo y Maca Ramis; y el Lomit’s, más alguno que se me escapa.
En 1978 mi mamá me compró el “Manual de los Cortapalos”, un libro editado en España que fue promovido en Chile por las revistas Pinsel (sí, “pinsel” y no “pincel”, “PINSEL” era la sigla de “Publicaciones Infantiles Sociedad Editora Ltda.”). Se trataba de un libro que sostenía ser la guía para la vida de Hugo, Paco y Luis, los sobrinos del Pato Donald, que, además eran algo así como scouts (cortapalos). Como dijo Ariel Dorfmann, sintetizando el espíritu del Manual: “Los sobrinos disponen, además, de su llave para entrar al mundo adulto y lo aplican sin cesar: el “Manual de los Cortapalos”. Es el compendio enciclopédico de la sabiduría tradicional. Contiene una respuesta para todo espacio, toda época, todo dato, todo comportamiento, toda habilidad técnica. Basta seguir las instrucciones de este saber enlatado para salir de cualquier dificultad”. En una de sus tantas entradas en sus 180 páginas, el “Manual de los Cortapalos” enseñaba como hacer la caligrafía gótica, esa caligrafía alemana del obispo Ulfilas que fue tan denostada por los italianos del Renacimiento. Yo aprendí a hacerla e incluso compré de chico lápices con punta plana para dar con el trazo y mis cuadernos albergaban galimatías góticas desde que tuve 8 hasta que tuve 12 (luego eso fue reemplazado por la letra de The Wall, la “floydian”). Como ha dicho recientemente Javiera Barrientos, experta en estos temas: “en la zona germana la caligrafía gótica o black letter está tan arraigada en el imaginario letrado —es tanto así que cuando en el resto de Europa se usan caligrafías romanas o humanistas para todo tipo de texto no-sacro, particularmente aquellos escritos en lenguas vernáculas— que mantienen su uso aun cuando en el resto del mundo priman otros criterios de legibilidad. Ergo, este tipo de caligrafía, se asocia icónicamente a 'lo alemán'. Por ejemplo, si encuentras un libro post-1650 impreso en góticas, es altamente probable que haya sido impreso en Alemania, o que sea de 'tema alemán' (...) Los textos que se siguieron componiendo en gótica post renacimiento eran generalmente los alemanes, las biblias y los impresos vernaculares (todo lo latino o en latín se imprimía en romana). Pero poco a poco los dos últimos dejaron de imprimirse en este tipo de letra, y solo los impresores alemanes mantuvieron la tradición medieval de 'copiar' el estilo manuscrito en el impreso”.
Esa es una de las razones por las que el “lomito alemán”, esta sana tradición sanguchera ocupe como carteles de sus locales la “gótica”. Pero, en el último tiempo las “fuentes” (fonts / tipografías) alemanas han ido replegándose y los carteles del Quick Lunch, el Lomito Alemán, la Antigua Fuente, han abandonado la gótica.
Eso sí, todavía queda la del Lomit’s.
Comentarios
En franca declinación la
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